Lilia.
Estaba de camino a la empresa en mi auto y faltaban unos días para la boda. Para ser sincera, pasar tiempo con Ethan no estaba tan mal como pensaba.
Él me daba mi espacio y no trataba de coquetearme a pesar de que íbamos a casarnos pronto.
Aparqué el vehículo en el estacionamiento y caminé directo al edificio. Ese sería un día duro pues tenía varias reuniones en menos de tres horas para tratar los asuntos de la empresa y posibles asociados.
—Buen día, jefa —Lucía hizo una reverencia, era la recepcionista.
—Te he dicho que no me gusta que me llames así. Somos amigas, ¿se te olvida? —Negué con la cabeza, divertida.
—Sabes que me gusta molestarte en ese aspecto —bromeó—. ¿Cómo te va con tu nuevo novio? Te juro que pensé que estabas enamorada de mí porque rechazabas a cada hombre que te invitaba a salir.
Ella ató su sedosa cabellera castaña porque sabía que no podía andar con el cabello suelto en la empresa, eran reglas creadas por mi padre. Sus ojos avellana me miraron con picardía.
Lucía era mi mejor amiga, llevábamos años trabajando juntas y era la primera cara que veía al entrar al edificio.
—No me gustan las mujeres —refuté—. Y en mi defensa, veo a todos los hombres como compañeros de trabajo, no me agrada la idea de meterme con uno de ellos.
De solo pensarlo, sentí escalofríos.
—Pero no respondiste mi pregunta principal —Se cruzó de brazos—. ¿Cómo te va con Ethan? Debe de ser todo un caballero con lo apuesto que es.
Alcé una ceja.
—Es lindo, lo admito, pero no voy a enamorarme de él en dos semanas. Para el amor, se requiere cierto tiempo, desde mi punto de vista —confesé, firmando la hoja que me dio.
—¿No te atrae? Porque la atracción física puede ser lo principal antes de considerar enamorarte —murmuró, haciendo un puchero—. Imagínate casarte sin saber de qué tamaño lo tiene, ¿no terminarías decepcionada?
La miré horrorizada.
—¿Qué pensamientos son esos? —inquirí—. Lucía, tienes una mente muy diversa.
—Amiga, me conoces desde que llegué a la empresa, sabes que siempre he dicho lo que pienso —Se encogió de hombros—. ¿Por qué no lo pruebas antes de casarte? Así luego no andas arrepentida.
Mis mejillas ardieron.
—Basta, por favor —Sacudí mi mano—. Estoy bien así, pero agradezco tu preocupación.
—Lilia, quedarás encantada cuando pruebes un pene por primera vez, te lo digo por experiencia —informó, con orgullo en su tono.
—¡Lucía! —la regañé, porque habían cámaras arriba de nosotras— Suficiente, empezaré mi día.
Ella no paraba de reírse.
Caminé lejos de la recepción porque a veces no podía con lo que decía esa mujer. ¿Cómo podía ser así de directa y sin tener vergüenza?
—¡Nos vemos, Lilia! —saludó, emocionada.
Un duro día me esperaba...
(...)
Estiré mis brazos y me despedí de los hombres que se reunieron conmigo. Todo iba marchando según el plan.
Ya era mi hora de almuerzo y planeaba ir a la cafetería que quedaba justo al lado porque mi padre nunca quiso construir un comedor digno en el edificio.
Cuando estaba a punto de salir de la sala de reuniones, recibí una llamada de la recepción a mi celular.
—¿Hola? —contesté.
—Lilia, te solicitan en la recepción —habló Lucía, del otro lado de la línea.
—¿Quién podría ser?
—Oh, pues, se trata de tu futuro esposo —dijo, en tono burlón para molestarme—. Está esperándote en las sillas de espera, no tardes porque se nota que está interesado en ti.
Me colgó sin esperar una respuesta.
¿Qué hacía Ethan en el edificio? ¿No tenía que estar preparándose para heredar el cargo de su padre?
Suspiré y guardé el celular para bajar por el ascensor. Ethan era muy lindo y atento conmigo, pero todavía mi corazón no le daba entrada porque sentía que necesitábamos pasar más tiempo juntos.
Que problemático era el amor.
Llegué a la planta baja y ahí estaba él. Se levantó cuando me vio acercarme y tenía un ramo de flores en sus manos, eran reales porque desprendían un aroma particular.
—Lilia, lamento molestarte en tu horario laboral, pero quería darte un regalo —comentó, con timidez.
Me ofreció el ramo y lo acepté, parpadeando porque no me esperaba ese gesto de su parte. ¿Estaba tratando de enamorarme?
—Oh, vaya... —reí con nervios—. Son muy lindas, me aseguraré de mantenerlas con vida para no desperdiciar su belleza.
—Vi las flores en una tienda cuando iba pasando... Y me recordaron mucho a ti —insinuó, sin apartar la vista—. ¿Estás ocupada?
