Lorenza se negó rotundamente a aceptar que su hijo menor, el único de sus cuatro hijos que aún no se había casado, quisiera casarse con una “niña”. Siempre había sido la casamentera de la familia, y se sentía orgullosa de las parejas que había formado. Estaba decidida a asegurarse de que esta vez no fuera diferente.—No puedo creerlo…—sollozó, Lorenza.—Lorenza, por favor, déjalo. Edward no caerá en tu drama —dijo Alessandro, terminando su copa de vino. —Nuestro hijo, el único que no se ha casado, ha seguido su corazón —añadió, mirando a Edward y luego a su esposa. —Así que tu trabajo de casamentera no será necesario. ¿Podemos ir a cenar? Grace y el resto de la familia, deben estar muriéndose de hambre —dijo Alessandro, dirigiéndose hacia la salida del despacho. Al no escuchar que lo seguían, se detuvo y se volvió hacia ellos. — ¿Edward? —llamó su padre. Edward se levantó, se alisó la camisa y miró a su madre, quien se limpiaba bruscamente las lágrimas.—Sé que tradicionalmente me cor
Mientras bajaban las escaleras, Edward consideró detener su plan. Su familia, en su mayoría, lo abrumaba, razón por la cual no los visitaba con frecuencia. Descendieron las escaleras hacia el amplio comedor principal, donde las voces de los demás se hacían audibles. Al llegar al último escalón, Grace detuvo su avance tirando de su mano entrelazada, quedando ella de pie en el penúltimo escalón. Edward se giró ligeramente, extendiendo su mano hacia ella.— ¿Qué sucede? —preguntó Edward, notando la nerviosidad en Grace.—Recordé algo, y podrían preguntar. —respondió ella, con voz ansiosa.— ¿Qué es? —inquirió Edward, frunciendo el ceño.— ¿Cómo nos conocimos?—No estoy obligado a dar explicaciones sobre mi vida privada a nadie. —Edward estuvo a punto de rodar los ojos, pero se contuvo.—Edward, todos querrán saber cómo nos conocimos, cómo llegaste a enamorarte de mí. —susurró ella, asegurándose de que no hubiera oídos indiscretos cerca.—Bien, —soltó un suspiro cargado de pesadez; no le
—Eso no es cierto —dijo Edward, evitando las miradas, mientras volvía su atención a su plato ya servido.— ¿Cuándo será la cena de bienvenida por la temporada? —preguntó Edward, cambiando de tema.—Oh, sí, la cena. Hicimos cambios de última hora. Tu madre quiso hacerlo de antifaces, así que vayan ordenando en el catálogo por la mañana para tenerlos antes del evento. —respondió su padre.—Grace, —llamó Roberta, la esposa de Fabio. — ¿Ese es el anillo de compromiso que te dio Edward?—Sí. —respondió Grace, sonrojada.—Es hermoso. —comentó Roberta, admirándolo.—Gracias. —respondió Grace, volviendo la mirada a su plato. Edward le susurró que comiera, y ella asintió. Pero antes de llevar el tenedor a la boca, Lorenza intervino sutilmente.— ¿Y cómo se conocieron? Deberían contarnos esa historia. Si realmente hubo un flechazo, deberían contarnos, ¿no? —Edward se tensó y miró a Grace, quien le dio señal de que contara la historia.—Pensé que le entregarías el anillo de la familia —interrump
Una vez fuera de la casa, Edward se detuvo brevemente frente a la imponente puerta principal, su mente empezó a sentirse abrumada por los eventos de la cena y el inesperado encuentro con Giselle antes de partir. Había solicitado el auto, y apenas subieron, sin un destino claro en mente, se sumió en sus pensamientos.— ¿No crees que nuestra actuación fue convincente? Tuve que llamarte ‘Eddy’ para que fuera más creíble. Creo que estuvo genial, ¿verdad? — Grace, aún exaltada por lo ocurrido, no pudo evitar mencionarlo. Sin embargo, también sintió el vacío de su estómago que reclamaba atención. Cuando notó el silencio de Edward, temió haber sobrepasado los límites con su actuación. — ¿Está todo bien? — intentó captar su atención, y finalmente logró que él se enfocara en ella.— Sí, está todo bien —soltando un suspiro. —Al lugar que suelo frecuentar, por favor. —le dijo a su jefe de seguridad que estaba sentado en el lugar del copiloto.—Sí, señor. —mientras se dirigían fuera de la propied
