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— ¿Me creerías si te digo, Juan, que he dormido sola en esa cama más años de los que quiero recordar? ¿Qué después que enviude nunca le pedí a un hombre que me hiciera el amor, como te lo estoy pidiendo ahora a ti?Juan se sentó en la cama, como si sus piernas hubieran cedido bajo su peso. —Consideraba que tenía que esperar —respondió inquieto—, tratar de no apresurar las cosas…— ¿Por qué? —se puso de pie ante él, desatando las cintas que aseguraban el vestido por la cintura—. Tengo veintiocho años, Juan —se deslizó el vestido y lo aventó sobre una silla—. El tiempo se desperdicia.Con reverencia la atrajo hacia él y se extendieron sobre la cama mientras la apretaba con un grande y profundo suspiro, como si volviera a casa.— Quiero más, mi amada, te quiero toda. Y es mejor que aclare algo antes que pierda la poca razón que me queda. Si te tomo ahora, Daniela Castillo, esperaré conservarte. Toda para mí.—Creo que eso puede arreglarse —se acercó aún más. Juan se apartó un poco, se
Gabriela buscó en su bolso de mano un cigarrillo, un yesquero y le preguntó.—¿Le molesta si fumo? —Raúl negó con la cabeza y ella encendió su cigarrillo —Le cuento todo esto porque a pesar de esa apariencia fría que intenta aparentar, usted está interesado en mi hermana. Eso es muy obvio por las constantes llamadas y por las dos horas que estuvo esperándome.Raúl se ruborizó.— Si es verdad, no lo voy a negar, pero si ella no quiere estar conmigo por su marido… —¿Por su marido muerto? ¡Jajajajaja!—lo interrumpió Gabriela —¿Vas a seguir creyendo esa versión? ¿No quiere saber la verdadera razón por la que se alejó de usted?—Aunque diga que no, presiento que me lo dirá.—Así es, señor Arteaga. La verdad es que la noche de la fiesta de disfraces, mientras usted estaba atendiendo a sus invitados, mi hermana se estaba besando con un hombre en el jardín.Raúl se puso de repente pálido de rabia.—¡Eso no puede ser!—¡Usted sabe que estoy diciendo la verdad! ¿O acaso no notó algo extraño es
****—¿Aló?— Hola Juan, soy Sofía.—¡Hola! ¿Cómo estás? ¿Por qué me llamas? Le pasó algo a Daniela.—No, querido, ella está bien. Solamente quería decirte que todo este tiempo que he compartido con Daniela, la he aprendido a admirar, es una buena mujer, excelente madre e hija. Y yo sé que esto al principio fue un trato de negocio, pero por favor no le hagas daño, si esta relación que comenzaste con ella no va en serio, aléjate. Porque ella si va en serio y está muy ilusionada.Juan sonrío y le dijo.—Todas mis conversaciones contigo, mostrando preocupación por su bienestar, no te hacen confiar en mí.—Si, querido, pero también recuerdo que eras mujeriego.—Aunque no lo creas, ya no soy el mismo. Y créeme querida, aunque sea multimillonario, muchas mujeres no quieren compartir conmigo porque les repugna mi aspecto.—No digas eso, Juan, todavía no entiendo por qué no te has operado.— Sí, lo hice, han sido varias cirugías reconstructivas. Los doctores me dijeron que solo me falta una,
—No serás puesto a prueba, porque no creo en juegos tontos —le aseguró Daniela, con energía.Después del almuerzo y recoger la mesa, entraron en la casa para sentarse en la sala con bebidas frías a la mano, mientras Daniela solicitaba detalles de los lugares en los que Juan estuvo y el relato de los incidentes que presenció. Le habló de cosas que la hicieron abrir los ojos con asombro, después conmoverse hasta las lágrimas al describir sus experiencias de cuando empezó a hacer reportajes en el Lejano Oriente, pasando por otras atribuladas regiones del mundo, principalmente en África y en el Golfo de Ormuz.—Quería ir la Franja de Gaza, pero no se me hizo —pronunció con pesar. Daniela palideció al pensar en el peligro al que estuvo expuesto y lo observó interrogante por encima de su vaso.— ¿Y ahora? ¿Te quedarás aquí en adelante?Juan Carlos la miró fijamente. —Puede ser. Depende. — ¿De qué?—De los incentivos que tenga para permanecer aquí. —Te refieres al libro.—A eso y a otras
