Queridos lectores: Me comí el capítulo «Hacer las paces» Gracias, querida lectora por hacerme ver mi error, en el transcurso de la noche, se actualizará el capítulo anterior que vendría siendo este, pero ya se ha publicado el correcto, así que si desbloqueas este capítulo, se actualizará el capítulo de atrás. No tendrás problemas, solo pido paciencia para que se autorice la actualización correcta.
— ¿Podrán disculparme por lo sucedido? —preguntó Lorenza antes de que se siguiera desviando el tema principal de la reunión. Ambos miraron a la mujer del otro lado de la mesa de cristal.—Claro, por mí, —comenzó a decir Grace—Está bien. —y le sonrió a Lorenza, quien le regresó la sonrisa, luego ambas miraron a Edward.—Bien. —solo eso dijo.— ¿Y lo del baile? —quiso saber Lorenza algo esperanzada.—Lo hablaré con mi esposa. —replicó Edward empezando a impacientarse, quería salir a la fiesta y despedir a todo mundo para después, tener su noche con Grace.—Muy bien, tienes que recordarte ahora en tu nueva etapa, que ahora son dos. No solamente tú, Edward. Tienes que tomar decisiones como pareja. —él se tensó.—Eddy y yo hablaremos, y mañana mismo te daremos una respuesta. —dijo Grace sonriendo más, claro que lo convencería para quedarse una semana más.—Lo veremos. Ya como quedó el asunto, y debido a que te lo has perdido, —dijo en dirección a su madre—Deberías de ir a saludar a nuestro
Grace se quedó helada cuando escuchó aquella pregunta de Edward. Su semblante cambió; ya no veía al hombre imponente e intimidante que había conocido en estas semanas. El hombre que siempre tenía todo bajo control, cuya sola presencia podía dejar en silencio un gran salón y atraer todas las miradas, ahora parecía vulnerable. Edward, que tenía a una modelo como prometida y futura esposa, pero a quien había elegido, estaba delante de él con una mirada que nunca había visto. Era como si, por primera vez, alguien estuviera cambiando sus propias reglas.Grace se acercó lentamente, dejando caer a sus pies la ropa que tenía en su brazo hasta quedar frente a frente. Edward permaneció en silencio, atento a cada uno de sus movimientos.—Contestando tu pregunta: sí, te deseo —dijo Grace, acariciando lentamente su rostro. Edward cerró los ojos por un momento y suspiró, tratando de no pensar en nada más que en lo que ella estaba provocando en él. Ya mañana se preocuparía por el resto. —¿Y tú, Lang
Grace y Edward no se habían dirigido la palabra durante una parte del viaje a Nueva York. Se cruzaron en el interior del avión cuando iban al servicio, pero parecían ser solo un par de desconocidos. Edward se había arrepentido inmediatamente de sus palabras: "sé que es una irresponsabilidad de mi parte, pero no deseo tener familia y mucho menos bajo un acuerdo con una extraña." De hecho, nunca había pensado detenidamente en el tema de la familia; no estaba en sus planes casarse y mucho menos tener hijos.Pero ahí estaba, casado, con una extraña y bajo un acuerdo.Grace se había puesto su antifaz para poder dormir, ya que no había podido hacerlo en lo que restaba de la noche. Sabía que las palabras de Edward eran totalmente ciertas y tenía que ser más consciente de la situación. Debía establecer nuevas reglas entre los dos y evitar cruzar de nuevo la delgada línea del deseo y la pasión que fluía entre ambos.—¿Podemos hablar? —Grace intentó no torcer la boca al escuchar la pregunta de
Edward abrió la puerta de la habitación que compartiría con Grace, era bastante amplia,con ventanales de piso a techo, una sala de cuero frente a una chimenea, arriba una gran televisión y más allá, estaba la gran cama, con un respaldo alto de cuero a juego. Era un estilo minimalista en todo el lugar.—Es muy...espaciosa.Cinco veces es el tamaño de mi departamento en esta habitación. —murmuró Grace.—Este es el baño, —anunció Edward, ella lo siguió y se quedó con la boca abierta.—No puedo creerlo, este es el paraíso.—Y espera a que veas el armario, ya hay espacio para que instalen tu ropa. —salieron para dirigirse a ese espacio, y Grace al ver el lujo de todo, se sintió cohibida.Paredes altas. Estantes por doquier, trajes de varios colores, calzado acomodado a la perfección, un área de corbatas que pareció no tener fin en el colgador eléctrico. Había una pantalla que mostraba el clima actual, el precio de las monedas extranjeras, y cuando iba a preguntar dónde iba a estar su ropa,
