—No —le dijo sonriendo y abrió los ojos — solo estoy descansando. Tu mami está agotada. ¿Terminaste la tarea? —Lucas asintió y le mostró el cuaderno. —Muy bien mi cielo, todo está bien. —le dio un beso en la mejilla. Daniela se sentó y le pidió a Lucas que sentara a su lado.—Mi cielo, hay algo de lo que tenemos que hablar.Lucas frunció el ceño, se sentó y le dijo.—Hoy me porté bien en la escuela, ¿La maestra Mercedes le dijo algo a mi abuela?—No, la maestra no le dijo nada a tu abuela. ¿Por qué piensas que te voy a sermonear?—Porque cuando me dices que me siente a tu lado y pones ese gesto, me sermoneas.—¿Qué gesto?—Ese gesto que tienes ahorita.Daniela sonrió y le dijo.—No me había dado cuenta de que tengo un gesto especial para sermonear.—Sí, tú tienes varios. Cuando estás enojada, cuando estás triste, cuando estás feliz, cuando estás pensando mucho y me Ujumeas, sé que no me estás escuchando…—¿Ujumeas? ¿Qué es eso?—Es lo que me respondes cuando estás muy pensativa y no
Juan miró a su hijo y le dijo.—¿Nos sentamos?Lucas asintió con la cabeza y se sentó en la otra esquina del sofá, mientras Juan lo hacía en la otra.Juan notó la curiosidad con que su hijo le miraba el rostro y le dijo.—Lucas, ¿Deseas hacerme una pregunta?El niño asintió con la cabeza.—¡Perfecto! Pregunta lo que quieras.— ¿Por qué eres tan grande?—¿Te parezco muy alto? Mido 1,92. No sé, quizás lo heredé de mi padre, él también es muy alto.—Yo también soy alto, las personas piensan que tengo once o doce, pero tengo nueve.—Lo significa que vas a hacer tan alto como yo.—¿Tú crees? ¡Eso sería súper! Mi estatura a lo mejor la heredé de mi mamá, ella mide 1,80 y mi papá Víctor era más bajo que ella, bueno, eso me dijo mi abuelo.—¿Recuerdas a Víctor Manuel?—No, solo lo he visto en fotos. ¿Te puedo preguntar algo?... Pero me prometes, ¿Qué no te vas a molestar?Juan frunció el entrecejo y le dijo.—Jamás me molestaría contigo, hij…Lucas, ya te dije que me puedes preguntar lo que se
****A Daniela le fue difícil lograr que Lucas se durmiera temprano, durante la cena, estuvo más parlanchín que nunca. Era la primera vez que veía a Lucas tan relajado en presencia de alguien que no era su familia. Prácticamente, ella había sido una espectadora, había participado poco de la conversación y ninguno de los dos le prestó casi atención. Pero eso no le molestó, todo lo contrario, estaba feliz de ver que se llevaban también. Después de cenar se sentaron a ver anime, en el sofá de la sala, con Juan en el medio, flanqueado por Lucas y Daniela. En algún instante de la noche, Juan notó como Daniela y su hijo se recargaron en él y se durmieron. Juan sonrió disfrutando del momento y la calidad sensación que sintió que le atravesaba el corazón. Juan se inclinó hacia su hijo y le dio un beso en la cabeza.“¿Así que es como se siente tener una familia? ¡Es increíble! Como me gustaría detener el reloj y quedarme junto a ustedes por siempre”Juan movió un poco el hombro y despertó a Da
—Ya vi la cicatriz en tu pierna —indicó, después de un rato.—Eso es diferente. Ella estaba segura de que lo que hubiera bajo el parche sería mucho menos turbador que la imagen que conjuraba su mente, pero cedió de inmediato.—Está bien, Juan, no te molestaré más. Él se dio vuelta y la atrajo, frotando su mejilla sana contra la de ella. —Todos necesitamos guardar algo para nosotros, Daniela —la miró—. Estoy seguro de que hay muchas cosas acerca de ti que no sé, aun cuando hayamos hablado sin parar acerca de nosotros durante días, pero creo que cada individuo debe guardar algo para sí… solo para permanecer como individuo. Daniela no estaba convencida de que le gustara lo que escuchaba.— ¿Quieres decir que he sido demasiado extrovertida acerca de cómo me siento por ti?— ¡Dios Todopoderoso, no! —la sacudió con fuerza—. No es eso lo que quise decir. Me fascina tu sinceridad y tu falta de afectación. Tu respuesta hacia mí ha hecho más por mi convalecencia que cualquier cosa que pudier
