Grace guardó silencio por el momento, aunque su expresión dejaba claro su descontento. Decidió, sin embargo, optar por la calma y sacó su celular, manteniendo su mirada fija en Edward mientras se lo entregaba, arqueando una ceja.—Ahí lo tienes. ¿Satisfecho? —su tono llevaba un toque de sarcasmo que no pasó desapercibido para Edward. Se dio cuenta de que tal vez estaba cruzando una línea entre ellos dos, como ella insinuaba, al meterse en su privacidad. Pero no le importó. Tomó el celular y revisó la última llamada.—Así que tu ex te está buscando —murmuró para sí, confirmando sus sospechas. Levantó la mirada para encontrarse con la de Grace, quien seguía frente a él, sin retroceder hacia atrás. — ¿Sabes que es lo que quiere? —preguntó.—No lo sé, y sinceramente, no me interesa. ¿Es todo? ¿Puedes devolverme mi celular? —terminó su pregunta justo cuando la llamada entraba en la mano de Edward. Grace abrió un poco más los ojos al ver que era Marlon quien llamaba.— ¿Vamos a averiguarlo?
Edward estaba pensando en que vestido sería el apropiado para el evento familiar, Grace no pareció ser tan fan de obtener un vestido de noche, pero estaba dentro del acuerdo: Eventos y reuniones, así demostraría que su compromiso era real ante su familia. Moría porque termine toda esta farsa, quería volver a tener su libertad, a tener a todas las mujeres que deseaba en su cama, sin un total compromiso. Pero al parecer, a Grace le estaba tomando sabor el estar rodeada de las comodidades que la familia Langford tenía. “Grace no es interesada, solo tiene un destino desafortunado” pensó una vez que dio el último trago a su copa de licor. Nat Portobello, ese era el nombre de la asesora de moda que había llegado de Roma exclusivamente para vestir a Grace. Edward, con una distracción apenas perceptible, le había indicado a Nat que el costo no era un problema, que deseaba lo mejor de lo mejor para Grace y que no se limitara en nada. El vestido deslumbra con su elegancia atemporal y sofisti
Edward estaba sumido en un silencio incómodo mientras regresaban al chalet. Desde las palabras de Grace sobre su virginidad, no habían intercambiado ninguna otra conversación. Aquel breve pensamiento que lo había asaltado lo dejó inquieto y sin palabras en ese momento. El hombre de seguridad abrió la puerta del lado de Grace, sin dirigir ni una mirada hacia Edward, y descendió del vehículo en silencio. El sonido de la puerta al cerrarse resonó en el aire, dejando a Edward con una sensación de vacío. Quizás aquel golpe de puerta contenía un mensaje oculto, o quizás no significaba nada en absoluto. Pero para Edward, el silencio que lo envolvía era ensordecedor. —Maldita sea—murmuró entre dientes, pensando que la situación podría salirse de sus manos, bajó del auto, y caminó detrás de ella, quien pareció alejarse lo más posible de Edward. Al llegar a las escaleras, él la detuvo al llamarla. —Espera—Grace ya tenía el pie en el primer escalón y se giró hacia él. —Creo que ha sido culpa d
Lorenza caminó de un lado a otro, sintiendo una profunda desaprobación ante la decisión de Edward de romper el compromiso con Giselle. Y aún más preocupante para ella, el hecho de que se hubiera comprometido con una mujer que, a simple vista, parecía no tener ningún estatus o importancia.— ¿Podrías dejar de caminar por la habitación? Vas a arruinar tu preciosa alfombra, querida —dijo Alessandro con una sonrisa amplia en los labios, notando que por primera vez su esposa cedía.—Necesito organizar los preparativos del compromiso temprano mañana, el fin de semana está a la vuelta de la esquina —respondió ella.—Querida, el fin de semana es el evento de la vendimia —le recordó Alessandro—. No podemos superponer un evento tan importante con otro, especialmente cuando uno de ellos es nuestro hijo.—El compromiso será el domingo. Una cena íntima con familiares y amigos cercanos. También habrá algunos medios para anunciar que el último soltero de la familia Langford ha decidido comprometerse
