Grace se tornó lívida al escuchar la propuesta del hombre de fuerte presencia, sin embargo, no podía aceptarla. Cambiar su libertad para asumir una identidad ajena no estaba en sus planes, a pesar de la atractiva oferta financiera. Aunque el dinero sería más que bienvenido, la sugerencia de pausar su maestría durante un año y que, al concluir, él costearía la totalidad del programa académico, no encajaba con sus principios.
Si optara por el acuerdo propuesto, la deuda de su padre quedaría saldada, pero Grace estaría vinculada a la vida de este hombre durante doce meses. Durante ese período, las preocupaciones financieras quedarían atrás, y no habría nada de intimidad entre ambos. La relación sería puramente una fachada ante la familia del hombre, concebida únicamente para eludir un matrimonio forzado. A pesar de sonar como un cliché, la contradicción entre la apariencia de opulencia del hombre, evidenciada por su costoso traje, y la elección de Grace como su pretendida esposa temporal suscitaba interrogantes.
Ella no se sentía bien, ni física ni emocionalmente. A lo largo de los años, descuidó su bienestar, y esta oferta la hacía cuestionarse más sobre su autoestima. ¿Por qué no elegir a otra mujer más capacitada y atractiva para el papel que él sugería? La situación la llevó a reflexionar sobre aspectos que había pasado por alto en medio de sus desafíos y preocupaciones cotidianas. Grace necesitó un momento para pensar en la propuesta. Observó su reloj; solo faltaban dos paradas, menos de cinco minutos para llegar a su destino. Sin embargo, la ansiedad se reflejaba claramente en el rostro del hombre que aguardaba su respuesta frente a ella.
—Quizás no acepte de inmediato, pero necesito tiempo para pensar en su propuesta—, dijo Grace al ponerse de pie. La preocupación la invadió al recordar que le habían robado parte de su bolso, y solo le quedaba el cordón sobre su hombro. A pesar de la sonrisa sarcástica del hombre, ella se negó con determinación cuando él le hizo señas para que regresara a su asiento.
El hombre, acostumbrado a que todos cumplieran sus órdenes, se sorprendió al ver la firmeza de Grace.
—Vuelve a sentarte, Grace—, ordenó con tono firme y autoritario. Ante esto, ella respondió con determinación:
—A diferencia de usted, que parece disfrutar molestando a los familiares de otros con esa etiqueta de ‘garantía’, yo tengo un trabajo que no puedo perder. Mi parada es la siguiente, dile a tus hombres que se aparten porque me voy a bajar.
— ¿No entiendes, Grace? Vuelve a tu lugar—replicó el hombre con tono autoritario.
—No, es usted quien no entiende. Me bajaré del tren. Si tengo que enfrentarme a sus hombres, lo haré, pero no perderé mi trabajo. Haga lo que quiera, pero no me dejaré intimidar—afirmó Grace con determinación, desafiando la autoridad del hombre.
Al notar la firmeza de Grace, Edward, el hombre dominante, experimentó una extraña sensación interna. Edward, magnate con imperios en restaurantes, hoteles y casinos en todo el mundo, acostumbrado a conseguir lo que deseaba, se vio momentáneamente sorprendido por la valentía de la mujer que desafiaba su autoridad. Aunque le dio un breve plazo, ya estaba decidido a seguir con su plan, y en su mente, Grace se volvía perfecta para el papel de su prometida ficticia.
—Bien, tienes veinticuatro horas, ni una más, —le dijo Edward a Grace. Luego, indicó a uno de sus hombres que la dejara pasar. El vagón se detuvo en la parada de Grace. Antes de bajar, ella se detuvo y miró a Edward.
— ¿Cómo sabré que he tomado una decisión? Por cierto, no sé su nombre. ¿Cómo es que dijo que se llama?— preguntó Grace antes de abandonar el vagón. El hombre apretó los labios, evidenciando su firmeza.
—No lo he dicho. —Hizo una breve pausa entrecerrando su mirada. —Me llamo, Edward. Y lo sabré, confía en eso. Buen día, Grace. — dijo Edward. Luego, Grace descendió, las puertas se cerraron, y ella permaneció mirando hacia el otro lado de la ventana donde estaba el hombre. Mantuvo la mirada sin pestañear hasta que el vagón comenzó a moverse y siguió su camino.
Mientras Grace se dirigía apresuradamente a su trabajo, su mente se vio inundada por el recuerdo del inusual acuerdo propuesto por el hombre del vagón. Recordó cómo él, Edward, y su título presumido: magnate de imperios empresariales, le había pedido que fuera su prometida ficticia durante doce meses. La propuesta incluía resolver sus asuntos financieros: él se comprometía a cubrir los costos de su maestría y proporcionarle una suma generosa para asegurar su comodidad durante varios años. Aquel recuerdo la dejó perpleja, reflexionando sobre las implicaciones de tal oferta y las decisiones que tendría que tomar. Sin embargo, al mirar su reloj, se dio cuenta de que estaba llegando tarde a su trabajo, y con un suspiro, se apresuró aún más, dejando atrás las complejas decisiones que la aguardaban.
