El anuncio de mi embarazo dejó un eco incómodo en la habitación, un silencio denso que parecía atrapar el tiempo en suspenso. Las palabras habían salido de mi boca con una mezcla de ansiedad y emoción, pero ahora enfrentábamos las consecuencias de una revelación que cambiaría nuestras vidas de maneras inimaginables.La expresión en el rostro de Alex era una mezcla de sorpresa, confusión y preocupación. Se quedó mirándome fijamente, como si tratara de asimilar la noticia.—Maia... —murmuró finalmente, su voz temblando ligeramente—. ¿Estás segura? ¿Hiciste un test de embarazo?Asentí con lentitud, sintiendo una oleada de inseguridad recorriéndome. Había compartido la noticia antes de tener resultados concretos, y ahora lamentaba la precipitación.—Hice un test de embarazo en el centro de salud esta mañana, y dio positivo. Pero para estar segura, programé un análisis de sangre para confirmar.Alex retrocedió un paso, como si mis palabras lo hubieran golpeado físicamente. Sus ojos se posa
Mis manos temblaban mientras doblaba una camiseta, incapaz de contener las lágrimas que empañaban mis ojos. Recordé los momentos felices que había compartido con Alex, las risas, los viajes juntos, las noches de complicidad. Había sido el amor de mi vida, y ahora estábamos al borde del abismo.La distancia emocional entre nosotros se había vuelto abismal desde que compartí la noticia de mi embarazo. Alex, el hombre al que había amado con todo mi corazón, no estaba preparado para ser padre. Su reacción había sido un muro frío que se alzaba entre nosotros, y nuestras conversaciones se habían vuelto tensas y llenas de silencios incómodos.Sabía que tenía que tomar una decisión, y tenía que ser rápida. No podía quedarme en Australia, en esta tierra que había sido testigo de mi felicidad y mi dolor. No podía quedarme con un hombre que no quería ser parte de la vida de nuestro hijo.Mientras colocaba una foto de nosotros dos en la maleta, me pregunté si alguna vez volvería a ver a Alex. Si
Las semanas pasaron sin noticias de Alex. Cada día que miraba mi teléfono, la esperanza se desvanecía un poco más. No sabía si estaba herido, enojado o simplemente había decidido a seguir adelante sin mí. La incertidumbre me carcomía, y mi vida se sentía como un constante estado de espera.En mi trabajo en la editorial, encontré cierto refugio en la rutina diaria. Sumergirme en la edición de manuscritos me permitía temporalmente escapar de la tormenta emocional que me envolvía. Sin embargo, las noches eran difíciles. Las horas solitarias me recordaban la falta de su presencia, y a menudo me encontraba repasando mentalmente nuestras conversaciones, tratando de entender qué había salido mal.Fue durante una de esas noches de insomnio cuando Henry, uno de mis colegas cercanos en la editorial, apareció en mi vida de una manera inesperada. Henry era un hombre tranquilo, con una pasión compartida por las palabras y la narrativa. A menudo, compartíamos nuestras ideas sobre proyectos y discut
No sé qué estoy haciendo con mi vida.Estudié para ser licenciada en letras y ahora, después de seis meses de recibirme, me doy cuenta de que un título no vale ni sirve para nada. No conseguí trabajo de lo que amo, y mi primer empleo es pasarme el año nuevo atendiendo borrachos y ver felices a las parejas. Me maté estudiando, para terminar así.Suspiro mientras subo el cuello de mi abrigo y me abro paso entre la multitud que se encuentra congregada en las calles. A pesar del frío, la gente está haciendo compras de última hora, también hay niños haciendo bailes para invocar a la nieve y, claro, no pueden faltar los grupos de villancicos, aunque están cantando hace días.Esto es demasiado para mí, es el primer año nuevo que voy a pasar sola, mi madre falleció después de haberme visto recibirme y era lo único que tenía. Me aclaro la garganta mientras contengo mis lágrimas y entro al bar en el cual tengo que comenzar a trabajar en media hora.—¡Ahí estás! —exclama el hombre que considero
