Marie terminó de vestirse y, antes de salir de la habitación, se miró en el espejo una última vez. Llevaba un elegante conjunto de dos piezas de Carolina Herrera. Sus delgados dedos se aferraron a su pequeño bolso de mano antes de salir. Mientras bajaba las escaleras, vio a Noah dejar su maleta de viaje, lo que la detuvo a mitad de camino, mirándolo con sorpresa.—Querido, has llegado antes —comentó, esbozando una sonrisa que él devolvió, aunque la suya desapareció brevemente al arrugar el ceño.—Sí, así es. ¿Puedo saber a dónde va mi esposa tan elegante? —preguntó, con un matiz de extrañeza en su voz.—Voy a cenar con… —Marie hizo una breve pausa mientras continuaba bajando los escalones, deteniéndose en el penúltimo para mirarlo— con los Langford. Me han invitado a cenar —dijo, ocultando hábilmente su nerviosismo.—Qué agradable sorpresa. Déjame cambiarme la corbata y nos vamos —respondió Noah, subiendo las escaleras para cambiarse, pero Marie le detuvo con una mano en su hombro.—E
Grace abrió la puerta y se encontró con Noah, visiblemente preocupado. No entendía ese comportamiento tan extraño. ¿Acaso una mujer no puede ir al baño y tardar unos minutos?—Marie, ¿por qué has tardado? —preguntó Noah, esbozando una sonrisa forzada. Pero Grace percibió que no era solo cortesía; había algo más, una sombra que podría parecer tóxica a simple vista. Sin embargo, debido a su inexperiencia, descartó la idea.—Querido, ¿qué pensará nuestra anfitriona si vienes a buscarme al baño cuando no han pasado ni cinco minutos? —Marie soltó una risita, intentando aliviar la tensión en el aire.—Que estoy preocupado por ti. —Noah entrecerró los ojos, mirando a ambas con suspicacia.—¿Qué pasa, querido? —preguntó Marie, inquieta por su mirada penetrante.—Ahora que las veo juntas, es como si estuviera mirando a tu "yo" de joven. Había notado las similitudes antes, pero ahora que las observo detenidamente... son casi idénticas.Marie palideció.—Es un halago que haga esa comparación, se
Grace, al escuchar aquellas palabras de la boca de Edward, no podía creerlo.— ¿Me…? ¿Me quieres?—preguntó atónita. Él asintió. Acarició sus mejillas, y se miró en sus ojos.— ¿Es tan extraño escuchar esas palabras?—quiso saber, ella arrugó su ceño y asintió.—Eres la primera persona que…—la voz de Grace se quebró, y él entendió el resto de la oración a medio terminar. La abrazó a su cuerpo y algo en él siguió emergiendo sin previo aviso.—Y tú eres la primera persona que le digo esas palabras. Así que esto, es nuevo para los dos. —Grace, poco a poco, cedió a sus impulsos, a lo que ella quería. Se separó de él, y alzó su mirada a la suya.Edward, conmovido, con sus dedos, barrió las lágrimas de las mejillas de Grace.—Grace…—susurró su nombre. — ¿Grace?—la llamó de nuevo.— ¿Sí?—preguntó confundida.Seguían frente a las puertas del elevador, a cierta distancia, Edward la miró con el ceño arrugado.—Te estoy llamando, pero estabas como fuera de este mundo. —Grace se aclaró la garganta
Grace se quedó de pie delante de la gran cama, su respiración agitada mientras esperaba a que Edward regresara. Le había pedido que no se moviera de ahí, y momentos después, la puerta se abrió, revelando a Edward con algo en la mano. Al darse cuenta de lo que era, Grace no pudo evitar soltar una risa suave.—Si te quedaste con hambre… —bromeó Grace, acercándose hasta quedar frente a ella con un plato en la mano.—Quiero que lo pruebes. —Edward llevó un poco del postre de Stewart hacia la boca de Grace. —Abre. —susurró con una suavidad que hizo que el corazón de Grace latiera más rápido. Ella asintió, dejando que el tenedor entrara en su boca. Al sentir el postre en su paladar, los sabores explotaron, haciéndola cerrar los ojos y gemir de placer.Edward dejó caer el plato al suelo, el sonido de los fragmentos rompiéndose pasó desapercibido para ambos. En un movimiento rápido, la colocó sobre la cama, avanzando sobre ella con una determinación que se mezclaba con un deseo contenido. Cua
