Capítulo 3: Cita

Lilia.

Después de la reunión que tuvimos en casa de los Watson, los días pasaron volando y las noticias sobre mi próxima boda estaban en boca de todos.

En la empresa, mis colegas me felicitaron, por mucho que me costara creer que pronto sería esposa.

Había quedado en verme con Ethan en un restaurante conocido de la ciudad. Papá insistió en que debíamos conocernos porque estábamos a semanas de la boda y no habíamos hablado desde nuestro reencuentro.

Mis dedos jugaron con el mantel de la mesa, aburrida porque ya llevaba más de cinco minutos de espera y el hombre no llegaba.

¿Se había perdido?

—¡Lilia! —Me llamó.

Sus manos se apoyaron sobre sus rodillas, y su respiración estaba entrecortada. ¿Acaso había corrido un maratón?

Yo abrí los ojos.

—No te ves muy bien —Fui sincera—. Toma, un poco de agua.

Le ofrecí el vaso con agua que me dieron de cortesía y él se la bebió en un instante. Se sentó, soltando un largo suspiro jadeante por el cansancio.

—Discúlpame, creí que el restaurante quedaba en otra ubicación y me equivoqué —Se rascó la nuca.

—¿Por qué no usaste una aplicación GPS? Hay un mapa de toda la ciudad —Alcé una ceja.

Tenía que admitir que la conversación estaba saliendo fluida y no me sentía nerviosa como la primera vez.

Ver que seguía siendo el mismo tonto de siempre, me alegraba en cierta parte.

—Ah... No se me ocurrió.

Me hizo gracia, por lo que me reí.

—Bueno, vamos a pedir algo, muero de hambre —sugerí, viendo la carta.

—Pediré lo mismo que tú.

—¿Y eso? ¿No tienes una comida favorita? —interrogué, extrañada por su petición.

—Sorpréndeme, Lilia Brown —sonrió de lado.

Cielos, Ethan sí que había cambiado muchísimo. Sus caídos ojos me miraban con cierto deseo que recién pude notar. Traté de esquivarlo, porque se había vuelto un hombre bastante guapo que podría hacerme ceder.

Su cuerpo era musculoso, por mucho que lo cubriera con un traje formal que le quedaba apretado. ¿Hacía mucho ejercicio?

Continué leyendo la carta para decidirme.

—Muy bien, escogeré una hamburguesa premium doble carne y vino como acompañante —Le hice señas a una mesera y le indiqué mi pedido.

—¿Trae papas fritas? —preguntó mi compañero.

—Así es, es una promoción que incluye la hamburguesa, una ración de papas y un jugo natural de su preferencia —indicó la mesera, viendo a Ethan.

—Sustituye el jugo por vino —pedí.

—Pediré lo mismo que ella —le regaló una sonrisa.

—Ah, ¿son pareja? Porque hay un regalo sorpresa si ese fuera el caso —inquirió.

Yo miré a Ethan porque no sabía qué responderle. En teoría, estábamos comprometidos, y eso nos convertía en una pareja, ¿no?

—Sí, somos pareja —respondió él.

Que fácil lo dijo.

—Enseguida regreso —La mesera hizo una reverencia y se marchó.

—Me pregunto qué será esa sorpresa —murmuré—. Parece medio sospechosa, ¿no crees?

—Normalmente te regalan una hamburguesa extra en estos casos.

—¿Cómo sabes? ¿Ya has ido a un restaurante así con tus parejas? —Fruncí el ceño, un poco consternada.

—No es necesario. Es lo que me han contado mis amigos —Negó con sus manos—. ¿Celosa, Lilia?

Solté una carcajada.

—¿Qué dices? Si recién nos conocemos.

—En realidad, nos conocemos desde pequeños y estoy seguro de que hasta me viste nacer —bromeó, negando con la cabeza.

—Si lo hice, no lo recuerdo.

—Por cierto, ¿no has sabido nada de Chris? —cuestionó, abriendo una herida en mi corazón.

