EN ALGÚN LUGAR

En algún lugar seguramente se había perdido aquel Brandon que ella recordaba de su infancia y parte de su adolescencia. En algún lugar ella debía dejar aquellos recuerdos que tenía de él, en algún lugar se había perdido su felicidad y todo eso que ella había soñado.  Y siendo de esa manera, queriendo olvidar todo, Cristal se cambió por el vestido que permanecía en la cama. No podía negarlo, el hombre seguía teniendo buenos gustos.

Nueve y media de la noche. Ella no aparecía. Estaba perdiendo la seguridad de que ella podría asistir a esa gran celebración. Después de todo, eran marido y mujer y como tal, tenían que comportarse frente al mundo que ya los veía y sabía casados desde hacía días aunque la verdad era que ellos llevaban unas cuantas horas de casados.

En su mente la última conversación que había tenido con ella y la manera en la que le había saber que ella no debía de creerse el papel de esposa aunque fueran a vivir bajo el mismo techo. ¿Cómo hacerlo? Ni siquiera sabía cómo ser un buen esposo si al primer reto en donde tuvo que comportarse como un esposo enamorado y buscar el mejor vestido para él, todo lo que pudo hacer fue tomar el primero que encontró al entrar a un centro comercial, pedir la talla mediana y ponerlo sobre una cama que se supone, ellos deberían de compartir.

De pronto, Brandon fue tomado por sorpresa al ver uno de sus autos estacionarse justo donde él estaba haciendo su espera. Definitivamente, ella estaba cumpliendo con su parte y lo mínimo que podía hacer él era cumplir con la suya si quería que todo funcionara.

Lentamente, vio a su chofer ayudar a la mujer de cabello largo, negro, rizado que bajaba del auto y que agradecía con una bella sonrisa en el rostro. Su respiración se cortó incluso sin que él mismo lo supiera. Del auto, la elegante mujer que ya era su esposa.

Hasta ese momento logró darse cuenta que más que haber sido su llegada la que robara su atención, fue aquel vestido que él había tomado sin siquiera imaginar cómo se vería ella con él. La verdad era que aquel vestido le quedaba mejor de lo que él hubiera pensado.

— ¿Estás lista? —preguntó al momento Brandon con aires de frialdad.

Cristal asintió. Incluso si no estaba lista, no era problema de Brandon.

—Te recuerdo que adentro, todos nos creen enamorados. Compórtate como tal. —Informó Brandon dándole su brazo para que ella pudiera entrar con él de esa manera.

Cristal sonrió. Ya no iba a permitir que él la hiciera sentir menos. —No te preocupes, Brandon. Sé fingir perfectamente bien.

Y de esa manera, las puertas parecieron abrirse solo para la entada de los recién casados. La sonrisa que Cristal puso en el rostro pudo haber sido la más hermosa y al mismo tiempo, la más falsa. Estaba casada con el hombre a su lado y lo menos que ella esperaba de sí misma era creerse ese papel. El papel de novia infeliz quizá.

En un abrir y cerrar de ojos, las personas se acercaron a ellos solo para manifestar lo felices que se encontraban por la joven pareja de recién casados aunque no hayan sido invitados a la gran boda, seguramente.

La manera en la que los hombres admiraban la belleza de Cristal no tardó en ser dicha a través de palabras. Todos, cada uno de ellos no parecía ver más allá de la preciosa mujer que Brandon Lambert había escogido como su joven esposa, misma mujer con la que pasaría el resto de sus días quisiera o no.

— ¡Oh, me da gusto verlos tan enamorados! — dijo una de las mujeres sosteniendo una copa de vino.

Cristal sonrió mientras Brandon agradeció.

— ¡Brandon, amigo mío! — Escuchó ser llamado al momento.

— ¡Oh, Wyatt! —nombró Brandon.

Y de pronto, la sonrisa se borró del rostro de Cristal poco a poco al ver al hombre que su esposo abrazaba de esa manera. Esa voz, esa mirada, esa sonrisa. Incluso si las luces habían estado apagadas, ella lo sabría reconocer.

—Mira, te presento a mi esposo —dijo Brandon de la manera más tranquila, —Su nombre es Cristal.

—Mucho gusto, señorita —extendió la mano haciendo a que ella reaccionara y de esa manera, ella pudiera extender su beso para ser besada por él.

— ¡Brandon, hijo! —llamó una tercer voz haciendo a que Brandon mirara por detrás y de esa manera, se perdiera en la persona que lo llamaba. —Lo siento, Wyatt, vengo en un momento.

—Ve tranquilo.

Para ese momento, solo Cristal y aquel hombre misterioso que ya no lo era más.

—Entonces, ¿eres la esposa de Brandon? —preguntó sin dejar de sonreír.

Cristal asintió queriendo mostrarse fría.

—Nunca pensé que Brandon fuera a casarse con una mujer… como tú. Realmente me ha sorprendido.

— ¿Hay algún problema en eso?

Wyatt bebió de su copa. —No, es solo que… Tú sabes, un hombre como él es difícil que haya tomado una decisión así.

—Si tiene algo que decirme, lo invito a que lo haga sin dar tantas vueltas —dijo Cristal soportando las ganas de enfrentarlo a gritos.

— ¡No, no quise decir eso! —negó inmediatamente Wyatt cambiado su absurda actitud. —Lo siento mucho, he sido un imbécil que no ha sabido dirigirse a una mujer como usted. ¿Por qué no, para olvidar este mal momento, me concede esta pieza? Dudo que Brandon venga ahora. —Dijo dirigiendo su mirada al hombre que parecía hablar cómodamente con otros dos hombres más. —Al fin de cuentas, no sería la primera vez.

Y siendo esas palabras las que confirmaran las sospechas de Cristal, se dio cuenta que él había sido el hombre con el que había bailado en la tarde.

Cristal, pensando un poco más las cosas y mirando a su esposo, se decidió por continuar con su vida. Al final Brandon había tenido razón, ellos no eran más que un contrato.

— ¿Vamos? —preguntó Cristal extendiendo su mano a él.

Wyatt sonrió. Ella era increíblemente hermosa. —Vamos. —Respondió llevándola hasta la pista de baile.

Un baile comenzaba, una vida que ella debía de vivir incluso dentro de su matrimonio y a unos cuantos metros, aquel hombre que fue despertado por los impulsos de su corazón que le obligaron dirigir la mirada a la pista de baile donde su esposa bailaba con su amigo, aquel hombre de nombre Wyatt.

Ahora que se daba cuenta, había algo en ese baile, había algo en la sonrisa de los dos, había algo en ese vestido que ella llevaba y que dejaba ver la sencillez de su figura. No entendía cómo era posible pero su mirada ya solo era de la mujer que se movía con naturalidad como lo había hecho en la tarde.

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