El taxi pasó por mí cuando faltaban tan solo dos horas para mi encuentro. El viaje era largo, el hotel no estaba precisamente cerca de la ciudad. Era una mansión más que un hotel, desde afuera se veía como un enorme castillo de cinco pisos al menos, o quizás fueran más.
Sentí un cosquilleo que recorrió mi cuerpo de pies a cabeza. Me sentía disfrazada con toda esta ropa, incluso el taxista me miró asombrado y yo, me avergoncé. Tenía que hacerme fuerte, no podía ruborizarme por cualquier tontería.
Estaba a punto de entrar a una entrevista de trabajo para estar dentro del hotel de tres mafiosos lujuriosos. Todo allí sería así, tendría que acostumbrarme y dejar de sentirme como una ratoncita asustada. Recordé las palabas de Carl, yo era la mejor en mi trabajo, hacer las preguntas correctas para acorralar a las personas y que estas me dijeran solo la verdad.
Recordé a Marie, a la última vez que la vi. Me dijo que estaba comenzando una vida nueva, que había hallado un modo de poder viajar al extranjero como era su sueño. Fuimos a un bar donde me platicó sobre un nuevo trabajo que pintaba ser maravilloso. Por todo lo que me dijo, jamás pensé que sería algo turbulento, porque no daba indicios siquiera de ser algo ilegal. Ella estaba recién recibida de enfermera, amaba su profesión.
En la entrada, un hombre de unos treinta años controlaba el portón eléctrico. El taxi me dejó allí, sin hacer preguntas. Cualquiera sabía que en ese lugar no se podía hacer preguntas. Me había esforzado tanto porque mi curriculum fuera impecable, mintiendo meticulosamente junto con Carl para engañar a la reclutadora.
El tipo de la entrada me saludó con una seña cortes.
—Buenos días, señorita. ¿A qué debo el honor de su presencia? —preguntó, como si nos encontráramos en un castillo de verdad, en otra época.
Noté que me inspeccionó con la mirada. Me sentí jodidamente ridícula de nuevo, esta ropa no debía favorecerme. El no dejaba de mirarme. Eso me hizo avergonzar. Otra vez, traté de controlarme. Recién estaba en la entrada y ya estaba perdiendo la cabeza.
Finge, finge, me dije a mi misma. Me pellizqué el brazo disimuladamente para estabilizarme.
—Tengo una entrevista con Stella. Me llamo Cady. —dije, apretando los labios levemente.
Escuchó mis palabras con atención, siguiendo con su inspección con la mirada. Me sonrió.
—Bueno Cady, acompáñame. —su voz se tornó aterciopelada, amable.
Me indicó que podía tomarlo del brazo. Obedecí, sabía que era una cortesía. Al parecer en ese lugar tenían los modos de época, como si vivieran en un castillo real. Sonreí, recordé todo que habíamos hablado con Carl. Sonreír siempre hacía que los demás confiaran, que se sintieran bien.
—Tienes una bonita sonrisa. Dime ¿Por qué quieres trabajar aquí? —preguntó él.
Entonces traté de fijarme en su rostro, para que notara mi interés. Debía mostrarme como una mujer segura de sí misma. Y una persona segura mira directamente a los ojos. Él tenía los ojos de color miel, con el cabello castaño y rizado. Tenía una mirada suspicaz, nada se le escapaba. Su trabajo debía ser vigilar bien quien entraba y salía de allí. No tendría un pelo de tonto.
Tenía que tener sumo cuidado en esta conversación.
—Porque este es el lugar más hermoso en el que he estado. Vivir aquí debe ser un sueño hecho realidad. —contesté, sonriendo, mirándolo directamente. Señalé el entorno. —Cuando supe que los que trabajan aquí viven también en el castillo, oh, casi me desmayo. Este sitio parece salido de un cuento.
Al escucharme hablar con tanta elocuencia, el brillo de sus ojos cambió. Pareció interesarse, como si mi entusiasmo le hubiera parecido inocente y tierno. Me condujo hacia el interior del castillo. Los jardines eran impresionantes. Los arbustos estaban podados de una forma prolija, con formas de animales. También había un laberinto hecho de rosales, con flores tan hermosas que me dejaron sin palabras.
