INCONDICIONAL

La noche avanzaba y el aire en la habitación principal era cálido, con un leve aroma a lavanda que Isabella había elegido para relajarse. Francesco, en silencio, preparó la bañera, vertiendo aceites esenciales y formando una espuma que reflejaba la luz tenue del candelabro. Isabella lo observó desde la cama, con una mano descansando sobre su vientre.

—Gracias por esto, no tenías que molestarte tanto, Francesco. —su voz apenas fue un susurro, pero llevaba consigo todo el peso de la gratitud y el cansancio.

Francesco levantó la mirada hacia ella mientras cerraba el grifo. —Claro que tenía. —Se acercó a la cama, arrodillándose frente a ella para quedar a su altura—. ¿Cómo podría no hacerlo? Quiero que te sientas cómoda… siempre. Tú haces todo el trabajo duro, Isabella. Esto es lo mínimo que puedo hacer.

Isabella lo miró fijamente, notando la sinceridad en sus palabras, pero también algo más, un brillo de inseguridad que no lograba ocultar del todo.

—Has estado muy atento últimamente. ¿Po
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