Miré a Lucía por el rabillo del ojo y me estaba haciendo señas para que aceptara todo lo que me dijera Ethan. Vaya amistad.
—Eh, de hecho, estoy a punto de salir al lado a comer —confesé—. Ando en mi hora libre.
—Perfecto, entonces yo te invito el almuerzo —Puso su brazo en forma de círculo para que yo lo tomara.
Tuve que hacerlo, aunque tenía que admitir que tantas muestras de afecto me incomodaron un poco. Dejé las flores en la recepción.
En serio que Ethan se estaba esforzando conmigo... Y saber que en algún punto le llegué a gustar, eso hacía las cosas más fáciles para él.
—¿No estás emocionada por la boda? —cuestionó, caminando.
—Un poco. Me pone nerviosa saber que usaré un vestido de novia —dije.
—Yo opino que serás la novia más hermosa del mundo, Lilia.
—Ethan, no tienes que tratarme bonito para gustarme —Lo detuve cuando salimos del edificio—. Solo sé tú mismo y con el tiempo me acostumbraré.
Apreté los labios porque no sabía cómo decirle que sus acciones me hacían sentir extraña.
—Yo no quiero que te acostumbres... Si es posible, me gustaría que fueras capaz de amarme, Lilia —Tomó mis manos entre las suyas.
—Sabes que con el tiempo lo haré, pero todavía es muy pronto para llegar a eso —resoplé.
—Por lo menos... ¿Puedo besarte? —preguntó, con las mejillas rojas como el tomate—. Lo considero un primer paso para reforzar la relación.
Abrí los ojos con sorpresa.
No me esperaba ese tipo de pregunta viniendo de él, y mucho menos en medio de la calle donde estaban caminando muchas personas de un lado a otro.
—¿J-justo ahora? —titubeé.
Asintió con pena.
—Por favor, solo quiero que me consideres un esposo digno —Apretujó su pecho y me jaló hasta quedar en un pequeño callejón entre la cafetería y la empresa.
Mi corazón dio un vuelco porque Ethan me pegó de la pared y colocó su mano a un lado, viéndose serio, cosa que no era normal en él.
Yo lo veía más como el hombre tierno y considerado.
—¿E-estás seguro?
Sería mi primer beso.
¿Quería que fuera con él...? De todas formas, tendría que besarlo el día de nuestra boda, era lo mismo.
—Dame tu permiso para hacerlo, Lilia, y te demostraré que puedo causar algo en ti —pidió, besando mi mano.
—Está bien... Hazlo.
Para ser sincera, quería saber cómo se sentían los labios de otra persona.
Ethan me agradeció y se acercó despacio, cortando la distancia entre nosotros y plantándome un suave beso en la boca que me dejó un sabor amargo y extraño, pero que también mantuvo mi corazón acelerado.
Pensé que sería algo más mágico... A pesar de que sentí cierto cosquilleo en mi estómago y mejillas, no resultó ser excitante como esperaba. Sus labios bailaron unos segundos con los míos.
Mi primer beso se lo robó Ethan, y no estaba del todo arrepentida.
Chris.—¿Qué es lo que has encontrado? —pregunté, arrugando la frente.Esperaba que el compromiso entre Lilia y Ethan no involucrara su amor de por medio, porque estaría en serios problemas si me la llevaba a la fuerza y al final ella prefería a Ethan.—¿Por qué no vamos al almacén? —Deus me miró de reojo—. Sabe muy bien que acá hay oídos entrometidos.Y tenía razón.Ambos estábamos en el bar del que era dueño, nos lo heredó el viejo antes de morir. Su aspecto elegante y moderno ocultaba las verdaderas intenciones para las que fue construido.Un sitio perfecto para llevar a cabo las reuniones que trataban de temas moralmente cuestionables. En ese lugar se mezclaban personas como nosotros, y gente normal e inocente que no tenía idea del trasfondo.Caminé hacia el almacén, dejando al barman haciendo lo suyo y Deus me siguió como mi fiel compañero. Mi mano derecha.—Dime lo que sabes.—Tienes que verlo. Me pidió que le dijera cada acontecimiento que rodeara a Lilia, y consideré important
Lilia.—Mañana es el gran día, hija mía —Papá me palmeó el hombro.Ambos estábamos saliendo del edificio después de que yo tuviera un duro día de trabajo. Él estuvo conversando con unos ejecutivos que lo ayudarían a preparar la boda.Quería que fuera la mejor ceremonia de ese año.—No me lo recuerdes porque me dan ganas de cagar por los nervios —resoplé, abriendo la puerta de mi auto—. Y sabes que no hace falta que me lleve un chófer privado, puedo ir yo misma si no tienen tiempo de buscarme.—¿La novia arreglada y con el vestido teniendo que manejar hasta su boda? No, señorita, no harás semejante barbaridad —Negó, en un tono agrio—. Contraté a un buen chófer que se hará cargo de llevarte, ya que el lugar queda bastante lejos de la mansión.Rodé los ojos y encendí el auto.—¿Por qué escogieron ese lugar?—Eric se casó con Ximena ahí, se trata de un fortín con vista a la playa y el atardecer es el mejor que se haya visto en esta ciudad, Lilia —explicó, revisando su celular.—Me imagino
