El amanecer en La Victoria pintaba el cielo con tonos de coral y dorado, mientras yo observaba el paisaje desde la ventanilla del autobús. El camino serpenteaba a través de campos de caña de azúcar y plantaciones de cacao, reminiscencias de un pasado que nunca había olvidado. Cada kilómetro que me acercaba a mi destino hacía que mi corazón latiera con más fuerza, una mezcla de emoción y nerviosismo llenando mi pecho.
Tras varios años viviendo en el extranjero, recorriendo selvas inexploradas y capturando con mi cámara la esencia indómita de la naturaleza, regresaba a mi ciudad natal. La idea de volver a pisar las calles empedradas de mi infancia me provocaba un torrente de emociones. Las caras conocidas, los aromas y los sonidos familiares de la ciudad habían habitado en mis recuerdos, anclados en un tiempo que ahora me parecía lejano.
El autobús finalmente llegó a su destino, y me bajé con una mochila al hombro y mi cámara colgando del cuello, como una extensión de mí misma. El terminal de autobuses estaba tan bullicioso como lo recordaba: vendedores ambulantes ofreciendo sus productos, estudiantes corriendo apresurados y familias despidiéndose con abrazos y lágrimas.
Tomé un taxi hacia la casa de mi infancia, sintiendo una punzada de nostalgia al reconocer cada esquina y cada edificio por el que pasábamos. Al llegar, bajé del coche y me quedé un momento contemplando la fachada de la casa. La pintura estaba un poco desgastada, pero seguía siendo el hogar que recordaba. Tomé una profunda bocanada de aire y empujé la puerta.
-¡Mamá, ya llegué! —llamé desde la entrada.
-¡Valeria! —gritó mi madre desde la cocina, saliendo apresuradamente para abrazarme.
El abrazo fue largo y reconfortante. Me dejé envolver por los brazos de mi madre, sintiendo la calidez y el amor que tanto había extrañado. Después de unos momentos, nos separamos y mi madre me miró con lágrimas en los ojos.
-Has cambiado tanto, hija. Te ves increíble —dijo mi madre, acariciando mi mejilla.
-Tú también, mamá. Estaba deseando verte —respondí con una sonrisa.
Pasamos el resto de esa mañana y parte de la tarde poniéndonos al día, compartiendo historias y risas como si el tiempo no hubiera pasado. Pero yo tenía una misión, y el tiempo apremiaba. Mi exposición fotográfica estaba programada para el día siguiente, y quería asegurarme de que todo estuviera perfecto.
-Mamá, me encantaría seguir charlando, pero debo prepararme para mi exposición de mañana –dije a mi madre, obviamente mi madre no pudo evitar entristecerse un poco.
-Pero si acabas de llegar después de un viaje tan largo. Deberías descansar mi niña –dijo mi madre preocupada por el bienestar de su amada y única hija. Miré al techo un momento como si buscara en las diminutas partículas de polvo que bailaban ante la luz de la bombilla una respuesta digna de ser excusa.
-Lo siento mamá, pero debo recordarle que por culpa del mal clima retrasaron mi vuelo y llegué un día más tarde de lo planeado, lamentablemente no pude reservar antes de ese momento. Sabes que cuando hay obstáculos en nuestros planes se debe a fuerzas mayores, tal vez no era voluntad de Dios que llegara antes –Dije con toda la sinceridad que me daba mi criterio. Mi madre me miró con cara de tristeza, pero asintió con la cabeza y me dio un último abrazo antes de que me retirara a mi habitación para ordenar mis cosas.
