—¡Entonces demuéstralo! Lucha por salir de este bache emocional, y si no puedes regresar a tu profesión de Corresponsal de guerra, ¡No importa hermano!, eso demuestra que eres humano, ¡Te explotó una bomba cerca de ti! ¡Por dios! Tú siempre has demostrado ser un periodista inteligente y Zagas, y llegaste a ser exitoso por lo que tienes por dentro, no por tu exterior. ¡Por favor hermano busca ayuda psicológica!
—¿Sabes? Desde el accidente me he levantado cada día hurgando en mi vida, buscando algo que me motive para seguir viviendo, pero me he dado cuenta de que aparte de mi familia y mi carrera, desperdicié el tiempo en tonterías. Antes no me importaba la idea de formar una familia, pero desde que me ocurrió esto, he tenido que poner en una balanza mis defectos y al perder mi éxito y las mujeres hermosas que me rodeaban, llegué a la conclusión que me equivoqué al involucrarme con mujeres frívolas. Si hubiera tenido una relación estable con una mujer que me amara, estaría aquí a mi lado sin importar como veo. Amigo, me la pasé toda mi vida huyendo de todas las mujeres que querían algo más que una noche de pasión. ¿Recuerdas a Amanda? —Sergio asintió con la cabeza— Salió y entró, a lo sumo duró dos minutos, después de mirarme con una expresión de horror.
—No todas las mujeres son así. Mientras hay vida, hay esperanza.
—Pues, no soy tan optimista, creo que el apellido Quintana va a morir conmigo.
—¡Qué dramático! ¿Te gusta compadecerte verdad? —Sergio lo miró con duda — Amigo, pienso que ha llegado la hora decirte algo. No te lo dije en cuanto ocurrió, porque has estado tan deprimido, y no quería contribuir a empeorar tu situación emocional, pero en vista de lo que me has dicho, probablemente sea bueno para ti. Hace aproximadamente seis meses, se presentó a mi oficina en el canal, Gabriela Castillo es una modelo que se está abriendo paso en el mundo de la moda. Ella me contó o mejor dicho, te envió un mensaje.
—¿Qué mensaje? —preguntó Juan frunciendo el ceño.
— Que, si recordabas haber tenido una aventura sexual en un auto, en el estacionamiento del Hotel “Ondas do mar” en Brasil hace tres años, con una joven hermosa de cabello castaño.
Juan Carlos sonrió.
—¡Por supuesto que sí! — luego frunció el ceño—Pero, ¿Cómo se enteró esa chica? ¿Qué interés tiene en todo esto?
—Probablemente, porque es familia de la chica con la que mantuviste relaciones, tienen el mismo apellido.
—¿Sabes el nombre? ¿Cómo se llama? Nunca me dijo su nombre.
—Según la modelo, se llama Daniela Castillo.
—¡Daniela!… hermoso nombre para un bello rostro. Amigo, recuerdo todo de esa noche, ¡Créeme que es la mejor experiencia que he tenido!, lástima que la chica estaba comprometida, después que pasó todo, me pidió que no la buscara más, se notaba que estaba arrepentida. No es para menos, se entregó a mí en su primera vez, y no a su futuro esposo.
—¡Oh por dios! ¿Por qué hizo eso? ¿Estaba molesta con él?
—No lo creo, porque yo la besé primero y al principio se resistió. Lo que ocurrió luego, fue tan natural, como si nos conociéramos de toda la vida. Y no pienso mal de ella porque se entregó a mí apenas conociéndonos, todo lo contrario, algo nos arrastró que nos hizo olvidar todo. No sabría cómo explicarlo, tengo la suficiente experiencia para saber cuándo la atracción es solo física, pero había algo más. Si hubiera estado soltera la hubiera perseguido donde sea.
—¿Y cuándo tuviste esa maravillosa experiencia utilizaste condón?
— No, ya te dije que me dejé llevar, ¿Por qué preguntas?
—¡Felicidades! Eres el flamante padre de un niño de dos años.
—¡¿QUEEE?! —gritó poniéndose de pie.
—La modelo me entregó, el nombre, la dirección y teléfono de la madre.
