Imprevisto

Al día siguiente, Grace volvió a sentirse mal, tenía punzadas en su vientre bajo, pero intentó calmarlo con pastillas. Mientras tanto, Edward conversaba con su madre, Lorenza, en el salón. Habían retomado un tema recurrente: los viñedos. Lorenza, con una mezcla de nostalgia y firmeza, intentaba convencer a su hijo de que los visitara con mayor frecuencia. Desde que Alessandro ya no estaba con ellos, temía que Edward se alejara aún más de la familia.

—Por cierto, ¿dónde está Grace? —preguntó Lorenza, notando la ausencia de la joven a su lado.

—Debe estar en la habitación —respondió Edward, mirando hacia la entrada justo cuando ella apareció.

Grace lucía pálida, desprovista del rubor rosado que recientemente iluminaba sus mejillas. Edward se levantó ligeramente, tendiéndole la mano en el aire para invitarla a sentarse a su lado.

—Precisamente, mi madre preguntaba por ti.

—Tengo un ligero dolor de cabeza, pero Stewart ya me ha dado algo —respondió Grace, tratando de restarle importancia
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