Me retiré a mi habitación, todo estaba como antes, pero no me sentía igual, algo había cambiado, lo que era una joven con un sueño aventurero, ahora es una mujer formada casi por completo, con diferente carácter y temperamento. Lamentablemente al estar tanto tiempo lejos de mi amada Victoria y la casa de mi infancia, tenía un sentimiento desagradable de impertenencia, solo que no eran mis muebles, parecía que la que estaba sobrando era yo, a pesar de eso no quise hacerle mucha cabeza a esos pensamientos por lo que comencé a desempacar y a darle un toque más personal o acogedor a mi habitación, la cual parecía de una adolescente, yo, ya con mis 23 años, no me sentía atraída a estas cosas de joven, mi cuarto estaba lleno de posters de bandas de k-pop, personajes masculinos de anime y algunas estatuillas de dichos personajes o de videojuegos, sentí un poco de nostalgia mezclada con vergüenza, aunque aún me gustaran algunas de esas cosas, no creo apropiado tener todo abarrotado de ellas, por lo que tomé una caja y guardé la mayoría dejando únicamente las que le tenía más cariño o que no resaltaban tanto.
Luego de recoger tantas cosas, me sentí algo cansada, pero no quería dormir, mi ansiedad sobre la exposición del día de mañana me tenía perturbada y no me dejaba pensar con claridad. Al ver la hora ya eran las 21:34, un crujir se dispuso a retumbar por la aún callada habitación, al posar una mano en mi estómago me di cuenta de que era mi naturaleza pidiendo una recarga de nutrientes, al pensarlo un poco ni siquiera había comido nada desde el almuerzo.
Al salir de mi alcoba, observé que ya todo estaba callado, mi madre se había ido a dormir, caminé hacia la cocina y en la mesa estaba un envase con tapa y una nota “Valeria, aquí tienes una arepa con un guiso de pescado, no te acuestes sin comer” acaricié la nota con mi dedo índice y sonreí al pensar en el cariño de mi madre y lo atenta que es. Después de comer y beber un vaso de agua, mi hambre se calmó, más no mi mente, todavía tenía ese sentimiento de ansiedad, por lo que pensé en salir a caminar un rato por la cuadra, tal vez dar una vuelta a la manzana.
Fui a mi cuarto y tomé una chaqueta para abrigarme del frio de la noche, me coloqué unas botas negras y salí a la calle, no había casi nadie, solo algunos niños corriendo en las veredas a estas horas de la noche, a lo lejos estaban unos ancianos jugando dominó en una mesita cuadrada y tenían algunas cervezas a los lados de las piezas, eso es muy común aquí en mi amada Venezuela, ya extrañaba estas cosas sencillas que me hacen sentir en casa pensaba con ternura al caminar un poco más me encontré un carrito de perros calientes y al ver la mezcla del humo de las salchichas calientes a la par de las salsas colocadas sobre el carrito y la manera en que la muchacha adornaba los perros calientes, no pude evitar sentir un poco de tristeza al no haber traído mi cámara para capturar este momento, salí distraída y se me olvidó una parte de mí en mi cuarto, pero a pesar de ello, solo continué caminando un rato más mirando las pocas estrellas que iluminaban el cielo, escuchaba y admiraba cada pequeño sonido, los perros ladrando a lo lejos, el viento soplando a través de las hojas de los árboles, por fin sentí un poco de paz y me llené más de confianza.
Nuevamente miré mi teléfono y ya eran las 22:13, por lo que pensé que ya era hora de volver, después de todo, a veces estos lugares pueden ser peligrosos, conservando ese pensamiento me di la vuelta y de pronto choqué con un extraño y al perder el equilibrio caí al suelo. Al subir la mirada observé un muchacho de unos 17 años, con unos shorts al nivel de la mitad de sus glúteos, una camiseta, un corte de cabello con un símbolo de dólar echo con hojilla, y varios tatuajes en sus brazos, me impresionó un poco su apariencia, pero trataré de no ser prejuiciosa.
-Lo siento, estaba inmersa en mis pensamientos y no te vi –dije pasando de estar sentada a semi arrodillada.
-¿Qué acento es ese? ¿No eres de por aquí verdad? –preguntó el chico mientras levantaba un poco su camiseta mostrando una pistola que tenía metida en sus shorts.