—Es una broma, ¿Verdad? Si esta es tu idea para hacerme reaccionar no es gracioso.
—¿En serio crees que jugaría con algo como esto? —Juan Carlos lo miró en silencio— Bueno, está bien, quizás en el pasado. Pero te juro que estoy hablando en serio.
— Me dejas pasmado, necesito asimilarlo…
—Claro, toma tu tiempo, la información de la madre de tu hijo la tengo en mi departamento, luego te la envío.
Juan Carlos se tambaleó de repente, Sergio se movió rápido y lo sostuvo.
—¡Wou! ¡Cuidado amigo! ¿Quieres recostarte? Ven acuéstate en la silla de extensión, ¿O quieres ir a una habitación? Margarita está aseando la tuya. ¿Eso fue un mareo?
—Sí, quizás porque no he comido, ni dormido bien.
—¿Sabes qué? Voy a llamar al doctor para que te revise.
—No exageres…
—¿Si? Tú estás débil y yo fuerte, como impedirás que llame al doctor.
—¡Tirano! Algún día recobraré mi salud y me la pagarás.
****
—Mamá, estoy preocupada por Daniela, se la pasa llorando todos los días, quizás deberíamos hacerla ver con un psicólogo, ya pasó un mes desde la muerte de Víctor Manuel —dijo Marianela a su madre, la señora Elena.
—Hija que esperaba se le murió el amor de su vida, fue buena idea pedirle que saliera del apartamento, estar rodeada de recuerdo la hará sentir peor.
—¿Y qué me dices de Gabriela? Estaba muy mal, pensé que se iba a morir de hambre, pero sea lo que sea que la hizo parar de esa cama gracias a dios, está muy seria, pero la veo mejor. Jamás creí que la muerte de Víctor la fuera a afectar tanto, digo, era solo su cuñado.
—Lo conoció desde niña y es más sensible de lo que suponemos, ¿Y Lucas?
—Lucas está jugando con papá en el patio.
—Afortunadamente, mi nieto está muy pequeño, para darse cuenta de que su papá no está.
—¡Dios! ¿Por qué la vida es tan injusta? ¡Mi pequeña hermana va a tener que criar sola a su bebe! Todavía le falta dos años para graduarse. Tendrá que buscar trabajo.
—¡Pues yo cuidaré de Lucas! Me encantará tenerlo en casa.
Daniela estaba llorando, sentada en la cama, mirando por la ventana de su habitación de soltera, hacia el patio donde jugaban al doctor Castillo con Lucas.
—¿Sigues llorando? ¡Tú siempre me alegras el día! —escuchó la voz irónica de Gabriela— Espero que llores hasta que te seques, ¿Qué se siente ser la culpable de la muerte de un hombre tan bueno como Víctor Manuel? ¿Qué se siente saber que murió odiándote y maldiciendo tu nombre?
Daniela se puso de pie furiosa y le gritó.
—¡CÁLLATE! ¡Estoy harta de ti! ¡No has dejado de atormentarme ni un solo, día desde que Víctor murió!
—¡Porque tú eres la culpable! ¡Si no te hubieras casado con él! ¡Si no lo le hubieras endilgado tu hijo bastardo!
Daniela la abofeteo con todas sus fuerzas y le gritó.
—¡Estúpida! ¡Con mi hijo no metas!
Gabriela tocándose la mejilla, furiosa, le gritó.
—Juro que le voy a contar a mis padres, tu secreto.
—Hazlo, ya nada me importa, sí, soy culpable de haberle mentido a mi esposo, pero recuerda que fuiste tú quien le contó la verdad de la peor manera, por despecho, ¡Porque me amaba! ¡Tú fuiste para él un cero a la izquierda Si yo soy culpable, tú también!
—¡Eso no es cierto! ¡Él era mío y tú me lo arrebataste! —gritó Gabriela con odio.
