La atmósfera en el refugio se había vuelto más densa con cada minuto que pasaba. Samer se apoyó en la mesa, sus ojos fijos en el mapa desplegado frente a él. Sus dedos tamborileaban con impaciencia, mientras que Agatha, sentada en el sofá, repasaba mentalmente cada detalle de los acontecimientos recientes.—Lo que no me cuadra —comenzó Agatha, rompiendo el silencio— es cómo alguien como Anthony pudo tener acceso a esa información sin ser descubierto antes. Él no tiene los recursos ni la capacidad de operar solo.Samer levantó la mirada. Sabía que Agatha tenía razón, pero admitirlo significaba aceptar que el enemigo era mucho más organizado de lo que habían previsto. Y eso lo inquietaba profundamente.—No está solo —afirmó Samer con un tono grave—. Hay alguien más detrás de esto, alguien que conoce cada uno de nuestros movimientos.Agatha asintió, su mente trabajando a toda velocidad. Recordó los detalles del archivo, las coordenadas, las pistas que habían seguido hasta llegar a ese pu
La noche había caído en la ciudad, y el aire frío envolvía las calles solitarias, llenas de sombras. Agatha se encontraba en la azotea de un edificio antiguo, su mirada fija en las luces que parpadeaban a lo lejos. Su mente, aunque llena de preguntas, se mantenía concentrada en el objetivo que tenía ante sí. Había llegado hasta aquí por una razón, y no permitiría que nada ni nadie la detuviera.La respiración de Samer era la única compañía en ese momento. Él había estado a su lado en todo este tiempo, pero hoy algo había cambiado. Había algo en su actitud que parecía diferente, una tensión palpable en el aire entre ellos. Tal vez era el peligro, tal vez la incertidumbre de lo que venía. Sin embargo, Agatha sabía que no podía seguir dudando. Estaba al borde de descubrir algo que podría cambiarlo todo.—Samer… —su voz era baja, casi un susurro, mientras se giraba para mirarlo—. ¿Realmente sabes quién está detrás de todo esto?Samer no respondió de inmediato. En su rostro se reflejaba un
La tensión en el aire era palpable mientras Agatha observaba a su alrededor, sus ojos analizando cada rincón de la sala. Samer se mantenía a su lado, vigilante, sin dejar que nada escapara a su atención. Había algo en la atmósfera que le resultaba incómodo, una sensación de que el tiempo se les escapaba, y cada minuto que pasaba acercaba más a la inevitable confrontación.—Esto no puede ser una coincidencia —dijo Agatha en voz baja, más para sí misma que para Samer.Él la miró con una intensidad que demostraba cuánto estaba valorando cada palabra. Sabía que Agatha tenía un sentido de la intuición afilado, algo que pocas veces fallaba. Si ella decía que había algo más en juego, él le creería sin dudar.—¿Qué quieres decir? —preguntó Samer, su voz baja y firme.Agatha caminó hacia la mesa de trabajo, donde varios documentos estaban esparcidos, cada uno con información crucial. Pero había algo que no terminaba de encajar. Los detalles eran demasiados precisos, demasiado orquestados, casi
La lluvia caía con fuerza sobre la ciudad, un manto gris que parecía cubrirlo todo, disimulando las huellas de lo que había sucedido en las últimas horas. La noche había caído rápidamente, y la ansiedad se había instalado en el aire. Agatha caminaba por el pasillo de la mansión, sus pasos resonando en el silencio. Cada uno de ellos se sentía como una condena, como un recordatorio del peso de las decisiones que había tomado, de lo que estaba por venir.Samer había salido en busca de respuestas, pero Agatha sabía que el tiempo se estaba agotando. No podían seguir viviendo en la oscuridad, esperando que las piezas encajaran solas. Había demasiados cabos sueltos, demasiados secretos aún por desvelar. El infiltrado seguía siendo una amenaza, y más allá de eso, Agatha no podía evitar la sensación de que alguien más, alguien cercano, había estado moviendo las piezas desde el principio.Con las manos temblorosas, Agatha se acercó a la ventana del salón. Desde allí podía ver la ciudad que se e
