Lorenza observó a Edward detenidamente. Él se mantenía en silencio, perdido en sus pensamientos mientras esperaban en la sala. Su postura tensa y las líneas en su rostro hablaban más que cualquier palabra.—¿Qué es lo que tanto piensas? —preguntó finalmente. Su tono era suave, pero firme—. No es tu culpa, si es eso lo que te repites una y otra vez.Colocó una mano en su hombro, intentando reconfortarlo. Edward se levantó de golpe, sorprendiendo a Lorenza.—¡Claro que es mi culpa! —Espetó, pasando una mano por su rostro con frustración—. No nos cuidé. Grace no quiere hijos, y yo… yo tampoco. Nunca han estado en nuestros planes formar una familia.Lorenza lo miró con paciencia, aunque sus palabras eran como un eco de sus propias preocupaciones.—Edward…Pero él ya se pasaba ambas manos por el cabello, negando repetidamente.—Si tan solo…Lorenza se levantó y se acercó un paso más hacia él, suavizando su expresión.—Por algo Dios hace las cosas.Edward levantó la mirada hacia su madre. L
Edward escuchó las palabras de Grace y negó en silencio. Se levantó lentamente, su expresión cada vez más dura. Se giró hacia ella y frunció el ceño.— ¿De verdad quieres terminar esto? ¿Solo por esta situación? —preguntó con voz tensa, acercándose hasta el pie de la cama. Su mirada reflejaba una mezcla de incredulidad y determinación—. Estás sedada todavía. Hablaremos con calma cuando te den de alta y volvamos a casa.—Edward, yo estoy... —intentó decir ella, pero él la interrumpió con firmeza.—No. Aún tienes anestesia en el sistema. Es normal que digas cosas sin pensar. Así que...—Edward. —Su voz tembló, intentando llamarlo a la razón.—Ya lo dije. Lo hablaremos en casa, cuando estés sana y a salvo, a mi lado.Grace apretó las sábanas con frustración, su mirada fija en él.—Sé que no estás acostumbrado a que te digan "no" o a que las cosas no salgan como quieres, pero créeme, estoy más lúcida de lo que crees. Y quiero terminar esto.Él inhaló profundamente, cerrando los ojos por u
Edward la miró en silencio por un momento eterno y luego asintió con firmeza. —Te daré el divorcio bajo una sola condición —dijo, su voz tensa pero controlada—. Anularé toda penalización y dejaré a tu padre libre de deuda. Pero tienes que cumplir esta condición. Después de eso, mi abogado se encargará del trámite y todo habrá terminado. Grace tragó con dificultad, su corazón golpeando en su pecho. — ¿Qué condición? —preguntó, esforzándose por mantener la calma. —Acompáñame al evento de mi empresa... como mi esposa, una última vez. —Edward... —comenzó, pero él la interrumpió suavemente. —Es lo único que te pido. Después de esa noche, tendrás los documentos de divorcio en tus manos. Ella cerró los ojos por un instante, luchando contra el torbellino de emociones. Al abrirlos, su mirada era decidida. —De acuerdo. Te acompañaré como tu esposa... por última vez. Se puso de pie, su resolución intentó sostenerla, y se dirigió hacia el baño. Pero Edward no iba a permitir que se alejar
La tensión en el interior de la camioneta era palpable. El silencio de Lorenza era pesado, mientras sus ojos observaban por la ventana con una mezcla de prudencia y frustración. Edward, sentado junto a Grace, mantenía la mirada fija al frente, sus mandíbulas apretadas como si masticara palabras que se negaban a salir.Grace no pudo contenerse más. La imagen de Giselle ajustando la pajarita de Edward seguía revolviéndole el estómago. Su voz, aunque serena al inicio, estaba cargada de una furia contenida.—¿Qué hace Giselle realmente aquí, Edward? —preguntó, sin mirarlo directamente.Edward giró ligeramente el rostro hacia ella, sorprendido por su tono. Antes de que pudiera responder, Grace continuó.—Sé perfectamente que nunca le interesaron tus negocios. ¿Por qué, de repente, tiene tanto interés? —su voz tembló, traicionando el resentimiento que intentaba controlar—. ¿Acaso ya sabe que nos vamos a divorciar? ¿Está esperando como un ave de rapiña para quedarse con lo que queda?La sorp
