Al llegar a su edificio le pagó al taxista y salió del auto tambaleándose. Hasta que llegó a la pared y de no ser por su mano apoyada en el muro se habría caído. Después de varios intentos abrió la puerta de cristal y la cerró. Logró llegar al elevador, y en cuanto entré y presionó el botón del pent-house se quedó mirando hacia el techo del elevador, fijando su atención en un pequeño foco fundido entre tantos que iluminaban los paneles. El mundo parecía dar vueltas alrededor de ese maldito foco.Entró a su hogar y caminé tambaleando hasta dejarse caer de un empujón en su sofá. Se quedó mirando la puerta corrediza cerrada y gruñó, deseando sentir el aire fresco entrar que tanto le relajaba de ese lugar.Le dio otro largo trago a su whisky, y entonces sí sintió el ardor en su garganta. Suspiré aliviado y se quedó viendo el techo de su casa mientras el calor del alcohol recorría sus venas y prendía fuego en su interior.Se masajeó la mejilla que Daniela le abofeteó. Todavía tenía un horm
El restablecimiento de Daniela fue lento y difícil, pero bastante eficiente cuando llegó a casa una tarde y encontró a Marianela y a Nardo preparando la cena sin sus padres, quienes se encontraban plácidamente durmiendo la siesta. Daniela agradeció que Nardo colocara en sus manos un plato de tagliatelli (tallarines) con salsa y carne cocinado en el horno de microondas. De repente sonó el timbre y Marianela fue a abrir la puerta, al regresar le dijo. —Dani te busca un caballero — Marianela al ver el gesto de angustia de su hermana se apresuró a decir — Es tu amigo Raúl. Daniela experimentó alivio y decepción a la vez. —Dile que estoy ocupada… —Pero me dijo que no aceptaría un no por respuesta. Nardo intervino. —¿Quieres que hable con él? Si no quieres verlo, no estás obligada a hacerlo. Daniela suspiró con resignación y tratando de sonreír le respondió. —Tranquilo cuñado, yo hablaré con él no pasa nada. Daniela se dirigió a la sala principal y encontró a Raúl de espalda observ
— ¡Yo no siento envidia de esa insípida! Como tu bien lo has dicho, he llevado mi carrera a la cima, convirtiéndome en una top-model, demostrándoles a todos que soy mejor que ella. Pero lo que nunca le voy a perdonar es que mi quitara a Víctor Manuel, el amor de mi vida desde que era niña. Él era el mejor amigo de mi hermano Óscar, casi que siempre se la pasaba en la casa de mis padres, también creo que tenía problemas con su abuelo, el hombre que lo crío. Lo recibieron como si fuera de la familia, y desde la primera vez que lo vi me enamoré de él, siempre pensé que nos casaríamos cuando fuera grande. Pero Víctor Manuel se fijó en la desabrida de mi hermana, no sé qué le vio ¡Con lo gazmoña que es!, tenía que meterse en mi camino … Raúl la interrumpió exclamando. —¡Pero tú me dijiste que era tu novio y que ella te lo había quitado! —la miró con los ojos entrecerrados y le reclamó—¡Me mentiste! ¿Verdad? —suspiró profundo—Debí haberlo supuesto, llevo más tiempo conociendo a Daniela y s
—¡Por supuesto cariño! Ahora mismo salgo para allá. Te llamo, apenas me informe lo que ocurrió. —¡Eres única mi nena! Te lo agradezco mucho. —No me lo agradezca porque sabes que después te lo voy a cobrar en la cama. Sergio se rio y se despidieron. Sofía buscó su bolso y se fue a buscar a Juan Carlos, con la intención de saber de una vez por toda qué es lo que estaba pasando. **** Sofía se quedó colgada de timbre del pent-house de Juan Carlos tocándolo una y otra vez, pero no acudía a la puerta. “Ya me estoy alarmando, ¿Llamo a Sergio? ¡No, mejor no! No lo quiero preocupar. Tocaré por última vez, si no buscaré al conserje para ver si lo ha visto o definitivamente llamaré a la policía.” Tocó el timbre de nuevo y no obtuvo respuesta, cuando Sofía se dirigía al ascensor escuchó que abría la puerta y la voz de Juan replicando molesto. —¿Diantres quien toca el timbre de esa manera? Sofía se regresó casi corriendo. Al ver a Juan, este tenía un aspecto terrible, con una camisa arruga
