—¡Oh, por Dios!, Daniela… —lanzó los brazos alrededor de su hermana y la abrazó hasta que salió un poco de su aturdimiento. Los dientes de Daniela empezaron a castañear y un fuerte estremecimiento empezó a recorrerle el cuerpo, mientras Marisela mantenía un continuo flujo de palabras de ánimo al conducirla con suavidad hacia la escalera. Daniela se dio cuenta vagamente que las rodillas le temblaban y sus piernas se negaban a sostenerla. —Lo la… lamento —pronunció con dificultad—. Me siento… rara. —¡Nardo! ¡Papá! —gritó Marisela y su esposo corrió, bajando por los escalones de tres en tres, coincidiendo con los Castillo, quienes acudían desde la sala. — ¡Dios mío! —dijo Nardo, siguiendo las rápidas instrucciones de su suegro, se llevó a la temblorosa chica por la escalera, mientras el doctor iba por su maletín antes de apresurarse al dormitorio que Daniela y Gabriela compartieran cuando eran niñas. —Está en estado de shock —pronunció el doctor, con tono lacónico. ¿Qué diablos pasó
Gabriela con fastidio lo interrumpió.—¡El desfigurado de Daniela se está tardando demasiado! ¿No crees?—El hombre al que le pagué para que lo vigilara es de mi confianza, me envió un mensaje diciéndome que viene por la autopista regional del centro y está a punto de llegar a Maracay. Cuando esté cerca de aquí me avisará.—Eso espero cariño… Debemos estar atentos, porque apenas llegue a Maracay, no faltará mucho para que llegue hasta aquí. Recuerda todo lo que convenimos, todo tiene que pasar tal cual lo planeamos. ****Juan Carlos iba manejando con cuidado, no era fácil manejar con un solo ojo, pero lo había hecho bien durante todo el viaje por la autopista desde Caracas. Sus padres, desde que se mudó a vivir en solitario, siempre habían insistido a que contratara más personal, incluyendo un chofer. Ese era uno de los muchos temas en el que él y su padre Santiago Quintana no lograban ponerse de acuerdo. Para Santiago era un exceso de independencia y locura, que su hijo no contra
Gabriela observó con placer la escena, su ego se elevaba, aunque en realidad no se estuvieran peleando por ella, pero decidió actuar como según ella lo haría su remilgada hermana gemela.—¡Juan Carlos, no por favor! ¡Para ya! —gritó.Juan se detuvo y le gritó.—¡No quieres que le lastime el perfecto rostro de tu amante!Raúl aprovechó su descuido, se puso de pie y le lanzó un par de golpes que Juan esquivó sin problemas, y contraatacó con su puño conectándolo en su costado, y siguió con un gancho a la quijada de Raúl, derribándolo de espalda, sacudiendo la cabeza al caer, pero no se levantó de inmediato.—¡No lo lastimes! —gritó Gabriela, empujando a Juan, luego se volteó hacia Raúl y con fingida preocupación se agachó para revisarlo. Gabriela se levantó, caminó hacia Juan Carlos, y le dio la bofetada más fuerte que le habían dado en toda su vida.—¡¿Qué te pasa, imbécil?! —gritó Gabriela.—¡¿Qué me pasa?! —le gritó a su cara— ¡¿Todavía sigues con el descaro de preguntarme que qué me
Al llegar a su edificio le pagó al taxista y salió del auto tambaleándose. Hasta que llegó a la pared y de no ser por su mano apoyada en el muro se habría caído. Después de varios intentos abrió la puerta de cristal y la cerró. Logró llegar al elevador, y en cuanto entré y presionó el botón del pent-house se quedó mirando hacia el techo del elevador, fijando su atención en un pequeño foco fundido entre tantos que iluminaban los paneles. El mundo parecía dar vueltas alrededor de ese maldito foco.Entró a su hogar y caminé tambaleando hasta dejarse caer de un empujón en su sofá. Se quedó mirando la puerta corrediza cerrada y gruñó, deseando sentir el aire fresco entrar que tanto le relajaba de ese lugar.Le dio otro largo trago a su whisky, y entonces sí sintió el ardor en su garganta. Suspiré aliviado y se quedó viendo el techo de su casa mientras el calor del alcohol recorría sus venas y prendía fuego en su interior.Se masajeó la mejilla que Daniela le abofeteó. Todavía tenía un horm