Lilia.—¿Tengo que casarme? —cuestioné, aturdida después de haber escuchado a mi padre.—Es importante que consigas esposo, Lilia... Recién te he cedido el puesto de CEO y necesitas a un hombre importante a tu lado para que te ayude —explicó, juntando ambas manos sobre la mesa—. Ya tienes veintinueve, ¿no tienes a nadie en mente?Me quedé sin palabras. Aunque no era mucha sorpresa para mí, ya que él me había mencionado varias veces el hecho de que era importante casarse en nuestra familia para que nuestro cargo fuera más legítimo.¿Por qué no cambiaban eso de una vez? Ya no estábamos en el pasado y las posibilidades de que yo tuviera éxito sin un hombre, de seguro eran mayores.—Sabes que los hombres no han sido importantes en mi vida —Giré el rostro, cabizbaja y hundiendo las cejas—. Con suerte tuve dos novios y me duraron una semana.—Precisamente por eso estoy haciendo un acuerdo con uno de mis más grandes aliados en el mundo de los negocios —defendió, cruzado de brazos y con una s
Lilia.Me vi una última vez en el espejo de mi habitación. Carlota me había ayudado a arreglarme. Llevaba puesto un vestido casual floreado que no pasaba de mis rodillas, junto a unas zapatillas.Inhalé hondo.Mi cabello estaba atado en una cebolla para que no se metiera en mi boca cuando estuviera comiendo.—Se ve hermosa, señorita —Juntó sus manos, satisfecha con el resultado.—Es gracias a ti, tienes un buen gusto —Di una vuelta y reí—. Mis padres deben de estar esperándome abajo.—Y lo están haciendo. Será mejor que se apure si no quiere llegar tarde —Me dio varios empujones hasta la puerta—. Yo limpiaré un poco.—Nos vemos más tarde, Carlota —me despedí.Caminé por los largos pasillos de la mansión Brown hasta bajar las amplias escaleras del centro y darme cuenta de que mis dos padres estaban esperando en la entrada.Mamá tenía un hermoso vestido azul claro pegado a su cuerpo y el maquillaje ocultaba un poco las arrugas que se formaron en su frente al verme.—Si no enamoras a Eth
Lilia.Después de la reunión que tuvimos en casa de los Watson, los días pasaron volando y las noticias sobre mi próxima boda estaban en boca de todos.En la empresa, mis colegas me felicitaron, por mucho que me costara creer que pronto sería esposa.Había quedado en verme con Ethan en un restaurante conocido de la ciudad. Papá insistió en que debíamos conocernos porque estábamos a semanas de la boda y no habíamos hablado desde nuestro reencuentro.Mis dedos jugaron con el mantel de la mesa, aburrida porque ya llevaba más de cinco minutos de espera y el hombre no llegaba.¿Se había perdido?—¡Lilia! —Me llamó.Sus manos se apoyaron sobre sus rodillas, y su respiración estaba entrecortada. ¿Acaso había corrido un maratón?Yo abrí los ojos.—No te ves muy bien —Fui sincera—. Toma, un poco de agua.Le ofrecí el vaso con agua que me dieron de cortesía y él se la bebió en un instante. Se sentó, soltando un largo suspiro jadeante por el cansancio.—Discúlpame, creí que el restaurante quedab
Chris.—¿Ya vio lo que corre en la noticias? ¿Esa no es la mujer que estaba planeando buscar pronto? —cuestionó Deus, mi fiel compañero.Ladeé una sonrisa porque estaba leyendo justo esa noticia en la página de mi celular.—¿Me puedes traer el periódico de hoy? Hay que comprobar que no sea algo falso —le ordené, sacudiendo mi mano y soltando el celular sobre la mesa de mi escritorio.—Ya mismo lo busco —acató, marchándose.Junté ambas manos debajo de mi mentón, pensando en cómo pudieron llegar a esa situación de comprometer a Lilia con Ethan.Yo me encontraba en otra ciudad, bastante lejos de ella a decir verdad. Planeaba hacerle una visita pronto para recordarle cierta promesa que hicimos de niños, porque por lo visto, la había olvidado.Cerré mi puño y golpeé la madera, frustrado por saber que se casaría con otro.¿Por qué? ¿Acaso me había olvidado?Deus regresó y colocó el periódico sobre la mesa.—Véalo usted mismo —indicó, sentándose frente a mí.Él encendió un cigarrillo.—¿Por