Raúl se levantó del sofá, tomó el teléfono, llamó al restaurante y solicitó la cena gourmet junto con el Martini. Después se fue al baño y observó con morbo como Gabriela se acariciaba desnuda en su bañera y le preguntó.—¿Ya puliste los detalles de tu plan?—Por supuesto querido, todos está previsto, no te preocupes. Afortunadamente, mi madre es tan ingenua y me ha estado suministrando toda la información que necesito. —luego lo miró con malicia y le dijo— ¡Ah, por cierto! Tengo que decirte algo que quizás no te cause mucha alegría. ¡Te juro que cuando mi madre me lo dijo no podía creerlo!—¿Disfrutas torturándome? ¡Porque no hablas de una vez! —replicó molesto, cruzándose de brazos. Daniela lo observó con deseo, deslizando su mirada por todo su cuerpo. Raúl era un hombre moreno, claro, muy atlético y atractivo que se mantenía en buena forma.—¡Ay! ¡Mi bebé, te ves tan guapo cuando te enojas! Está bien, te lo voy a decir. Resulta que el hombre por el que mi hermana gemela te apartó a
En su lugar había un hombre todavía más moreno, elegante, en un elegante traje, de ojos grises que brillaban bajo su cabello castaño claro, sosteniendo del brazo a una feliz y resplandeciente Marianela. —¡Sorpresa, Dani! —exclamó Marianela y abrió los brazos a su hermana, quien cayó en ellos, abrazándola antes que Nardo Oliveira arrancara a su cuñada de los brazos de su esposa y demandara y recibir su propio beso de saludo. —¡Hola Nardo! ¡Tiempo sin verte! ¡Eres un ingrato! ¿Por qué no nos visitas más a menudo? —Por mi trabajo, lo mismo digo, ¿Por qué tú no has ido a Brasil a conocer nuestra casa? —dijo su cuñado con un marcado acento. —Por la misma excusa que tú, ¡Definitivamente somos unos esclavos del trabajo! —¡Hola tía Dani! ¡Bendición! —exclamó Carine llamando su atención, su sobrina de cinco años que estaba vestida con un hermoso vestido rojo de encajes, un peinado de bucles y zapatos haciendo juego. Con sus hermosos ojos grises y cabello castaño oscuro parecía una hermosa
—¡Oh, por Dios!, Daniela… —lanzó los brazos alrededor de su hermana y la abrazó hasta que salió un poco de su aturdimiento. Los dientes de Daniela empezaron a castañear y un fuerte estremecimiento empezó a recorrerle el cuerpo, mientras Marisela mantenía un continuo flujo de palabras de ánimo al conducirla con suavidad hacia la escalera. Daniela se dio cuenta vagamente que las rodillas le temblaban y sus piernas se negaban a sostenerla. —Lo la… lamento —pronunció con dificultad—. Me siento… rara. —¡Nardo! ¡Papá! —gritó Marisela y su esposo corrió, bajando por los escalones de tres en tres, coincidiendo con los Castillo, quienes acudían desde la sala. — ¡Dios mío! —dijo Nardo, siguiendo las rápidas instrucciones de su suegro, se llevó a la temblorosa chica por la escalera, mientras el doctor iba por su maletín antes de apresurarse al dormitorio que Daniela y Gabriela compartieran cuando eran niñas. —Está en estado de shock —pronunció el doctor, con tono lacónico. ¿Qué diablos pasó
Gabriela con fastidio lo interrumpió.—¡El desfigurado de Daniela se está tardando demasiado! ¿No crees?—El hombre al que le pagué para que lo vigilara es de mi confianza, me envió un mensaje diciéndome que viene por la autopista regional del centro y está a punto de llegar a Maracay. Cuando esté cerca de aquí me avisará.—Eso espero cariño… Debemos estar atentos, porque apenas llegue a Maracay, no faltará mucho para que llegue hasta aquí. Recuerda todo lo que convenimos, todo tiene que pasar tal cual lo planeamos. ****Juan Carlos iba manejando con cuidado, no era fácil manejar con un solo ojo, pero lo había hecho bien durante todo el viaje por la autopista desde Caracas. Sus padres, desde que se mudó a vivir en solitario, siempre habían insistido a que contratara más personal, incluyendo un chofer. Ese era uno de los muchos temas en el que él y su padre Santiago Quintana no lograban ponerse de acuerdo. Para Santiago era un exceso de independencia y locura, que su hijo no contra