Edward anunció que se tomarían un par de minutos para regresar al banquete y acompañar a los invitados en el gran jardín. Entrelazó su mano con la de Grace y la apartó sutilmente del grupo de personas que se acercaban a felicitarlos. Edward, en realidad, se sentía incómodo; todo lo que sucedía a su alrededor en ese momento lo abrumaba, casi llevándolo al límite.—Espera, no puedo correr con este vestido —se quejó Grace. Él mantenía su mano firme y, con la otra, ella recogió un poco del vestido para no pisarlo al caminar. Edward lo notó y se detuvo para ayudarla. Grace sonrió al ver la lucha de Edward por levantar un poco la tela y acomodarla sobre su brazo, sin querer soltar su mano. Estuvo a punto de poner los ojos en blanco cuando finalmente, satisfecha, lo vio y retomaron el camino hacia el interior de la villa. Al percatarse de que estaban solos, subieron a la segunda planta. Grace frunció el ceño, sin entender a dónde la llevaba o qué quería hablar, que requería alejarse de todos
Edward y Grace fueron abordados por sus hermanos y sus esposas al salir. Viendo que Grace estaba entretenida hablando con una de sus cuñadas, Edward se adelantó para saludar a los Hilton. Al llegar a la mesa, un hombre alto y fornido, vestido de etiqueta, le saludó efusivamente.—¡Edward Langford! Felicidades, ¿dónde está la afortunada? —preguntó, visiblemente emocionado, por haber sido invitado a un evento tan privado de alguien con quien había hecho negocios antes.—En unos momentos viene. ¿Cómo estuvo el viaje? —preguntó amablemente Edward a Noah Hilton. Luego, se acercó una mujer rubia de ojos grises, luciendo un elegante vestido de noche. —Marie, bienvenida —le saludó caballerosamente. Marie, esposa de Noah, era una mujer hermosa, rubia y de ojos grises, que sonrió al terminar el abrazo de felicitación.—El viaje fue tranquilo, he dormido como un león durante el vuelo. Marie está emocionada; es su primera vez en Italia.—Gracias por invitarnos, Edward, y déjame decirte —Marie se
Marie observó cómo Edward se alejaba con su esposa hacia el interior de la villa. Noah, que no pasó por alto este detalle, la condujo hasta la mesa donde estaban y la miró en silencio.—¿Está todo bien? —preguntó Noah. Marie miró a su esposo y le sonrió débilmente.—Sí, claro. ¿Por qué lo preguntas? —respondió Marie.—He notado cómo miraste a la joven esposa de Edward. —Noah intentó ver más allá de su expresión, pero solo encontró el muro familiar que tanto protegía Marie. Tomó su mano y acarició sus nudillos, sonriéndole mientras la acercaba a su lado. Pero Marie tenía una sospecha que la inquietaba. De hecho, pensó que debería irse en ese momento y regresar al hotel del pueblo. Sabía que la velada no terminaría bien si sus sospechas eran ciertas.Mientras tanto, un rato después, Grace y Edward recibían las felicitaciones de los invitados. De vez en cuando, Grace se encontraba con la mirada fija de Marie, lo que empezaba a inquietarla.—¿Quieres irte a cambiar? —preguntó Edward. El s
—Para usted… señora Langford. —escuchar aquella respuesta de parte de Grace, provocó un fuerte escalofrío en Edward, este le recorrió de pies a cabeza, llegando a… Su “amigo”, de inmediato, se repuso e intentó que la boda, fuese una guerra innecesaria.—Grace—la llamó Edward acercándose a ella, se sintió extraño intervenir en un asunto que no debería de importarle, pero ahí estaba, en medio de las dos mujeres, intentando rescatar a su ahora, esposa.—Entiendo tu actitud en esta nueva posición, —dijo Marie reponiéndose de lo que acababa de pasar—Y es válido. Y no merezco que me escuches después de todos estos años y así explicar el otro lado de la moneda… —Grace bajó el escalón para estar frente a ella.—Yo soy quien merezco escuchar la respuesta a mi pregunta después de todos estos años. —Edward tomó el codo de Grace de manera discreta.—Creo que no es el momento. —susurró, pero Grace se soltó sutilmente del agarre de él, y sin mirarlo, dijo:—Nunca será el momento, si no es hoy, no s