—Creo que esa noche me acecharon mis viejos fantasmas. Sergio, no podía creer mi suerte cuando me quité la máscara y no salió huyendo. Así que no pude decirle quién era yo, porque ella me conoció, joven, exitoso y con mi rostro anterior, no pude soportar la idea de que sintiera lástima por mí.Sergio lo miró con preocupación.—¿Qué piensas hacer? Me dijiste que era muy honesta, ¿Hasta cuándo le vas a ocultar quién eres? ¿Y cómo queda Lucas en todo esto?Juan sonrío y le dijo.—Son muchas preguntas, pero quiero otro whisky, ¿Te sirvo? —Sergio negó con la cabeza, Juan se levantó, ser sirvió y volvió a sentarse mirando fijamente a su amigo —Bueno, solo quiero estar con ella, conocer a Lucas y esperar que no me rechace. Quiero ganarme a mi hijo, que se acostumbre a mi presencia, no sé si seré buen padre, pero le voy a dar todo lo que hasta ahora no ha tenido y no me refiero solo a lo material sino al apoyo moral. Como sabes tengo programada para este año una cirugía cosmética en Estado Un
—El otro día que estaba jugando con el Nintendo 64 de mi tío Óscar, escuché a mi tía Marianela decírselo a mi abuela.“¡Diantres! Voy a tener que hablar seriamente con mi mama y Marianela de las cosas que hablan cerca de mi hijo.”—A ver jovencito, que te he dicho yo sobre tener las orejitas paradas escuchando la conversación de los adultos.Lucas hizo mala cara mirando al piso y le dijo con renuencia.—Que no debo escuchar las conversaciones de los adultos, porque hay cosas que todavía no entiendo, porque soy un niño y lo entenderé cuando sea más grande.—Exacto mi cielo, y no pongas esa carita que no te estoy reprendiendo. Lucas, quiero que entiendas que tu tía Gabriela no se avergüenza de la familia, tu tía Mari no quiso decir eso y no eligió las palabras adecuadas. Te quiero dar un ejemplo, ¿Recuerdas tus tarjetas de Pokémon que tienes guardadas en la gaveta de tu escritorio?—¡Si! —dijo afirmando también con la cabeza.—A ti te molesta que yo las toque, y yo respeto eso, pero el
Raúl se quedó como hipnotizado y a pesar de que sabía que era Gabriela, fue fácil dejarse llevar por su obsesión.Terminó la copa con un rápido giro de la muñeca y luego la dejó sobre una pequeña mesa, se acercó como un poseso para colocarle a Gabriela las manos en la cintura. Ella alzó la mirada hacia la suya y una sonrisa lenta y sensual le curvó los labios, al instante le pasó las manos a Raúl por el cuello, apretándose contra él. Él dejó caer las manos por la curva de su trasero y las mantuvo allí, sosteniéndola con fuerza contra la erección latente por el deseo de estar dentro de ella. ¿Se iba a arrepentir de esto? Le daba igual, se dijo mientras deslizaba la lengua en el calor de su boca. Lo único que importaba ahora era el momento. Imaginar a Daniela, sentirla cerca. Sabía que aquello era una mala idea, pero a su cuerpo le importaba un comino. Lo único que quería era tenerla. Una sola noche dentro de ella.Raúl la estrechó con más fuerza y le apretó las caderas contra las suyas
—No —le dijo sonriendo y abrió los ojos — solo estoy descansando. Tu mami está agotada. ¿Terminaste la tarea? —Lucas asintió y le mostró el cuaderno. —Muy bien mi cielo, todo está bien. —le dio un beso en la mejilla. Daniela se sentó y le pidió a Lucas que sentara a su lado.—Mi cielo, hay algo de lo que tenemos que hablar.Lucas frunció el ceño, se sentó y le dijo.—Hoy me porté bien en la escuela, ¿La maestra Mercedes le dijo algo a mi abuela?—No, la maestra no le dijo nada a tu abuela. ¿Por qué piensas que te voy a sermonear?—Porque cuando me dices que me siente a tu lado y pones ese gesto, me sermoneas.—¿Qué gesto?—Ese gesto que tienes ahorita.Daniela sonrió y le dijo.—No me había dado cuenta de que tengo un gesto especial para sermonear.—Sí, tú tienes varios. Cuando estás enojada, cuando estás triste, cuando estás feliz, cuando estás pensando mucho y me Ujumeas, sé que no me estás escuchando…—¿Ujumeas? ¿Qué es eso?—Es lo que me respondes cuando estás muy pensativa y no