Capítulo 36.

Mamá solía decirme que debía confiar en la mirada de las personas. Ella aseguraba que los ojos eran la puerta del alma, ya que ellos reflejaban los verdaderos sentimientos de cualquier ser humano. La ira, la envidia, la tristeza, la alegría, la sinceridad, la culpa, la mentira, eran emociones y acciones que se reflejaban en la mirada como un espejo. Ella me decía que, si quería saber lo que de verdad sentía una persona, solo tenía que leer sus ojos y tendría las respuestas. Sabría si esa persona era de fiar, si tenía buenas intenciones o ganas de lastimarme.

Y aunque mi «yo» moralmente construido por la policía decía que estaba loca, a mi «yo» inocente le caía bien Kade, confiaba en él. Sus ojos no transmitían malicia, solo ganas de ayudar y honestidad. Pero él era un ladrón, una persona que le robaba cosas a otros que se part&i

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