A la hora del almuerzo se fue a la casa de sus padres. Al llegar vio cómo su hijo corría hacia ella abrazándola.—¡Mamá! ¡Bendición!—¡Dios te bendiga! ¡Mi cielo! —lo abrazó y le dio un beso.Se acercó y abrazó a la señora Elena Castillo.—¡Bendición! ¿Cómo estás?—¡Dios te bendiga, hija! ¡Estoy bien!—¿Cómo se portó Lucas?—Muy bien, no te preocupes. —dijo la señora Elena.—Lucas, ¿Cómo te fue hoy en el colegio?—¡Muy bien!, abuela, ¿Verdad que me saqué un veinte en matemáticas?—¡Así es!, mi nieto es muy inteligente.—¡Claro, se parece a su madre! —agregó Daniela divertida mientras buscaba un vaso de agua fría en la nevera.—¿Hija, te vas a quedar esta semana con nosotros?—No mamá, me salió un contrato grande y sabes que me es más fácil trasladarme desde el apartamento. Pero Lucas y yo vendremos para el fin de semana.—Está bien, pero sabes que cuando necesites que cuide de Lucas, lo haré encantada.—Gracias mamá.El teléfono sonó y la señora Elena corrió a contestarlo.—¿Aló? ¡Ga
— ¿Oh, eso es todo? —exclamó con alivio, levantando el rostro—. Entonces, bésame por favor, Juan Carlos, porque es todo en lo que he podido pensar desde anoche. Con un sonido entre suspiro y gemido, Juan hizo lo que le pedía, envolviéndola en sus brazos, mientras su boca hambrienta buscaba la de ella. Y esa vez, sin los fantásticos trajes y la luz de la luna, la magia era aún más fuerte que antes. La llevó hacia el sofá y se sentó, con ella sobre sus rodillas, sin dejar de besarla. Daniela se dio a su abrazo sin reservas, exaltada por el fuego que le corría por las venas. Cuando ninguno podía respirar, Juan despegó su boca de la de ella, pero solo para besar su nariz, sus ojos, hasta que volvió de nuevo a sus labios abiertos, introduciéndose para conocer los contornos de su boca, en tanto los brazos de Daniela se enredaban en el cuello de Juan para atraerlo. El tiempo transcurrió sin que lo notaran, hasta que al fin él levantó su cabeza y la miró con un brillo en su ojo sano.— ¿Tien
— ¿Me creerías si te digo, Juan, que he dormido sola en esa cama más años de los que quiero recordar? ¿Qué después que enviude nunca le pedí a un hombre que me hiciera el amor, como te lo estoy pidiendo ahora a ti?Juan se sentó en la cama, como si sus piernas hubieran cedido bajo su peso. —Consideraba que tenía que esperar —respondió inquieto—, tratar de no apresurar las cosas…— ¿Por qué? —se puso de pie ante él, desatando las cintas que aseguraban el vestido por la cintura—. Tengo veintiocho años, Juan —se deslizó el vestido y lo aventó sobre una silla—. El tiempo se desperdicia.Con reverencia la atrajo hacia él y se extendieron sobre la cama mientras la apretaba con un grande y profundo suspiro, como si volviera a casa.— Quiero más, mi amada, te quiero toda. Y es mejor que aclare algo antes que pierda la poca razón que me queda. Si te tomo ahora, Daniela Castillo, esperaré conservarte. Toda para mí.—Creo que eso puede arreglarse —se acercó aún más. Juan se apartó un poco, se
Gabriela buscó en su bolso de mano un cigarrillo, un yesquero y le preguntó.—¿Le molesta si fumo? —Raúl negó con la cabeza y ella encendió su cigarrillo —Le cuento todo esto porque a pesar de esa apariencia fría que intenta aparentar, usted está interesado en mi hermana. Eso es muy obvio por las constantes llamadas y por las dos horas que estuvo esperándome.Raúl se ruborizó.— Si es verdad, no lo voy a negar, pero si ella no quiere estar conmigo por su marido… —¿Por su marido muerto? ¡Jajajajaja!—lo interrumpió Gabriela —¿Vas a seguir creyendo esa versión? ¿No quiere saber la verdadera razón por la que se alejó de usted?—Aunque diga que no, presiento que me lo dirá.—Así es, señor Arteaga. La verdad es que la noche de la fiesta de disfraces, mientras usted estaba atendiendo a sus invitados, mi hermana se estaba besando con un hombre en el jardín.Raúl se puso de repente pálido de rabia.—¡Eso no puede ser!—¡Usted sabe que estoy diciendo la verdad! ¿O acaso no notó algo extraño es
