Tres años después…
Sergio Ramos se encontraba en su oficina en las instalaciones de ORQUIDEATV, cuando llamaron a la puerta.
— ¡Adelante! —dijo Sergio en voz alta.
La puerta se abrió, era su secretaria, la señora Eva.
—Hola Eva, te dije que estoy ocupado, si son los productores de la novela “Mi primer amor”, diles que la reunión se pospuso para mañana en la tarde. Por favor tráeme un café…
—Si enseguida se lo traigo, señor, pero no son los productores de la novela, a ellos ya les envíe un mensaje de que se pospuso la reunión. Es otra persona…
Súbitamente, la puerta se abrió y entró una mujer hermosísima, con una figura glamorosa y seductora, que le dijo.
— Buenas tardes, Señor Ramos. Disculpe la intromisión, mi nombre es Gabriela Castillo, necesito hablar con usted, es importante, es sobre su amigo Juan Carlos Quintana.
—Señor, disculpe, yo le dije que esperara afuera un momento…—explicó Eva.
Sergio la miró con duda y su primer impulso fue pedirle a Eva que la sacara o llamara a seguridad, pero cuando dijo el nombre de Juan, llamó su atención, estaba muy ocupado, pero podría ser importante y su amigo era como un hermano para él. Así que decidió recibirla.
—Tranquila Eva, voy a recibir a la señorita. Déjanos solos, por favor.
—Está bien, señor—Eva, al pasar al lado de Daniela, la miró con cara de desconfianza y agregó— Si necesita algo pegue un grito, voy a estar pendiente a cualquier ruido extraño.
Sergio sonrío, divertido, Eva lo cuidaba como perro guardián, llevaba mucho tiempo trabajando como su secretaria y él la apreciaba.
Cuándo Eva salió, Sergio le pidió a Daniela que tomara asiento.
—Siéntese, señorita, veo que me lleva ventaja porque no recuerdo que nos hayan presentado.
Gabriela habló con arrogancia.
—¿En serio no me reconoce? He realizado varios comerciales para una famosa marca de cerveza, pasarelas para los diseñadores más famosos del país y Europa, ¿Cómo es posible que no me reconozca?
—Tiene razón, eso es imperdonable de mi parte, siendo yo el Gerente de Producción de este canal. Pero para mí es un placer conocerla. Me ha dejado intrigado, ¿Qué es lo que tiene que decir sobre mi amigo Juan?
— Señor Ramos, me imagino que está muy ocupado y yo también estoy apresurada. Así que no le quitaré mucho tiempo. —Gabriela sacó un papel de su bolso y se lo entregó.
Sergio desdobló el papel y la miró confundido.
—No entiendo, ¿De qué se trata esto?
—Quiero que le envíe este mensaje, o mejor pregúntele si recuerda haber tenido una aventura sexual en un auto, en el estacionamiento del Hotel “Ondas do mar” en Brasil hace tres años, con una joven hermosa de cabello castaño. Porque esa aventura de una noche, tuvo sus consecuencias y hoy en día su amigo es el flamante padre de un niño de dos años. Ese papel tiene el nombre y la dirección de la madre del hijo de su amigo, Juan Carlos Quintana.
Sergio se quedó pasmado.
—¿Esto acaso es una broma?
—Por supuesto que no, señor Ramos, estoy hablando muy en serio. Dígale a su amigo, que acuda a esa dirección a reclamar la paternidad de su hijo, después de todo es su derecho.
—Aquí dice Daniela Castillo, ¿Es familia de usted?
Gabriela no respondió, se puso de pie y Sergio hizo lo mismo.
—Bueno señor Ramos, eso es todo, me voy de viaje y no quiero perder el avión. No le quito más su tu tiempo. Fue un placer haberlo conocido—le dijo sonriendo. Se dio la vuelta y salió de la oficina de Sergio, al pasar al frente del escritorio de Eva, la secretaria la miró con cara de pocos amigos. Se dirigió rumbo al pasillo, Gabriela iba pensando con una sonrisa de satisfacción.