Yo que estaba a punto de levantarme, al ver la pistola me asusté y en un movimiento forzado volví al suelo en un estado de nervios muy notables. El chico solo me miraba desde arriba mientras buscaba una respuesta.
-Acabo de volver del extranjero, creo que se me pegó un poco la forma de hablar de allá, pero yo nací en este mismo barrio –afirmé aún asustada en el piso.
El muchacho se agachó a mi nivel y colocó su mano en mi mentón subiéndome la mirada, al quedar cara a cara yo de forma involuntaria comencé a temblar ligeramente y el chico que estaba a una distancia casi de besarme, giró su cabeza de lado como si estuviera recordando algo, de pronto una epifanía llegó a su rostro –¿Valeria? –preguntó extrañado. Aparentemente me conoce, pero yo no recuerdo haber visto a este chico nunca, con algo de miedo respondí –Sí ¿Cómo sabes mí nombre? –Ante mi respuesta el chico sonrió y con un gesto me indicó que podía levantarme, me tomó de la mano y me ayudó a incorporarme, confundida pregunté –No entiendo –El me miró de arriba abajo con una cara algo pervertida y luego con la mirada en mis ojos me dijo –Tu madre siempre que se me antoja me da almuerzo, así que no tengo porque hacerle algo a ella, de hecho no robo a la gente del barrio, a menos que vea algún desconocido, tu madre siempre me habla de ti e incluso me mostró una fotografía de cuando eras más joven, aunque los años y la madurez te pegaron muy bien –Dijo esto último fijando su mirada en mis voluptuosos pechos, yo me tensé y llevé mi mirada a otra dirección Así que es un malandro “tranquilo”, según él, solo se mete con personas ajenas al barrio menos mal me reconoció –Preciosa, ya tu madre me había mencionado que volverías, pero no me dijo cuándo –que momento tan extraño, pero lleve mi mirada otra vez a sus ojos y le pregunté de forma sumisa –Sí sabes que soy mayor que tú ¿Verdad? –Él sonrió y con cara pícara me dijo –Sí, pero eso no es impedimento para jugar un poco ¿Me entiendes? –Por supuesto que entiendo, pero no lo admitiré, solo cerré mis ojos un segundo y suspiré –Tranquila Valeria, no te haré nada que tu no quieras. Ven ya es tarde, te llevaré a tu casa –sin más remedio accedí y nos fuimos caminando rumbo a mi casa.
En el camino él no dejaba de mirarme y eso me hacía sentir algo incomoda, podía sentir la sangre en mi rostro –Y bueno Valeria ¿Cómo es el extranjero, a dónde fuiste? –Por fin, una pregunta casual y normal para romper el hielo, tal vez se dio cuenta de mi incomodidad –Ah, depende, todo tiene sus partes de belleza y partes que carecen de ella. Estuve en Colombia, Ecuador, México y Argentina, pero siempre extrañé Venezuela –él me observa curioso, pero no dice nada más, unos metros después ya estamos en mi casa.
-Gracias por traerme a casa –dije algo nerviosa y él solo sonríe.
-De nada preciosa, eres muy linda, que no se te olvide –Me dijo mientras daba unos pasos hacia atrás y luego se dio la vuelta para irse.
Que situación más extraña, no pensé que mi primera noche de vuelta sería así, pero bueno, ya es tarde, me desvestí quedándome solo con una camiseta de tiras y una pantie de encaje, ambas de color morado, luego de ponerme cómoda me acosté para por fin dormir.