—No te preocupes, creo que el viaje a Nueva Zelanda le hizo bien. Recuerdas que me dijiste la última vez que hablamos, que aparte de las operaciones reconstructivas, también visitó un psicólogo. De seguro, mentalmente ya está estable, porque ha reaccionado como todo el mundo cuando tiene problemas, concentrándose en el trabajo para olvidar. —Sí, tienes razón, gracias nena te debo una. —¡Por supuesto que me la debes! Bebé, te la voy a cobrar este fin de semana. Los dos se quedaron ensimismados en su conversación privada un rato más, que cuando Juan Carlos bajó Sofía no lo escuchó. Y Juan, al darse cuenta de que tenía una conversación sobre sexo con Sergio, se acercó al celular de Sofía y le gritó muy cerca para que su amigo escuchara. —¡Váyanse para un hotel! —¡Ay loco! ¡Me asustaste! —gritó Sofía dándole unos manotazos, pero Juan la esquivó riendo y su amigo soltó una carcajada. Luego Sergio le pidió a Sofía que le pasara el teléfono a Juan Carlos. —Está bien cariño, toma quiere
Daniela salió del centro comercial después de haber recorrido varias tiendas, al fin había encontrado el color y la tela preferida del cliente para las cortinas. Y algunas lámparas y alfombras que darían el toque vanguardista a la decoración. Con ayuda del empleado de la tienda colocó todo en la parte de atrás de la camioneta de Sofía. Luego regresó al centro comercial para ir a una librería a comprarle un cuento a Lucas. Ella se internó en pasillo buscando libros y leyendo sinopsis, algo que se ajustara al gusto de su hijo. Cuando sin esperárselo, Daniela se volvió y se encontró a Juan cara a cara. Ella se paralizó y sintió que el corazón se le salía del pecho y ruborizándose, mientras el rostro de él se ponía de un pálido color enfermizo. Ninguno de los dos se podía mover ni hablar, solo se observaron en silencio, hasta que alguien tropezó a Juan por detrás y cuando él se distrajo, ella apresurada colocó el libro en su lugar y salió lo más rápido que pudo de la librería y del centro
—¿Quién iba a imaginar que algún día Gabriela sería famosa? ¡Me siento muy orgulloso de ella! —Quizás deberías decírselo más a menudo—dijo Daniela. Óscar frunció el ceño y le preguntó. —¿Por qué lo dices? —Porque…—Daniela dudó y luego se arrepintió—Por nada. Sofía y Daniela se miraron. Óscar las miró suspicaz, pero no insistió. —¿Entonces este inesperado honor significa que estás obligado a invitarme un helado? —preguntó Daniela. —Si por supuesto—dijo sonriendo. Una vez que cedió el humillante impacto de la decepción de que no era Juan, se animó ante la perspectiva de pasar un rato con su hijo y su hermano mayor, quien era el gran favorito de Daniela. Se despidieron de Sofía y salieron rumbo a la heladería. Daniela estaba nerviosa cuando caminaban entre las atestadas mesas de la feria de la comida del centro comercial. Suspiró con alivio una vez que estuvieron sentados. Ya que no divisó ninguna cabeza oscura conocida entre la muchedumbre. Óscar le indicó una mesa vacía en una
—No, gracias, yo arreglaré mis propios asuntos —Daniela sonrió a su hermano mayor, con afecto le besó la mejilla, se colgó de su brazo y lo arrastró hacia afuera tan rápido como pudo. Cuando llegaron a casas de sus padres, Lucas tomó a su tío Óscar de la mano y lo apresuró para que jugaran Nintendo 64, pero antes de entrar su hermano le entregó el dinero a Daniela, para que pagara al chofer del taxi. Cuando Daniela abrió la puerta y se disponía a entrar, escuchó una voz profunda —No entres todavía. El cabello se erizó en su cuello y reprimió un grito cuando una mano la alcanzó en la oscuridad y cerró la puerta con mucha calma. Se volvió para enfrentarse a Juan, quien la tomó por los codos y la sostuvo con rapidez. — ¿Y quién es ese? —preguntó con suavidad, pero amenazante, hundiendo los dedos en su piel—. ¿Por qué te portaste tan cariñosa, dándole un beso? Dime… el número aproximado… ¿Cuántos hombres necesitas, Daniela? Daniela estaba asustada y furiosa consigo misma por ello. A