Zaid, no obstante, procuró no dejarse intimidar. Darse vuelta y solo irse dejándolos allí sería aceptar la derrota ante Reinhardt, una más de tantas. Además, no era propio de su personalidad solo retirarse sin dar batalla. Estaba harto de sentirse inferior, de siempre perder contra él. Zaid fue el primero en haber encontrado a Jordan -es decir, a Isabella-, y con esa lógica, creía que el chico debía ser suyo, pues quien lo encuentra primero se lo queda. Sin embargo, para Reinhardt no funcionaban esas tontas reglas.De pronto, en su rostro apareció una sonrisa.—Este... chico y yo estamos más unidos que nunca, Reinhardt. Aunque tú te creas que esta cercanía que compartes con él es inquebrantable, te aseguro que no es así. Lo que nosotros tenemos, lo que nos une, es mucho más profundo. Un secreto que compartimos... y del cual tú no tienes idea.La mirada de Jordan se endureció y una chispa de comprensión cruzó sus ojos. Él no se estaba refiriendo a la muerte de su familia, al sufrimient
Zaid, sin amedrentarse, lo desafió con una sonrisa burlona.—Entonces pelea. Si quieres quedarte con él, pelea, Reinhardt.Reinhardt no dudó ni un segundo antes de responder.—En todas las batallas que hemos tenido, tú siempre has perdido. ¿Acaso me estás rogando que te mate? ¿Es eso lo que quieres? Incluso fuiste a mi territorio, desafiando mi autoridad y tratando de quitarme lo que me pertenece, de adueñarte de lo que es mío. ¿Quién te has creído?La sonrisa de Zaid se amplió, pero sus ojos brillaron con cierta rabia.—No voy a permitir que me mires por encima del hombro —declaró.—Yo estoy muy por encima de ti en muchos sentidos, no hace falta decirlo —señaló.—En la jerarquía de la mafia tal vez, pero soy igual de peligroso que tú, o tal vez más.—No me pongas al mismo nivel que tú, ¿cómo te atreves? Qué descarado eres —siseó.Zaid frunció los labios, incapaz de mantener su sonrisa.—Deja de subestimarme, Reinhardt. Y saca tu arma.—¿Me estás pidiendo a gritos que te asesine? —pre
Al llegar nuevamente al salón, Jordan se fijó en la escena frente a él, viendo que Reinhardt seguía en una confrontación directa con Zaid. De pronto, Reinhardt golpeó a Zaid con un puñetazo certero, enviándolo al suelo. Zaid, respirando pesadamente, estaba en el piso, pero su rabia no había desaparecido. Con un movimiento ágil y rápido, sostuvo su arma y apuntó hacia Reinhardt.Zaid estaba a punto de disparar, pero entonces, el instinto de Jordan tomó el control. Con la escopeta en sus manos, no lo pensó ni un segundo. Levantó el cañón del arma, apuntó hacia Zaid y apretó el gatillo. El disparo resonó como un trueno dentro de aquel lugar y el sonido se amplificó en las paredes como si toda la casa temiera lo que acababa de suceder. La bala voló con una precisión mortal y alcanzó la mano de Zaid.El impacto fue devastador. La mano de Zaid, que antes sujetaba el arma con furia, fue literalmente destrozada. Los fragmentos de hueso, carne y sangre volaron por todos lados. La visión de su
Era el mediodía cuando el sol intenso calentaba la carretera repleta de polvo, y a su vez, iluminaba a un joven delgado de aspecto desaliñado que levantaba el pulgar con la esperanza de conseguir un aventón hacia la ciudad. Vestía una camisa blanca desgastada que se pegaba a su espalda debido al sudor, unos pantalones amarronados con tirantes y unos zapatos viejos del mismo color. Sobre su cabeza, reposaba un sombrero de paja deteriorado, el cual ofrecía poca protección a su rostro contra el calor. Su piel estaba ligeramente bronceada debido a su exposición a los rayos solares. Con la nariz y los pómulos enrojecidos a causa de los rayos ultravioletas, observaba la manera en que una fila de vehículos pasaba frente a él y ninguno se detenía para ofrecer su ayuda. Finalmente, tras varios intentos fallidos, un camión que transportaba árboles talados redujo la velocidad y se detuvo delante de él. Un hombre mayor, con barba canosa y semblante cansado, asomó la cabeza por la ventanilla.
