Y de pronto, su delicado cuerpo saltó como si de un movimiento involuntario se tratara. Poco a poco, segundo a segundo, sintiéndose despertar en el nuevo día, sintiendo que ese no era su lugar aunque sí, sus pequeños grandes ojos se fueron abriendo poco a poco.
A su mente comenzaron a llegar momentos de la noche anterior. Ni siquiera ella podía reconocer el lugar a simple vista porque aquel techo, aquellas decoraciones en las paredes, aquellos cuadros y todo lo que hacía a esa habitación ser, no tuvieron espacio en su mente para ser comparados. La verdad es que se sentía una invitada, una mujer que había dormido en una casa ajena solo por una noche.
Sin sentir el tiempo pasar, después de haberse frotado los ojos por un breve momento, Cristal se sentó en la cama al mismo tiempo que se recargaba en la cabecera. Entonces fue cuando se dio cuenta que su vestido, el mismo que había llevado una noche anterior estaba sobre el suelo. De esa manera, por fin logró recordar todo de aquella noche. Había dormido tan profundamente que no recordaba ni quién había sido ella misma una noche anterior.
Bostezando aún, se levantó de la cama queriendo encontrar sus pantuflas pero más pronto que tarde se daría cuenta que ese no era su lugar, ese no era su hogar y era momento de verlo así.
Descalza por aquella habitación se dirigió entonces al baño. Necesitaba lavarse la cara para así, pode despertar por completo del sueño más profundo que nunca antes haya disfrutado.
La noche anterior había sido verdaderamente un caos. Había bailado con un hombre extraño y jamás con su esposo porque aunque ella no lo quisiera, el hombre que andaba por ahí, seguramente muy lejos de ella, era su esposo.
La vida de Cristal había cambiado en un solo minuto. No podía simplemente aceptar ese nuevo ritmo en ella. A su mente llegaron esos pocos recuerdos que compartía con él, la conversación en el auto, es sentimiento que en el corazón le había pedido porque se revelara ella misma y le dijera a Brandon quien era ella. Pero más que todos esos momentos, a su mente llegó uno más especial.
Aquel donde bailando con un extraño le dejó más preguntas que respuestas. Él sabía más de lo que ella podía descubrir estando ahí, viviendo con él, viéndolo las veinticuatro horas del día.
— ¿Viste aquella foto en tu habitación?
El corazón de Cristal paró al mismo tiempo que sus pasos se mostraron torpes. Aquel hombre conocía más de lo que ella misma pensó.
— ¿Qué tiene aquella foto? —preguntó Cristal queriendo saber contra qué peleaba.
Terminándose de lavar los dientes se dio cuenta de una sola cosa. El reflejo en el espejo frente a ella había cambiado. Ahora todo lo que podía observar era aquel gesto curioso, mismo que si dejaba ahí como estaba ni siquiera la dejaría dormir.
Brandon había cambiado tanto, Brandon simplemente ya no era la persona tierna de la que ella se enamoró algún día pero al final, ¿qué era eso que lo había hecho cambiar?
Con una idea en la mente, Cristal salió del baño secándose el rostro con la toalla blanca. No tenía derecho de descubrir más peo al final, la curiosidad la iba a terminar matando antes de que descubriera algo así que, mirando fijamente la puerta, queriendo asegurarse de que nadie fuera a entrar y pensando en la idea que su esposo tuvo que haber ido a trabajar como todos los hombres de su posición, Cristal comenzó a caminar alrededor de la habitación.
Primeramente observando todo a su alrededor, después siendo sus dedos los que se posaran en los diferentes objetos de la habitación. La habitación no era la más bonita, necesitaba un toque femenino pero no tan femenino como aquel cuadro sobre la cabecera de la cama.
¿Quién era aquella mujer? Necesitaba descubrirlo, no era su intención hacer nada más. Ella solo quería conocer a la persona con la que iba a dormir todas las noches bajo el mismo techo pero jamás en la misma cama.