—¿En serio te crees tú loca obsesión por Víctor? ¿En serio, era tuyo? Por eso tuviste que mentirme en la boda de Óscar, cuando me aseguraste que Víctor había abusado de ti. ¿Sabes que ocurrió ese día? Busqué a Víctor y me hice pasar por ti, nos fuimos a su habitación y casi hacemos el amor si yo no lo detengo, por mucho tiempo pensé que se sentía atraído por ti. Hasta que un día me aclaró, que nunca lo había engañado, que sabía que era yo, que supuso que era un juego y me siguió la corriente. ¿Si entiendes? ¡A ti te rechazó y mi me aceptó! —Daniela se dirigió a su armario y sacó la maleta, comenzó doblar su ropa. —¡Me voy, no quiero seguir respirando tu mismo aire! —Exclamó Daniela.
Gabriela la miró con odio.
—Adiós, querida hermanita. Dentro de dos días me voy del país, espero no verte nunca más, y soy yo la que te recuerda que la venganza se sirve en plato frío.
Se giró y entró al baño lanzando la puerta.
Daniela llegó al fin a su departamento, después de los ruegos de sus padres con Marianela y las negativas por parte de ella. El doctor Castillo la ayudó a subir sus cosas, y se retiró, no sin antes pedirle que llamara todos los días.
Cuando Daniela observó a Lucas buscar la pelota que Víctor le había regalado, los ojos se le llenaron de lágrimas, esa pelota sería el último recuerdo alegre compartido con él.
****
Juan Carlos se encontraba leyendo un libro al lado de su piscina cuando Margarita le anunció una visita.
—¡Señor, señor! Ya llegó la señora Sofía Ramírez, lo espera en su oficina.
— Gracias Margarita, pásame mi bastón.
Juan Carlos llegó cojeando hacia su oficina y cuando Sofía lo vio evitó mostrar alguna emoción. Ya Sergio lo había advertido. Se acercó a Juan dándole la mano efusivamente con una sonrisa.
—¡Hola querido!, tengo que admitir que me sorprendió, cuando Sergio me dijo que deseabas verme. ¿Cómo está tu madre? Tiene tiempo que no deja ver su distinguida figura por el club.
—Ha estado muy ocupada conmigo.
—¡Ah, si claro! Lo entiendo. —Sofía evitó hablar del accidente.
—Sofía, por favor toma asiento.
Sofía era una distinguida dama de sociedad, que había tenido la desgracia de casarse con un empresario, que malbarató la fortuna de los dos y llevó el negocio a la quiebra. Sofía se divorció, por lo que tuvo que vender reliquias familiares, para montar una boutique y poder sobrevivir. Y aunque cayó en desgracia, ella era una mujer culta y carismática que todavía estaba bien relacionada.
Juan continuó hablando.
—Quizás te preguntes por qué te mandé llamar. —Juan hizo una pausa y le dijo —Te quiero proponer un negocio.
—¿Un negocio? ¡Vaya! Soy toda oídos.
— Quiero que te pongas al frente de una pequeña empresa de diseño de interiores. Yo pondré todo el capital y tú la clientela entre tus amigos adinerados.
—¿Eso es todo lo que pondré?, ¡Por supuesto que te digo que sí!
—Pero…
—¡Siempre hay un pero! ¿Dime cuál es?
—Que la empresa estará ubicada en Maracay y estarás en sociedad con una estudiante de diseño de interiores, a la que falta dos años para graduarse. Su nombre es Daniela Castillo, vive en Maracay y tiene un bebé llamado Lucas Daniel. Y hace un mes su esposo murió atropellado.
Sofía lo miró con sospecha.
—Porque tengo la impresión que estás creando esta empresa para beneficiar a esta chica, ¿Daniela?
—Porque así es.
—¿Y por qué no la ayudas directamente?
—Porque no quiero que se entere de que la voy a ayudar.
—¿Esa chica es una hija de tu padre fuera del matrimonio?
—No, ella fue… Mi novia y Lucas es mi hijo.
—¡Ah, claro! Por qué no lo pensé. ¿Y cómo me voy a acercar a ella?
—Tengo una idea, después te la explico. Por supuesto, para empezar la empresa contratarás personal calificado, y te asegurarás de darle un puesto de trabajo a Daniela, hasta que se gradúe y la harás tu socia. El beneficio para ti serán las ganancias generadas por una inversión de la cual tu no pondrás ni un solo centavo. Eso sí, te voy a pedir que te hagas su amiga y me reportes todo lo referente a su vida y a la de mi hijo. ¿Aceptas el negocio?
