Me coloque una camisa de Viktor, no había de otra y no encuentro ropa por ningún lado. Salí del camarote en dirección a cubierta encontrando a Sergei con binoculares mirando los alrededores.—Buenos días, señorita Alina —me miro y pude vislumbrar un sonrojo en su mejillas antes de volver a poner su vista al frente—. Debería vestirse —sugirió.—Si el bruto impulsivo del coronel me hubiera dicho que veníamos a alta mar, yo con gusto equipo ropa para el viaje —le digo con mi ceño fruncido.—Lo recuerdo, lo siento.—No es tu culpa, ¿Dónde está? —pregunto.—En la parte delantera soltando la velas —señalo, camine hacia allá y allí estaba sin camisa, con un su pantalón de tela fina y su cabello desordenado, me provoco risa ver las marcas de mis uñas en su espalda. Aunque de seguro yo debo estar peor. —¿Qué se supone que hacemos aquí? —interrogo mientras sujeto la camisa ante una brisa que llega, lo que menos quiero es que me vean el culo.—No deberías estar fuera del camarote y mucho
La puerta de la habitación se abrió, pero no me movía de la esquina en la que me encontraba, Teo yacía en mis brazos sin vida mientras que las lágrimas no dejaban de correr por mis mejillas.—Alina, ¿Qué sucede? —interrogo con algo de ¿preocupación? Es lo que creo que hay en su voz.—Lo mataron —susurro con mi voz ronca, sentí su presencia justo frente a mí y luego su mano tomar mi barbilla para que alce el rostro, Viktor se encontraba encuclilla mirándome con aquellos ojos grises cargado en preocupación. —Me quitaron lo único que tenía —añado y más lágrimas bajan por mis mejillas.—¿Quién fue? —cuestiona.—No lo sé —la única que estuvo con Teo fue la empleada—. La chica de la cocina, no se me su nombre —añado enseguida, Viktor asiente y se pone de pie.—Ven —ordena, me pongo de pie con Teo en mis brazos, Viktor me toma de la mano y me saca de la habitación agrandes zancadas, se detiene para mirar a Sergei—. Quiero a todas las empleadas en el jardín, ahora —le ordeno a lo que el hombr
Viktor dio un paso atrás, llevándose la máscara nuevamente hacia su rostro. Sus manos, firmes pero temblorosas, levantaron aquel objeto que lo protegía del mundo. La dureza en sus ojos grises parecía querer ocultar la vulnerabilidad que acababa de mostrarme.—Es mejor así —murmuró, con un tono frío que parecía cortar el aire.Antes de que pudiera ajustarla, reaccione sin pensar. Di un paso adelante y, con un movimiento rápido, sostuve la máscara, impidiendo que él se la colocara. Mis dedos temblaban al entrar en contacto con las manos de Viktor, pero mi mirada estaba fija en él, no podía permitir que se cierre, no ahora que he derribado una barrera.—No —dije, con voz suave y sin titubeos—. No lo hagas.Viktor me miro, sorprendido por esa petición. Su mandíbula se tensó, y sus ojos se oscurecieron como una tormenta.—Alina... —su tono era una advertencia, como si intentara mantenerme a raya, pero no lo iba a permitir.—¿Por qué sigues escondiéndote? —Susurre, con mis manos todavia suj
Al llegar a la isla, Viktor me llevo hasta su habitación en donde volvimos a tener sexo, una y tres veces más. Fueron sin duda los mejores orgasmo de mi vida, no sabía que podía resistir tanto, sin embargo, lo hice y ahora estoy recostada envuelva en las sábanas blancas mientras el aire fresco del mar ingresa por la ventana y con el coronel a mi lado, abrazando a mi cuerpo siendo una fuente de calor agradable.Su rostro, en reposo, mostraba una suavidad que rara vez me permitía ver. La mandíbula fuerte que normalmente mantenía tensa, ahora se relajaba, y los labios, que siempre parecían a punto de hablar o desafiar, estaban ligeramente entreabiertos. Su piel, tan familiar y tan ajena al mismo tiempo, parecía más cálida en la penumbra, la luz suave de la madrugada resaltando las marcas de tinta que se deslizaban por su cuello y hombros, como un mapa de su vida.Lo observé en silencio, detallando cada línea de su rostro, cada cicatriz que decoraba su piel. Había algo en esos pequeños ra
