Lilia.
Después de la reunión que tuvimos en casa de los Watson, los días pasaron volando y las noticias sobre mi próxima boda estaban en boca de todos.
En la empresa, mis colegas me felicitaron, por mucho que me costara creer que pronto sería esposa.
Había quedado en verme con Ethan en un restaurante conocido de la ciudad. Papá insistió en que debíamos conocernos porque estábamos a semanas de la boda y no habíamos hablado desde nuestro reencuentro.
Mis dedos jugaron con el mantel de la mesa, aburrida porque ya llevaba más de cinco minutos de espera y el hombre no llegaba.
¿Se había perdido?
—¡Lilia! —Me llamó.
Sus manos se apoyaron sobre sus rodillas, y su respiración estaba entrecortada. ¿Acaso había corrido un maratón?
Yo abrí los ojos.
—No te ves muy bien —Fui sincera—. Toma, un poco de agua.
Le ofrecí el vaso con agua que me dieron de cortesía y él se la bebió en un instante. Se sentó, soltando un largo suspiro jadeante por el cansancio.
—Discúlpame, creí que el restaurante quedaba en otra ubicación y me equivoqué —Se rascó la nuca.
—¿Por qué no usaste una aplicación GPS? Hay un mapa de toda la ciudad —Alcé una ceja.
Tenía que admitir que la conversación estaba saliendo fluida y no me sentía nerviosa como la primera vez.
Ver que seguía siendo el mismo tonto de siempre, me alegraba en cierta parte.
—Ah... No se me ocurrió.
Me hizo gracia, por lo que me reí.
—Bueno, vamos a pedir algo, muero de hambre —sugerí, viendo la carta.
—Pediré lo mismo que tú.
—¿Y eso? ¿No tienes una comida favorita? —interrogué, extrañada por su petición.
—Sorpréndeme, Lilia Brown —sonrió de lado.
Cielos, Ethan sí que había cambiado muchísimo. Sus caídos ojos me miraban con cierto deseo que recién pude notar. Traté de esquivarlo, porque se había vuelto un hombre bastante guapo que podría hacerme ceder.
Su cuerpo era musculoso, por mucho que lo cubriera con un traje formal que le quedaba apretado. ¿Hacía mucho ejercicio?
Continué leyendo la carta para decidirme.
—Muy bien, escogeré una hamburguesa premium doble carne y vino como acompañante —Le hice señas a una mesera y le indiqué mi pedido.
—¿Trae papas fritas? —preguntó mi compañero.
—Así es, es una promoción que incluye la hamburguesa, una ración de papas y un jugo natural de su preferencia —indicó la mesera, viendo a Ethan.
—Sustituye el jugo por vino —pedí.
—Pediré lo mismo que ella —le regaló una sonrisa.
—Ah, ¿son pareja? Porque hay un regalo sorpresa si ese fuera el caso —inquirió.
Yo miré a Ethan porque no sabía qué responderle. En teoría, estábamos comprometidos, y eso nos convertía en una pareja, ¿no?
—Sí, somos pareja —respondió él.
Que fácil lo dijo.
—Enseguida regreso —La mesera hizo una reverencia y se marchó.
—Me pregunto qué será esa sorpresa —murmuré—. Parece medio sospechosa, ¿no crees?
—Normalmente te regalan una hamburguesa extra en estos casos.
—¿Cómo sabes? ¿Ya has ido a un restaurante así con tus parejas? —Fruncí el ceño, un poco consternada.
—No es necesario. Es lo que me han contado mis amigos —Negó con sus manos—. ¿Celosa, Lilia?
Solté una carcajada.
—¿Qué dices? Si recién nos conocemos.
—En realidad, nos conocemos desde pequeños y estoy seguro de que hasta me viste nacer —bromeó, negando con la cabeza.
—Si lo hice, no lo recuerdo.
—Por cierto, ¿no has sabido nada de Chris? —cuestionó, abriendo una herida en mi corazón.
Recordar a nuestro viejo amigo Chris, me hacía retumbar todo el cuerpo porque ese agrio sentimiento todavía me acompañaba.
—Yo... Solo espero que se encuentre bien —Bajé la cabeza.
