— ¡DEJA DE CONFUNDIRME! —exclamó Grace, su voz resonando en el aire mientras sus emociones explotaban. Edward la observó, inmóvil, con el impacto reflejado en sus ojos. Se alejó y entró al baño, cerró con seguro y se lavó sus dientes, al salir, Edward se acercó a ella, cargado de frustración.— ¡¿Y tú crees que para mí esto es fácil?! —replicó, golpeándose el pecho con la palma abierta. Su voz estaba cargada de una emoción que parecía desgarrarlo desde dentro—. ¿Crees que estoy bien con todo lo que está pasando aquí adentro? —Se señaló el corazón, su mirada intensa fija en ella—. Estaba bastante bien, Grace. Tenía todo bajo control hasta que ocurrió lo de tu padre, lo del vagón… y todo lo demás. ¿Crees que quería sentir esto? Yo sabía lo que quería en la vida, siempre lo supe, pero ahora… ahora solo pienso en ti. Todo el tiempo.Edward dio un paso hacia ella, los ojos encendidos con una mezcla de desesperación y anhelo.—Quiero abrazarte, besarte, hacerte mía. Quiero dejar de lado tod
La luz del sol se colaba a través de las cortinas de la habitación, iluminando suavemente los rostros de Edward y Grace mientras despertaban juntos. Él fue el primero en abrir los ojos, y una sonrisa se formó en sus labios al verla aún dormida, con el cabello alborotado y una expresión tranquila. No quería moverse, pero el recuerdo de que Lorenza estaba en la casa lo sacó de ese momento.—Grace… —susurró, rozando suavemente su rostro con los dedos.Ella entreabrió los ojos, su voz somnolienta.— ¿Qué hora es?Edward se giró hacia el reloj en la mesita de noche.—Más tarde de lo que esperaba. Mi madre ya debe estar despierta.Grace se incorporó de inmediato, el rubor cubriendo sus mejillas.— ¡Oh, no! Va a pensar…Edward se rio, tomando su mano y besándola.—Déjala pensar lo que quiera. Pero sí, debemos bajar.Grace asintió, y ambos se levantaron para cambiarse. Cuando estuvieron listos, bajaron juntos las escaleras hacia el comedor. La casa estaba tranquila, salvo por el suave tintine
Al día siguiente, Grace volvió a sentirse mal, tenía punzadas en su vientre bajo, pero intentó calmarlo con pastillas. Mientras tanto, Edward conversaba con su madre, Lorenza, en el salón. Habían retomado un tema recurrente: los viñedos. Lorenza, con una mezcla de nostalgia y firmeza, intentaba convencer a su hijo de que los visitara con mayor frecuencia. Desde que Alessandro ya no estaba con ellos, temía que Edward se alejara aún más de la familia.—Por cierto, ¿dónde está Grace? —preguntó Lorenza, notando la ausencia de la joven a su lado.—Debe estar en la habitación —respondió Edward, mirando hacia la entrada justo cuando ella apareció.Grace lucía pálida, desprovista del rubor rosado que recientemente iluminaba sus mejillas. Edward se levantó ligeramente, tendiéndole la mano en el aire para invitarla a sentarse a su lado.—Precisamente, mi madre preguntaba por ti.—Tengo un ligero dolor de cabeza, pero Stewart ya me ha dado algo —respondió Grace, tratando de restarle importancia
Lorenza observó a Edward detenidamente. Él se mantenía en silencio, perdido en sus pensamientos mientras esperaban en la sala. Su postura tensa y las líneas en su rostro hablaban más que cualquier palabra.—¿Qué es lo que tanto piensas? —preguntó finalmente. Su tono era suave, pero firme—. No es tu culpa, si es eso lo que te repites una y otra vez.Colocó una mano en su hombro, intentando reconfortarlo. Edward se levantó de golpe, sorprendiendo a Lorenza.—¡Claro que es mi culpa! —Espetó, pasando una mano por su rostro con frustración—. No nos cuidé. Grace no quiere hijos, y yo… yo tampoco. Nunca han estado en nuestros planes formar una familia.Lorenza lo miró con paciencia, aunque sus palabras eran como un eco de sus propias preocupaciones.—Edward…Pero él ya se pasaba ambas manos por el cabello, negando repetidamente.—Si tan solo…Lorenza se levantó y se acercó un paso más hacia él, suavizando su expresión.—Por algo Dios hace las cosas.Edward levantó la mirada hacia su madre. L