Grace estaba acostada boca abajo, y de repente sintió como los labios de Edward dejaban un camino de besos desde la nuca hasta el final de su espalda. Ella cerró sus ojos y solo se dedicó a disfrutar lo que sus caricias provocaban, no quería pensar en nada más, solo vivir el momento y evitar preguntarse qué va a pasar por la mañana. —Eso me gusta... —susurró Grace, ladeando su rostro y descansando su mejilla contra su brazo. Edward sonrió al ver que aquellos pequeños detalles que nunca había hecho para una mujer, lo estuviera experimentando con Grace. Se removió para meterse entre sus muslos, levantó su trasero y Grace abrió sus ojos de par en par, giró su rostro hacia él.—¿Qué haces?—preguntó alertada, aunque intentó ocultarlo, era evidente para Edward. —Probaremos una posición. —ella jadeó, excitada. —¿Cómo es posible que solo esas tres palabras me estén provocando tanto calor?—Edward sonrió, era una sonrisa pícara.—Es una posición de cuatro, has estado arriba de mí, yo debajo d
Edward cerró los ojos y, sin darse cuenta, acarició su labio inferior con el pulgar. Los recuerdos de las horas anteriores lo envolvían en una niebla que le resultaba inusual. Nunca antes se había sentido tan distraído. La imagen de la piel de Grace, sus labios rojos, hinchados y entreabiertos, sus pestañas temblorosas y sus ojos grises, con el iris dilatado por el deseo, lo transformaron en un cavernícola. La comparó con una linterna, y él, como un insecto, se sentía hipnotizado por su luz. Por primera vez en su vida, había pospuesto una reunión importante por un asunto personal. Abrió los ojos al sentir que el auto se detenía por completo. Miró por la ventanilla y se dio cuenta de que el trayecto había pasado como un vacío.—Hemos llegado, señor Langford —anunció el chófer. La camioneta blindada, donde se encontraba su jefe de seguridad y el resto de la escolta, se estacionó a cierta distancia de su auto. Edward asintió al encontrarse con la mirada del chófer por el retrovisor.—Est
Grace se estiró debajo de las sábanas y sintió un ligero dolor entre sus muslos. Abrió sus ojos poco a poco y sonrió. Esa sesión de sexo de horas la había relajado como hacía mucho tiempo no se sentía, bien, como nunca se había sentido, sin ninguna preocupación, solo esa nueva propuesta de Edward que aún le hacía ruido. Se removió y miró el lado de él, estaba vacío, pero había una nota en la almohada. La tomó y la leyó en voz baja.“Grace, fui a mi reunión que pospuse en la mañana. Duerme, Stewart tendrá algo rico para comer, yo llegaré por la noche. Eddy...”Ella sonrió al ver el diminutivo de su nombre. Según él, lo odiaba, pero ahí estaba, plasmado en tinta negra. Su yema acarició su nombre y luego sonrió más, mostrando su dentadura. Después soltó un suspiro, dejándose caer sobre su espalda en la cama.—Eddy. Te queda bien.Se dispuso a levantarse y empezar su tarde. Se dio un baño relajante, buscó un conjunto de ropa cómodo para andar por ahí, luego recogió su cabello rubio en una
Grace no dijo nada en ese momento, pensando que no era nada del otro mundo preguntar acerca de las mujeres en la vida de Edward.―Hola ―saludó Grace con las mejillas sonrojadas. Edward se quedó bajo el marco de la entrada a la cocina sin decir nada por un momento. Luego ella, volvió la mirada a su plato de postre.―Hola, ¿ya has almorzado? ―preguntó Edward, mientras comenzaba a caminar hacia ella. Grace no pudo evitar sentir un cosquilleo al verlo acercarse. Él se detuvo a cierta distancia, tiró del banco a su lado y se sentó sin dejar de mirarla.―Sí ―respondió Grace, y Edward notó el rubor en sus mejillas pálidas. ―Estaba en el postre. ¿Cómo te fue en tu reunión de negocios? ―preguntó sin dejar de sostenerle la mirada. Edward se sintió extraño, no solía hablar de su día con nadie, y esa sensación resultaba extrañamente agradable. Tomó la cuchara que ella tenía en la mano y cortó un poco del postre.―Bien. Como ya te ha contado Stewart, tengo dos socios cercanos, más de negocios que