—Lo siento, no quise mencionarlo de esta forma —Se disculpó, buscando mi mano por encima de la mesa—. Seguro ahorita es millonario. Chris era un niño muy inteligente.
—Ni siquiera lo recuerdas bien —mascullé—. Tú tenías como seis años cuando él tuvo que irse.
—Claro que lo recuerdo... Por muy pequeño que estuviera, Chris me generaba un sentimiento de celos porque siempre estaba junto a ti —Apretó su pecho.
—Ay, vamos, eso fue hace muchísimos años —Rodé los ojos—. ¿Por qué no cambiamos de tema?
—Disculpen, su pedido está listo —La mesera apareció con una bandeja y nuestra comida.
Colocó ambos platos en su respectivo lugar y sacó una cajita de su bolsillo envuelta en papel de regalo.
—Les dejo este regalo de cortesía por parte del restaurante hacia las parejas —sonrió—. Que tengan buen provecho.
Y sin decir más nada, se marchó.
—¿Qué crees que sea? —pregunté, al ver la pequeña caja.
—Es diminuta, ¿tal vez sean anillos? —cuestionó, con una mano en el mentón—. No estoy seguro.
—Bien, la abriré entonces.
Tomé el objeto entre mis manos. ¿Qué podía regalarle una empresa a tantos desconocidos solo porque eran pareja?
Ethan me detuvo con la suya.
—¿Por qué no comemos primero?
Tensé la mandíbula.
—Que aguafiestas eres.
—Eso me duele, Lilia —Se hizo el dramático—. ¿Sabes que tus palabras me afectan mucho?
—Ethan, no digas mentiras —Arrugué la nariz—. Ambos sabemos que solo aceptamos este compromiso porque no nos quedaba de otra.
Él me miró con cierto dolor en su expresión.
—No es verdad... Yo lo acepté porque hubo un tiempo en el que me gustaste, Lilia —confesó, determinado en su mirar—. Aunque no lo creas, un niño puede sentirse encaprichado por una niña... Y ya cuando fuimos adolescentes, eso aumentó.
Abrí los ojos con sorpresa.
—¿Por qué ahora es que me lo dices?
—Tenía miedo del rechazo en aquél entonces —resopló—. Pero ahora que vamos a casarnos, estoy dispuesto a conquistarte, a menos que huyas de nuestra boda.
Se encogió de hombros.
—¿Por qué huiría de la boda?
—Por miedo, tal vez —Le dio un mordisco a la hamburguesa—. Las personas indecisas pueden hacer muchas cosas.
—Mmh... Ethan, voy a casarme contigo y luego veremos qué pasa —proclamé, bebiendo un sorbo de vino—. ¿Te parece?
—Por supuesto —sonrió con sinceridad.
Una vez que terminamos de comer, procedí a quitarle todo el papel de regalo a la caja porque me daba tanta curiosidad descubrir su contenido.
La volteé para que tres sobres cayeran en la mesa.
Me quedé helada al ver de lo que se trataba.
—¿Esos son...? —Él agudizó su vista, extrañado.
Agarré los sobres y los devolví a la caja por la vergüenza que me consumió.
—¿Quién carajos regala condones como si nada? —mascullé, con pena.
Cubrí mi rostro ya que lo primero que pasó por mi mente fue un Ethan desnudo y usando uno de esos. ¿Por qué mi cabeza tenía que traicionarme de esa forma?
Yo jamás había estado conectada en cuerpo y alma con un hombre, a pesar de que estaba cerca de los treinta años.
—Tranquila, no planeo hacer ese tipo de cosas hasta que estés lista —Sacudió sus manos, con timidez.
—¡Eso no ayuda mucho, Ethan! —exclamé.
Y lo que me esperaba... Tantas cosas nuevas que estaban pasando en mi vida, ¿qué más faltaba?