Edward escuchó las palabras de Grace y negó en silencio. Se levantó lentamente, su expresión cada vez más dura. Se giró hacia ella y frunció el ceño.— ¿De verdad quieres terminar esto? ¿Solo por esta situación? —preguntó con voz tensa, acercándose hasta el pie de la cama. Su mirada reflejaba una mezcla de incredulidad y determinación—. Estás sedada todavía. Hablaremos con calma cuando te den de alta y volvamos a casa.—Edward, yo estoy... —intentó decir ella, pero él la interrumpió con firmeza.—No. Aún tienes anestesia en el sistema. Es normal que digas cosas sin pensar. Así que...—Edward. —Su voz tembló, intentando llamarlo a la razón.—Ya lo dije. Lo hablaremos en casa, cuando estés sana y a salvo, a mi lado.Grace apretó las sábanas con frustración, su mirada fija en él.—Sé que no estás acostumbrado a que te digan "no" o a que las cosas no salgan como quieres, pero créeme, estoy más lúcida de lo que crees. Y quiero terminar esto.Él inhaló profundamente, cerrando los ojos por u
Edward la miró en silencio por un momento eterno y luego asintió con firmeza. —Te daré el divorcio bajo una sola condición —dijo, su voz tensa pero controlada—. Anularé toda penalización y dejaré a tu padre libre de deuda. Pero tienes que cumplir esta condición. Después de eso, mi abogado se encargará del trámite y todo habrá terminado. Grace tragó con dificultad, su corazón golpeando en su pecho. — ¿Qué condición? —preguntó, esforzándose por mantener la calma. —Acompáñame al evento de mi empresa... como mi esposa, una última vez. —Edward... —comenzó, pero él la interrumpió suavemente. —Es lo único que te pido. Después de esa noche, tendrás los documentos de divorcio en tus manos. Ella cerró los ojos por un instante, luchando contra el torbellino de emociones. Al abrirlos, su mirada era decidida. —De acuerdo. Te acompañaré como tu esposa... por última vez. Se puso de pie, su resolución intentó sostenerla, y se dirigió hacia el baño. Pero Edward no iba a permitir que se alejar
La tensión en el interior de la camioneta era palpable. El silencio de Lorenza era pesado, mientras sus ojos observaban por la ventana con una mezcla de prudencia y frustración. Edward, sentado junto a Grace, mantenía la mirada fija al frente, sus mandíbulas apretadas como si masticara palabras que se negaban a salir.Grace no pudo contenerse más. La imagen de Giselle ajustando la pajarita de Edward seguía revolviéndole el estómago. Su voz, aunque serena al inicio, estaba cargada de una furia contenida.—¿Qué hace Giselle realmente aquí, Edward? —preguntó, sin mirarlo directamente.Edward giró ligeramente el rostro hacia ella, sorprendido por su tono. Antes de que pudiera responder, Grace continuó.—Sé perfectamente que nunca le interesaron tus negocios. ¿Por qué, de repente, tiene tanto interés? —su voz tembló, traicionando el resentimiento que intentaba controlar—. ¿Acaso ya sabe que nos vamos a divorciar? ¿Está esperando como un ave de rapiña para quedarse con lo que queda?La sorp
Edward se reunió con su equipo y les agradeció por estar ahí, reconociendo que aquel logro era de todos. Mientras uno de sus empleados compartía su experiencia con los demás, Edward desvió la mirada buscando a Grace. La encontró sentada junto a Lorenza, quien hablaba animadamente, mientras Grace la escuchaba con atención.— ¿Puedo robarle un momento al CEO de la empresa? —preguntó Giselle, acercándose a Edward. Todos quedaron embelesados por su belleza y su acento italiano, que consideraban sumamente sensual.—Regreso en un momento —respondió Edward.Se acercó a Giselle y se alejaron del grupo. Cuando encontraron un lugar más apartado para conversar, Edward no pudo evitar buscar nuevamente a Grace con la mirada.— ¿Está todo bien?— siguió la mirada de él, luego ella se cruzó de brazos.Edward regresó la mirada hacia ella.—Está todo bien. ¿Quién te ha informado acerca de este evento? Por qué yo recuerde, no había una invitación para ti.— ¿Crees que eres el único con influencias?—ella