Grace llegó un par de minutos tarde a su trabajo. Al entrar, registró su asistencia y fue al baño para guardar sus cosas en su casillero de inmediato. No había nadie alrededor. Mientras se ponía la filipina, escuchó murmullos. Frunció el ceño y se acercó. Al final del pasillo de casilleros, quedó boquiabierta al ver a Marlon besándose con la gerente del restaurante. Grace jadeó de sorpresa, y al notarla, la pareja se separó, ambos observándola con sorpresa.
— Solo me faltaba esto. — susurró Grace en voz baja. La carga emocional se volvía abrumadora. Entre las preocupaciones por su padre, la propuesta del hombre del tren y ahora su exnovio siendo infiel con la gerente del restaurante, se sentía abrumada.
— Grace, —intentó explicar Marlon, — No es lo que parece. — La mujer a su lado, evidentemente molesta, lo apartó y se acercó a Grace, ignorando las advertencias previas.
— Quédatelo. No compito por hombres. Si decides ser su nueva novia, recuerda, — le lanzó la filipina contra la cara — el puesto de amante queda vacante. — Kiara abrió los ojos con sorpresa. Estaba acostumbrada a que Grace fuera sumisa, pero ahora veía a una mujer muy diferente. — Por cierto, renuncio. — Después, esquivó a Kiara, recogió algunas de sus cosas del casillero y cerró la puerta con fuerza. Al salir, elevó el rostro, cerró los ojos y soltó otro suspiro, esta vez parecía ser de cansancio, pero también de alivio. Mientras se dirigía hacia la salida, la propuesta del hombre resonaba en su cabeza, creando un ruido incómodo en sus pensamientos. Caminando hacia su departamento a pie debido a la falta de dinero tras el robo de su bolso, la caminata resultó terapéutica para Grace. Dejó que la brisa fresca aclarara su mente, liberándola del peso emocional que llevaba. Lloró en silencio durante un par de calles y, al llegar a su destino, se detuvo frente al edificio donde sabía que su padre aún se sumía en el alcohol. Estaba decidida a enfrentarlo por haberla utilizado como garantía en sus problemas personales.
Se limpió las mejillas y tomó una gran bocanada de aire, pero sintió un fuerte mareo. Se dobló hacia adelante, apoyando sus manos contra sus muslos para tranquilizarse. Sin haber desayunado ni almorzado, y ahora sin un dólar, no lograba imaginar cómo se las arreglaría.
— ¿Qué es lo que haré? — se preguntó a sí misma mientras caminaba por la calle. La propuesta del hombre resonaba en su cabeza, y una parte de ella se debatía en aceptarla. No se había imaginado jamás que podría llegar a un punto en el que no tuviera que preocuparse por el dinero durante un día. La idea de aliviar esa carga era tentadora, pero al mismo tiempo, sentía una resistencia interna.
Con una ligera mejoría en su estado de ánimo, Grace optó por dar un paseo adicional. El parque estaba a solo una cuadra de distancia, y pensó que sentarse en una banca le proporcionaría el espacio necesario para reflexionar con calma sobre la situación. A medida que la noche avanzaba, el frío se intensificaba con la brisa, aunque apenas lo notaba. Se quedó inmóvil durante más de una hora.
Un olor conocido llegó a ella. Cerró los ojos y negó con la cabeza al reconocer al hombre del metro. Se sentó a su lado en silencio y le dio algo. Al principio, Grace dudó en aceptarlo. Cuando miró lo que le ofrecían, vio que era una hamburguesa de «Papagallos». Su estómago rugió al verla. Aunque nunca la había probado, el aroma del lugar siempre le había abierto el apetito. Decidió quitarse la vergüenza y aceptó el gesto. Desenvolvió la hamburguesa y la devoró sin importar lo que el hombre pudiera pensar mientras estaba a su lado.
Al terminar, Edward le ofreció a Grace un envase, supuso que era una bebida. En total silencio, ella lo aceptó y lo usó para ayudar a tragar los restos que se le habían quedado en la garganta. Después de quedar satisfecha, se dejó caer en el respaldo de la banca. Luego, miró a Edward, quien observaba hacia adelante. Al sentir la mirada de Grace, giró su rostro y la bajó hacia la mujer delgada y pálida. Había notado el descuido en su cabello rubio, que era ondulado, pero parecía a punto de desaparecer por la cantidad de veces que tiraba de este.
Entonces, Edward rompió el silencio:
—Podría mejorar tu imagen y presentarte como mi prometida. No te faltará nada mientras estés conmigo—. Por primera vez, sintió lástima por alguien ajeno a él al verla caminar desde que salió del trabajo; sabía que había presenciado una escena. Él solo conectó las piezas y, por supuesto, desembolsó dinero para abrirle los ojos a lo inevitable. Esto requería investigación, y ya tenía un par de días haciéndolo. Reconoció cada persona alrededor de Grace y conocía sus gustos, aunque fueran pocos y bastante obsoletos. Sabía que ella no tenía mucho mundo, y quizás por eso, para él, era algo extraño de ver en una mujer. Debía pulirla antes de dar el siguiente paso.
