Grace estaba acostada boca abajo, y de repente sintió como los labios de Edward dejaban un camino de besos desde la nuca hasta el final de su espalda. Ella cerró sus ojos y solo se dedicó a disfrutar lo que sus caricias provocaban, no quería pensar en nada más, solo vivir el momento y evitar preguntarse qué va a pasar por la mañana. —Eso me gusta... —susurró Grace, ladeando su rostro y descansando su mejilla contra su brazo. Edward sonrió al ver que aquellos pequeños detalles que nunca había hecho para una mujer, lo estuviera experimentando con Grace. Se removió para meterse entre sus muslos, levantó su trasero y Grace abrió sus ojos de par en par, giró su rostro hacia él.—¿Qué haces?—preguntó alertada, aunque intentó ocultarlo, era evidente para Edward. —Probaremos una posición. —ella jadeó, excitada. —¿Cómo es posible que solo esas tres palabras me estén provocando tanto calor?—Edward sonrió, era una sonrisa pícara.—Es una posición de cuatro, has estado arriba de mí, yo debajo d
Edward cerró los ojos y, sin darse cuenta, acarició su labio inferior con el pulgar. Los recuerdos de las horas anteriores lo envolvían en una niebla que le resultaba inusual. Nunca antes se había sentido tan distraído. La imagen de la piel de Grace, sus labios rojos, hinchados y entreabiertos, sus pestañas temblorosas y sus ojos grises, con el iris dilatado por el deseo, lo transformaron en un cavernícola. La comparó con una linterna, y él, como un insecto, se sentía hipnotizado por su luz. Por primera vez en su vida, había pospuesto una reunión importante por un asunto personal. Abrió los ojos al sentir que el auto se detenía por completo. Miró por la ventanilla y se dio cuenta de que el trayecto había pasado como un vacío.—Hemos llegado, señor Langford —anunció el chófer. La camioneta blindada, donde se encontraba su jefe de seguridad y el resto de la escolta, se estacionó a cierta distancia de su auto. Edward asintió al encontrarse con la mirada del chófer por el retrovisor.—Est
Grace se estiró debajo de las sábanas y sintió un ligero dolor entre sus muslos. Abrió sus ojos poco a poco y sonrió. Esa sesión de sexo de horas la había relajado como hacía mucho tiempo no se sentía, bien, como nunca se había sentido, sin ninguna preocupación, solo esa nueva propuesta de Edward que aún le hacía ruido. Se removió y miró el lado de él, estaba vacío, pero había una nota en la almohada. La tomó y la leyó en voz baja.“Grace, fui a mi reunión que pospuse en la mañana. Duerme, Stewart tendrá algo rico para comer, yo llegaré por la noche. Eddy...”Ella sonrió al ver el diminutivo de su nombre. Según él, lo odiaba, pero ahí estaba, plasmado en tinta negra. Su yema acarició su nombre y luego sonrió más, mostrando su dentadura. Después soltó un suspiro, dejándose caer sobre su espalda en la cama.—Eddy. Te queda bien.Se dispuso a levantarse y empezar su tarde. Se dio un baño relajante, buscó un conjunto de ropa cómodo para andar por ahí, luego recogió su cabello rubio en una
Grace no dijo nada en ese momento, pensando que no era nada del otro mundo preguntar acerca de las mujeres en la vida de Edward.―Hola ―saludó Grace con las mejillas sonrojadas. Edward se quedó bajo el marco de la entrada a la cocina sin decir nada por un momento. Luego ella, volvió la mirada a su plato de postre.―Hola, ¿ya has almorzado? ―preguntó Edward, mientras comenzaba a caminar hacia ella. Grace no pudo evitar sentir un cosquilleo al verlo acercarse. Él se detuvo a cierta distancia, tiró del banco a su lado y se sentó sin dejar de mirarla.―Sí ―respondió Grace, y Edward notó el rubor en sus mejillas pálidas. ―Estaba en el postre. ¿Cómo te fue en tu reunión de negocios? ―preguntó sin dejar de sostenerle la mirada. Edward se sintió extraño, no solía hablar de su día con nadie, y esa sensación resultaba extrañamente agradable. Tomó la cuchara que ella tenía en la mano y cortó un poco del postre.―Bien. Como ya te ha contado Stewart, tengo dos socios cercanos, más de negocios que
