DESPEDIDA Y SORPRESA

El sol brillaba tímido aquella mañana, con un aire fresco que acariciaba la piel y una brisa suave que traía consigo el aroma salado del mar. Isabella observaba a Alessa y Leonardo subir al auto con las maletas, listos para llevar a Nicolás al aeropuerto. Aunque sonreía, una leve melancolía se reflejaba en sus ojos al despedirse de su amigo.

Cuando el auto desapareció por el largo camino bordeado de cipreses, Isabella sintió las manos de Francesco rodear su cintura. Su toque era cálido, firme, y al mismo tiempo lleno de algo que ella no había visto en él en mucho tiempo: tranquilidad.

— ¿Lista para un día diferente? —le preguntó con una sonrisa que tenía un toque de misterio.

Isabella ladeó la cabeza, intrigada.

— ¿Diferente? ¿A qué te refieres?

Francesco apretó suavemente su mano y la guió hacia el auto.

—Ya lo verás. Confía en mí.

El motor rugió suavemente mientras se adentraban en el paisaje italiano. El camino serpenteaba entre colinas verdes y viñedos interminables, y el murmullo
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