— Gracias por la hamburguesa. No tengo con qué pagarla, pero cuando tenga un trabajo, saldaré mi cuenta. No me gusta tener deudas, y menos con desconocidos. — dijo, segura de sí misma, sin dejarse intimidar por la presencia de Edward. Sin embargo, él rodó los ojos al escucharla.
— Solo aceptaré saldar esa hamburguesa aceptando el acuerdo. — añadió Edward, pensando que el tiempo le estaba respirando en la nuca. Se había propuesto una hora como máximo y no se iría de ahí sin un «ACEPTO EL ACUERDO». Luego se retiraría para hacer ejercicio y dormiría, preparándose para empezar el día con todos los arreglos necesarios para viajar al otro lado del país con ella.
Después de un breve y bastante incómodo silencio, Grace decidió romperlo:— Una pregunta. — Comenzó a decir Grace, observándolo fijamente, esperando una reacción — ¿Me ha estado siguiendo desde el metro?Edward se inquietó un poco por la mirada de Grace. Aunque consideró cambiar de tema, optó por no dar una respuesta obvia, ya que necesitaba cerrar el acuerdo a como diera lugar.— ¿Vas a aceptar el acuerdo o no? — le recordó Edward, presionando por una decisión rápida. Grace se levantó y, antes de marcharse, le dijo con firmeza:— Mañana por la mañana tendrá una respuesta. ¿Tiene algún número de celular? ¿Un correo privado?La tensión entre los dos era palpable. Edward apretó los labios, notando que Grace estaba siendo demasiado evasiva.— El evadir no te sirve de nada, necesito una respuesta. ¿No ves que tu situación es precaria ahora, sin trabajo? — su tono era áspero, exigiendo una decisión inmediata.Ante el tono áspero de Edward, Grace se molestó, incluso siendo desconocidos. Dec
Grace caminó sin rumbo durante unas dos horas, sin un lugar donde dormir, sin dinero, pero sin hambre. Consideró acurrucarse en una banca de un parque o dormir en un vagón del metro, planeando decidir qué hacer por la mañana.Mientras caminaba y pensaba en su próximo paso, se limpió las mejillas empapadas por lágrimas. Estaba decidida a alejarse de su padre, buscando la paz mental y emocional que tanto anhelaba. Al llegar al inicio de las escaleras del metro, alguien la detuvo agarrándola del codo. Era Edward.— ¿No deberías estar descansando en tu departamento? —preguntó Edward. Grace no respondió de inmediato. Lloró desconsoladamente, apoyando su frente en el pecho de Edward. Después de unos momentos, ella se dio cuenta de la presencia de Edward y se enderezó.—Disculpa, no era mi intención manchar tu ropa deportiva —dijo Grace, limpiándose las lágrimas.—No te preocupes por eso. ¿Por qué dejas tu departamento? —preguntó Edward, notando las lágrimas de Grace.—He dejado mi departame
Grace se deleitó con el agua tibia en su rostro, relajándose y tomándose el tiempo necesario para disfrutar del momento mientras se lavaba.—Esto es puro deleite —susurró al sentarse en el asiento, a un metro de distancia, cubierto con el mismo azulejo de la ducha. Observó cómo caía el agua, extendió la mano para sentir su suavidad y disfrutó del momento. Recordó las complicaciones en su departamento, donde tenía que dar brincos para aclimatarse antes de ducharse, una rutina diaria. Al finalizar, tomó la bata blanca detrás de la puerta y exploró las lujosas amenidades del gran lavamanos de mármol oscuro. La crema sorprendió con su aroma y textura al aplicarla en su piel, proporcionando una sensación de lujo. —Dios mío, esto es delicioso. —Se untó la crema en brazos, piernas y rostro, notando cómo aliviaba la sequedad. Reflexionó sobre el dinero y la felicidad. —Todo lo que el dinero puede hacer... dicen que el dinero no da la felicidad, pero creo que es lo contrario. Tener dinero para
Al escuchar esas palabras, Edward sintió que las cosas empezarían a ir según lo planeado, como él había previsto. Se habría sentido realmente decepcionado si Grace no hubiera aceptado, y eso habría dejado su futuro en un estado de incertidumbre. ¿Pero por qué le preocupaba eso?—Bien —respondió al levantarse, y se encaminó hacia la salida. De inmediato, repasó cuál sería el siguiente paso: conseguir ropa. Se volvió hacia Grace, que aún estaba sentada en el sofá, con los ojos muy abiertos, esperando lo que vendría a continuación. —Un asesor de moda vendrá —dijo, observándola—El ama de llaves te preparará una maleta con ropa nueva. ¿Hay algo en particular que necesites? —Grace se quedó sin palabras por un momento.— ¿A qué te refieres con ropa? ¿Me vestirás como alguien de tu altura? —Edward presionó con dureza sus labios, luego suspiró.—No quiero ofenderte, pero no puedo permitir por nada del mundo que uses la ropa desgastada que llevas puesto y en ese bolso de ropa. —Grace se cubrió