Había parte de verdad en mis palabras, aquel lugar si era de ensueño. Si tan solo no fuera un nido de monstruos mafiosos. Era una fachada, la belleza del hotel, que era un castillo soñado, era solo el exterior. Pronto conocería la malicia del interior.
—Entonces te deseo suerte, Cady. —el chico se inclinó para saludarme, estábamos llegando a la puerta.
Besó mi mejilla, lo cual me resultó algo demasiado atrevido de su parte. Santo dios, me dije a mi misma, me escandalizaba por cualquier cosa. Es que el contacto físico no era lo mío, quería alejarme de todo esto lo antes posible.
Sonreí, besándolo también en la mejilla, pero muy cerca de su boca, para que viera que no tenía miedo. Estaba a unos pocos centímetros.
El me miró, abriendo más sus ojos, aquello le había gustado. Sonrió y dejó que entrara al lugar, abriendo la puerta con cordialidad. La entrada era igual de imponente, las puertas eran enormes, con vidrios de colores, que aportaban una gran elegancia a la madera de cedro oscura.
El chico me indicó que debía entrar por la otra entrada. La puerta abierta era mucho más pequeña, estaba al lado de la gran puerta que me dejó maravillada. Ingresé a un pequeño vestíbulo, que era igual de lujoso. Debía ser una sala de espera, en la que esperaría que la mujer se desocupara para realizar la entrevista de trabajo. La alfombra era de un color vino exquisito y el sofá poseía un diseño único. Estaba a punto de sentarme cuando una voz me indicó que podía pasar.
La mujer me llamó desde la habitación contigua. En ese momento, todo mi cuerpo comenzó a temblar. Dios mío, estaba tan nerviosa. La ansiedad me poseyó por completo. Era el momento de actuar, tenía que seguir caminando y entrar allí a enfrentar mi destino.
—Cady. Es tu turno en la entrevista. —dijo la mujer, desde adentro de la habitación.
La puerta se abrió, otra muchacha salió de allí con la cara pálida como una hoja de papel. El miedo estaba azotándome con fuerza. Me preguntaba qué demonios había sucedido allí dentro, la otra chica debía ser otra de las candidatas al trabajo. La situación me estaba superando.
Marie, piensa en Marie. Me repetí. Debía fingir, debía encajar allí. Tenían que darme el jodido empleo.
¿Qué podía ser lo peor? Respiré profundo. No te escandalices, me dije, no te ruborices Teresa, eres una mujer adulta.
Caminé hacia la habitación, abriendo la puerta y mirando al suelo, mis ojos clavados en las baldosas brillantes. Levanté la cabeza, dispuesta a ser lo que tuviera que ser, a ser otra persona. Sonreí, con cortesía e hice una reverencia refinada. Quería que vieran que tenía modales.
Entonces mis ojos se posaron en la famosa Stella. En mi cabeza, había imaginado que sería una mujer anciana que tendría un cuaderno entre sus manos, que estaría sentada en el escritorio para hacerme preguntas como cualquier entrevista laboral. Que me juzgaría con el ceño fruncido y tendría un abrigo de lana que la haría ver más severa.
Me sentí una completa ingenua.
—Toma asiento Cady, es un placer conocerte.
Me ruboricé en el acto, m*****a sea, no pude evitarlo. Al encontrarla con la mirada, viéndola directamente, la contemplé entera. Stella era una mujer joven, de unos treinta, de cabello castaño rizado, largo pasándole los hombros. Su piel era pálida, con lunares esparcidos por todas partes. Y podía ver absolutamente todo en ella, porque no llevaba ropa puesta.
No, ni siquiera ropa interior. La mujer estaba tal y como vino al mundo. Sin nada, más que una gargantilla de oro en su cuello.
En lo único en lo que había acertado en mi idea de entrevista, es en que llevaba un cuaderno en las manos.