El automóvil de Alexander se ve más caro que todas las ganancias de mi vida, por lo que entro con suavidad, incluso saco mis zapatos por miedo a ensuciar ya que hasta el interior está reluciente, a lo que él reacciona con una sonrisa que ilumina sus ojos. —Bueno, no todas hacen eso, te lo agradezco —dice antes de cerrar la puerta del acompañante. Frunzo el ceño. ¿No todas hacen eso? ¿Pero cuántas mujeres habrán subido a este coche? No me sorprende, la verdad, teniendo en cuenta la pinta de este hombre, es bastante irresistible y seguro que lo sabe, y lo usa a su favor. —Bueno, Maia, espero que nos llevemos bien —expresa entrando al auto y arranca el motor—. En fin, muchas gracias por aceptar mi propuesta. Sé que es extraño, pero estoy desesperado.—Quiero que me cuentes todo sobre ti ya mismo o me tiro del auto, sin importarme que esté en movimiento —manifiesto con seriedad. Él asiente y se aclara la garganta sin dejar de mirar al frente.—Tengo treinta y dos años, ya te dije que m
El interior de la casa está impecable, incluso hay un aroma a vainilla exquisito flotando en el ambiente, y la chimenea encendida le da al lugar un aspecto hogareño y familiar.A unos metros, detrás de una puerta doble de madera, se pueden escuchar risas y cánticos divertidos. Trato de prestar un poco más de atención a la casa para lograr ver todos los detalles, pero el cuerpo de Alexander me obstaculiza la visión, y para qué negarlo, también me deja sin aliento.—¿Estás lista? —me pregunta aproximándose un poco más a mí, a tan solo unos centímetros de mi rostro. Puedo sentir su cálido aliento con aroma a menta, por suerte, y una leve fragancia a nueces.En un suave y fugaz movimiento, me quita el abrigo, dejando una caricia a medida que va desnudando mi piel. ¿Cómo un gesto tan imperceptible puede provocarme un cosquilleo tan intenso? Se aleja para colgar el saco en una percha y luego regresa, mirándome con una pequeña sonrisa.—No me contestaste —dice—, ¿estás lista o no?Asiento rá
Alexander me deja sola en la mesa, con todos sus familiares mirándome con interés, mientras él se va a ayudar a su madre a lavar los platos —o eso es lo que dice que va a hacer—. A pesar de que estoy tratando de hacer lo posible para no escaparme de la situación, me siento cada vez más incómoda y estresada, ya se me acabaron las ideas para seguir aguantando esto y, por más que necesito el dinero, creo que no lo vale.—¿Ya pusieron una fecha de casamiento? —me pregunta la tía de él, quien se presentó como Hannah.Para ganar algo de tiempo y pensar en una buena respuesta, le doy un trago a mi jugo de naranja y me aclaro la garganta antes de hablar.—Bueno… la verdad es que todavía no pensamos en eso —expreso rascándome la nuca con nerviosismo.—Yo sí —me interrumpe Alex apareciendo de la nada misma, y me dedica una sonrisa tensa. Arqueo las cejas a modo de interrogación—. Ya tengo la fecha, pero es sorpresa.—¿Cómo que sorpresa? —inquiere Hannah—. ¡Eso no puede ser! Ella tiene que hacer
Suspiro con desgana mientras observo cómo el cierre de mi valija se rompe debido a la carga de ropa que le metí, o quizás porque ya estaba demasiado vieja. —No te preocupes —dice Alex, haciéndome saltar del susto, no me había dado cuenta de que estaba detrás de mí—. Voy a buscar cajas y guardamos tus cosas ahí.—Está bien, gracias.—Dame cinco minutos, ya regreso.Asiento con la cabeza y él desaparece por la puerta. Me golpeo la cabeza contra la pared repetidas veces, tratando de contener el impulso tan estúpido de volver a besarlo. Anoche, cuando salimos de esa antigua habitación con la respiración agitada y desalineados, terminamos de convencer a su familia de nuestro romance, aunque su madre sí nos miraba con los ojos un poco entrecerrados. De todos modos, eso era lo que menos me importaba, si no que, de repente, le empecé a prestar un poco más de atención a Alex, tratando de descubrir qué era lo que tenía que tanto me hechizaba. Supuse que eran sus ojos azules tan atrayentes o e