Sofía se puso de pie, le tendió la mano y le dijo.
—¡Ya tenemos un trato!
****
¡Un momento! —dijo Daniela en voz alta, y se dirigió a la puerta, observó por la mirilla, sonrío y abrió la puerta—¡Mamá…! —dejó de sonreír al ver una elegante mujer rubia parada en su puerta. — ¡Ay dios!, disculpe la confundí con otra persona. ¿Qué desea?
—Busco a la señora Daniela Castillo.
—Soy yo…
—¡Perfecto! Mi nombre es Sofía Ramírez y vengo de parte de tu profesor Marcos Revenga, ¿Sabes de quién te hablo?
—¡Por supuesto! Es mi profesor de diseño y espacio. ¿No entiendo para qué la envía?
—Voy a resumírtelo, soy empresaria y pienso financiar aquí en Maracay un pequeño negocio de diseño de interiores, ya he contratado personal calificado y una de mis reglas es ayudar a una persona, como alguna vez mi mentor lo hizo conmigo, cuando me gradué de diseño de modas. Y te preguntarás que hace una diseñadora de modas al frente de una empresa de diseño de interiores. Te diré que me gusta expandir mis horizontes. Lo cierto es que fui a tu universidad y pregunté por la más talentosa de tu carrera y varios profesores te señalaron a ti. Así que vengo a ofrecerte empleo como diseñadora de interiores.
—Pero, me faltan dos años para graduarme.
—Ya te dije cuáles son mis reglas. ¿Aceptas?
Daniela alegre respondió.
—¡Si, claro que sí!
—¡Muy bien! Bienvenida a “Mental Design Inc”, esta es mi tarjeta, ¿Me podrías dar tu número? —Daniela se lo dio.
—En este momento estamos remodelando el lugar, pero te estaré llamando, muy pronto. Chao querida.
—Hasta luego…
Daniela cerró la puerta y se quedó mirando la tarjeta sin poder creerlo. Levantó a Lucas del suelo y lo abrazó bailando.
—¡Lucas, ya tengo trabajo!
Por primera vez desde que murió Víctor Manuel, no veía el futuro con pesimismo.
****
—¿Estás seguro de esto? —le preguntó Sergio a Juan—No tienes por qué irte de país. Pero eres terco. Recuerda que me prometiste buscar ayuda psicológica. No vas a beber.
—¡Oye! Te pareces a mi madre y a margarita que no dejaban de llorar. Tranquilízate, tú me ayudaste más de lo que supones cuando me dijiste que era padre de un bebé de dos años. Me diste una ilusión para poder seguir viviendo, cuando desperté en ese hospital de Afganistán donde Roberto me llevó, viéndome como un monstruo, pensé que todo se había terminado. Pero ahora tengo un hijo que me necesita y por el cual voy a cambiar. De esa explosión salí roto en mil pedazos, Ahora necesito recomponer esos pedazos. Me voy ya el avión va a despegar. Sergio prométeme que vas a cuidar a mi mamá, mi hermana, a Daniela y mi hijo.
Se abrazaron y Sergio le dijo.
—Te lo prometo.
Juan Carlos tomó su maleta, se dirigió al avión donde iría rumbo a Nueva Zelanda, donde alquilaría una cabaña, para empezar a escribir un libro, que él consideraba el principio del cambio. Algún día regresaría cuando ya no estuviera roto por dentro, como lo estaba por fuera.