El restablecimiento de Daniela fue lento y difícil, pero bastante eficiente cuando llegó a casa una tarde y encontró a Marianela y a Nardo preparando la cena sin sus padres, quienes se encontraban plácidamente durmiendo la siesta. Daniela agradeció que Nardo colocara en sus manos un plato de tagliatelli (tallarines) con salsa y carne cocinado en el horno de microondas. De repente sonó el timbre y Marianela fue a abrir la puerta, al regresar le dijo. —Dani te busca un caballero — Marianela al ver el gesto de angustia de su hermana se apresuró a decir — Es tu amigo Raúl. Daniela experimentó alivio y decepción a la vez. —Dile que estoy ocupada… —Pero me dijo que no aceptaría un no por respuesta. Nardo intervino. —¿Quieres que hable con él? Si no quieres verlo, no estás obligada a hacerlo. Daniela suspiró con resignación y tratando de sonreír le respondió. —Tranquilo cuñado, yo hablaré con él no pasa nada. Daniela se dirigió a la sala principal y encontró a Raúl de espalda observ
— ¡Yo no siento envidia de esa insípida! Como tu bien lo has dicho, he llevado mi carrera a la cima, convirtiéndome en una top-model, demostrándoles a todos que soy mejor que ella. Pero lo que nunca le voy a perdonar es que mi quitara a Víctor Manuel, el amor de mi vida desde que era niña. Él era el mejor amigo de mi hermano Óscar, casi que siempre se la pasaba en la casa de mis padres, también creo que tenía problemas con su abuelo, el hombre que lo crío. Lo recibieron como si fuera de la familia, y desde la primera vez que lo vi me enamoré de él, siempre pensé que nos casaríamos cuando fuera grande. Pero Víctor Manuel se fijó en la desabrida de mi hermana, no sé qué le vio ¡Con lo gazmoña que es!, tenía que meterse en mi camino … Raúl la interrumpió exclamando. —¡Pero tú me dijiste que era tu novio y que ella te lo había quitado! —la miró con los ojos entrecerrados y le reclamó—¡Me mentiste! ¿Verdad? —suspiró profundo—Debí haberlo supuesto, llevo más tiempo conociendo a Daniela y s
—¡Por supuesto cariño! Ahora mismo salgo para allá. Te llamo, apenas me informe lo que ocurrió. —¡Eres única mi nena! Te lo agradezco mucho. —No me lo agradezca porque sabes que después te lo voy a cobrar en la cama. Sergio se rio y se despidieron. Sofía buscó su bolso y se fue a buscar a Juan Carlos, con la intención de saber de una vez por toda qué es lo que estaba pasando. **** Sofía se quedó colgada de timbre del pent-house de Juan Carlos tocándolo una y otra vez, pero no acudía a la puerta. “Ya me estoy alarmando, ¿Llamo a Sergio? ¡No, mejor no! No lo quiero preocupar. Tocaré por última vez, si no buscaré al conserje para ver si lo ha visto o definitivamente llamaré a la policía.” Tocó el timbre de nuevo y no obtuvo respuesta, cuando Sofía se dirigía al ascensor escuchó que abría la puerta y la voz de Juan replicando molesto. —¿Diantres quien toca el timbre de esa manera? Sofía se regresó casi corriendo. Al ver a Juan, este tenía un aspecto terrible, con una camisa arruga
—No te preocupes, creo que el viaje a Nueva Zelanda le hizo bien. Recuerdas que me dijiste la última vez que hablamos, que aparte de las operaciones reconstructivas, también visitó un psicólogo. De seguro, mentalmente ya está estable, porque ha reaccionado como todo el mundo cuando tiene problemas, concentrándose en el trabajo para olvidar. —Sí, tienes razón, gracias nena te debo una. —¡Por supuesto que me la debes! Bebé, te la voy a cobrar este fin de semana. Los dos se quedaron ensimismados en su conversación privada un rato más, que cuando Juan Carlos bajó Sofía no lo escuchó. Y Juan, al darse cuenta de que tenía una conversación sobre sexo con Sergio, se acercó al celular de Sofía y le gritó muy cerca para que su amigo escuchara. —¡Váyanse para un hotel! —¡Ay loco! ¡Me asustaste! —gritó Sofía dándole unos manotazos, pero Juan la esquivó riendo y su amigo soltó una carcajada. Luego Sergio le pidió a Sofía que le pasara el teléfono a Juan Carlos. —Está bien cariño, toma quiere