“¡Ya está hecho! Ahora es solo cuestión de tiempo, cuándo Juan Carlos Quintana se entere de que es padre, irá apresurado al apartamento de Daniela y Víctor Manuel. ¡Y hasta ahí llegará tu matrimonio hermanita! ¡Ya me imagino tu cara cuando Víctor se entere de que eres una zorra que lo embaucó con el hijo de otro! Lo siento hermanita, pero no debí haberme apartado cuando te casaste con Víctor. ¡Creí que mi carrera de modelo sería suficiente para olvidarlo! ¡Pero lo amo demasiado! ¡Y cuándo Víctor Manuel quede con el corazón destrozado, yo estaré allí para consolarlo!”
****
Daniela se encontraba dándole su papilla a Lucas, cuando Víctor Manuel telefoneó para decirle que llegaría tarde a casa porque iba a desviarse a La Quinta Los laureles, la casa que había remodelado para un cliente. Después de acostar a Lucas a dormir, se bañó, luego con el cabello brillante y el rostro limpio, vestida con pantalones blancos de lino y una blusa roja, Daniela puso la mesa en el comedor, montó las papas a cocer, sacó el pollo del horno, sacó del refrigerador un frasco de mayonesa casera, preparó una ensalada. Cuando Víctor Manuel al fin llegó, todo estaba en orden.
—El almuerzo está listo.
Víctor Manuel se acercó y le dio un beso.
—¡Vaya mi bella cocinera, huele muy bien!
—Gracias ahora lávate las manos antes de que se enfríe—le dijo sonriendo.
—A la orden, señora Gutiérrez, ¿Y Lucas?
—Está dormido, ¡Es tan inquieto! Estuvo jugando toda la mañana con la pelota que le regalaste, como te lo dije es una mala idea, pudiste haberle regalado un carro de juguete, ¡Pero una pelota dentro del apartamento!
—Es solo un bebe, ¡Dejalo ser!
—¡Qué gracioso, soy la que tuvo que guardar los adornos de porcelana!
—¡Jajajajajaja!—se rio Víctor Manuel y Daniela lo miró con mala cara, él se puso serio y le dijo—Mejor me lavo las manos.
Justo en ese momento, al frente del edificio, donde vivía Daniela y Víctor, acababa de llegar Gabriela en un taxi, completamente ebria.
El taxista le dijo.
—¡Ya llegamos señorita!
—¡Vaya ya llegamos!... Está bien, está bien. Tome su dinero, quédese con el cambio.
—Señorita muchas gracias.
Gabriela, tambaleándose, se subió al ascensor y se puso a hablar para sí misma.
—A ver… es el piso tres—con dificultad pisó el botón— Es increíble que ese idiota de Sergio Ramos no le dijera nada a Juan Carlos… ¡Ese estúpido! Y yo que pensé que cuando llegara al país, todo se habría descubierto ¡Y Víctor Manuel estaría solo! ¡Ni modo tendré que hacerlo yo misma!
Se bajó del ascensor y se dirigió a la puerta del apartamento de su hermana.
De repente sonó el timbre y Daniela se dirigió a la puerta.
Miró por la mirilla, pero no reconoció la figura, abrió la puerta con cuidado con la cadena puesta y para su sorpresa era su hermana gemela, a quien tenía tiempo que no veía. Después que Daniela se casó, Gabriela se retiró de la universidad y se dedicó a la profesión de modelo con bastante éxito, se la pasaba viajando al exterior. Daniela abrió la puerta con duda y Gabriela, que se le notaba unas copas de más, le exclamó.
—¡Hola hermanita!
—Hola… Que sorpresa… No esperaba verte.
—¡Vaya que entusiasmo! Llegué hoy mismo, mamá me dijo que todavía siguen juntos y felices—dijo y entró sin que la invitaran a pasar— Y dónde está Víctor Manuel de seguro él se alegrará de verme…—Y empezó a llamarlo en voz alta—¡Víctor Manuel Cariño! ¡Víctor Manuel!
—¡Baja la voz! ¡Vas a despertar a Lucas! —la reprendió Daniela.
— ¡Ay sí! Claro mi sobrino, tengo tiempo que no lo veo. ¿Tengo una duda hermanita? ¿A quién se parece Lucas a Víctor Manuel o al periodista de televisión con el que le fuiste infiel hace tres años?
Daniela palideció súbitamente y deseó que se la tragara la tierra, cuando vio el gesto de perturbación que hizo Víctor Manuel parado atrás de Gabriela.
