Señora Langford

Marie observó cómo Edward se alejaba con su esposa hacia el interior de la villa. Noah, que no pasó por alto este detalle, la condujo hasta la mesa donde estaban y la miró en silencio.

—¿Está todo bien? —preguntó Noah. Marie miró a su esposo y le sonrió débilmente.

—Sí, claro. ¿Por qué lo preguntas? —respondió Marie.

—He notado cómo miraste a la joven esposa de Edward. —Noah intentó ver más allá de su expresión, pero solo encontró el muro familiar que tanto protegía Marie. Tomó su mano y acarició sus nudillos, sonriéndole mientras la acercaba a su lado. Pero Marie tenía una sospecha que la inquietaba. De hecho, pensó que debería irse en ese momento y regresar al hotel del pueblo. Sabía que la velada no terminaría bien si sus sospechas eran ciertas.

Mientras tanto, un rato después, Grace y Edward recibían las felicitaciones de los invitados. De vez en cuando, Grace se encontraba con la mirada fija de Marie, lo que empezaba a inquietarla.

—¿Quieres irte a cambiar? —preguntó Edward. El s
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