El viento soplaba con fuerza, golpeando las ventanas del refugio con una violencia inesperada. Dentro de la sala, la tensión era palpable. Agatha y Samer, cada uno sumido en sus pensamientos, no podían escapar de la gravedad de la situación que se había desenvuelto ante ellos. Sabían que la tormenta que se desataba afuera era nada en comparación con el caos que se estaba gestando a su alrededor.Samer se acercó a la mesa, donde varios mapas y documentos estaban desparramados. Cada uno de esos papeles representaba una pieza del rompecabezas que, si se armaba correctamente, revelaría la identidad del traidor y la magnitud de la amenaza que enfrentaban. Sin embargo, por más que miraba, nada parecía encajar. Algo no estaba bien. Algo crucial se les escapaba.—No podemos seguir así —dijo Agatha, su voz fría y firme, interrumpiendo el pesado silencio que se había instaurado entre ellos—. No podemos permitir que esto nos consuma. No somos débiles, Samer. Debemos actuar.Samer levantó la vist
La tormenta había dejado un aire denso, cargado de humedad, que hacía que cada respiración de Agatha se volviera más pesada. Se encontraba de pie frente a la puerta cerrada del viejo almacén, el eco de los truenos retumbando en sus oídos. La noche parecía más oscura que nunca, como si el mundo entero se hubiera sumido en una quietud inquietante, esperando el próximo movimiento.A su lado, Samer no hacía ningún intento por disimular la tensión que lo envolvía. Sus manos, usualmente firmes y controladas, estaban ligeramente temblorosas, un reflejo de la incertidumbre que ambos sentían. Habían llegado hasta allí, pero aún había un abismo por cruzar. La última pieza del rompecabezas, esa que cambiaría todo, se encontraba al otro lado de esa puerta.—¿Estás lista? —preguntó Samer, su voz grave, pero con un toque de preocupación apenas perceptible. No solía mostrarse vulnerable, pero esta vez las circunstancias eran distintas.Agatha asintió sin decir palabra, su mirada fija en la entrada d
Agatha observó a través de las ventanas del salón principal, donde la luz del amanecer empezaba a filtrarse lentamente. Los colores cálidos del cielo parecían contrastar con el frío nudo que sentía en su pecho. Samer, sentado en el borde del sofá, repasaba una vez más los documentos que habían conseguido en la última operación. Cada línea de texto y cada cifra parecían encerrar un rompecabezas que, hasta ahora, no lograban descifrar del todo.—Esto no tiene sentido —gruñó Samer, dejando caer los papeles sobre la mesa con frustración—. Si estas cuentas realmente pertenecen a la organización, alguien dentro de nuestro círculo cercano las facilitó.Agatha se volvió hacia él, cruzando los brazos. La tensión entre ellos era palpable, aunque ambos sabían que no era el momento para ceder ante las emociones.—¿Y si estás viendo todo desde el ángulo equivocado? —sugirió ella con voz calmada, pero firme—. Tal vez no es alguien cercano a ti, sino alguien que conoce tus movimientos porque ha esta
El silencio de la habitación era tan denso que parecía envolverlo todo. Agatha miró a Samer, quien estaba sentado en el borde de la cama, con el rostro cubierto por sus manos. Las palabras que acababan de intercambiar aún resonaban en el aire, cargadas de una mezcla de miedo, incredulidad y determinación.—No podemos dejarlo así, Samer —dijo Agatha, su voz firme a pesar del temblor en sus manos.Samer levantó la mirada, sus ojos oscuros brillaban con una intensidad que hacía evidente la tormenta interna que lo consumía. El hombre al que siempre había visto como una fortaleza inquebrantable ahora parecía vulnerable, como si cargar con el peso de sus decisiones hubiera desgastado su alma.—Lo sé, Agatha —respondió al fin, su tono apenas un susurro—. Pero esto es más grande de lo que imaginé. No solo está en juego nuestra seguridad, sino también la de todos los que confiaron en nosotros.Agatha se acercó a él, arrodillándose frente a donde estaba sentado. Colocó sus manos sobre las de Sa