siete años después… La luna de mediados del verano fulguraba, brillante y complaciente, como si hubiera sido contratada para la ocasión. Plateaba el césped y pintaba negras lagunas de sombra bajo los árboles en los jardines de la casa de festejo La Rosa Blanca, mientras dentro de la vieja casa, los candiles relucían como el escenario de un salón de baile sacado de la fantasía de una niña precoz. Personajes enmascarados pertenecientes a todos los cuentos bailaban con garbo y transpiraban al pesado ritmo del último éxito musical, Caperucita Roja, el Flautista de Hamelin, Blanca Nieves y una selección de enanos, Hansel y Gretel, Jack y Jill, Ricitos de Oro e innumerables osos, traveseaban en la pista de baile, rugiéndose unos a otros, divirtiéndose en grande, La única excepción parecía ser la dama que debía, por derecho, disfrutar más el baile. Daniela, disfrazada de Cenicienta de elevada estatura vestida de brocado, con una castaña y larga melena, con una máscara de satén dorada, se
Daniela jadeó y llevó una mano al cuello, mientras la luz de la luna revelaba en detalle al desconocido. Desde sus zapatos con hebillas, hasta el espumoso encaje de la corbata, su compañero era el exquisito arquetipo del siglo dieciocho. Pero del cuello hacia arriba, usaba la máscara de una bestia felina apócrifa, con aberturas a través de las cuales brillaban sus ojos y delicados colmillos se adivinaban arriba de la abertura que le permitía mostrar sus propios dientes blancos entre el oscuro y sedoso cabello que cubría su rostro y cabeza. —Dije que vengo de un cuento diferente, alteza —le indicó, con una reverencia—. Máscara o no, tú solamente puedes ser la Bella, mientras que yo… permíteme presentarme… soy la Bestia —se irguió, riendo con voz apagada y hueca dentro de la máscara. Daniela se puso de pie, sacudiendo la falda, mientras que los latidos de su corazón se normalizaban gradualmente. —No hay duda que lo disfrutas, señor Bestia. ¿Te gusta atemorizar a doncellas indefensa
Daniela hizo una reverencia y realizó lo que él le pedía, se retiró la máscara sonriendo.— ¿Así está mejor? Él la miró en silencio por un momento, hizo un gesto de duda y después sonrió con una extraña y lenta sonrisa.—Estaba equivocado. Hubiera sido un juego más parejo si te hubieras quedado con la máscara puesta. Eres muy bella, alteza.—La luz de la luna es amable.—Entonces que Dios me ayude cuando nos veamos a la luz del día… de un modo u otro —su rostro pareció de pronto demacrado, luego tomó la mano de ella y la llevó hasta sus labios, con la penetrante mirada, encontrando la de Daniela—. ¿Quieres regresar ahora? Daniela no quería. No deseaba más que permanecer donde estaba.— ¿Tú sí? —preguntó.—Si un hombre encuentra que se perdió en un cuento de hadas que incluye a una bella princesa a la luz de la luna, ¿Es posible que desee que este termine?—En ese caso, sugiero que nos sentemos aquí un momento—Ella volvió a ocupar la banca de hierro, indicando el lugar a su lado—. O
—Se vio tan mal enfrente de los demás, Daniela. ¡Seguramente te diste cuenta!— ¿Es eso todo lo que te importa? —lo miró con dureza. Raúl tuvo la gracia de mostrarse incómodo.—No, no, por supuesto que no. Pero no pareces darte cuenta de que algo pudo haberte pasado afuera en la oscuridad. Ella le sonrió tan radiante, que él la miró con suspicacia.—Pero nada malo podía pasarme, Raúl. Somos personajes de cuentos de hadas, recuerda. Los cuentos de hadas siempre tienen finales felices. Raúl no parecía satisfecho. —Únicamente espero que no hayas echado a perder el vestido—. Daniela se dio una vuelta frente a él con lentitud, sosteniendo su falda de brocado.—No lo creo. Todo completo y correcto… o puro e inmaculado, lo que prefieras —se deslizó hacia la puerta, se volvió y le sonrió con malicia. —A propósito, estoy feliz que hayas rechazado mi idea de una Cenicienta llena de hollín. — ¿De veras? ¿Por qué? — Raúl fruncía el ceño con suspicacia. —Si hubiera estado en harapos y con l