—¡¿Qué fue lo que dijiste?! — gritó Víctor Manuel.
Gabriela giró y miró a Víctor Manuel acercándose a ella.
—¡Hola cariño, allí estás!
Víctor Manuel las sujetó des muñecas sacudiéndola.
—¡Que fue lo que dijiste! ¡Estás loca! ¿Por qué dijiste eso de Lucas?
—¡Ay, suéltame! ¡Me estás lastimando! —y se zafó del agarre de Víctor Manuel mirándolo con reproche y le exclamó—¡Lo dije porque es la verdad! ¡Pregúntale a Daniela como se casó embarazada, cuando ni siquiera se había acostado contigo! ¡Cómo le entregó su virginidad a otro hombre en Brasil!
Daniela se llevó las manos a la boca, mirando a Víctor Manuel con horror cuando se acercó a ella mirándola fijamente.
—¿Por qué te pones así? ¿Acaso Gabriela está diciendo la verdad? ¿Te entregaste a otro hombre?—Daniela se quedó muda y Víctor Manuel la sujetó con fuerza gritándole—¡Responde, no te quedes callada! —Daniela comenzó a llorar con angustia, luego Víctor Manuel cerró los ojos y la soltó maldiciendo. —¡No, no, no, no! ¡Tú no me puedes haber traicionado!
Gabriela, un poco asustada al ver encolerizado a Víctor Manuel, trató de calmarlo.
—¡Víctor tranquilízate! Es mejor saber, la verdad que vivir en…
Víctor Manuel se le acercó amenazante y le gritó.
—¿Quieres que me tranquilice? ¡Vienes y sueltas esa bomba y esperas que me tranquilice! ¡Estás loca! — Gabriela retrocedió con miedo.
Mientras Daniela veía como su esposo daba vueltas por la habitación caminando furioso, sentía que su mundo se derrumbaba, no podía articular palabra.
“¿Qué podría decirle? ¡Ella le había mentido!, hasta se había creído su propia farsa, convenciéndose de que Lucas era hijo de Víctor Manuel. Había sido una cobarde, pero ahora tenía que decir la verdad y esperar que su esposo la perdonara. ¿Todavía no entiendo como Gabriela supo la verdad? ¿Y por qué me hundió de esta manera?
Daniela respiró profundo y le dijo a su esposo.
—Víctor Manuel necesitamos hablar.
Él la miró con rabia y se le acercó.
—Lo único que quiero que me respondas, ¿Lucas es mi hijo? ¡Responde! ¡No te quedes callada!
Daniela le sostuvo la mirada y le dijo.
—No, Lucas no es tu hijo.
Daniela observó la expresión desilusión en el rostro de Víctor Manuel, que en seguida se puso a llorar como un niño. Ella se cubrió el rostro con las manos llorando.
Gabriela se acercó a Víctor Manuel y lo abrazó diciéndole.
—Ya no llores, ven conmigo, vámonos de aquí.
Súbitamente, Víctor Manuel empujó a Gabriela arrojándola al piso.
—¡No me toques! ¡Después de tres años vienes a decir la verdad! ¡Eres tan falsa como tu hermana!
Víctor Manuel se secó las lágrimas, tomó su chaqueta, sus llaves y salió dando un portazo. Gabriela comenzó a llamarlo, se levantó del piso para ir tras él, pero Daniela se lo impidió sujetándola del brazo.
—¿Por qué me hiciste esto? ¡Tú eres mi hermana! —preguntó Daniela furiosa.
—¡No, tú dejaste de ser mi hermana cuando te casaste con el hombre que yo amo! —gritó Gabriela.
Daniela la miró atónita.
—¡Pero…! ¡Eso no puede ser!
—¡Si, si puede ser! ¡Pensabas que te iba a dejar ser feliz por siempre! ¡Tú no te lo mereces! ¡Yo te vi cómo te besabas con ese periodista, también los seguí y observé como te revolcabas como una zorra en su auto! —la miró de arriba abajo — ¿Quién iba a decirlo? ¡La gemela seria resultó ser toda una p**a!
Daniela rabiosa le dio una bofetada, y Gabriela se la regresó, cuando Daniela se le iba encima, escucharon el ruido de un golpe estruendoso frente al edificio. Daniela corrió hacia el balcón y desde el tercer piso, pudo observar con claridad, en medio de la calle el cuerpo inerte de su esposo, lanzando al aire un grito desgarrador.
