CONFÍAS DEMASIADO

El sol apenas comenzaba a iluminar la mansión cuando Isabella despertó, sintiéndose extrañamente enérgica. Después de una ducha rápida y vestirse con un traje ejecutivo en tonos negros, con un suspiro, observó a Francesco dormido, tomó el portafolio y bajó a desayunar.

La mesa estaba vacía, como esperaba. Ana y Sofía, estaban preparando la mesa. Ana le sirvió café recién hecho. — ¿Tan temprano, mi niña? —preguntó con una sonrisa.

—Negocios que no esperan, nana —respondió Isabella, bebiendo un sorbo, luego miró a Sofía y dijo. — Despierta a Marcos a las siete y media, por favor. No quiero que desayune tan tarde.

Minutos después, el ruido de un motor anunció su partida.

Más tarde, poco a poco, la familia comenzó a incorporarse a la mesa. Carter, Arthur y Jacomo entraron conversando en voz baja, aún adormilados, seguidos de Francesco y Chiara, quienes llegaron justo cuando el abuelo terminaba de acomodarse en su silla.

Don Marcos, sentado al frente con su periódico, lo observó con curios
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