Edward no pudo más, se levantó de un movimiento elegante y lanzó la servilleta de tela a lado del plato, en señal de enfado, todos detuvieron la conversación y dirigieron sus miradas a él, Grace, sintió que estaba a nada de explotar contra su familia, así que fue rápida: Tomó su mano, y con eso, atrajo su atención por completo, ella le sonrió de manera sutil, y entendió que estuvo a nada de descubrir la farsa, miró a los demás y apenas les sonrió.― ¿Qué pasa, hijo? ―preguntó Alessandro con el ceño arrugado, mientras que Lorenza, miró detenidamente el agarre de la mano de Grace, luego miró a Edward a la cara.― ¿Quieres decirnos algo, Edward? ―lo motivó Lorenza, preparándose para poder escuchar lo que tanto ruido le había empezado hacer desde que anunció que se casaría con ella.―Sí, quiero decirles que… gracias, gracias por querer hacer que estemos cómodos en esta casa y acerca de la boda, ―Edward miró a Grace y apenas pudo sonreír, ―Nos casaremos. ―luego miró al resto de la familia,
Edward sintió como el agua fresca cayó por su rostro, mientras sus ojos estaban cerrados. Estaba analizándose mentalmente para no dejar ningún cabo suelto y puedan irse de Italia. Pero, ahora, una boda civil se había metido entre sus pies. Abrió sus ojos y soltó un golpe contra el frio azulejo azul, soportó el dolor de su mano y negó repetidamente para sí mismo sin decir una palabra.Terminó su ducha y se envolvió en su cintura una toalla y se sacudió su cabello para retirar un poco de agua. Pasó una mano por el espejo empañado y luego se miró reflejado. Tomó aire y lo soltó entre dientes. El toque de la puerta del baño, lo sacó de sus pensamientos, hasta había dado un respingo tomándolo por sorpresa.― ¿Qué? ―preguntó, irritado.― ¿Te falta mucho? Necesito entrar. ―dijo Grace al otro lado de la puerta.―Dame cinco minutos. ―respondió, Edward. Recordó haber estado más de una hora desde que había entrado a darse un baño. Se apuró, se cambió y salió del baño con un pijama de cuadros col
Grace estaba sentada en el suelo, notó que su mirada vagaba por el patio, recordó aquellas macetas con flores que siempre su padre mantenía para su madre. Ella entró de repente y estaba callada, cuando la miró, se acercó y acarició su cabeza suavemente, una sonrisa apareció en sus labios.―Cuídate mucho, hija. ―Grace miró aquella mujer que se dirigió a la puerta que daba a la calle, ella no supo que hacer, el recuerdo de su rostro, seguía vivo y latente durante muchos años. Apareció su padre corriendo detrás de ella, pero todo era lejano, Grace lloró de manera desconsolada como si el saber que su madre la estaba abandonando. El grito desesperante que salió de su boca, hizo que Edward despertara sobresaltado, encendió de inmediato la luz de la mesa de noche y miró a su lado a Grace que estaba empapada de sudor, se removió como si fuese un pez fuera del agua, lo primero que hizo, fue llamarla, pero al parecer eso no funcionó, su voz era bastante baja y adormilada, así que fue más fuerte
El toque de la puerta hizo que aquella conexión de miradas, en silencio, se rompiera.―No salgas de la tina, debe de ser el doctor. ―Edward le dijo y se puso de pie para ir a ver, cuando salió del baño, Grace regresó su rostro para dejar su frente contra sus rodillas.Edward abrió la puerta y era su jefe de seguridad.―Señor, el doctor ha llegado, lo haré subir cuando me lo autorice.―Hazlo pasar, en un momento saldrá Grace de la tina, ―el hombre arrugó su ceño―La metí en una tina con agua tibia para bajar su temperatura, ―luego Edward se dio cuenta de que estaba dando explicaciones de manera innecesaria, negó, y miró cuando su jefe de seguridad se marchó para avisar al doctor que subiera, momentos después, el hombre con su maletín y apurado entró a la habitación, Edward le permitió entrar al baño y aunque estaba renuente por un momento a que la viese semidesnuda, el doctor fue profesional. Edward la vistió con ayuda y la recostó en la cama, y minutos después, la mujer del servicio, h