Stella me miraba fijamente, buscando un error, buscando que me ruborizara o me horrorizara. Mente limpia, me repetí. Entonces la miré directamente, sin sentirme sobrepasada.—Es usted una dama muy hermosa. —dije, con la voz aterciopelada, mordiéndome levemente el labio.Eso la contentó, sonrió y me tendió la mano para que la estrechara.—Entonces te daré la información del empleo. Sabes, la otra muchacha salió corriendo apenas me vio así, apenas me acerqué. Supe que no era la indicada. —comenzó a acercarse cada vez más.Estaba tan cerca que su piel rozó lentamente la mía. Mi respiración se aceleró. Entendí que trataba de hacer, buscaba escandalizarme, ponerme a prueba para ver de cuanto era mi pudor e inocencia. Yo ni siquiera había visto películas para adultos antes, por lo que esta situación era completamente nueva para mí. Pero tenía que hacerlo, la justicia dependía solo de mí, tenía que investigar el crimen desde adentro. Y eso solo significaba una cosa, debía adaptarme a ese mal
Me dejaron a solas allí, tenía un nudo en el estómago por los nervios. Me senté sobre la cama, que era tan mullida que era como estar sobre una suave nube. Me acurruqué, sintiéndome superada por todo aquel sitio.—No debo retroceder. Estoy cerca, cada vez más cerca. —susurré, casi para mis adentros.Recordé a Marie, ella merecía que yo hiciera lo que sea porque el asesino sea encarcelado. Necesitaba justicia. Recordé lo último que conversamos… Esto cada vez se tornaba más extraño ¿Por qué mi hermana estaría relacionada con estas personas?La lujuria se veía aquí por todas partes. Era un lugar tan erótico que haría que cualquiera se sonrojara de solo pensar en él. Traté de memorizar todo lo que había visto. Stella estaba en el proceso de selección de personal. Sam, era la sumisa del mafioso llamado Eduard. Había más nombres en mi lista de sospechosos ahora. Las dos chicas no parecían ser asesinas, pero… No podía confiar en nadie allí.Observé todo a mi alrededor, parecía el cuarto de u
Casi poético, con los ojos entrecerrados, dijo estas palabras tan directas, que rozaban la vulgaridad. O quizás entraban en lo profundo de la vulgaridad, de no ser porque su apariencia era tan exclusivamente formal, imponente y seria que era imposible que algo que saliera de su boca fuera indiscreto.Por lo que pensé, que había escuchado mal. A lo mejor era algo producto de mis nervios y lo había imaginado. Porque estaba tan nerviosa que cualquier cosa podría haber pasado por mi cabeza.—¿Puede repetirlo? —pregunté, haciendo una reverencia.En ese lugar abundaban las formalidades. Copié el estilo de caminar de las damas que había observado afuera. Elegancia, ante todo, a pesar de que no llevaba siquiera una prenda de ropa interior. Sentí ese cosquilleo que me recorría de pies a cabeza, me hacía estremecer. Aquella sensación de que la lujuria estaba bañándome.Control, todo se trataba de control. Esto era necesario, tengo que apegarme al plan. El plan lo era todo para descubrir la verd
Salí al pasillo, prácticamente corriendo. Huyendo, huyendo de mí misma y de él. Porque mi pulso estaba acelerado y mi cuerpo, seguía en llamas.Quería volver a mi cuarto, entrar y ponerme la ropa más severa, sobria y que me cubriera cada parte de mi cuerpo.Para que nadie allí se diera cuenta de que lo había disfrutado.Una mano me tocó el hombro.—Cady. ¿Ya tuviste tu entrevista? —preguntó una voz a mis espaldas.Me di la vuelta para ver a Sam, reconocí su voz. Ella estaba cambiada, tenía un corset que hacía que sus senos se vieran más grandes. Y debajo, tenía una falda de tul con brillantes. Llevaba el cabello atado en una coleta alta. Estaba vestida de una manera elegante, sofisticada y erótica a la vez.Me tendió su brazo para que camináramos juntas.—Bueno, parece que te han comido la lengua los ratones. —dijo, sonriendo y soltando una risita.—Lo siento. —me excusé, balbuceando.En realidad, ni siquiera sabía que excusa poner. Ella me miró detenidamente y sonrió.—Ya sé que ha p