Chris.—¿Ya vio lo que corre en la noticias? ¿Esa no es la mujer que estaba planeando buscar pronto? —cuestionó Deus, mi fiel compañero.Ladeé una sonrisa porque estaba leyendo justo esa noticia en la página de mi celular.—¿Me puedes traer el periódico de hoy? Hay que comprobar que no sea algo falso —le ordené, sacudiendo mi mano y soltando el celular sobre la mesa de mi escritorio.—Ya mismo lo busco —acató, marchándose.Junté ambas manos debajo de mi mentón, pensando en cómo pudieron llegar a esa situación de comprometer a Lilia con Ethan.Yo me encontraba en otra ciudad, bastante lejos de ella a decir verdad. Planeaba hacerle una visita pronto para recordarle cierta promesa que hicimos de niños, porque por lo visto, la había olvidado.Cerré mi puño y golpeé la madera, frustrado por saber que se casaría con otro.¿Por qué? ¿Acaso me había olvidado?Deus regresó y colocó el periódico sobre la mesa.—Véalo usted mismo —indicó, sentándose frente a mí.Él encendió un cigarrillo.—¿Por
Lilia.Estaba de camino a la empresa en mi auto y faltaban unos días para la boda. Para ser sincera, pasar tiempo con Ethan no estaba tan mal como pensaba.Él me daba mi espacio y no trataba de coquetearme a pesar de que íbamos a casarnos pronto.Aparqué el vehículo en el estacionamiento y caminé directo al edificio. Ese sería un día duro pues tenía varias reuniones en menos de tres horas para tratar los asuntos de la empresa y posibles asociados.—Buen día, jefa —Lucía hizo una reverencia, era la recepcionista.—Te he dicho que no me gusta que me llames así. Somos amigas, ¿se te olvida? —Negué con la cabeza, divertida.—Sabes que me gusta molestarte en ese aspecto —bromeó—. ¿Cómo te va con tu nuevo novio? Te juro que pensé que estabas enamorada de mí porque rechazabas a cada hombre que te invitaba a salir.Ella ató su sedosa cabellera castaña porque sabía que no podía andar con el cabello suelto en la empresa, eran reglas creadas por mi padre. Sus ojos avellana me miraron con picard
Chris.—¿Qué es lo que has encontrado? —pregunté, arrugando la frente.Esperaba que el compromiso entre Lilia y Ethan no involucrara su amor de por medio, porque estaría en serios problemas si me la llevaba a la fuerza y al final ella prefería a Ethan.—¿Por qué no vamos al almacén? —Deus me miró de reojo—. Sabe muy bien que acá hay oídos entrometidos.Y tenía razón.Ambos estábamos en el bar del que era dueño, nos lo heredó el viejo antes de morir. Su aspecto elegante y moderno ocultaba las verdaderas intenciones para las que fue construido.Un sitio perfecto para llevar a cabo las reuniones que trataban de temas moralmente cuestionables. En ese lugar se mezclaban personas como nosotros, y gente normal e inocente que no tenía idea del trasfondo.Caminé hacia el almacén, dejando al barman haciendo lo suyo y Deus me siguió como mi fiel compañero. Mi mano derecha.—Dime lo que sabes.—Tienes que verlo. Me pidió que le dijera cada acontecimiento que rodeara a Lilia, y consideré important
Lilia.—Mañana es el gran día, hija mía —Papá me palmeó el hombro.Ambos estábamos saliendo del edificio después de que yo tuviera un duro día de trabajo. Él estuvo conversando con unos ejecutivos que lo ayudarían a preparar la boda.Quería que fuera la mejor ceremonia de ese año.—No me lo recuerdes porque me dan ganas de cagar por los nervios —resoplé, abriendo la puerta de mi auto—. Y sabes que no hace falta que me lleve un chófer privado, puedo ir yo misma si no tienen tiempo de buscarme.—¿La novia arreglada y con el vestido teniendo que manejar hasta su boda? No, señorita, no harás semejante barbaridad —Negó, en un tono agrio—. Contraté a un buen chófer que se hará cargo de llevarte, ya que el lugar queda bastante lejos de la mansión.Rodé los ojos y encendí el auto.—¿Por qué escogieron ese lugar?—Eric se casó con Ximena ahí, se trata de un fortín con vista a la playa y el atardecer es el mejor que se haya visto en esta ciudad, Lilia —explicó, revisando su celular.—Me imagino