Mientras avanzaba hacia su trabajo en la tranquila tarde, Grace experimentaba el cálido saludo de la dueña de la florería y las sonrisas amigables de las personas conocidas en su camino. El sol descendía gradualmente en el horizonte, pintando el cielo con tonos dorados y naranjas. Al llegar al lugar donde desempeñaba su labor, el aroma tentador de la comida se mezclaba con el ajetreo amigable del personal. Aunque el recuerdo del intrigante acuerdo con Edward persistía en su mente, la familiaridad de su entorno y las interacciones cotidianas proporcionaban un breve respiro antes de sumergirse en las complejidades de su jornada laboral vespertina.
«Concéntrate, Grace, luego te sigues preocupando»
Grace llegó un par de minutos tarde a su trabajo. Al entrar, registró su asistencia y fue al baño para guardar sus cosas en su casillero de inmediato. No había nadie alrededor. Mientras se ponía la filipina, escuchó murmullos. Frunció el ceño y se acercó. Al final del pasillo de casilleros, quedó boquiabierta al ver a Marlon besándose con la gerente del restaurante. Grace jadeó de sorpresa, y al notarla, la pareja se separó, ambos observándola con sorpresa.— Solo me faltaba esto. — susurró Grace en voz baja. La carga emocional se volvía abrumadora. Entre las preocupaciones por su padre, la propuesta del hombre del tren y ahora su exnovio siendo infiel con la gerente del restaurante, se sentía abrumada.— Grace, —intentó explicar Marlon, — No es lo que parece. — La mujer a su lado, evidentemente molesta, lo apartó y se acercó a Grace, ignorando las advertencias previas.— Quédatelo. No compito por hombres. Si decides ser su nueva novia, recuerda, — le lanzó la filipina contra la cara
Después de un breve y bastante incómodo silencio, Grace decidió romperlo:— Una pregunta. — Comenzó a decir Grace, observándolo fijamente, esperando una reacción — ¿Me ha estado siguiendo desde el metro?Edward se inquietó un poco por la mirada de Grace. Aunque consideró cambiar de tema, optó por no dar una respuesta obvia, ya que necesitaba cerrar el acuerdo a como diera lugar.— ¿Vas a aceptar el acuerdo o no? — le recordó Edward, presionando por una decisión rápida. Grace se levantó y, antes de marcharse, le dijo con firmeza:— Mañana por la mañana tendrá una respuesta. ¿Tiene algún número de celular? ¿Un correo privado?La tensión entre los dos era palpable. Edward apretó los labios, notando que Grace estaba siendo demasiado evasiva.— El evadir no te sirve de nada, necesito una respuesta. ¿No ves que tu situación es precaria ahora, sin trabajo? — su tono era áspero, exigiendo una decisión inmediata.Ante el tono áspero de Edward, Grace se molestó, incluso siendo desconocidos. Dec
Grace caminó sin rumbo durante unas dos horas, sin un lugar donde dormir, sin dinero, pero sin hambre. Consideró acurrucarse en una banca de un parque o dormir en un vagón del metro, planeando decidir qué hacer por la mañana.Mientras caminaba y pensaba en su próximo paso, se limpió las mejillas empapadas por lágrimas. Estaba decidida a alejarse de su padre, buscando la paz mental y emocional que tanto anhelaba. Al llegar al inicio de las escaleras del metro, alguien la detuvo agarrándola del codo. Era Edward.— ¿No deberías estar descansando en tu departamento? —preguntó Edward. Grace no respondió de inmediato. Lloró desconsoladamente, apoyando su frente en el pecho de Edward. Después de unos momentos, ella se dio cuenta de la presencia de Edward y se enderezó.—Disculpa, no era mi intención manchar tu ropa deportiva —dijo Grace, limpiándose las lágrimas.—No te preocupes por eso. ¿Por qué dejas tu departamento? —preguntó Edward, notando las lágrimas de Grace.—He dejado mi departame
Grace se deleitó con el agua tibia en su rostro, relajándose y tomándose el tiempo necesario para disfrutar del momento mientras se lavaba.—Esto es puro deleite —susurró al sentarse en el asiento, a un metro de distancia, cubierto con el mismo azulejo de la ducha. Observó cómo caía el agua, extendió la mano para sentir su suavidad y disfrutó del momento. Recordó las complicaciones en su departamento, donde tenía que dar brincos para aclimatarse antes de ducharse, una rutina diaria. Al finalizar, tomó la bata blanca detrás de la puerta y exploró las lujosas amenidades del gran lavamanos de mármol oscuro. La crema sorprendió con su aroma y textura al aplicarla en su piel, proporcionando una sensación de lujo. —Dios mío, esto es delicioso. —Se untó la crema en brazos, piernas y rostro, notando cómo aliviaba la sequedad. Reflexionó sobre el dinero y la felicidad. —Todo lo que el dinero puede hacer... dicen que el dinero no da la felicidad, pero creo que es lo contrario. Tener dinero para