Viktor VolkovEl oleaje golpeaba con fuerza contra las rocas que rodeaban mi casa en la isla. Su sonido constante llenaba el silencio de la noche, acompañado solo por el leve crujir del cigarro entre mis dedos. Dmitry estaba apoyado en la baranda frente a mí, jugando con su copa de vino mientras su mirada vagaba por el horizonte. Podía sentir que estaba preparando sus palabras, siempre cuidadoso pero con ese tono que me irritaba: el de quien creía saberlo todo.—No lo entiendo, Viktor —dijo finalmente, rompiendo el silencio con esa sonrisa ladeada que usaba para provocar—. Llevas años manejando mujeres como piezas en tu tablero, pero con esta… hay algo diferente.Exhalé una bocanada de humo antes de responder. Mis ojos, ocultos tras la máscara, seguían fijos en él. Dmitry podía leer a los hombres como nadie más, pero conmigo se había enfrentado a un muro una y otra vez. No iba a ser diferente ahora.—¿Diferente? —repetí, dejando que la palabra cayera con la misma indiferencia que sent
Alina PetrovnaDesde mi ventana, la escena se desplegaba ante mis ojos con una claridad inquietante. El jardín de Viktor estaba iluminado por luces tenues que colgaban de los árboles, creando un ambiente casi mágico, como si la oscuridad de la noche pudiera ser ignorada por un momento. El aire estaba impregnado con risas apagadas y murmullos que se mezclaban con el sonido de los cristales al chocar, el perfume de la exclusividad flotando entre la brisa. Era una fiesta privada, tan lujosa como decadente, y aunque estaba a una distancia prudente, no podía evitar sentirme como una espectadora involuntaria.El coronel estaba allí, de pie en el centro de su propio dominio. Su figura alta y poderosa destacaba incluso en la penumbra. Había algo en su postura, en la forma en que se mantenía erguido, que me recordaba a un depredador que sabía exactamente lo que hacía, alguien que había nacido para comandar. A su lado, Dmitry, observaba todo con una sonrisa impasible, como si nada le sorprendie
La vergüenza era un ardor persistente en mi pecho.Había pasado la noche odiando la imagen de Viktor con aquellas mujeres, sintiendo un enojo corrosivo ante su indiferencia. Pero ahora lo entiendo. Todo había sido para provocarme. Para ponerme celosa. Y lo peor de todo es que lo había logrado.No podía borrar de mi mente su mirada impasible cuando me encontré en el pasillo esa mañana, ni su tono burlón cuando insinuó que me importaba. Porque sí me importaba. Y esa era la verdadera humillación.Decidí no bajar a desayunar inmediatamente, no quería verlo, no quería que viera en mi rostro lo obvio que había sido su victoria. Pero el hambre terminó por obligarme a salir de la habitación. Cuando entré en el comedor, mi estómago se revolvió al ver a Dmitry ya otro hombre conversando con Viktor.Lucien.No lo había visto antes, pero su presencia era imposible de ignorar. Tenía una mirada afilada y un aire de confianza sucia, como alguien que nunca ha conocido un "no" por respuesta. Sus
El aire de la tarde estaba cargado con el aroma salado del mar, pero a pesar de la brisa fresca, el calor ardía dentro de mí. No por el clima, sino por la furia que me consumía desde dentro. Cada latido de mi corazón martillaba en mis oídos, sincronizado con el eco de mis pensamientos.Viktor me había usado. Me había dejado en manos de Lucien sabiendo lo que iba a pasar, todo para tener una excusa perfecta para eliminarlo sin que nadie pudiera cuestionarlo. Cada mirada suya, cada acto de aparente protección, todo había sido parte de su estrategia. No me salvó. Me sacrificó.Cuando nos alejamos de la casa y llegamos a la playa, rodeados por sus hombres que nos custodiaban con la disciplina de soldados entrenados, me detuve de golpe. No podía seguir caminando sin enfrentar esto, sin exigirle respuestas.Viktor giró apenas la cabeza, mirándome con esa expresión impasible, como si ya supiera lo que iba a hacer. Como si hubiera estado esperando mi reacción, pero no podía haber esperado est