Entonces, como si tuviera prisa, como si supiera lo que estaba buscando, de un momento a otro, comenzó a abrir los cajones de todos los muebles alrededor.
Hasta que siendo el quinto cajón el que abriera, los ojos de Cristal parecieron iluminarse una vez más. Una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro al momento.
Y entre sus manos, una pelota de beisbol en un cristal. Un cristal que la mantenía encerrada en su propio mundo sin que nadie tuviera la habilidad de dañarla o siquiera, tocarle.
—Sigues estando ahí, Brandon, sigues siendo el mismo —dijo Cristal observando aquella pelota.
Y es que jamás iba a ser capaz de olvidar cómo ellos se conocieron. Una pelota de beisbol había sido la responsable de que ella y su corazón escogieran a Brandon como su primer amor.
— ¡Hey, ¿qué rayos estás haciendo?! — llamó una tercer voz.
Y de un solo movimiento siendo esas palabras y ese tono de voz usado el causante de todo, Cristal dejó caer la caja de cristal haciendo que este se rompiera en mil pedazos.
— ¡Eres una tonta! —expresó Brandon yendo hasta el desastre al mismo tiempo que tomaba a Cristal del brazo de manera brusca y la hacía retroceder.
—Brandon, yo, yo… yo lo siento tanto, no fue mi intención — habló Cristal.
— ¡Mira lo que has hecho!
La furia en los ojos de Brandon era evidente. Si Cristal llegó a pensar que el Brandon de pasado seguía ahí, estaba muy equivocada.
—Lo siento, no fue mi intención.
—Ya te lo he dicho antes, Cristal Bennett. Tú no eres nadie en esta casa, ni siquiera eres como un invitado para mí. Que de un momento a otro hayas recibido mi apellido no significa nada, que de un momento haya odiado dormir en mi cama porque tú estabas en ella, significa todo. No te quiero en mi casa. Tengo que soportarte. No me hagas la vida más difícil de lo que ya es con el solo hecho de pensar que estás aquí —la furia con la que Brandon decía aquella palabras hacía a Cristal temblar al mismo tiempo que sentía cómo las lágrimas se iban alojando en sus ojos. —No hagas que quiera desaparecer del mundo mientras tú estés en mi casa. No te muevas, no hables, quédate donde no te pueda ver y si es posible, ni siquiera respires cuando me tengas cerca. ¿Quedó claro?
Las fuerzas habían abandonado su cuerpo. Brandon no era más que un insensible que de buenas a primeras se había olvidado de su pasado.
Ahora Cristal lo había entendido todo. Todo en esa casa tenía un por qué, no era su masculinidad la que lo había forzado a arreglar la habitación de esa manera, sino la mujer que estaba en esa foto que sonreía a lado de Brandon.
Sintiendo sus ojos sumergidos en lágrimas, Cristal miró a aquella mujer. Ella era la que Brandon realmente estaba amando. Podía entender su molestia. Un maldito matrimonio por contrato lo había alejado de la mujer que él amaba así como un maldito contrato le había roto los sueños de toda una vida a una mujer que solo quería graduarse y llevar una vida tranquila.
— ¡¿Lo entendiste o no?! —insistió Brandon.
—Lo siento, no ha sido mi intención romper la caja. Te pudo pagar este error, lo siento. —Dijo Cristal sintiéndose aún peor de lo que él ya la había hecho sentir.
Brandon no evitó reír de ella. — ¿Me vas a pagar? ¿Escuché bien? Pero dime, ¿cómo pretendes pagarme cuando tu familia es mantenida por mí?
Cristal bajó la mirada al momento. Tenía razón, incluso ni ese aspecto ella podía mostrarse ser una mujer independiente.
—Estaré bien pagado el día que te largues de aquí.
Y sin más, Brandon empujó a Cristal haciéndola caer en los vidrios al mismo tiempo que él se daba la media vuelta y se iba sin siquiera voltear atrás, sin siquiera asegurarse si ella estaba bien.
