GraceNo sé en qué momento pasamos de una copa… a tres, o cinco, quizás seis.La sala de cata estaba tibia, cómoda, casi como una trampa suave. Stefano tenía ese tipo de voz que acompaña bien el vino: pausada, grave, con una risa fácil que se colaba entre sus palabras como si fuéramos viejos amigos. Yo solo quería probar, ser educada… pero el Gran Langford Reserva tenía esa maldita cualidad de no saber a alcohol, sino a terciopelo con memoria.—Esto es peligroso —le dije, alzando la copa vacía—. ¿Estás seguro que esto no es jugo bendecido por los dioses?Stefano se rio con ganas.—Te lo advertí. Aquí el vino no es bebida, es compañía.Me reí también. La tercera copa me hizo cosquillas en las mejillas, y caminamos entre las barricas como si el suelo flotara un poco. Cuando salimos de la bodega, el sol comenzaba a caer y todo el paisaje estaba teñido de un dorado suave que hacía que el mundo se viera más bonito de lo que seguramente era.—¿Estás bien? —me preguntó él mientras abría la p
EdwardNew York, Estados Unidos.La imponente ciudad se extendía debajo, un laberinto de acero y cristal que en aquel momento, paradójicamente, se sentía lejano y ajeno.El café estaba frío, terriblemente frío. Un brebaje amargo y desprovisto de cualquier cualidad reconfortante. Había pasado tanto, tantísimo tiempo desde el momento en que lo había pedido con alguna esperanza de obtener un estímulo, que la espuma, que en su momento quizás había dibujado un efímero diseño, hacía mucho que se había desvanecido. Ahora la taza era solo un recordatorio, tangible y poco grato, de que mi cuerpo imploraba descanso, un sueño reparador y profundo, en lugar de una nueva dosis de cafeína que solo prolongaría la agonía.Apoyé los codos sobre la pulida mesa de la sala de juntas, sintiendo la frialdad del mármol traspasar la tela de mi camisa. La vista panorámica de Manhattan, usualmente inspiradora, se percibía al fondo como una imagen difusa y borrosa, casi como un reflejo distorsionado en un vidri
GraceLlevaba una semana completa sumergida entre libros, apuntes digitales y reuniones virtuales. A pesar de estar en una de las zonas más bellas de Italia, apenas había salido del estudio que Lorenza me había asignado en el ala norte de la casa Langford. Cada vez que levantaba la vista de la pantalla, me encontraba con la magnífica vista a los viñedos que se extendían ante mis ojos, un vasto océano de verde brillante y dorado que, en esos momentos, parecía susurrarme, que respirar también era importante. El aroma del café recién hecho llenaba el aire, mezclándose con el dulzor de la brisa que entraba por la ventana abierta, recordándome que, aunque el trabajo era intenso, debía recordar disfrutar de la experiencia.Una videollamada entrante sacudió mi concentración. Era mi madre. Su rostro apareció en la pantalla, iluminado por la luz suave de su cocina, un rincón donde siempre se sentía el calor del hogar.—¡Hola, madre! —dije, sonriendo al verla, ya estaba sintiéndome menos inquie
GraceLa pantalla de mi portátil se fragmentó en una mosaico de pequeños recuadros, cada uno mostrando a un alumno distinto, dispersos por todo el globo terráqueo, pero unidos digitalmente para nuestra clase virtual del máster. Era la rutina de cada mañana. Me preparé, como siempre, con mi taza de café humeante, colocándola estratégicamente a mi lado junto a mi fiel libreta de notas, lista para apuntar las ideas importantes. Aguardaba expectante la aparición en pantalla de nuestro profesor habitual, aquel hombre afable, un tanto despistado y entrañable, que solía impartir sus lecciones desde su estudio abarrotado de libros y con el encanto de un erudito distraído. Pero en su lugar, para mi sorpresa y la de muchos, surgió un rostro completamente desconocido.—Buenos días, alumnos. Soy el profesor Liam Gallagher, y a partir de hoy seré el responsable de impartir este módulo. —Su tono era firme pero cordial. Su acento británico, sazonado con un leve matiz americano que lo hacía particula
