Atrapar al Rey Alpha
Atrapar al Rey Alpha
Por: Cristina López
1 Bruja.

Antara:

Veo como mi madre tiembla a mi lado, el frio, aunque es mucho, no es el responsable de ello, el temblor en su cuerpo solo es la señal de la poca vida que le queda, el miedo y la incertidumbre crecen en mi interior ante la posibilidad de quedarme finalmente sola en el mundo.

— Mamá. — mi voz es chillona, y maldigo a mi cabello, ahora pajoso que se pega en mi cara y me dificulta el poder ver con claridad el rostro de quien fue la gran reina Estrella de reino Kael.

— Mi princesa… — susurra y su pecho sube con gran esfuerzo, tratando de llenar sus pulmones con un poco de aire. — Júrame que vivirás, júrame que no permitirás que nuestros secretos perezcan con nosotras. — su mano brilla y el miedo me invade, no podemos usar magia en tierra de lobos, en realidad ya no podemos usar magia en ningún lugar o nos enfrentaremos a una muerte segura.

— Mamá. — suplico mientras trato de tomar su mano, pero ella solo la deja sobre el charco de agua que la fuerte tormenta está formando a un lado nuestro.

— Ve tu futuro mi niña, lucha por tu vida, y nunca te des por vencida, nuestro legado queda en tus manos. — mis ojos se dirigen al charco de agua, el cual me muestra a un hombre de cabello blanco, su ropa es elegante, aunque la pena en su rostro es grande, me sobresalto al verme tomarle la mano y llamarlo padre.

— Esto… — veo con miedo a mi madre, pues yo no sería capaz de manchar la memoria del gran Firuis llamando padre a otro que no sea él.

— Se llama sobrevivir, Antara, no lo olvides y que no te de vergüenza lo que dabas hacer para prevalecer, la vida es una eterna batalla, si la ganas, morirás muy vieja en una cálida cama rodeada de tu descendencia, y no aquí, en un sucio callejón, tendrás un entierro memorable y hablaran de ti por miles de años.

— Mamá. — mi voz casi no sale, el llanto estrangula mi garganta y solo puedo tomar sus manos con fuerza, como que con ello pudiera evitar que su vida se termine.

— Te amo Antara, mi bella princesa.

Esa fueron sus últimas palabras, pero no mis ultimas lágrimas, llore, llore hasta que mis ojos se secaron y cuando pude hidratarme continue llorando, hasta varios días después, aunque para mí el tiempo se detuvo en su último suspiro.

— Aquí esta Duque White, esta humana ha perdido la razón, no permite que nadie se lleve el cuerpo de esa mujer, vea, se está pudriendo. — uno de los trabajadores del mercado me apunta con su sucio dedo, lo reconozco, es el esposo de la mujer que debes en cuando nos daba pan duro a mi madre y a mí.

— Duque, creo que la mujer era su madre, las vi antes merodear el mercado, tenga piedad Duque, es solo una niña. — sí, no estaba equivocada, la señora se asoma detrás de su esposo y es cuando veo la figura de un gran hombre aparecer, aunque el sol que da en su espalda me impide ver mucho más que su silueta.

— ¿Padre? — indago confundida, se parece a mi padre, Firuis era tan alto, como este hombre, aunque en el fondo sé que es imposible, mi padre a muerto, al igual que mi madre, y al fin se lo que es estar sola.

— No soy tu padre, mi nombre es Duque Elías White, y tú, ¿cómo te llamas? — el hombre acerca su rostro al mío y es cuando me doy cuenta de que es la misma persona que mi madre me mostro con su poder adivino.

— Yo…yo… — sobrevivir, prevalecer, soy la princesa de las brujas, no puedo darme por vencida. — ¿Puedes ser mi padre y darme un nombre? Yo ya no tengo a nadie. — el nudo crece nuevamente en mi garganta, el dolor llega a mi corazón y creo que no podre continuar hablando, porque ya no puedo ni respirar, de su respuesta depende mi existencia.

— Por ahora, puedo serlo, ven, vamos a casa Eleonor.

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