Jordan frunció el ceño, mostrándose claramente perplejo. Antes de que el hombre se fuera, lo agarró del brazo.—¿A qué te refieres? ¿Por qué me estás diciendo eso? —preguntó, sintiendo la desesperación brotar en su voz.—No tengo nada más que decirte, niña. Ya vete, no hay lugar para ti aquí. Además, ¿cuántos años se supone que tienes? Este no es sitio para alguien como tú. Vete ya.—Pero… ¿por qué me dices eso? ¿Por qué me tratas como si fuera mujer? No soy mujer —insistió Jordan, sin soltar el brazo del hombre.Éste levantó una ceja, mirándolo como si acabara de decir algo completamente absurdo.—¿De qué estás hablando, niña? Puedo reconocer a una mujer desde kilómetros. Trabajo en esto, veo mujeres todos los días. ¿Quieres verme la cara de tonto?Jordan se quedó mudo, sin poder creer lo que oía.—No entiendo lo que dices. Te repito que no soy una mujer —declaró con seguridad. El hombre entornó los ojos, observándolo más de cerca.—¿Acaso estás tratando de hacerte pasar po
Decidido a ayudar, Jordan se arrojó al mar y llegó hasta el hombre. Comenzó a jalar las cadenas para sacarlas de la roca, pero fue inútil. También pensó en romper la piedra, pero eso era aún más complicado.Jordan subió a la superficie, tomó aire y volvió a sumergirse. Recordó la llave que uno de los hombres había arrojado al agua y empezó a buscarlo esperanzado. Quizás, podría ocurrir un milagro y encontrarlo.Buscó frenéticamente entre las piedras del fondo, sintiendo la desesperación crecer con cada segundo que pasaba. Finalmente, sus dedos rozaron algo metálico. Era la llave, la cual había sido arrojada cerca de Reinhardt para que éste se desesperara por querer tomarla y se ahogara más rápido. Jordan la tomó y se aproximó al hombre encadenado. Aun con sus manos moviéndose a causa de la agresividad del agua, logró abrir las cerraduras. Reinhardt, libre de las cadenas, nadó rápidamente hacia la superficie e inhaló una gran bocanada de aire, recuperándose en cuestión de segundos.
Reinhardt se mantuvo impasible. Sus ojos, oscuros y vacíos, no mostraban ni un rastro de emoción. La mano que sostenía el arma estaba firme, sin el más mínimo temblor, como si apuntar a la cabeza de Jordan fuera una acción cotidiana.—¿Crees que me importa? —dijo él, con una voz baja y helada, carente de cualquier rastro de humanidad. No había titubeo en su tono, ni rastro de compasión.En ese momento, Charlie intervino rápidamente. —Reinhardt, esto no es necesario. Este… muchacho vino ayer a pedir empleo y le dije que no. Ha vuelto para insistir, pero no hay nada para él aquí. Solo déjalo ir —farfulló. Sabía que Jordan no era hombre, pero seguía pensando en que solo era una jovencita que quizás tenía sus propios problemas y que esa era su forma de enfrentarse al mundo. Reinhardt no bajó el arma, pero Jordan creyó ingenuamente que Charlie podría ser capaz de controlarlo. —S-Sí, así es —se puso de pie lentamente—. P-Pero ya que me han rechazado por segunda vez, me voy p-para no
Jordan, por su parte, no reconoció a Reinhardt, pues no había visto su rostro claramente aquella noche. Reinhardt se quedó en silencio por un momento y decidió no revelar la razón por la que lo conocía. Se puso de pie y guardó su arma.—Veamos qué puedes hacer —articuló, a lo que Jordan fijó sus ojos llorosos en su rostro y lo miró con extrañeza. —¿Q-Qué… dijiste? —su nariz enrojecida brillaba debido a la luz del sótano. Reinhardt lo tomó del brazo y lo levantó del suelo con una fuerza bruta, llevándolo fuera de la habitación. Cada paso resonaba en el vacío del cabaret hasta que finalmente llegaron al gran salón donde se llevaban a cabo los espectáculos nocturnos.De pronto, el hombre empujó a Jordan hacia una silla frente al piano. —Siéntate —impuso, en lo que su voz resonó en la vastedad del sitio—. Quiero escuchar cómo tocas. Viniste para solicitar trabajo como pianista, ¿no? Ahora demuéstrame que tienes talento. Jordan se quedó confundido por la repentina orden del hom