Capítulo 33.

Con la boca entreabierta, pestañeé varias veces.

— ¿Juliana? —tomé la carpeta, aturdida y confundida por completo.

—Sí, nos dijiste que la persona que compró la droga era rubia. Todas las mujeres rubias tienen coartada menos una y esa es Juliana —me echó una mirada curiosa, como si aún no entendiera mi reacción—. ¿Pasa algo?

Juliana estaba en la sala de interrogatorios esperando por mí. Querían que yo la interrogara, y claro, yo ya había tenido experiencia en ello. Cuando comencé a trabajar, Burns me enseñó cómo se hacían las preguntas, en qué momento hacerlas, a leer las mentiras y el lenguaje corporal. Todos los interrogatorios que hacían, yo los veía y tomaba nota, como si fuese una clase del Instituto.

Pero ahora me tocaba a mí pasar a la práctica.

—Destine también es una sospechosa potencial solo que no tanto como Juliana —opinó—. Destine tiene su coartada, la del vídeo donde sale ella cuando no hay electricidad, ¿lo malo? Solo duró unos

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