EdwardLa imponente vista de Nueva York se extendía frente a mí, un mar de luces y acero que se recortaba contra el cielo nocturno. Estaba sentado en un restaurante de alta categoría, uno de esos lugares donde los acuerdos multimillonarios se concretan con una copa de vino en la mano y miradas que sopesan cada movimiento. La verdad es que no estaba allí por placer. Una tensión palpable me atenazaba el estómago, y no precisamente por la exquisita comida que tenía frente a mí. Era el caos que se había desatado alrededor de TechNova Solutions lo que me tenía al borde del abismo. La acusación de plagio contra nuestro innovador software me mantenía en un estado de constante ansiedad. Ya habíamos perdido a dos clientes importantes, y los rumores se propagaban a la velocidad de un incendio forestal, consumiendo nuestra reputación a su paso.En ese momento, Fiona McAllister hizo su entrada, impecablemente puntual. Era una mujer impactante, como siempre: su cabello pelirrojo recogido en un ele
En la ciudad ruidosa y siempre brillante que nunca descansa, en una época en la que los rascacielos se alzaban altos, empezó la historia de Grace. Nació en el lugar donde los sueños y las desilusiones de Nueva York se encontraban, y su vida tomó un rumbo difícil desde que tenía tan solo tres años.Era un día oscuro y lleno de problemas, como la tormenta que se acercaba en el horizonte de la vida de la pequeña Grace. Su pelo rubio estaba desordenado sobre sus hombros, recordando la melena que solía tener su madre. Sus ojos grises reflejaban la inocencia que pronto se vería envuelta en la soledad. Su madre, parecida en belleza, pero afectada por una decisión que no se podía cambiar, estaba frente a ella. Su padre, desesperado, intentaba retenerla en un último intento por mantener a la familia unida. Pero la madre, con ojos grises, quizás perdidos en un destino incierto, se fue sin remordimientos. La promesa de un futuro feliz se desvaneció con cada paso que daba, dejando a un padre dete
En la universidad…La atmósfera del aula se volvió tensa, solo rota por el suave zumbido de las luces fluorescentes. Grace, en su pupitre, luchaba contra el cansancio que la envolvía como una manta pesada. Sus ojos se cerraban brevemente, resistiéndose al deseo de sumergirse en un sueño reparador.— Grace, ¿estás bien? —El profesor la llamó cuando se acercó a ella, quedando a medio metro de distancia, alejado de la curiosidad de los demás alumnos, Grace parpadeó, esforzándose por mantenerse despierta mientras se enderezaba en su asiento.— Sí, profesor, solo estoy un poco cansada. —sonrió débilmente. El maestro frunció el ceño, sus ojos, examinando más allá de la respuesta superficial de Grace.— Eres una de mis mejores estudiantes, Grace, y es evidente que algo te está afectando. Tu rendimiento es excepcional, pero hoy… hoy no pareces tú misma. —Grace intentó sonreír de nuevo, pero sus ojos revelaban una carga más profunda.— Solo he tenido algunas noches difíciles, últimamente, prof
Grace se tornó lívida al escuchar la propuesta del hombre de fuerte presencia, sin embargo, no podía aceptarla. Cambiar su libertad para asumir una identidad ajena no estaba en sus planes, a pesar de la atractiva oferta financiera. Aunque el dinero sería más que bienvenido, la sugerencia de pausar su maestría durante un año y que, al concluir, él costearía la totalidad del programa académico, no encajaba con sus principios.Si optara por el acuerdo propuesto, la deuda de su padre quedaría saldada, pero Grace estaría vinculada a la vida de este hombre durante doce meses. Durante ese período, las preocupaciones financieras quedarían atrás, y no habría nada de intimidad entre ambos. La relación sería puramente una fachada ante la familia del hombre, concebida únicamente para eludir un matrimonio forzado. A pesar de sonar como un cliché, la contradicción entre la apariencia de opulencia del hombre, evidenciada por su costoso traje, y la elección de Grace como su pretendida esposa temporal