Desperté temprano el día de hoy, a pesar de que ayer me acosté tarde, por mi caminata loca y mi encuentro con aquel chico ahora que lo pienso, nunca supe su nombre La luz del sol se filtraba por las cortinas de mi habitación, anunciando el inicio de una jornada que había estado esperado con ansias y nervios. Me levanté con energía, impulsada solamente por la emoción y el nerviosismo que me acompañaban desde mi llegada a La Victoria. Al llegar a la cocina mi madre se encontraba ya despierta –Buenos días mamá ¿Pero qué haces despierta? A penas son las 4:00 –Ella me sonrió con mucha energía mientras sacaba los huevos fritos de la estufa y me dijo –Quería prepararte el desayuno antes de tu gran día, sé que es muy importante para ti y es lo menos que puedo hacer –su comentario me llenó de ternura y me hizo sentir muy alegre, nada mejor para empezar este maravilloso día, acariciando su cabeza le dije –Gracias mamá, no sabes lo que significa para mí, pero el simple hecho de que est
Este hombre observaba mis fotografías cuando de pronto se detuvo frente a una fotografía de un colibrí en pleno vuelo, la imagen estaba bastante nítida y en realidad incluso a mí me sorprende el haberla tomado de forma tan profesional. Él puso una expresión como si mi imagen lo hubiera conmovido profundamente, despertando en él una mezcla de admiración y asombro, con esa misma expresión caminó lentamente hacia la fotografía, perdiéndose en los detalles.-Es impresionante, ¿verdad? –dije y él se sobresaltó un poco, pero al verme por un momento sonrió.-Sí, ciertamente es muy impresionante. Admiraba los detalles de las alas del colibrí, sus plumas irisadas reflejando la luz en un caleidoscopio de colores. Me pregunto quién será la persona capaz de capturar tal momento con tanta perfección –Su comentario me hizo bastante gracia, pero la contuve, sin embargo, aunque quiera seguir con la conversación, no puedo, realmente me produce mucha curiosidad, pero Ana comenzó a hacerme señ
Alejandro se me acercó y dijo de forma seria –No responda Srta. Valeria, ya sé la respuesta, en realidad me sorprende, pero está bien, veo poco ético desvirgarla en una oficina tan sucia como esta, por lo que le propongo tener una comida conmigo para así poder charlar más si gusta –Su rudeza para decir las cosas me hace sentir incomoda, pero agradezco que se haya calmado un poco y me dé tiempo para ver si de verdad pasará algo más, con la cara todavía caliente me acomodo la falda del vestido –Srta. Valeria –Antes de que Alejandro pudiera continuar le hice una seña colocando mi dedo índice sobre mis labios en señal de silencio, él se quedó un momento a la espera de una razón y yo hablé negando con la cabeza al iniciar –Por favor no me diga “Srta.” Me hace sentir extraña, solo “Valeria” si es tan amable –Alejandro sonrió de forma pícara por mi comentario –Está bien Valeria, espero que en esa comida podamos hablar más sobre las fotos –solté una risita incomoda nuevamente y me di
Mirándolo directamente a los ojos le pregunté -¿Una audiencia? –Él asiente con la cabeza y cuando está a punto de decirme algo, llega Daniel casi arrastrando a mi madre, esta última tiene cara de incomodidad Diablos ¿ENSERIO TE PONDRÁS CELOSO AHORA DANIEL? Daniel me abraza de forma forzada y casi gritando dice –Lo hiciste muy bien preciosa –cuando volteé hacia el hombre del colibrí este tenía una expresión de pérdida y diría que hasta triste, se dio la vuelta y se dirigió al bufet -¿Qué rayos fue eso? –Daniel voltea los ojos –Solo estoy marcando territorio –mi estado de ánimo cambió a rabia velozmente, y ya estando con una expresión de que mataría a alguien le dije –Yo no tengo dueño, y si te vas a comportar cómo un niño imprudente puedes irte –Creo que mi mirada lo asustó mucho porque retrocedió ligeramente, miré a un costado y Alejandro estaba cerca con cara de sorpresa Escuchó nuestra conversación indignada me dirigí a buscar al hombre del colibrí Debo dejar de pensar en é
