—Sus padres dicen haberla encontrado colgada del ventilador alrededor de las once de la mañana —le informó Hicks a Terry. El criminólogo lucía cansado, le hacían falta unas vacaciones.
— ¿Hora de muerte? —el jefe se dirigió directamente a Brad, el forense.
—Su hígado no está totalmente caliente pero tampoco está frío, su cuerpo está rígido al igual que su cuello, sus brazos —se detuvo como si hiciese cálculos en su cabeza—. Lleva entre seis y nueve horas muerta.
— ¿Por qué se quitaría la vida? —inquirió Hicks mirando a la fallecida.
—Ven, hablemos con los padres —me dijo Burns tras un empujón muy leve con su codo.
Sin decir nada, salimos de la habitación, bajamos las escaleras y caminamos hasta la cocina. Allí estaban los padres de la chic
— ¿Es ella? —preguntó Evanie tras unos largos segundos de silencio—. ¿Encontramos al asesino?No podía ser así. Era... extraño pensar que la misma chica que asesinó a dos personas fue la que me recibió con tanta amabilidad y luego se quitó la vida. Era extraño pensar que Destine siempre fue la culpable, pero, ¿cómo lo hizo? ¿Le pagó a alguien? ¿Qué mierda pasaba?Las puertas del ascensor se abrieron dejando entrar a Terry. Su rostro se veía serio igual que siempre pero apenas notó que todos estábamos fuera de sí, paró en seco y frunció el ceño.— ¿Qué sucedió? —fue lo que preguntó.—Gané doscientos dólares —respondió Murph con una sonrisa—. Ah y encontramos al asesino.Terry miró a Hicks
Marqué el número de Terry. Primer tono, segundo tono, tercer tono y no respondía.—Maldición —susurré.Papá.Le marqué y no respondió. Seguí con mi mamá y mi hermano, pero seguían sin hacerlo.¿Dónde coño se metieron?Enseguida me entró una llamada, pero era Clover. De inmediato supuse que se trataba del video así que rechacé la llamada.Si escuchaba una puta frase de consuelo, iba a explotar.—Jordan y Hadley necesito su ayuda —caminé con rapidez hasta su lugar de trabajo—. ¿Pueden borrar ese video? Estaría eternamente en deuda con ustedes.—Lo haremos —el moreno asintió y comenzó a teclear en su computadora junto a la rubia.—Si Terry llega díganle que vaya a mi casa inmediatamente —le ped&
— ¿De qué me sirve tener contactos si ninguno me va a ayudar? —musitó Terry, hastiado, sentado en la mesa de mi casa.Eran las once de la noche, aproximadamente. Hace unas horas hablé con mis padres a través de una videollamada y me tranquilizaron por completo. Hablar con ellos fue terapéutico y casi relajante. Seguía molesta, pero ya no como antes, ya estaba mucho más tranquila.Jordan y Hadley lograron eliminar el vídeo unos cinco minutos luego de que me fui de la oficina, Terry habló con el productor del programa y le pidió que se disculparan porque la información era falsa. Por supuesto, ellos se negaron ya que estaba comprobado que todo era cierto y les valía madres haber perjudicado la vida de una chica.Idiotas.Clover se había ido hace dos horas porque estaba de guardia y la llamaron de urgencias.Volviendo a Terry, el homb
Una corneta me sacó de mis pensamientos. Tomé mi cartera, mi teléfono, mis galletas dentro de un envase de plástico y salí de la casa. En la calle vi una Blazer dorada creo que del año 2000 —porque era similar a la de mi abuela— y caminé con una emoción bastante disimulada.¿Era mi abuela?Abrí la puerta del copiloto y solo vi a Murphy.— ¡Buenos días, compañera! —saludó con euforia—. ¿Cómo amaneces?Pensé que eras mi abuela.—Bien porque mis crisis no me mataron anoche —dije con simpleza sentándome en el asiento del copiloto. Miré a Murph y noté un indicio de terror en sus ojos, no pude evitar soltar una risa corta—. Pensé tanto que me quedé sin neuronas.Murph tenía unos veinticinco años, era mayor que yo por d
Murph estuvo en shock por un momento.—Tenía diez años, ¿cómo pudo hacerse eso?—True tenía varios diagnósticos psiquiátricos —mencioné. Todos los sentimientos que tuve ese día estaban a flor de piel como si nunca se hubiesen ido.Cada imagen, cada segundo que pasé ese día, cada gota de sangre revivía en mi memoria, me sentía como si estuviese allí en el auto de sus padres y luego en su habitación viéndola suicidarse. Mi corazón latía con fuerza y cada latido dolía demasiado, mi respiración era irregular y tenía ese dolor punzante en el pecho. El que sentíamos cuando veíamos algo que no debíamos ver. Mi caso era que recordé algo que no debía. Algo que había superado hace tiempo.O eso creía.—Un año anterior al incidente, ell
Pero yo no soy de dejar las cosas como están si había algo que no encajaba. Era una persona lo suficientemente perseverante —aunque mi mamá me decía necia y fastidiosa a veces— como para seguir la investigación hasta que diera con el asesino. Esto del caso iba más allá de mis propios intereses cuando la muerte de una chica inocente —Destine— se vio involucrada.De hecho, con más razón debía continuar, aunque mi vida también dependiera de ello.Finalizando mi discurso motivacional, revisé la hora en mi reloj de muñeca: diez y trece minutos de la noche. No había nadie en la oficina más que unos compañeros de toxicología. Me tocaba irme caminando pues Murph tuvo que irse hace varias horas a ver nacer a su sobrino —o sobrina, no lo sé, habló rápido— Terry y Hicks ofrecieron en llevarme, pero los rech
No podía liberarme. Pataleaba, movía mis brazos con brusquedad, gritaba, pero nada funcionaba. Pensé en las clases de defensa personal, en las técnicas que me habían enseñado y en tratar de aplicarlas, pero por mucho que mi cerebro enviaba las órdenes, mis brazos y mis piernas no lo captaban. Estaba congelada, petrificada, el miedo me había nublado toda capacidad de razonar, reaccionar y atacar.Así que, sin fuerzas, cansada y mentalmente agotada, dejé de forcejear.Si te rindes, pierdes.Lo sabía, tenía claro que si me rendía me harían las peores cosas que podía imaginar, pero no tenía escapatoria, no tenía salvación. Ambos eran más grandes que yo en todos los sentidos. Las personas que rondaban por allí no se iban a meter por nada del mundo, ellos sabían que retar a la muerte traía consecuencias.
—No muerdo —su voz llegó a mis oídos después de unos largos minutos en silencio.Después de entrar, me tomé un largo baño, lloré en la ducha como por diez minutos hasta que me calmé y decidí dejar de pensar en ello por muy difícil que fuera. Pensarlo mucho haría que el trastorno se activase por completo y era algo que quería evitar a toda costa.Mi psicólogo me dijo que, si lograba controlarlo, todo iría bien.Tomé mis pastillas por si acaso y, sin perder más tiempo, bajé a la cocina. Desde entonces habíamos estado en completo silencio mientras veía a Kade cocinar no sé qué. No quería hablar porque estaba ligeramente impactada y porque estaba molesta conmigo misma por seguir teniendo contacto con un ladrón.—Lo siento —susurré—. Es que aún no proceso tod