El aire estaba denso y cargado de pólvora. El eco de los disparos retumbaba en la distancia, mezclándose con los gritos de órdenes y el crujir de la grava bajo los pies apresurados. La noche había caído, y la temperatura fresca contrastaba con el calor del combate.Cuando Francesco vio a Carter sostener a Isabella en el suelo, su corazón se aceleró y sintió una opresión en el pecho. Corrió hacia ellos, gritando a sus compañeros a su alrededor.— ¡Arthur, Jhon, dense prisa, traigan el auto! —gritó mientras tomaba a Isabella en sus brazos y se dirigía hacia el vehículo.El equipo rápidamente se movilizó, ocupando los autos para llevar a Isabella y a Leonardo al hospital. De repente, Charly habló con voz firme.—Esperen, pensemos con cabeza fría. No podemos ir todos o lo ocurrido será en vano. Nos dividiremos: Arthur, Jacomo y Mattia, encárguense de sacar el dinero y la mercancía que dejaron esos infelices. Carter, Jhon y Gabriele, revisen el perímetro; no debe quedar rastro de nosotros
Horas más tarde, Carter y el resto del equipo llegaron al hospital para saber cómo seguían Isabella y Leonardo. La atmósfera en el lugar estaba cargada de nerviosismo y esperanza. El aire, frío y estéril, olía a desinfectante, y los sonidos de máquinas pitando y el murmullo de conversaciones lejanas llenaban el ambiente.—Francesco, ¿cómo están Isabella y Leonardo? —preguntó Carter, apenas entró, su voz tensa y preocupada.—Tengo una noticia que compartir con todos —dijo Francesco, con una sonrisa radiante—. Isabella y yo vamos a ser padres.El grupo se quedó en silencio por un momento, procesando la noticia. Luego, estallaron en felicitaciones y abrazos para Francesco.— ¡Felicidades, amigo! Esta vez no lo eches a perder —dijo Arthur, dándole una palmada en la espalda—. Esto sí que es una buena noticia.— ¡Vaya! —exclamó Jacomo, riendo—. Justo lo que necesitábamos para levantar el ánimo.Después de compartir la alegría, todos entraron a la habitación para felicitar a Isabella y pregu
Pasaban más de las 08:00 pm cuando Alessa y Charly dejaron el apartamento de Elena. Afuera, la brisa nocturna era fresca y reconfortante, contrastando con el calor sofocante del día. Los sonidos lejanos de la ciudad y el murmullo del tráfico apenas rompían el silencio, creando una atmósfera tranquila pero cargada de expectativas. Alessa, con una expresión de satisfacción en su rostro, y Charly, ligeramente preocupado, se dirigían a la mansión Moretti.—Recuérdame no hablar mal de Isabella en tu presencia y viceversa —dijo Charly, rompiendo el silencio.—Haríamos lo mismo por ti, Charly. Somos hermanos y no permitimos que nadie toque o hable de alguno de nosotros. Eso fue lo que siempre nos inculcó nuestro padre, ¿lo recuerdas?—Nunca podría olvidarlo, Alessa. A mí, más que a nadie, me lo repetía una y otra vez. ¿Sabes una cosa? Extraño tanto sus consejos, los regaños, esas salidas por la noche para asistir a alguna reunión o simplemente supervisar el negocio, las conversaciones... Me
El aire de la tarde era fresco, acariciaba suavemente las hojas de los árboles trayendo consigo el susurro distante del mar. La temperatura, agradable y templada, ofrecía un respiro tras el calor del día. En la mansión Moretti, los preparativos para la celebración del embarazo de Isabella continuaban a toda marcha. Los sonidos de los trabajadores montando carpas y luces colgantes se mezclaban con la melodía lejana de un violín afinándose, prometiendo una velada mágica.En el interior de la mansión, Francesco e Isabella, quienes esa misma tarde tras recibir la llamada de Roger, cambiaron de opinión y decidieron ir a la mansión Moretti. Ambos se encontraban en la habitación, la luz dorada del atardecer se filtraba a través de las cortinas, bañando la estancia en un cálido resplandor. Francesco, con una expresión serena pero protectora, mimaba a Isabella con pequeños detalles. Le había llevado un ramo de flores frescas y ahora le acariciaba el cabello mientras leía en voz alta un libro s
A pesar de que la fiesta estaba en pleno apogeo y la música suave llenaba el aire, era imposible opacar el murmullo de los presentes ante la abrupta llegada de Elena, Dimitri y Rebeca.Francesco e Isabella se detuvieron en seco al ver a Elena. Con su presencia imponente y mirada desafiante, parecía disfrutar de la sorpresa y el desconcierto que causaba. Alessa, por otro lado, se quedó boquiabierta al ver a Rebeca, sintiendo una oleada de emociones contradictorias. Sin embargo, debía hacer frente a la llegada de Elena y no permitir que le arruinara la noche a Isabella; después le tocaría el turno a Rebeca.Elena caminó hacia la mesa donde se encontraba Isabella. Observó a los que compartían la mesa con una sonrisa de superioridad y, al ver a Salvatore, sonrió, le guiñó el ojo y dijo:—Feliz noche a todos. Francesco es increíble ver cómo compartes la mesa con Salvatore, aun sabiendo que está locamente enamorado de tu esposa. Bueno que se puede esperar si Isabella duerme con el enemigo.