— ¡AAAAAGGGHH! ¡NOOO! ¡VICTOR MANUEEEL!
Y salió corriendo despavorida hacia la calle, seguida de Gabriela. Al llegar al lado de su esposo, lo abrazó desconsolada pidiéndole que abriera los ojos, Gabriela se sujetó de las piernas de Víctor Manuel y grito su nombre una y otra vez diciendo que lo amaba. Algunos vecinos de Daniela apartaron a las gemelas, diciéndoles que ya vendría la policía.
****
Carolina De la Fuente, de Quintana, se encontraba por enésima vez tocando la puerta de Juan Carlos, con margarita el ama de llaves parada a su lado.
—¡Juan Carlos, por favor abre la puerta! ¡No puedes seguir así sin comer nada! ¡Margarita te cocinó las arepas que tanto te gustan¡¡Te vas a enfermar! ¿Eso es lo que te quieres convertir en un borracho? ¡Juan Carlos, soy tu madre, te lo ordeno!
Inesperadamente, escucharon un golpe y vidrios rotos contra la puerta, y las dos mujeres gritaron sobresaltadas cuando se oyó a Juan Carlos gritar desde adentro de la habitación.
—¡¡DÉJENME…! ¡EN PAZ!! ¡NOO… ¡QUIERO VER A NADIE!
—Señora, hágame caso, cuando el señor Juan se deprime, el único que lo saca de ese estado es el señor Sergio, déjeme llamarlo.
Carolina suspiró resignada,
—Está bien llámalo.
En media hora Sergio Ramos, el mejor amigo de Juan, estaba tocando a su puerta.
—¡Juan, ábreme soy yo, Sergio!
—¡Ah…! ¡Vaya! Llamaron… la artillería… pesada. ¡Está bien, pero solo… entras tú! —gritó Juan.
Sergio, espero que quitara todas las cosas pesadas que puso detrás de la puerta. Y como pudo pasó por la pequeña abertura que le dejó para que entrara.
Cuando Sergio observó lo demacrado y delgado que estaba juan, se sintió apenado, pero disimuló porque cada gesto que su amigo confundía con compasión, lo ponía histérico y comenzaba arrojarlo todo con furia. Desde que hace tres años Juan Carlos sufrió ese terrible accidente, en el que milagrosamente escapó con vida, Sergio le había insistido que necesitaba ayuda psicológica, pero era muy terco, incluso había desechado la cirugía reconstructiva, aferrándose solo al licor. A su madre le aterraba la idea de que se convirtiera en alcohólico.
—Muy bien juan, veo que te pusiste el parche de pirata que te regalé.
—¡Así…esss! ¡Un pirata…! Monstruoso! —dijo Juan tambaleándose completamente ebrio.
—¡Cuidado que te vas a cortar! ¿Por qué estás descalzo? ¡Esta habitación huele horrible? ¿Desde cuándo no te bañas?
Lo sujetó por la cintura y lo arrastró al baño. Diez cafés y tres arepas después, Juan se encontraba sentado al lado de la piscina mirando con cara de pocos amigos a Sergio.
—Hasta cuándo vamos a seguir con esta rutina tan tóxica, tu encerrándote, negándote a comer, emborrachándote, y yo sacándote de tu enclaustro.
—Tendrías que tener mi cara de bestia, para comprender.
—¡Ya basta de autocompadecerte, hace tiempo que te hubieras hecho una cirugía reconstructiva, no vas a quedar tan lindo como antes, pero lucirás mejor!
—De que me sirve, si no voy a recuperar mi vida de antes.
—Sabes perfectamente, que si la puedes recuperar, después de varias cirugías, lucirías casi igual a lo que eras. Solo que te niegas a salir de este hoyo, porque tienes miedo de regresar a las zonas de guerras.
—¡YO NO SOY UN COBARDE!