Las lágrimas comenzaron a salir de los ojos de Cristal al momento. No le dolía lo que los vidrios pudieron dañarla, dolía la humillación, dolía haber perdido su vida y la posibilidad de encontrar a un hombre que realmente la amara como ella siempre había soñado ser amada. Eso era lo que dolía.
Viendo en sus palmas los vidrios enterrados y viendo adelante la pelota de beisbol, se dio cuenta de eso que Brandon realmente quería decirle.
Mientras la pelota era aquello que más quería, aquella mujer que no podía ser otra más que la que estaba en la fotografía, ella era los vidrios rotos en el suelo. Esos vidrios que solo contaban como un vacío, algo que no servía.
Así era ella en ese matrimonio. Una persona que se había quedado vacía, una persona que no valía nada.
Aquellos sueños, aquellas ilusiones que algún día tuvo, aquellos sueños con los que se iba a la cama cada noche por cada vez que sentía acercarse a su meta, hoy no era más que trozos de una vida que nunca vio la luz, que simplemente se quedó queriendo ser eso, una vida. La vida que ya no era de ella porque ahora le pertenecía a las personas que la había casado con la persona de la que ella se enamoró siendo apenas una niña. No quedaba nada, no quedaba nada de aquella vida que ella comenzaba a construir y que solo quedó en planes. De sus bellos ojos, las lágrimas salieron al momento de haber entendido quien era ella. El dolor en la planta de su pie y un poco más arriba, la hizo detener casi al momento de querer levantarse del suelo. No sabía si lo que le dolía más eran los cortes en sus pies o la manera en la que aquel niño que ya no era más un niño la había tratado. Como un objeto más, como aquella caja de cristal, como aquellos vidrios rotos que inundaban el suelo, era ella. No más
—Listo, Cristal, con esto que te puse en el pie todo va a estar bien. Solo tienes que tener mucho cuidado a la hora de caminar —dijo Sebastián dándole una sonrisa a su amiga. Ella realmente no lucía igual. —Muchas gracias, Sebastián —dijo Cristal mirando su pie recién vendado. — ¿Cristal? —llamó su atención Sebastián. El momento de preguntar lo que había querido desde siempre había llegado. — ¿Sí? — ¿Quién te hizo esto? Cristal sonrió queriendo ocultar todo. —Yo, yo misma. Estaba limpiando y se me cayó ese adorno —señaló el suelo. La verdad era que en la mente de Sebastián estaba la idea de que ella hubiera sufrido violencia domestica por parte de la persona que decía ser su esposo. — ¿Estás segura de eso? —preguntó Sebastián no muy convencido de las palabras de su amiga y paciente. Él sabía cuánto ella había luchado para llegar hasta ese punto y ahora no iba a permitir que de un momento a otro, un hombre viniera a hacerle la vida imposible. —Cristal, te acabas de casar e inclu
Limpiándose de manera brusca las lágrimas, harta de que en tan solo dos días él hubiera pasado sobre ella como pasaba sobre cualquiera de los tapetes puestas en aquella casa llena de lujos, fue detrás de él. Tenía que escucharle, tenía que dejar las cosas en claro porque ella también era un ser humano, una persona que necesitaba ser tratada como tal. Había reglas en esa casa, ella no iba a luchar contra eso porque al final, Brandon tenía razón, su matrimonio solo era un maldito contrato que ella firmó sin que tuviera el tiempo de hacer preguntas porque para su abuelo, ella no había sido más que un maldito objeto, una maldita herramienta que él podía manejar a su antojo y obviamente, a su conveniencia.—Brandon, Brandon —llamó Cristal yendo detrás de él.Y él, sin detenerse continuó hasta la hab