Max soltó la mano de Alessa y se detuvo frente a ella. De inmediato comenzó a sonar una canción. La letra describía una atracción física tan fuerte entre dos personas que se dejaban arrastrar por la intensidad y el deseo ardiente en una relación amorosa, comparada con una “sobredosis,” en la que el nivel de pasión era tan alto que podría ser peligroso o abrumador.— ¿Cuál es el misterio entre medio de tus piernas? ¿Qué enloquece mi cordura? Eres un volcán de sensaciones. Cada célula en tu ser compone ricura.Alessa comenzó a hacer movimientos estilizados y sensuales, con giros. Max caminó hacia ella y la tomó por la cintura mientras ambos bailaban al ritmo de la música. Entre abrazos cercanos y pasos que reflejaban la pasión y la conexión entre ellos, dejaban la pista de baile impregnada de sensualidad y complicidad, mientras los invitados se quedaban a su alrededor como espectadores ante tan maravilloso baile.La canción continuó y ellos seguían conectados por el baile.—Y puedo mori
Los invitados habían disfrutado de la fiesta por horas, sumidos en la música y la conversación, hasta que, poco a poco, comenzaron a despedirse, agradeciendo la invitación. Salvatore y Rebeca se fueron juntos, pero antes, Salvatore se despidió de Isabella con una sonrisa cálida.—Bueno, princesa, creo que es hora de retirarme. Perdón por venir sin ser invitado, pero quería saber de ti. Felicidades por la noticia del embarazo, y tú, Francesco, cuídala y no lo eches a perder —dijo Salvatore mientras se alejaba con Rebeca.Cuando Leonardo y Alessa regresaron de la cocina, casi todos los invitados se habían marchado. Solo quedaba Antonio Di Lorenzo, que se acercaba a Don Marcos, Francesco e Isabella para despedirse.—Bueno, viejo amigo, la velada estuvo muy entretenida. Gracias por la invitación. Está demás decir que espero verlos en la reunión del lunes.—Desde luego, Antonio, allí estaremos. Gracias a ti por acompañarnos —respondió Don Marcos, estrechando la mano de Antonio.Charly, que
Francesco salió de la habitación, la preocupación y el cansancio se notaban en su rostro, pero se esforzaba por mantener la calma. —Chicos, pueden pasar, pero traten de no agitarla mucho.Charly y Alessa, asintieron y pasaron a ver a Isabella.Alessa entró con pasos temblorosos. Sus ojos estaban rojos e hinchados por las lágrimas. Se acercó a la cama de Isabella y, con voz quebrada, comenzó a hablar.—Isa, lo siento mucho. Nunca quise que esto pasara. Estoy tan arrepentida. No puedo creer lo que ha pasado. —Las lágrimas caían por sus mejillas, y su voz se ahogaba en sollozos.Isabella levantó una mano débilmente para tocar el rostro de su hermana.—No es solo tu culpa, Alessa. Todos cometemos errores. Lo importante es que estoy aquí, y el bebé está bien. —Isabella intentó sonreír, pero el esfuerzo la agotó.Charly, con el rostro marcado por la culpa, se acercó también. Sus ojos estaban llenos de remordimiento.—Isabella, me equivoqué. No debí haber llevado a Alessa al departamento de