—¡Entonces demuéstralo! Lucha por salir de este bache emocional, y si no puedes regresar a tu profesión de Corresponsal de guerra, ¡No importa hermano!, eso demuestra que eres humano, ¡Te explotó una bomba cerca de ti! ¡Por dios! Tú siempre has demostrado ser un periodista inteligente y Zagas, y llegaste a ser exitoso por lo que tienes por dentro, no por tu exterior. ¡Por favor hermano busca ayuda psicológica! —¿Sabes? Desde el accidente me he levantado cada día hurgando en mi vida, buscando algo que me motive para seguir viviendo, pero me he dado cuenta de que aparte de mi familia y mi carrera, desperdicié el tiempo en tonterías. Antes no me importaba la idea de formar una familia, pero desde que me ocurrió esto, he tenido que poner en una balanza mis defectos y al perder mi éxito y las mujeres hermosas que me rodeaban, llegué a la conclusión que me equivoqué al involucrarme con mujeres frívolas. Si hubiera tenido una relación estable con una mujer que me ama
siete años después… La luna de mediados del verano fulguraba, brillante y complaciente, como si hubiera sido contratada para la ocasión. Plateaba el césped y pintaba negras lagunas de sombra bajo los árboles en los jardines de la casa de festejo La Rosa Blanca, mientras dentro de la vieja casa, los candiles relucían como el escenario de un salón de baile sacado de la fantasía de una niña precoz. Personajes enmascarados pertenecientes a todos los cuentos bailaban con garbo y transpiraban al pesado ritmo del último éxito musical, Caperucita Roja, el Flautista de Hamelin, Blanca Nieves y una selección de enanos, Hansel y Gretel, Jack y Jill, Ricitos de Oro e innumerables osos, traveseaban en la pista de baile, rugiéndose unos a otros, divirtiéndose en grande, La única excepción parecía ser la dama que debía, por derecho, disfrutar más el baile. Daniela, disfrazada de Cenicienta de elevada estatura vestida de brocado, con una castaña y larga melena, con una máscara de satén dorada, se
Daniela jadeó y llevó una mano al cuello, mientras la luz de la luna revelaba en detalle al desconocido. Desde sus zapatos con hebillas, hasta el espumoso encaje de la corbata, su compañero era el exquisito arquetipo del siglo dieciocho. Pero del cuello hacia arriba, usaba la máscara de una bestia felina apócrifa, con aberturas a través de las cuales brillaban sus ojos y delicados colmillos se adivinaban arriba de la abertura que le permitía mostrar sus propios dientes blancos entre el oscuro y sedoso cabello que cubría su rostro y cabeza. —Dije que vengo de un cuento diferente, alteza —le indicó, con una reverencia—. Máscara o no, tú solamente puedes ser la Bella, mientras que yo… permíteme presentarme… soy la Bestia —se irguió, riendo con voz apagada y hueca dentro de la máscara. Daniela se puso de pie, sacudiendo la falda, mientras que los latidos de su corazón se normalizaban gradualmente. —No hay duda que lo disfrutas, señor Bestia. ¿Te gusta atemorizar a doncellas indefensa
Daniela hizo una reverencia y realizó lo que él le pedía, se retiró la máscara sonriendo.— ¿Así está mejor? Él la miró en silencio por un momento, hizo un gesto de duda y después sonrió con una extraña y lenta sonrisa.—Estaba equivocado. Hubiera sido un juego más parejo si te hubieras quedado con la máscara puesta. Eres muy bella, alteza.—La luz de la luna es amable.—Entonces que Dios me ayude cuando nos veamos a la luz del día… de un modo u otro —su rostro pareció de pronto demacrado, luego tomó la mano de ella y la llevó hasta sus labios, con la penetrante mirada, encontrando la de Daniela—. ¿Quieres regresar ahora? Daniela no quería. No deseaba más que permanecer donde estaba.— ¿Tú sí? —preguntó.—Si un hombre encuentra que se perdió en un cuento de hadas que incluye a una bella princesa a la luz de la luna, ¿Es posible que desee que este termine?—En ese caso, sugiero que nos sentemos aquí un momento—Ella volvió a ocupar la banca de hierro, indicando el lugar a su lado—. O