Tan pronto como su esposo salió de ahí, ella finalmente pudo sacar el aire que estaba reteniendo su interior. No era que le tuviera miedo a su esposo, era que no sabía cuánto tiempo más iba a soportar la misma situación que sabía, se iba a repetir por mucho tiempo más.Tantas palabras al aire, tantos significados que ella pudo darle a todo lo que él decía pero al final, ella no había leído ese contrato. No había manera de interpretar aquellas palabras cuando a ella no le habían dado el tiempo para leer o para preguntar. Ella había sido humillada y seguramente lo seguiría siendo.Una cuantas lágrimas salieron de sus ojos al momento de ver el vestido que él le había escogido. Ni siquiera le gustaba pero más allá de eso, ¿qué había de la herida en su pie? Si al él no le importaba lo que ella tu
En un mundo de apariencias, había solo una cosa que se podía hacer y eso era, fingir, fingir como todos en esa fiesta debían de estar haciendo. Porque solo bastaba ver la familiaridad más falsa con la que la gente de ahí, se trataba, solo bastaba ver la sonrisas y las miradas falsas pero al mismo tiempo, siendo aquellas miradas las que declararan todo lo que ellos realmente estaban sintiendo.No era que Cristal no hubiera crecido en aquel ambiente, rodeada de aquella gente que solo sabía estar ahí por beneficio y no porque realmente lo deseara. Y aunque no había nada fuera del mundo de Cristal, ella era diferente, ella siempre queriendo ser tratada con honestidad, ella siempre queriendo casarse porque así lo decidiera su corazón y no alguien o simplemente, algún documento que la habían obligado a firmar.La puerta frente a ellos se abrió al momento que ella se quedaba en si
Sintiéndose un poco más mareada a cada minuto, sintiendo que era su vista la que ya no respondía de la misma manera haciendo de esa manera que no pudiera enfocar bien lo que pasaba a su alrededor, se apartó un poco de la gente queriéndose dar tiempo ella misma para poder resistir un poco más la noche. No quería siquiera imaginar lo que pasaría si ella decidiera ir a la casa donde al final, todo lo que estaría esperando por ella era el final del contrato, contrato que ella no conocía.Ese era su objetivo en ese momento, soportar un poco más.Wyatt, sonriendo como siempre lo hacía, no muy diferente a como lo hacía Brandon cuando se trataba de mujeres, miró a Cristal muy apartada de aquella celebración que era más de ella y del abuelo de Cristal que de Brandon.Con ese caminar lleno de seguridad, con una copa de licor en la mano derecha y con aquella sonr
Sin entender la razón de su propio actuar, Brandon cerró las manos en puños como si de esa manera pudiera soportar lo que estaba sintiendo al ver a Cristal ser tratada de esa manera. No era que Wyatt le estuviera haciendo daño, era que él realmente se mostraba interesado en ella.Wyatt era un hombre que poco insistía, sabía que el mundo estaba lleno de mujeres, sabía que solo necesitaba un poco de poder y sonreír de la manera en que él lo hacía para tener a las mujeres que quisiera ante él. Aunque la realidad para ese momento se estaba tornando un poco más complicada. ¿Por qué tenía que insistirle tanto a esa mujer que encima, estaba casada?A Wyatt le debía de importar poco si estaba casada por compromiso o porque realmente lo amaba, al final era un matrimonio, y ella era una mujer casada que él debía de respetar.—Señ
Trayendo de vuelta esos momentos donde más segura él la había hecho sentir, se enfocó en esos recuerdos.La exposición de los nuevos productos que la compañía iba a implementar, había sido un éxito. Era increíble de lo que Tábata era capaz con tan solo disponer de unas cuantas horas. Todo había salido bien y si la firma de aquellos inversionistas había sucedido era solo por una razón. Tábata era la responsable. — ¡Ya te lo dije, Tábata! Eres la mejor en todo esto —dijo Brandon mientras se sentaba en su lugar frente al escritorio. La felicidad con la que lo decía era capaz de hacer sentir al corazón de Tábata tan ligero hasta el grado de no sentir su palpitar. En el corazón de Tábata se encendió la emoción. Ellos habían estudiado j