Al escuchar esas palabras, Edward sintió que las cosas empezarían a ir según lo planeado, como él había previsto. Se habría sentido realmente decepcionado si Grace no hubiera aceptado, y eso habría dejado su futuro en un estado de incertidumbre. ¿Pero por qué le preocupaba eso?—Bien —respondió al levantarse, y se encaminó hacia la salida. De inmediato, repasó cuál sería el siguiente paso: conseguir ropa. Se volvió hacia Grace, que aún estaba sentada en el sofá, con los ojos muy abiertos, esperando lo que vendría a continuación. —Un asesor de moda vendrá —dijo, observándola—El ama de llaves te preparará una maleta con ropa nueva. ¿Hay algo en particular que necesites? —Grace se quedó sin palabras por un momento.— ¿A qué te refieres con ropa? ¿Me vestirás como alguien de tu altura? —Edward presionó con dureza sus labios, luego suspiró.—No quiero ofenderte, pero no puedo permitir por nada del mundo que uses la ropa desgastada que llevas puesto y en ese bolso de ropa. —Grace se cubrió
Edward observó el paisaje urbano desde su ventana, con los rascacielos dominando la vista, excepto en el área cercana a su habitación. Frente a él se extendía el río Hudson, con la majestuosa Estatua de la Libertad a lo lejos. Sus manos descansaban en los bolsillos de su pantalón mientras dejaba escapar un suspiro. — ¿Me extrañarás? —una voz femenina lo interrumpió por detrás. Al oírla, él simplemente rodó los ojos con irritación. Sarah era una de las mujeres con las que Edward satisfacía sus deseos ocasionalmente, pero ella había cruzado la línea, buscando algo más que solo placer. Aunque había dejado claro desde el principio que no quería involucrarse emocionalmente, Sarah persistía en sus intentos. Edward se giró hacia ella con seriedad, sin gesto alguno de afecto, haciendo que Sarah ajustara rápidamente su sostén y bajara la mirada para evitar observar su ira. —Lo siento. No debería haber preguntado algo que sé que nunca sucederá. —Edward se aproximó y, deteniéndose frente a el
Edward reflexionó sobre las últimas palabras de Grace en la lujosa habitación del hotel donde la había alojado. Estaba absorto en sus pensamientos mientras el avión despegaba rumbo a Italia. Ninguna mujer se había negado a compartir su cama antes, ninguna. Pero Grace logró hacer que su orgullo descendiera del pedestal en el que siempre estaba.— ¿Solo tengo diez horas para aprender todo sobre tu familia? —preguntó Grace, pasando de una hoja a otra con la información que le había dado Edward. Quería que se familiarizara con cada detalle para que los reconociera cuando llegaran. Quería que pareciera una relación real y que él le hubiera contado todo sobre su familia para evitar que sospecharan que no era así y lo descubrieran.—Es el tiempo aproximado del viaje. —respondió Edward, dando un pequeño sorbo a su copa de champán con elegancia. Observó a Grace por un momento y notó cómo sus mejillas se coloreaban cuando ella presionaba los labios y se concentraba en las hojas que sostenía. Fr
Un par de horas después, la azafata y otro ayudante comenzaron a servir la comida a los tripulantes. Grace estaba muriendo de hambre; se imaginaba devorando una vaca entera. Aunque había desayunado temprano antes de viajar, no era su costumbre, por lo que su apetito estaba por los suelos a esa hora.— El plato se llama Osso buco—, anunció Edward mientras se sentaba frente a Grace. Entre los dos, un espacio se abrió y una mesa apareció. La mujer comenzó a montar los platos. El olor era exquisito. Cuando Grace miró el plato frente a ella, quedó sorprendida.— Es un guiso de ternera cocido lentamente con vino blanco, caldo, tomate, zanahorias, cebolla y ajo— explicó Edward, mirándola a los ojos.— ¿Te gusta lo que ves? —, preguntó, captando su atención, pero era una pregunta de doble sentido que ignoró Grace.— A simple vista, parece exquisita la comida…—, respondió ella con una leve sonrisa, volviendo a posar sus ojos grises en el plato.La azafata colocó otro plato a un lado del resto.