Lorenza llegó con una sonrisa de oreja a oreja, estaba emocionada por el giro que había dado los acontecimientos, unos que nadie sabía más que ella. Y esperó ansiosa por ver como terminaría esta noche. Lo bueno, pensó, que había una lista de invitados demasiado pequeña, personas en las que había la familia Langford deposita su confianza por años. Alessandro apareció bajando las escaleras, al verla, negó, presionando al mismo tiempo su quijada, cuando ella se dio cuenta, subió hasta quedar un escalón debajo de él, haciendo que ella levantara la mirada a su esposo.― ¿Dónde has estado? ¿Por qué no contestas tu celular? ―preguntó.―Querido, te informé que revisaría los últimos detalles de la boda.― ¿Sabes que el chef ha llamado para cancelar de último momento? ¿Estás al tanto de eso? Edward confía en ti, y tú simplemente ignoras las llamadas. ―Alessandro estaba muy molesto.―Oh, el chef. ―fingió sorpresa. ―No me lo puedo creer, ¿Cómo así? ―Alessandro entrecerró sus ojos y los clavó en s
Edward quedó finalmente satisfecho con todo lo que había hecho. Miró por la ventana de la habitación de huéspedes y vio la fila de autos blindados esperando a cierta distancia de la casa, listos para recibir instrucciones. Volvió la mirada al espejo y negó lentamente, decepcionado por los eventos de las horas anteriores. Todo lo que su madre había “organizado” había sido descartado por circunstancias ajenas. Sabía que ella esperaba que cancelara el evento, pero no iba a permitir que arruinara sus planes. Tomaría a Grace como su esposa y, mañana a primera hora, regresarían a New York. No podía posponerlo más. Una sonrisa apareció en sus labios al pensar en el futuro, mientras pintaba un panorama para ella que no levantara sospechas sobre lo que realmente estaba por venir.Se escuchó el toque de la puerta, sacándolo de sus pensamientos. Aun con la mirada en su reflejo en el espejo, anunció que podía pasar. La puerta se abrió un poco y cuando vio quién era, se quedó observando en silenc
Edward caminó por el pasillo, su mano derecha oculta en el bolsillo de su pantalón de vestir. Se detuvo bajo el marco de la puerta de la antigua habitación de su infancia, ladeando ligeramente el rostro para observar mejor. Allí estaban, las mujeres más predecibles, conspirando para sabotear su plan. Desde su posición, evaluó la escena con una mezcla de desdén y calma.― ¿Qué es esto? ¿Por qué aquí dice mi nombre y el de Edward? ―preguntó Grace, fingiendo no saber, frunció el ceño mientras señalaba los documentos en dirección a las dos mujeres frente a ella.― ¿Ahora tienes amnesia? ―espetó Giselle.― Ahí dice que esta boda es un acuerdo, no el amor que han venido vendiéndole a la familia Langford. Eres solo una...―Detén tus palabras si no quieres que saque a la luz todo lo que has hecho a espaldas de tu familia ―interrumpió Edward, avanzando hacia ellas con paso firme. Lorenza sintió que su alma se desplomaba, mientras Giselle arqueaba una ceja, observando cada movimiento de su ex pr
Todos se habían subido a las camionetas blindadas, excepto Grace y Edward. Antes de dirigirse a la villa, Edward dio instrucciones a Genoveva para que acomodara a su familia en sus respectivos lugares en lo que ellos llegaban. Genoveva asintió y se llevó a todos.―Deberías de ir a hablar con tu madre. ―susurró Grace arriesgándose a que se molestara por aquellas palabras. ―No. ―dijo Edward, mirando fijamente a Grace al captar su mirada. Ella presionó los labios, haciendo que sus hoyuelos se marcaran, y se quedó de pie en el recibidor. Alzó la cola de su largo vestido y la dejó colgando sobre su brazo, sin apartar la vista de Edward.― ¿Estás seguro? ―preguntó Grace en un susurro.― ¿Cómo puedes pedirme que vaya a hablar con mi madre? Por Dios Santo, Grace. ―siseó entre dientes mientras se inclinaba hacia ella para que nadie más los escuchara. Sus ojos se clavaron en los de ella.―Sé que no está en tus planes y que esto es un acuerdo, pero... ―hizo una breve pausa― ¿por qué no ser mejo