—Se vio tan mal enfrente de los demás, Daniela. ¡Seguramente te diste cuenta!— ¿Es eso todo lo que te importa? —lo miró con dureza. Raúl tuvo la gracia de mostrarse incómodo.—No, no, por supuesto que no. Pero no pareces darte cuenta de que algo pudo haberte pasado afuera en la oscuridad. Ella le sonrió tan radiante, que él la miró con suspicacia.—Pero nada malo podía pasarme, Raúl. Somos personajes de cuentos de hadas, recuerda. Los cuentos de hadas siempre tienen finales felices. Raúl no parecía satisfecho. —Únicamente espero que no hayas echado a perder el vestido—. Daniela se dio una vuelta frente a él con lentitud, sosteniendo su falda de brocado.—No lo creo. Todo completo y correcto… o puro e inmaculado, lo que prefieras —se deslizó hacia la puerta, se volvió y le sonrió con malicia. —A propósito, estoy feliz que hayas rechazado mi idea de una Cenicienta llena de hollín. — ¿De veras? ¿Por qué? — Raúl fruncía el ceño con suspicacia. —Si hubiera estado en harapos y con l
A la hora del almuerzo se fue a la casa de sus padres. Al llegar vio cómo su hijo corría hacia ella abrazándola.—¡Mamá! ¡Bendición!—¡Dios te bendiga! ¡Mi cielo! —lo abrazó y le dio un beso.Se acercó y abrazó a la señora Elena Castillo.—¡Bendición! ¿Cómo estás?—¡Dios te bendiga, hija! ¡Estoy bien!—¿Cómo se portó Lucas?—Muy bien, no te preocupes. —dijo la señora Elena.—Lucas, ¿Cómo te fue hoy en el colegio?—¡Muy bien!, abuela, ¿Verdad que me saqué un veinte en matemáticas?—¡Así es!, mi nieto es muy inteligente.—¡Claro, se parece a su madre! —agregó Daniela divertida mientras buscaba un vaso de agua fría en la nevera.—¿Hija, te vas a quedar esta semana con nosotros?—No mamá, me salió un contrato grande y sabes que me es más fácil trasladarme desde el apartamento. Pero Lucas y yo vendremos para el fin de semana.—Está bien, pero sabes que cuando necesites que cuide de Lucas, lo haré encantada.—Gracias mamá.El teléfono sonó y la señora Elena corrió a contestarlo.—¿Aló? ¡Ga
— ¿Oh, eso es todo? —exclamó con alivio, levantando el rostro—. Entonces, bésame por favor, Juan Carlos, porque es todo en lo que he podido pensar desde anoche. Con un sonido entre suspiro y gemido, Juan hizo lo que le pedía, envolviéndola en sus brazos, mientras su boca hambrienta buscaba la de ella. Y esa vez, sin los fantásticos trajes y la luz de la luna, la magia era aún más fuerte que antes. La llevó hacia el sofá y se sentó, con ella sobre sus rodillas, sin dejar de besarla. Daniela se dio a su abrazo sin reservas, exaltada por el fuego que le corría por las venas. Cuando ninguno podía respirar, Juan despegó su boca de la de ella, pero solo para besar su nariz, sus ojos, hasta que volvió de nuevo a sus labios abiertos, introduciéndose para conocer los contornos de su boca, en tanto los brazos de Daniela se enredaban en el cuello de Juan para atraerlo. El tiempo transcurrió sin que lo notaran, hasta que al fin él levantó su cabeza y la miró con un brillo en su ojo sano.— ¿Tien
— ¿Me creerías si te digo, Juan, que he dormido sola en esa cama más años de los que quiero recordar? ¿Qué después que enviude nunca le pedí a un hombre que me hiciera el amor, como te lo estoy pidiendo ahora a ti?Juan se sentó en la cama, como si sus piernas hubieran cedido bajo su peso. —Consideraba que tenía que esperar —respondió inquieto—, tratar de no apresurar las cosas…— ¿Por qué? —se puso de pie ante él, desatando las cintas que aseguraban el vestido por la cintura—. Tengo veintiocho años, Juan —se deslizó el vestido y lo aventó sobre una silla—. El tiempo se desperdicia.Con reverencia la atrajo hacia él y se extendieron sobre la cama mientras la apretaba con un grande y profundo suspiro, como si volviera a casa.— Quiero más, mi amada, te quiero toda. Y es mejor que aclare algo antes que pierda la poca razón que me queda. Si te tomo ahora, Daniela Castillo, esperaré conservarte. Toda para mí.—Creo que eso puede arreglarse —se acercó aún más. Juan se apartó un poco, se