Edward se reunió con su equipo y les agradeció por estar ahí, reconociendo que aquel logro era de todos. Mientras uno de sus empleados compartía su experiencia con los demás, Edward desvió la mirada buscando a Grace. La encontró sentada junto a Lorenza, quien hablaba animadamente, mientras Grace la escuchaba con atención.— ¿Puedo robarle un momento al CEO de la empresa? —preguntó Giselle, acercándose a Edward. Todos quedaron embelesados por su belleza y su acento italiano, que consideraban sumamente sensual.—Regreso en un momento —respondió Edward.Se acercó a Giselle y se alejaron del grupo. Cuando encontraron un lugar más apartado para conversar, Edward no pudo evitar buscar nuevamente a Grace con la mirada.— ¿Está todo bien?— siguió la mirada de él, luego ella se cruzó de brazos.Edward regresó la mirada hacia ella.—Está todo bien. ¿Quién te ha informado acerca de este evento? Por qué yo recuerde, no había una invitación para ti.— ¿Crees que eres el único con influencias?—ella
Un suave sonido de estática precedió a la voz firme del maestro de ceremonias, resonando en todo el salón elegantemente decorado.—Damas y caballeros, el evento está por comenzar. Por favor, les pedimos que tomen asiento.Un murmullo recorrió a los invitados mientras se dirigían a sus lugares. Edward ajustó el nudo de su corbata y respiró hondo, preparándose para dar inicio a una noche que simbolizaba años de esfuerzo y sacrificio. Justo cuando iba a moverse hacia su mesa, un ruido inesperado lo detuvo: un aplauso solitario, nítido y decidido.Miró hacia la fuente del sonido y vio a su madre, Lorenza, de pie. Sus ojos brillaban con orgullo, y aunque su sonrisa era serena, su aplauso resonaba con fuerza. Edward frunció el ceño, confundido, incapaz de entender qué estaba pasando.Entonces, otro aplauso, más fuerte y seguro, surgió desde el otro extremo del salón. Al girarse, su mirada se cruzó con la de su hermano Stefano, impecablemente vestido en un traje oscuro, aplaudiendo con una d
Edward llegó a la mesa donde su familia lo esperaba, recibiéndolo con efusivos abrazos y cálidos deseos. Risas y murmullos llenaban el aire, creando una burbuja de felicidad que parecía, por una noche, envolverlo todo. Pero en su mente, solo existía un pensamiento: Grace.Cuando finalmente llegó el momento de dirigirse a ella, la encontró de pie, con los ojos brillantes por un mar de emociones contenidas. La fuerza de su discurso había atravesado sus defensas, dejando en ella una vulnerabilidad que pocas veces se permitía mostrar. Edward avanzó hasta quedar frente a ella. Antes de que pudiera pronunciar una sola palabra, Grace negó con la cabeza suavemente, luchando contra las lágrimas que amenazaban con escapar. Una sonrisa temblorosa se dibujó en sus labios mientras se limpiaba los ojos.—Ese discurso… fue perfecto —susurró Grace, su voz apenas audible, como si temiera romper el momento con cualquier sonido demasiado fuerte.Con una ternura que parecía destinada solo para ella, Edwa
Edward volvió a mirar el asiento vacío a su lado cuando terminó de conversar con el alcalde. Con gesto discreto, se dirigió a su jefe de seguridad vía texto y miró en su dirección.“¿Dónde está Grace?” —preguntó.El hombre inclinó ligeramente la cabeza y respondió rápidamente desde su lugar:“La señora Langford está en el servicio de damas”Edward asintió, y esperó por ella; pero el hombre, en traje elegante, desvió su atención hacia el pasillo al notar movimiento. Su rostro se tensó al ver a Giselle salir del baño de damas. La elegancia y frialdad de la mujer lo hicieron suponer lo peor: ¿Había ocurrido un enfrentamiento? Sin perder tiempo, cruzó el pasillo rápidamente, esquivando a Giselle, decidido a verificar que Grace estuviera bien.Llamó a la puerta con firmeza.— ¿Señora Langford, todo está bien? —La puerta se abrió de inmediato, y el hombre retrocedió ligeramente, sorprendido.—Estoy bien, tranquilo —respondió Grace con una sonrisa divertida—. Si esperabas ver cabellos voland