La camioneta blindada se detuvo en un área privada de la gran villa. Edward no había hablado durante el camino, y Grace evitó preguntarle sobre el encuentro con su madre. Recordando que se irían a primera hora a Nueva York, imaginó que no había sido una conversación agradable. Edward bajó del vehículo y miró hacia ella.―Toma mi mano, te ayudaré a bajar ―le dijo. Ella aceptó su mano y, con cuidado, se deslizó hasta llegar a él. Justo cuando estaba por bajarse por completo, él la detuvo, inclinándose un poco más hacia ella, sintiendo su respiración golpear la piel de su rostro. Sus ojos grises se abrieron, expectantes por el movimiento inesperado de Edward.―Quiero que te diviertas ―dijo él―. No pienses en lo que pudo haber pasado entre mi madre y yo. Esta noche, solo relajémonos para poder irnos a primera hora.―Tu familia mencionó el baile de máscaras, una de las primeras noches que cenamos juntos… ―susurró Grace. Pensó que se quedarían para el baile, pero al ver la determinación de
Edward se inquietó al no ver a Grace entrar del brazo de su padre cuando comenzó a sonar la marcha nupcial interpretada por el cuarteto de cuerdas. Se ajustó el cuello de la camisa de vestir, sintiendo una sensación nueva y desagradable.—Tranquilo, veré qué pasa —dijo Stefano, su padrino, a su lado. Edward lo detuvo con la mano, bloqueándolo para que no se moviera.Sus ojos se fijaron en Grace, caminando por el largo pasillo del jardín hacia él.—Oh, pensé que por un momento... —Edward dejó de escuchar a su hermano mayor, hipnotizado al ver a Grace en aquel monumental y perfecto vestido de novia. Los invitados se pusieron de pie al notar su presencia; muchos quedaron sorprendidos al ver a una novia tan espectacular, sabiendo que era la futura esposa de Edward Langford. La mayoría de los presentes eran socios de negocios de Edward y algunas amistades cercanas, en su mayoría empleados de empresas con altos puestos ejecutivos. También estaba presente la prensa italiana más renombrada, c
Edward anunció que se tomarían un par de minutos para regresar al banquete y acompañar a los invitados en el gran jardín. Entrelazó su mano con la de Grace y la apartó sutilmente del grupo de personas que se acercaban a felicitarlos. Edward, en realidad, se sentía incómodo; todo lo que sucedía a su alrededor en ese momento lo abrumaba, casi llevándolo al límite.—Espera, no puedo correr con este vestido —se quejó Grace. Él mantenía su mano firme y, con la otra, ella recogió un poco del vestido para no pisarlo al caminar. Edward lo notó y se detuvo para ayudarla. Grace sonrió al ver la lucha de Edward por levantar un poco la tela y acomodarla sobre su brazo, sin querer soltar su mano. Estuvo a punto de poner los ojos en blanco cuando finalmente, satisfecha, lo vio y retomaron el camino hacia el interior de la villa. Al percatarse de que estaban solos, subieron a la segunda planta. Grace frunció el ceño, sin entender a dónde la llevaba o qué quería hablar, que requería alejarse de todos
Edward y Grace fueron abordados por sus hermanos y sus esposas al salir. Viendo que Grace estaba entretenida hablando con una de sus cuñadas, Edward se adelantó para saludar a los Hilton. Al llegar a la mesa, un hombre alto y fornido, vestido de etiqueta, le saludó efusivamente.—¡Edward Langford! Felicidades, ¿dónde está la afortunada? —preguntó, visiblemente emocionado, por haber sido invitado a un evento tan privado de alguien con quien había hecho negocios antes.—En unos momentos viene. ¿Cómo estuvo el viaje? —preguntó amablemente Edward a Noah Hilton. Luego, se acercó una mujer rubia de ojos grises, luciendo un elegante vestido de noche. —Marie, bienvenida —le saludó caballerosamente. Marie, esposa de Noah, era una mujer hermosa, rubia y de ojos grises, que sonrió al terminar el abrazo de felicitación.—El viaje fue tranquilo, he dormido como un león durante el vuelo. Marie está emocionada; es su primera vez en Italia.—Gracias por invitarnos, Edward, y déjame decirte —Marie se