Por la mañana, Grace despertó bastante descansada, la cama era de las mejores en la que había dormido en toda su vida, pensó en la de Italia y negó. Esta cama era lo mejor. Se estiró poco a poco y cuando se giró se encontró con el rostro de Edward aún dormido, casi decía un par de palabrotas por el susto, pero se contuvo, algo que le sorprendió fue que la cama siendo bastante amplia, él estuviera a escasos centímetros de su cuerpo. El calor que desprendía de él, era bastante cálido, entonces se preguntó si él fue la causa del motivo por el cual había dormido tan bien.Se removió poco a poco evitando despertar a Edward, al lograrlo, entró al baño, hizo sus necesidades, se dio una breve ducha para despertar mejor, una hora después, estaba lista para ir a desayunar. Aún seguía sorprendida por todo el lujo que la rodeaba.—Buenos días, Grace.—ella se exaltó al escucharlo, le iba a decir un par de cosas para que dejara de hacerlo, ya que no era la primera vez que la tomaba por sorpresa, pe
Las puertas se abrieron, y algo en el interior de Edward comenzó a arder como lava. La escena frente a él era indescriptible.—Quita tus manos de mi esposa, Richard —dijo Edward, apretando los dientes. Grace se apartó de Richard de inmediato.— ¿Tu esposa? ¿Cuándo te has casado? —Richard frunció el ceño. Edward ignoró la pregunta y se centró en los brazos de Grace, palideciendo al verlos.— ¿Qué te ha pasado? ¿Por qué tienes los brazos así? —preguntó, evidentemente preocupado.—El estrés puede liberar histamina y otras sustancias químicas en el cuerpo, lo que puede causar inflamación y urticaria —intervino Richard.—El encierro en el elevador me puso así —dijo Grace con voz temblorosa.—Debes ver a un médico de inmediato. —Edward la tomó del codo y la alejó de Richard. A medio camino, se detuvo y lo miró—. Por cierto, te perdiste la junta. ¿De verdad quieres que siga defendiéndote cuando tú mismo te saboteas?Richard permaneció en silencio, consciente de que había llegado casi dos hor
Marie terminó de vestirse y, antes de salir de la habitación, se miró en el espejo una última vez. Llevaba un elegante conjunto de dos piezas de Carolina Herrera. Sus delgados dedos se aferraron a su pequeño bolso de mano antes de salir. Mientras bajaba las escaleras, vio a Noah dejar su maleta de viaje, lo que la detuvo a mitad de camino, mirándolo con sorpresa.—Querido, has llegado antes —comentó, esbozando una sonrisa que él devolvió, aunque la suya desapareció brevemente al arrugar el ceño.—Sí, así es. ¿Puedo saber a dónde va mi esposa tan elegante? —preguntó, con un matiz de extrañeza en su voz.—Voy a cenar con… —Marie hizo una breve pausa mientras continuaba bajando los escalones, deteniéndose en el penúltimo para mirarlo— con los Langford. Me han invitado a cenar —dijo, ocultando hábilmente su nerviosismo.—Qué agradable sorpresa. Déjame cambiarme la corbata y nos vamos —respondió Noah, subiendo las escaleras para cambiarse, pero Marie le detuvo con una mano en su hombro.—E
Grace abrió la puerta y se encontró con Noah, visiblemente preocupado. No entendía ese comportamiento tan extraño. ¿Acaso una mujer no puede ir al baño y tardar unos minutos?—Marie, ¿por qué has tardado? —preguntó Noah, esbozando una sonrisa forzada. Pero Grace percibió que no era solo cortesía; había algo más, una sombra que podría parecer tóxica a simple vista. Sin embargo, debido a su inexperiencia, descartó la idea.—Querido, ¿qué pensará nuestra anfitriona si vienes a buscarme al baño cuando no han pasado ni cinco minutos? —Marie soltó una risita, intentando aliviar la tensión en el aire.—Que estoy preocupado por ti. —Noah entrecerró los ojos, mirando a ambas con suspicacia.—¿Qué pasa, querido? —preguntó Marie, inquieta por su mirada penetrante.—Ahora que las veo juntas, es como si estuviera mirando a tu "yo" de joven. Había notado las similitudes antes, pero ahora que las observo detenidamente... son casi idénticas.Marie palideció.—Es un halago que haga esa comparación, se