A la hora del almuerzo se fue a la casa de sus padres. Al llegar vio cómo su hijo corría hacia ella abrazándola.—¡Mamá! ¡Bendición!—¡Dios te bendiga! ¡Mi cielo! —lo abrazó y le dio un beso.Se acercó y abrazó a la señora Elena Castillo.—¡Bendición! ¿Cómo estás?—¡Dios te bendiga, hija! ¡Estoy bien!—¿Cómo se portó Lucas?—Muy bien, no te preocupes. —dijo la señora Elena.—Lucas, ¿Cómo te fue hoy en el colegio?—¡Muy bien!, abuela, ¿Verdad que me saqué un veinte en matemáticas?—¡Así es!, mi nieto es muy inteligente.—¡Claro, se parece a su madre! —agregó Daniela divertida mientras buscaba un vaso de agua fría en la nevera.—¿Hija, te vas a quedar esta semana con nosotros?—No mamá, me salió un contrato grande y sabes que me es más fácil trasladarme desde el apartamento. Pero Lucas y yo vendremos para el fin de semana.—Está bien, pero sabes que cuando necesites que cuide de Lucas, lo haré encantada.—Gracias mamá.El teléfono sonó y la señora Elena corrió a contestarlo.—¿Aló? ¡Ga
— ¿Oh, eso es todo? —exclamó con alivio, levantando el rostro—. Entonces, bésame por favor, Juan Carlos, porque es todo en lo que he podido pensar desde anoche. Con un sonido entre suspiro y gemido, Juan hizo lo que le pedía, envolviéndola en sus brazos, mientras su boca hambrienta buscaba la de ella. Y esa vez, sin los fantásticos trajes y la luz de la luna, la magia era aún más fuerte que antes. La llevó hacia el sofá y se sentó, con ella sobre sus rodillas, sin dejar de besarla. Daniela se dio a su abrazo sin reservas, exaltada por el fuego que le corría por las venas. Cuando ninguno podía respirar, Juan despegó su boca de la de ella, pero solo para besar su nariz, sus ojos, hasta que volvió de nuevo a sus labios abiertos, introduciéndose para conocer los contornos de su boca, en tanto los brazos de Daniela se enredaban en el cuello de Juan para atraerlo. El tiempo transcurrió sin que lo notaran, hasta que al fin él levantó su cabeza y la miró con un brillo en su ojo sano.— ¿Tien
— ¿Me creerías si te digo, Juan, que he dormido sola en esa cama más años de los que quiero recordar? ¿Qué después que enviude nunca le pedí a un hombre que me hiciera el amor, como te lo estoy pidiendo ahora a ti?Juan se sentó en la cama, como si sus piernas hubieran cedido bajo su peso. —Consideraba que tenía que esperar —respondió inquieto—, tratar de no apresurar las cosas…— ¿Por qué? —se puso de pie ante él, desatando las cintas que aseguraban el vestido por la cintura—. Tengo veintiocho años, Juan —se deslizó el vestido y lo aventó sobre una silla—. El tiempo se desperdicia.Con reverencia la atrajo hacia él y se extendieron sobre la cama mientras la apretaba con un grande y profundo suspiro, como si volviera a casa.— Quiero más, mi amada, te quiero toda. Y es mejor que aclare algo antes que pierda la poca razón que me queda. Si te tomo ahora, Daniela Castillo, esperaré conservarte. Toda para mí.—Creo que eso puede arreglarse —se acercó aún más. Juan se apartó un poco, se
Gabriela buscó en su bolso de mano un cigarrillo, un yesquero y le preguntó.—¿Le molesta si fumo? —Raúl negó con la cabeza y ella encendió su cigarrillo —Le cuento todo esto porque a pesar de esa apariencia fría que intenta aparentar, usted está interesado en mi hermana. Eso es muy obvio por las constantes llamadas y por las dos horas que estuvo esperándome.Raúl se ruborizó.— Si es verdad, no lo voy a negar, pero si ella no quiere estar conmigo por su marido… —¿Por su marido muerto? ¡Jajajajaja!—lo interrumpió Gabriela —¿Vas a seguir creyendo esa versión? ¿No quiere saber la verdadera razón por la que se alejó de usted?—Aunque diga que no, presiento que me lo dirá.—Así es, señor Arteaga. La verdad es que la noche de la fiesta de disfraces, mientras usted estaba atendiendo a sus invitados, mi hermana se estaba besando con un hombre en el jardín.Raúl se puso de repente pálido de rabia.—¡Eso no puede ser!—¡Usted sabe que estoy diciendo la verdad! ¿O acaso no notó algo extraño es