****—¿Aló?— Hola Juan, soy Sofía.—¡Hola! ¿Cómo estás? ¿Por qué me llamas? Le pasó algo a Daniela.—No, querido, ella está bien. Solamente quería decirte que todo este tiempo que he compartido con Daniela, la he aprendido a admirar, es una buena mujer, excelente madre e hija. Y yo sé que esto al principio fue un trato de negocio, pero por favor no le hagas daño, si esta relación que comenzaste con ella no va en serio, aléjate. Porque ella si va en serio y está muy ilusionada.Juan sonrío y le dijo.—Todas mis conversaciones contigo, mostrando preocupación por su bienestar, no te hacen confiar en mí.—Si, querido, pero también recuerdo que eras mujeriego.—Aunque no lo creas, ya no soy el mismo. Y créeme querida, aunque sea multimillonario, muchas mujeres no quieren compartir conmigo porque les repugna mi aspecto.—No digas eso, Juan, todavía no entiendo por qué no te has operado.— Sí, lo hice, han sido varias cirugías reconstructivas. Los doctores me dijeron que solo me falta una,
—No serás puesto a prueba, porque no creo en juegos tontos —le aseguró Daniela, con energía.Después del almuerzo y recoger la mesa, entraron en la casa para sentarse en la sala con bebidas frías a la mano, mientras Daniela solicitaba detalles de los lugares en los que Juan estuvo y el relato de los incidentes que presenció. Le habló de cosas que la hicieron abrir los ojos con asombro, después conmoverse hasta las lágrimas al describir sus experiencias de cuando empezó a hacer reportajes en el Lejano Oriente, pasando por otras atribuladas regiones del mundo, principalmente en África y en el Golfo de Ormuz.—Quería ir la Franja de Gaza, pero no se me hizo —pronunció con pesar. Daniela palideció al pensar en el peligro al que estuvo expuesto y lo observó interrogante por encima de su vaso.— ¿Y ahora? ¿Te quedarás aquí en adelante?Juan Carlos la miró fijamente. —Puede ser. Depende. — ¿De qué?—De los incentivos que tenga para permanecer aquí. —Te refieres al libro.—A eso y a otras
—Creo que esa noche me acecharon mis viejos fantasmas. Sergio, no podía creer mi suerte cuando me quité la máscara y no salió huyendo. Así que no pude decirle quién era yo, porque ella me conoció, joven, exitoso y con mi rostro anterior, no pude soportar la idea de que sintiera lástima por mí.Sergio lo miró con preocupación.—¿Qué piensas hacer? Me dijiste que era muy honesta, ¿Hasta cuándo le vas a ocultar quién eres? ¿Y cómo queda Lucas en todo esto?Juan sonrío y le dijo.—Son muchas preguntas, pero quiero otro whisky, ¿Te sirvo? —Sergio negó con la cabeza, Juan se levantó, ser sirvió y volvió a sentarse mirando fijamente a su amigo —Bueno, solo quiero estar con ella, conocer a Lucas y esperar que no me rechace. Quiero ganarme a mi hijo, que se acostumbre a mi presencia, no sé si seré buen padre, pero le voy a dar todo lo que hasta ahora no ha tenido y no me refiero solo a lo material sino al apoyo moral. Como sabes tengo programada para este año una cirugía cosmética en Estado Un
—El otro día que estaba jugando con el Nintendo 64 de mi tío Óscar, escuché a mi tía Marianela decírselo a mi abuela.“¡Diantres! Voy a tener que hablar seriamente con mi mama y Marianela de las cosas que hablan cerca de mi hijo.”—A ver jovencito, que te he dicho yo sobre tener las orejitas paradas escuchando la conversación de los adultos.Lucas hizo mala cara mirando al piso y le dijo con renuencia.—Que no debo escuchar las conversaciones de los adultos, porque hay cosas que todavía no entiendo, porque soy un niño y lo entenderé cuando sea más grande.—Exacto mi cielo, y no pongas esa carita que no te estoy reprendiendo. Lucas, quiero que entiendas que tu tía Gabriela no se avergüenza de la familia, tu tía Mari no quiso decir eso y no eligió las palabras adecuadas. Te quiero dar un ejemplo, ¿Recuerdas tus tarjetas de Pokémon que tienes guardadas en la gaveta de tu escritorio?—¡Si! —dijo afirmando también con la cabeza.—A ti te molesta que yo las toque, y yo respeto eso, pero el