Owen se rindió y se echó hacia atrás para volver a su sitio.
—Pero aun así hablaré porque estoy aburrido —dijo colocando su codo en el apoya brazos de la puerta—. Tú ves si me respondes o no.
No lo haré.
— ¿Cómo está tu perro? —preguntó, curioso. Luego se llevó una mano a los labios y miró ligeramente hacia arriba—. ¿Cómo se llamaba?
Es un ladrón. Es un ladrón. Es un ladrón.
—No te voy a morder —dijo tras mi silencio.
—Ya te dije que no me relaciono con criminales.
—No lo estás haciendo —respondió con simpleza. En eso se giró y vio a sus amigos—. ¿Somos criminales?
—Nah —escuché a Holden—. Sólo hacemos lo que queremos.
—Incumpliendo las leyes —destaqué.
—El gobierno les roba a los ciudadanos —habló Danielle—. Los grandes magnates del mundo del negocio estafan, manipulan y compran a quien sea porque pueden —me miró por el retrovisor y se encogió de hombros sin desviar la mirada—. ¿Cuál es la dife
—Sé que eres el único que vende burundanga en todo Birdwallace —lo señaló con la chupeta—, y sé que esa droga está prohibida aquí por las amenazas del jefe; sin embargo, te permite a ti y solo a ti venderlas, bajo la condición de que su venta sea solo para mujeres. Fruncí el ceño. ¿Por qué no a los hombres? —La usan para violaciones —susurró Kade. — ¿Eh? —emití, confundida, estaba segura de que no lo pregunté en voz alta. —Tu cara se volvió una de confusión apenas Elle dijo que era solo para mujeres —aclaró—. Lo hacen así porque el "jefe"... —simuló unas comillas—. Odia a los violadores, así que no permite que se venda ese tipo de drogas aquí. Aunque de todas maneras violan, pero él se siente feliz no distribuyendo una droga especial para eso. Esperen un maldito segundo. ¿Violaciones? ¿Iban a abusar sexualmente de Ford? Era obvio que no lo habían hecho, en el informe forense no aparecía nada de abuso sexual, pero ¿de verdad iba
— ¡Sage! El grito de Clover me hizo despertar de un susto y sobresaltar en la cama como si fuese un gato. Cuando volví a la realidad, miré con furia a mi amiga quien sonreía como el guasón. — ¡Estás loca! —grité con enojo, luego suspiré para tratar de calmar los latidos de mi corazón—. Casi me matas de un infarto. —No seas dramática —soltó una risa caminando fuera de mi habitación— ¡Vístete, tenemos trabajo que hacer! —Déjame dormir —coloqué la almohada en mi rostro. Mi sueño es sagrado, nadie puede fastidiarlo. El tono de llamada de mi móvil sonó con insistencia y se me antojó demasiado ruidoso. De mala gana lo busqué con mi mano hasta que lo encontré casi al borde de la cama. Llamada entrante Terry Burns —Me caes mal —dije apenas contesté—. Tú tampoco me dejas dormir. Terry soltó una risa corta. —Sigo siendo tu jefe, ¿recuerdas? —Y mi tío —me s
Con la boca entreabierta, pestañeé varias veces. — ¿Juliana? —tomé la carpeta, aturdida y confundida por completo. —Sí, nos dijiste que la persona que compró la droga era rubia. Todas las mujeres rubias tienen coartada menos una y esa es Juliana —me echó una mirada curiosa, como si aún no entendiera mi reacción—. ¿Pasa algo? Juliana estaba en la sala de interrogatorios esperando por mí. Querían que yo la interrogara, y claro, yo ya había tenido experiencia en ello. Cuando comencé a trabajar, Burns me enseñó cómo se hacían las preguntas, en qué momento hacerlas, a leer las mentiras y el lenguaje corporal. Todos los interrogatorios que hacían, yo los veía y tomaba nota, como si fuese una clase del Instituto. Pero ahora me tocaba a mí pasar a la práctica. —Destine también es una sospechosa potencial solo que no tanto como Juliana —opinó—. Destine tiene su coartada, la del vídeo donde sale ella cuando no hay electricidad, ¿lo malo? Solo duró unos