Lorenza estaba frente a la puerta de la villa, bajó la mirada a su vestido de noche, uno que había comprado para este día, se mordió el labio y dudó en tocar el timbre, escuchó a lo lejos la música sonar, ¿Y si nadie le abría la puerta?—Aquí estás—dijo Alessandro apareciendo por la puerta lateral de la casa que daba al interior del jardín. Lorenza se tensó al verlo, tenía su pajarita colgando de su cuello desarreglado.—Sí, aquí estoy. —tomó un poco de aire para poder tranquilizar su corazón acelerado. Cuando Alessandro se detuvo frente a las escaleras principales de la casa, miró detenidamente a su esposa.— ¿Entonces? ¿Todo eso que me dijiste por llamada? ¿Es verdad? ¿Vienes a hacer las paces con tu hijo y ahora tu nueva nuera? —Lorenza presionó sus labios, volvió a aclararse la garganta y bajó lentamente cada escalón hasta quedar uno arriba para estar a la misma altura de Alessandro, miró detenidamente sus canas que cubrían la mayoría de su cabellera y barba. — ¿O es que realmente
Grace empezó a desempacar el último traje y sus ojos se abrieron de par en par al ver que no era para nada adecuado ese conjunto y regresar a la fiesta. “Debe de ser una broma” pensó. Sus dedos acariciaron la tela que se encontraba aún dentro de la funda.— ¿Está todo bien? —Grace se exaltó al escuchar la voz de Edward detrás de ella, cuando se giró en su dirección, estaba cerrando la puerta detrás de él. Pudo notar sus comisuras evitando ser alzadas y mostrar una sonrisa pícara.—Estoy algo…—se aclaró la garganta—Algo, confundida. —y se repuso, intentando que sus mejillas no se enrojecieran más de lo que ya estaban. Edward sí que estaba disfrutando como se había puesto al ver la ropa interior para la noche de bodas.— ¿Confundida? —hizo esa pregunta Edward casi a punto de sonreír.—Sí, confundida. —la actitud de Grace dio un giro, como si sintiera que se estuviera burlando de ella, y ya en su vida le habían hecho bastante como para que Edward se sumara a la lista. Se cruzó de brazos y
— ¿Podrán disculparme por lo sucedido? —preguntó Lorenza antes de que se siguiera desviando el tema principal de la reunión. Ambos miraron a la mujer del otro lado de la mesa de cristal.—Claro, por mí, —comenzó a decir Grace—Está bien. —y le sonrió a Lorenza, quien le regresó la sonrisa, luego ambas miraron a Edward.—Bien. —solo eso dijo.— ¿Y lo del baile? —quiso saber Lorenza algo esperanzada.—Lo hablaré con mi esposa. —replicó Edward empezando a impacientarse, quería salir a la fiesta y despedir a todo mundo para después, tener su noche con Grace.—Muy bien, tienes que recordarte ahora en tu nueva etapa, que ahora son dos. No solamente tú, Edward. Tienes que tomar decisiones como pareja. —él se tensó.—Eddy y yo hablaremos, y mañana mismo te daremos una respuesta. —dijo Grace sonriendo más, claro que lo convencería para quedarse una semana más.—Lo veremos. Ya como quedó el asunto, y debido a que te lo has perdido, —dijo en dirección a su madre—Deberías de ir a saludar a nuestro
Grace se quedó helada cuando escuchó aquella pregunta de Edward. Su semblante cambió; ya no veía al hombre imponente e intimidante que había conocido en estas semanas. El hombre que siempre tenía todo bajo control, cuya sola presencia podía dejar en silencio un gran salón y atraer todas las miradas, ahora parecía vulnerable. Edward, que tenía a una modelo como prometida y futura esposa, pero a quien había elegido, estaba delante de él con una mirada que nunca había visto. Era como si, por primera vez, alguien estuviera cambiando sus propias reglas.Grace se acercó lentamente, dejando caer a sus pies la ropa que tenía en su brazo hasta quedar frente a frente. Edward permaneció en silencio, atento a cada uno de sus movimientos.—Contestando tu pregunta: sí, te deseo —dijo Grace, acariciando lentamente su rostro. Edward cerró los ojos por un momento y suspiró, tratando de no pensar en nada más que en lo que ella estaba provocando en él. Ya mañana se preocuparía por el resto. —¿Y tú, Lang