El burbujeo del jacuzzi llegaba a mis oídos. Jamás había visto un lugar tan increíble, tenía que admitir que la decoración era excelente. Mis ojos estaban maravillados ante tanto esplendor.Por ello bajé la guardia. Me había sonrojado, me había cubierto los ojos para no ver a ese imponente hombre frente a mí.El soltó una risita, disimulada. Luego, Sophie me dio un apretón de hombros.—Tranquila, Cady. —dijo, bromeando, relajadoHabía esperado una reacción peor. Esperé que me echaran de inmediato por mostrarme así de mojigata y seria. Pero ellos estaban relajados. Sam me trajo una copa de champaña. Mi regla era no beber, sin embargo, si no tomaba nada, sería contraproducente, ellos sospecharían todavía más. Tenía que dar gracias con que todavía estaba aquí y no me echaran.—Lo siento, que tonta. —solté, sonriendo, disimulando mis mejillas sonrojadas—Es una virgen. —dijo Sam. —Oh, por eso le ha gustado tanto a Daemon.Que dijera eso en público hizo que me sonrojara todavía más. Los do
El traje consistía en una camisa abotonada hasta el cuello, ceñida, muy ajustada, se transparentaban mis pezones en la tela. La falda, era corta y tipo tubo, de color azul oscuro. Tenía una corbata puesta, que parecía adornar mis senos a la perfección. Cuando me contemplé, algo dentro de mí me dijo que me veía bien.Que ridícula eres, Teresa. Me dije yo, esta vez más fuerte. Para silenciar esa voz lujuriosa dentro de mí que jugaba como si fuera una de las chicas de la mansión.El juego iba a comenzar pronto. Sophie y yo hablamos sobre nuestro guion, Collin, Sam y Eduard ya estaban allí para vernos. Había otros, que yo no conocía, pero estaban más lejos.Esta sería una dura prueba, para la chica virgen que apenas hacía unos segundos había tenido su primer orgasmo. Daemon, el faltaba que viniera. No quería hacerlo, pero miraba a todas partes buscándolo con los ojos.—Va a venir, tranquila. —dijo Sophie, haciendo una mueca divertida.Se acercó a mí y me indicó que el juego comenzaría. Qu
Su lengua se introdujo y empezó a recorrer mi interior de una manera que me hizo gritar del placer. Oh, era tan…—Ah… —solté, ya no podía pensar en nada más.El calor, las sensaciones, los aromas, todo se fundía en ese instante. Y solo quería más.Quería que siguiera así por siempre.Concéntrate, concéntrate. Era inútil. Allí todos eran sospechosos y yo… Estaba teniendo otro orgasmo. Ya perdía la cuenta de cuantos tuve. El me ordenó que caminara en el suelo, mientras azotaba mi nalga con la palma de su mano.Quería más.Él se acercó, sentí su miembro erecto y enorme en mis muslos, rozando lentamente.¿Cuándo terminaría esto?Yo me hice para atrás para que se introdujera en mi coño, que me llenara por completo. El se apartó. Me miró sonriente.—Eres hermosa, me gusta que seas virgen. —dijo, al tiempo en que sonreía con un modo triunfal y cínico.No, estaba bromeando.—Te voy a volver loca, Cady.Entonces jaló de la tira de cuero para atraerme hacia su cuerpo. Me pegó al suyo, haciendo
TeresaObservé mi entorno. El lugar antes me había parecido tan cómodo. Mi estación de control, me decía a mí misma. Mi oficina. Ahora, las cosas se habían complicado. Tenía que tomar una seria decisión antes de continuar con esta locura.—Te traje la ropa adecuada. Sabrás que el lugar al que debes asistir es un sitio muy distinguido. —me dijo Carl, con su tono de voz amable de siempre.Me miró con preocupación, cualquiera estaría así de preocupado por mí. Mi hermana mayor había muerto hacía un mes, todavía estaba de duelo. Tenía que hacer esto, era la única forma de encontrar la justicia que Marie se merecía.—Gracias. He tomado ya la decisión. —dije, tratando de creerme mis propias palabras.Carl tragó saliva, mirándome, con los nervios de punta. Supongo que hasta el último minuto había pensado que yo no seguiría adelante con el plan.—Bien. Repasemos la información. Tienes tres sospechosos que estaban cerca de Marie. El último mes, ella estuvo en contacto cercano con Eduard Soth, C