Aeropuerto de Roma-Fiumicino, Italia. Grace se ajustó los lentes de sol cuando iba a bajar los escalones de aquel avión privado. Un par de escalones debajo de ella, Edward esperaba.—Cuidado al bajar. —le dijo, ella asintió con una sonrisa, pero era una de esas que no había visto desde que la conocía.—El clima es genial. —y empezó a bajar cada escalón con total cuidado. Al terminar de bajar, Edward tomó su mano y entrelazó sus dedos para caminar por la pista, se sentían ambos tan extraños, pero al mismo tiempo, cálidos y aquella electricidad les recorrió por debajo de la piel, pero la ignoraron. — ¿Podemos ir a comer antes de ir al helipuerto? —preguntó Grace a su lado, Edward asintió, pensando que también tenía hambre.Le abrió una de las puertas mientras venía escoltados, y a lo lejos, notó una revolución de gente, con sus cámaras. Presionó sus labios con dureza, molesto. Miró a su jefe de seguridad y le hizo una seña para que se dirigieran por una puerta que los llevaría, por otr
Alessandro abrazó a Grace y duró un par de segundos más, eso no le gustó a Edward y rompió el contacto para que lo abrazara a él.—Qué bueno que han venido antes, aún tenemos detalles que arreglar con la fiesta de mañana. Es un estrés, todos estamos estresados. —dijo terminando de dar una abrazo a su hijo, Edward arrugó su ceño, y volvió a tomar la mano de Grace.— ¿Hay algo en lo que podamos ayudar? —preguntó Edward haciendo señas para que su padre los siguiera la interior de la casa, no habían entrado aún desde su llegada. El olor a lavanda y la calidez de la casa, relajó de inmediato a los tres.— ¿Tienes aún algo de ese bourbon extra que me regalaste el año pasado en Navidad? —preguntó Alessandro dejándose caer en uno de los sillones de la sala principal, Grace se sentó del otro lado en otro sillón y Edward caminó hasta el mueble de las bebidas, buscó aquella botella extra que había comprado para regalar.—Aquí tengo. —empezó Edward a preparar las bebidas, Alessandro miró algo dis
Casa de Los Langford, Italia. — ¿Estás nerviosa? —preguntó Edward cuando la camioneta entró al terreno de sus padres, miró a Grace, callada, con sus manos en su regazo mirando por la ventanilla. Esta vez, Edward decidió de último momento usar la camioneta para ellos dos. Quería tener esa privacidad sin tener que frenarse por tener a su personal de seguridad. Ella miró hacia él.—Un poco. —le sonrió a medias a Edward, estaba mucho más que nerviosa, ahora no estaría fingiendo ante su familia, en ese momento eran una pareja real. Él tomó su mano y le sonrió, un momento después, detuvo la camioneta blindada a lado de otro auto.—Tranquila, solo es un desayuno familiar, luego regresaremos a la villa, el maquillista y el peinador estarán a eso de las dos de la tarde. —dijo Edward llevándose la mano de ella a sus labios para dejar un beso contra sus nudillos.—Bien, —sonrió Grace. Al bajar, él tomó su mano y entrelazó sus dedos con los de ella, para su total sorpresa, era un hábito que habí
Casa de Los Langford, Italia. Edward deslizó sus manos por debajo de la sábana, encontrando la piel desnuda de Grace, la atrajo hacia él y la rodeó finalmente, descansando su barbilla en su cabeza. Ella descansó su rostro contra el pecho desnudo de él y aspiró su aroma.―Tenemos que levantarnos. ―anunció él, realmente sin querer hacerlo.―Lo sé, pero solo un par de minutos más. ―susurró Grace contra la piel de Edward. Él sintió la calidez de su respiración.―Hoy será una noche ajetreada, no quiero que te despegues de mí, el diablo nunca duerme. ―murmuró Edward, no tenía que bajar la guardia menos sabiendo que Giselle podría andar por ahí haciendo un plan para vengarse de él.―Bien, ―susurró Grace empezando a bostezar, el tener sexo, la había relajado por completo. Ahora, quería dormir. Pero sabía que tenía que levantarse en unos minutos más.—Bien—repitió él, con una sonrisa débil en sus labios. Edward levantó la mano, observando su reloj con calma. Les quedaban apenas diez minutos a