Absorta en la muy grata conversación con Sebastián, de pronto mi teléfono sonó y lo saqué de un bolsillo secreto de mi vestido, al ver tenía un mensaje de Ana {¿Cómo vas, ya hicieron cositas? No tardes mucho que en un rato daremos el cierre} es cierto, por mucho que quiera permanecer horas aquí debemos volver en unos minutos -¿Debes volver ya? –Preguntó Sebastián algo desilusionado –No… sí, pero aún tengo algo de tiempo –él me mira fijamente y toma mis manos llevándolas cerca de su pecho –En realidad, sí me gustaste Valeria, desde el primer momento que te vi y cuando te vi dar tu discurso mi interés en ti se intensificó, pero esa no era la verdadera razón por la que te pedí una audiencia privada –mi interés aumentó en un instante y él continuó –Realmente quería pedirte un favor -¿Un favor, a qué se referirá? –No entiendo ¿Cómo así, en qué podría ayudarte yo? –Le pregunté casualmente confundida –Te quiero como mi musa, te necesito para mi siguiente galería –¿Otra oferta? Aunqu
-Uy… por fin llegamos madre –Le dije a mi mamá con todo el cansancio y la flojera acompañando cada palabra –Por lo menos ya saliste de la galería y todo salió bien, ya es un peso menos –Dijo Daniel de forma seria, pero agradable mientras mi madre abría la puerta. Al entrar solo me deje caer boca abajo sobre el sofá de la sala en señal de agotamiento, esta mañana la he sentido muy larga y estresante, después de todo estar parada por horas sonriendo, saludando invitados, viendo que todo salga bien y aparte de eso, está el hecho de que tuve que lidiar con tres hombres muy diferentes entre sí, cabe destacar que cada uno mostró interés en mí, puede que no precisamente de forma romántica, pero lo que sí sé, es que cada uno de ellos me produjo curiosidad, además, de la pregunta… ¿por qué se fijan en mí? Si es exactamente de forma sexual o romántica, no es que yo sea específicamente fea, pero… ¿por qué yo?, ¿por qué tres pretendientes casi al mismo tiempo? Ni en el extranjero que yo era “exóti
Comimos juntos hablando de frivolidades y cosas cotidianas, de un momento a otro me quedé viendo fijamente un punto en la nada y no escuché lo último que dijeron, pero hice como que sí escuché y creo que no se dieron cuenta. Después de reposar unos minutos la comida, me levanté para lavar los platos –Deja esos corotos ahí Valeria, yo los frego –dijo mi madre y yo solo le di un beso en la frente –Ya tú hiciste toda la comida, déjame al menos lavar los platos –ella me miró sabiendo que no lograría hacerme cambiar de opinión de ninguna forma posible, por lo que se resignó –Está bien, entonces me iré a acostar. Daniel ¿Tú qué harás horita? –Daniel me miró solo para hacer un gesto como diciendo “Yo qué sé” para luego volver la vista a mi madre como esperando que ella respondiera por él –Por lo que intervine –Déjalo que se quede un rato, yo hablo con él antes de que tenga que salir en la tarde –Mi madre asintió con la cabeza y se retiró a su habitación.-Oh, ¿qué quiere la Srta. Va
Desperté, que flojera tengo, no quisiera salir, pero Alejandro técnicamente me insistió mucho y supuestamente me prometió que no pasaría nada raro, pero yo no le creo. Bueno, ¿ya qué? Tal vez y sí la pase agradable. Me quedé un rato viendo al techo antes de levantarme, permanecí algunos minutos embobada observando, el sol de la tarde se filtraba a través de las cortinas, llenando la habitación con una cálida luz dorada. Las sombras de los árboles afuera creaban patrones cambiantes en las paredes, como si fueran pinceladas de un artista invisible. Me sentía atrapada en un limbo entre el sueño y la vigilia, donde los pensamientos y recuerdos fluían libremente. Imaginé que el techo era un vasto lienzo en blanco, esperando ser llenado con las imágenes de mis sueños y las historias que aún no había contado. Cada pequeño detalle en el techo, desde las texturas hasta las sombras, parecía cobrar vida, transformándose en figuras abstractas que narraban cuentos silenciosos. Cerré los oj