Recordar a nuestro viejo amigo Chris, me hacía retumbar todo el cuerpo porque ese agrio sentimiento todavía me acompañaba.

—Yo... Solo espero que se encuentre bien —Bajé la cabeza.

—Lo siento, no quise mencionarlo de esta forma —Se disculpó, buscando mi mano por encima de la mesa—. Seguro ahorita es millonario. Chris era un niño muy inteligente.

—Ni siquiera lo recuerdas bien —mascullé—. Tú tenías como seis años cuando él tuvo que irse.

—Claro que lo recuerdo... Por muy pequeño que estuviera, Chris me generaba un sentimiento de celos porque siempre estaba junto a ti —Apretó su pecho.

—Ay, vamos, eso fue hace muchísimos años —Rodé los ojos—. ¿Por qué no cambiamos de tema?

—Disculpen, su pedido está listo —La mesera apareció con una bandeja y nuestra comida.

Colocó ambos platos en su respectivo lugar y sacó una cajita de su bolsillo envuelta en papel de regalo.

—Les dejo este regalo de cortesía por parte del restaurante hacia las parejas —sonrió—. Que tengan buen provecho.

Y sin decir más nada, se marchó.

—¿Qué crees que sea? —pregunté, al ver la pequeña caja.

—Es diminuta, ¿tal vez sean anillos? —cuestionó, con una mano en el mentón—. No estoy seguro.

—Bien, la abriré entonces.

Tomé el objeto entre mis manos. ¿Qué podía regalarle una empresa a tantos desconocidos solo porque eran pareja?

Ethan me detuvo con la suya.

—¿Por qué no comemos primero?

Tensé la mandíbula.

—Que aguafiestas eres.

—Eso me duele, Lilia —Se hizo el dramático—. ¿Sabes que tus palabras me afectan mucho?

—Ethan, no digas mentiras —Arrugué la nariz—. Ambos sabemos que solo aceptamos este compromiso porque no nos quedaba de otra.

Él me miró con cierto dolor en su expresión.

—No es verdad... Yo lo acepté porque hubo un tiempo en el que me gustaste, Lilia —confesó, determinado en su mirar—. Aunque no lo creas, un niño puede sentirse encaprichado por una niña... Y ya cuando fuimos adolescentes, eso aumentó.

Abrí los ojos con sorpresa.

—¿Por qué ahora es que me lo dices?

—Tenía miedo del rechazo en aquél entonces —resopló—. Pero ahora que vamos a casarnos, estoy dispuesto a conquistarte, a menos que huyas de nuestra boda.

Se encogió de hombros.

—¿Por qué huiría de la boda?

—Por miedo, tal vez —Le dio un mordisco a la hamburguesa—. Las personas indecisas pueden hacer muchas cosas.

—Mmh... Ethan, voy a casarme contigo y luego veremos qué pasa —proclamé, bebiendo un sorbo de vino—. ¿Te parece?

—Por supuesto —sonrió con sinceridad.

Una vez que terminamos de comer, procedí a quitarle todo el papel de regalo a la caja porque me daba tanta curiosidad descubrir su contenido.

La volteé para que tres sobres cayeran en la mesa.

Me quedé helada al ver de lo que se trataba.

—¿Esos son...? —Él agudizó su vista, extrañado.

Agarré los sobres y los devolví a la caja por la vergüenza que me consumió.

—¿Quién carajos regala condones como si nada? —mascullé, con pena.

Cubrí mi rostro ya que lo primero que pasó por mi mente fue un Ethan desnudo y usando uno de esos. ¿Por qué mi cabeza tenía que traicionarme de esa forma?

Yo jamás había estado conectada en cuerpo y alma con un hombre, a pesar de que estaba cerca de los treinta años.

—Tranquila, no planeo hacer ese tipo de cosas hasta que estés lista —Sacudió sus manos, con timidez.

—¡Eso no ayuda mucho, Ethan! —exclamé.

Y lo que me esperaba... Tantas cosas nuevas que estaban pasando en mi vida, ¿qué más faltaba?

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