Lilia.El día más esperado por todos, menos por mí, había llegado. Iba a casarme en contra de mi voluntad, pero era lo que necesitaba para seguir escalando.Me miré en el gran espejo de mi habitación, llevaba puesto un vestido de la mejor tela de la ciudad, era de escote en forma de corazón. La falda de tul se extendía, haciéndome ver como una auténtica princesa de cuento de hadas.Mis ojos estaban decaídos, eso no evitaba que el maquillaje realizado por Carlota no pudiera resaltar mi belleza.—Señorita, ¿se encuentra bien? Hoy es un día especial, y la noto deprimida —Puso su mano sobre mi hombro.Ella estaba detrás de mí, ayudándome con los últimos detalles antes de irme. Apreté los labios con fuerza porque el miedo estaba empezando a invadir mi cuerpo.—Mira mis manos —Las coloqué sobre las suya, yo estaba temblorosa—. Tengo mucho miedo, Carlota... No sé si pueda casarme. Ethan es un hombre maravilloso, cualquier mujer estaría encantada de tenerlo, pero no lo amo, y no estoy segura
Lilia.Desperté somnolienta, con un dolor de cabeza que me hizo sentir una fuerte punzada en la sien. Al abrir los ojos, me di cuenta de que estaba en una extraña y oscura habitación.Había una luz tenue encendida, y las paredes eran de color negro. Vi en todas direcciones para comprobar que estuviera sola.¿Qué rayos era ese lugar?Me asusté al recordar que el chófer no me llevó a la boda. ¿Había abusado de mí? Mis ojos viajaron a mi cuerpo, pero por suerte, mi vestido seguía intacto y sin señales de haber sido arrebatado.—¡Auxilio! —grité, con una pizca de esperanza.Mis manos estaban atadas con unas esposas junto a la madera de la cama, por lo que no podía moverme mucho. Yo estaba sentada en el suelo, aterrada por lo que podrían hacerme.¿Por qué secuestrarme justo a mí?La puerta se abrió con lentitud, erizando cada vello de mi piel por el miedo que sentí al ver de nuevo al hombre que me privó de mi libertad. Ese pelinegro de ojos vacíos y sonrisa divertida.—Veo que ya despertas
Ethan. —Insisto, lo mejor sería hablar con la policía porque no creo que Lilia haya hecho una locura como esa —habló Jax, caminando de un lado a otro. Oriana estaba sollozando desde que supimos que Lilia no llegó a la ceremonia. Tuvimos que cancelar todo y el internet explotó con noticias sobre la escapada de Lilia, cosa que no podía creer. ¿Lilia dejándome? ¿Huyendo de mí con tal de no casarse? Era imposible... Pudo habérmelo dicho y no llegar a tal extremo. —¿No hubo nadie en la mansión que hablara con ella? —cuestionó mi padre, frunciendo el ceño. Ambas familias quedamos en ridículo porque la novia dejó plantado al novio, por lo que el periódico tendría mucho de qué hablar durante un tiempo. —Mi niña no haría eso... Ella no se escaparía así —balbuceó Oriana, afligida. —Déjame llamar a Carlota, ella tenía que acompañar a Lilia, pero se le presentaron varios inconvenientes y no pudo —aseveró Jax, sacando su celular. Estaba claro que andábamos muy nerviosos por los acontecimie
Lilia.—¿Q-quién eres? —balbuceé, hipnotizada por su atractivo.Imaginé que el jefe del que hablaba el otro sería un viejo horrible y asqueroso que tendría olor a alcohol, pero el aliento de ese hombre llegó a mi nariz y olía a menta.Curveó una sonrisa y me obligó a levantarme.—No puedo creer que no me recuerdes —Negó con la cabeza, usando unas llaves para quitarme las esposas.Tomó mis manos lastimadas, por lo que solté un quejido de dolor y él se dispuso a inspeccionar las heridas. Eran varios rasguños abiertos por el forcejeo que hice momentos atrás.—¿Deus te hizo esto? Porque te juro que lo mataré —Sus expresión se oscureció.Yo me aterré al verlo tan decidido en sus palabras. ¿Para él era fácil matar a alguien? Porque lo decía como si fuera un pasatiempo en su día a día.—N-no. Fui yo misma —Por mucho que quisiera culpar al otro y vengarme, no pude.Él me sentó en la cama, y yo me había quedado en shock porque no entendía su amabilidad conmigo. Parpadeé varias veces al ver que