Edward se había quedado intrigado acerca de la última conversación con Grace, se miró en el espejo todo empañado por el calor de la habitación de baño, y luego su mano barrió el vapor para de nuevo mirarse con más claridad. Soltó un suspiro largo, cansado y cargado de irritación.—Estás metido en un lío, Edward. —susurró a su reflejo, se pasó una toalla por el cabello húmedo, luego salió hacia la habitación, se detuvo bruscamente bajo el marco de la puerta cuando vio de espaldas a Grace que se estaba cambiando de ropa, alzó sus cejas cuando vio como ella subió la tela de la pijama por sus piernas delgadas, notó que tenía un trasero redondeado, luego ella se retiró la blusa para quedarse en sostén, se lo retiró y él miró su espalda desnuda, desde ahí notó un par de lunares, luego, tomó la camiseta a juego con tirantes, él presionó sus labios al darse cuenta que dormiría sin sostén, imaginó de manera inesperada, sus protuberancias resaltando en aquella tela. Pasó saliva con dificultad,
Alessandro terminó de arreglarse para bajar a desayunar con toda la familia, aún estaba un poco desvelado por su esposa y, esperaba que este día fuese mejor que ayer, no necesitaba alejarse de Edward por culpa de ella, ya muchos años han pasado desde que él se había mudado y alejado de la familia, ya había un año recién de ausencia, no necesitaba más. Al bajar las escaleras, se detuvo a medio camino cuando vio a su hijo menor caminar en dirección a la salida con una maleta en mano, luego detrás de él, Grace.— ¿Qué es lo que pasa? ¿A dónde van con esas maletas? —preguntó Alessandro bajando a toda prisa el resto de las escaleras.—Nos vamos a un chalet a las afueras del pueblo. Estaré para los eventos familiares, no te preocupes.—Me importa un bledo los eventos, ¿Por qué tienen que irse? ¿Qué ha pasado? —preguntó empezando a molestarse, pensó que su esposa debía de ser la culpable de su salida de la casa.—No respetan mi privacidad, así qué, es mejor tener mi espacio con mi prometida,
Grace guardó silencio por el momento, aunque su expresión dejaba claro su descontento. Decidió, sin embargo, optar por la calma y sacó su celular, manteniendo su mirada fija en Edward mientras se lo entregaba, arqueando una ceja.—Ahí lo tienes. ¿Satisfecho? —su tono llevaba un toque de sarcasmo que no pasó desapercibido para Edward. Se dio cuenta de que tal vez estaba cruzando una línea entre ellos dos, como ella insinuaba, al meterse en su privacidad. Pero no le importó. Tomó el celular y revisó la última llamada.—Así que tu ex te está buscando —murmuró para sí, confirmando sus sospechas. Levantó la mirada para encontrarse con la de Grace, quien seguía frente a él, sin retroceder hacia atrás. — ¿Sabes que es lo que quiere? —preguntó.—No lo sé, y sinceramente, no me interesa. ¿Es todo? ¿Puedes devolverme mi celular? —terminó su pregunta justo cuando la llamada entraba en la mano de Edward. Grace abrió un poco más los ojos al ver que era Marlon quien llamaba.— ¿Vamos a averiguarlo?
Edward estaba pensando en que vestido sería el apropiado para el evento familiar, Grace no pareció ser tan fan de obtener un vestido de noche, pero estaba dentro del acuerdo: Eventos y reuniones, así demostraría que su compromiso era real ante su familia. Moría porque termine toda esta farsa, quería volver a tener su libertad, a tener a todas las mujeres que deseaba en su cama, sin un total compromiso. Pero al parecer, a Grace le estaba tomando sabor el estar rodeada de las comodidades que la familia Langford tenía. “Grace no es interesada, solo tiene un destino desafortunado” pensó una vez que dio el último trago a su copa de licor. Nat Portobello, ese era el nombre de la asesora de moda que había llegado de Roma exclusivamente para vestir a Grace. Edward, con una distracción apenas perceptible, le había indicado a Nat que el costo no era un problema, que deseaba lo mejor de lo mejor para Grace y que no se limitara en nada. El vestido deslumbra con su elegancia atemporal y sofisti