Edward observó el paisaje urbano desde su ventana, con los rascacielos dominando la vista, excepto en el área cercana a su habitación. Frente a él se extendía el río Hudson, con la majestuosa Estatua de la Libertad a lo lejos. Sus manos descansaban en los bolsillos de su pantalón mientras dejaba escapar un suspiro. — ¿Me extrañarás? —una voz femenina lo interrumpió por detrás. Al oírla, él simplemente rodó los ojos con irritación. Sarah era una de las mujeres con las que Edward satisfacía sus deseos ocasionalmente, pero ella había cruzado la línea, buscando algo más que solo placer. Aunque había dejado claro desde el principio que no quería involucrarse emocionalmente, Sarah persistía en sus intentos. Edward se giró hacia ella con seriedad, sin gesto alguno de afecto, haciendo que Sarah ajustara rápidamente su sostén y bajara la mirada para evitar observar su ira. —Lo siento. No debería haber preguntado algo que sé que nunca sucederá. —Edward se aproximó y, deteniéndose frente a el
Edward reflexionó sobre las últimas palabras de Grace en la lujosa habitación del hotel donde la había alojado. Estaba absorto en sus pensamientos mientras el avión despegaba rumbo a Italia. Ninguna mujer se había negado a compartir su cama antes, ninguna. Pero Grace logró hacer que su orgullo descendiera del pedestal en el que siempre estaba.— ¿Solo tengo diez horas para aprender todo sobre tu familia? —preguntó Grace, pasando de una hoja a otra con la información que le había dado Edward. Quería que se familiarizara con cada detalle para que los reconociera cuando llegaran. Quería que pareciera una relación real y que él le hubiera contado todo sobre su familia para evitar que sospecharan que no era así y lo descubrieran.—Es el tiempo aproximado del viaje. —respondió Edward, dando un pequeño sorbo a su copa de champán con elegancia. Observó a Grace por un momento y notó cómo sus mejillas se coloreaban cuando ella presionaba los labios y se concentraba en las hojas que sostenía. Fr
Un par de horas después, la azafata y otro ayudante comenzaron a servir la comida a los tripulantes. Grace estaba muriendo de hambre; se imaginaba devorando una vaca entera. Aunque había desayunado temprano antes de viajar, no era su costumbre, por lo que su apetito estaba por los suelos a esa hora.— El plato se llama Osso buco—, anunció Edward mientras se sentaba frente a Grace. Entre los dos, un espacio se abrió y una mesa apareció. La mujer comenzó a montar los platos. El olor era exquisito. Cuando Grace miró el plato frente a ella, quedó sorprendida.— Es un guiso de ternera cocido lentamente con vino blanco, caldo, tomate, zanahorias, cebolla y ajo— explicó Edward, mirándola a los ojos.— ¿Te gusta lo que ves? —, preguntó, captando su atención, pero era una pregunta de doble sentido que ignoró Grace.— A simple vista, parece exquisita la comida…—, respondió ella con una leve sonrisa, volviendo a posar sus ojos grises en el plato.La azafata colocó otro plato a un lado del resto.
Lorenza Langford se colgó los lentes de sol en su blusa y entrecerró los ojos al ver a Edward rodeado por su equipo de seguridad. Se quedó perpleja al presenciar cómo tomaba la mano de otra mujer y entrelazaba sus dedos con los de ella. Se acercó a la pareja, deteniéndose a cierta distancia, observando su gesto.—Madre, no esperaba que vinieras a dar la bienvenida —dijo Edward con sarcasmo.—Parece que me he perdido algo —murmuró, pero ellos escucharon claramente.—Te presento a Grace. Grace, ella es Lorenza Langford, mi madre —dijo Edward, presentando a la mujer sonriente.Lorenza aceptó la mano extendida por Grace y la observó detenidamente.—Mucho gusto, señora Langford. Eddy me ha contado tanto de ustedes que ya quería conocerlos. —Lorenza casi se le salen los ojos al escuchar cómo había llamado a su hijo, Edward quería que lo tragara la tierra, no esperaba que lo llamara así delante de su madre. Se repuso la mujer y apenas podía sonreír. —Eres bastante joven, muy pero muy, joven