Un par de segundos después, la rubia, el abogado y el padre de Juliana habían abandonado el departamento dejándome con grandes dudas y una frustración mezclada con impotencia por no haber obtenido información suficiente. Me senté, soltando un gran suspiro de cansancio, y llevándome ambas manos a mi cabello. Estaba tan cerca, tan cerca de tener algo, una pista, un indicio, lo sentía, algo me decía que iba por buen camino. Le di un gran golpe a la mesa y me levanté furiosa caminando hasta donde estaban mis compañeros de trabajo. —Dime que fuiste inteligente y le diste un hisopo limpio —le hablé a Griff interrumpiendo su conversación con Hicks. —Así es —metió la mano dentro del bolsillo de su bata blanca y sacó un tubito de vidrio con un hisopo dentro—. Es probable que ya no nos dejen interrogarla así que necesitaremos esto. —Es ella —susurré mirando al vacío, recordando sus respuestas una a una en mi mente—. No tengo las pruebas suficien
No se mueve.Kade no se movía.Estaba de espaldas a mí porque apenas se rompió el vidrio, él se giró clavando su vista en el jardín trasero de mi casa, y ahora estaba estático, casi como una estatua. Sentí algo semejante a la preocupación por el hecho de que no sabía en donde impactó la bala, no sabía si él estaba bien.Entendía que el chico era casi un desconocido, pero no soy inhumana, me preocupo por las personas, y aunque él no fuese un santo, no debía morir. Era demasiado joven.—Kade —pronuncié levantándome lentamente de la silla—. Kade, ¿estás bien?Hubo unos segundos en silencio hasta que lo escuché hablar.—No te muevas —fue lo que dijo.No puse objeción y me quedé en mi lugar sin mover un músculo. Aunque no debía y
Mamá solía decirme que debía confiar en la mirada de las personas. Ella aseguraba que los ojos eran la puerta del alma, ya que ellos reflejaban los verdaderos sentimientos de cualquier ser humano. La ira, la envidia, la tristeza, la alegría, la sinceridad, la culpa, la mentira, eran emociones y acciones que se reflejaban en la mirada como un espejo. Ella me decía que, si quería saber lo que de verdad sentía una persona, solo tenía que leer sus ojos y tendría las respuestas. Sabría si esa persona era de fiar, si tenía buenas intenciones o ganas de lastimarme.Y aunque mi «yo» moralmente construido por la policía decía que estaba loca, a mi «yo» inocente le caía bien Kade, confiaba en él. Sus ojos no transmitían malicia, solo ganas de ayudar y honestidad. Pero él era un ladrón, una persona que le robaba cosas a otros que se part&i
Mi corazón comenzó a acelerarse demasiado rápido haciendo que mi respiración fuese a la par con él. Sentí que la habitación se estaba encogiendo, que yo me estaba encogiendo. De la nada sentí que alguien me ahorcaba con una cuerda. Llevé ambas manos a mi cuello para tratar de quitar la cuerda, pero era imposible, mi cuerpo estaba débil por la falta de oxígeno y no tenía fuerza ni para levantar un vaso con agua.¿Por qué Terry no hace nada?La habitación comenzó a tornarse borrosa, así como también sentí mi cabeza caliente a punto de explotar, sentía toda la sangre allí, toda la sangre acumulada. Mis párpados estaban pesados, me costaba mantenerlos abiertos, y sentía que poco a poco mi cuerpo estaba cediendo, que poco a poco iba apagándose hasta que lo escuché.Sage...
—Sus padres dicen haberla encontrado colgada del ventilador alrededor de las once de la mañana —le informó Hicks a Terry. El criminólogo lucía cansado, le hacían falta unas vacaciones.— ¿Hora de muerte? —el jefe se dirigió directamente a Brad, el forense.—Su hígado no está totalmente caliente pero tampoco está frío, su cuerpo está rígido al igual que su cuello, sus brazos —se detuvo como si hiciese cálculos en su cabeza—. Lleva entre seis y nueve horas muerta.— ¿Por qué se quitaría la vida? —inquirió Hicks mirando a la fallecida.—Ven, hablemos con los padres —me dijo Burns tras un empujón muy leve con su codo.Sin decir nada, salimos de la habitación, bajamos las escaleras y caminamos hasta la cocina. Allí estaban los padres de la chic