La mansión estaba en silencio, pero el ambiente seguía cargado de tensión. Samer caminaba por los pasillos con pasos firmes, sintiendo el peso de cada decisión tomada en las últimas horas. La traición había dejado una marca profunda en su mente, y aunque su determinación no flaqueaba, sabía que los próximos movimientos serían cruciales.Agatha lo esperaba en el salón principal. Había encendido una pequeña lámpara, cuya luz cálida contrastaba con la oscuridad de la noche que se filtraba por las ventanas. Estaba sentada en el sofá, con los codos apoyados en las rodillas y las manos entrelazadas. Sus ojos lo buscaron en cuanto lo vio aparecer.—¿Alguna novedad? —preguntó con voz tensa.Samer negó con la cabeza, deteniéndose frente a ella.—Nada que no esperáramos. Los hombres que enviamos a investigar el paradero de Mark aún no han vuelto. Eso no es una buena señal.Agatha suspiró, dejando caer la espalda contra el respaldo del sofá.—No podemos seguir así, Samer. No sabemos en quién con
La brisa nocturna agitaba suavemente las cortinas mientras Agatha miraba a través de la ventana, perdida en sus pensamientos. El refugio improvisado, con su olor a madera envejecida y su iluminación tenue, parecía un contraste extraño con el tumulto que se desataba en su interior. La conversación con Samer había revelado más de lo que estaba preparada para enfrentar, pero aún había preguntas sin respuesta.Samer entró en la habitación con pasos silenciosos, llevando una taza de té que colocó sobre la mesa junto a Agatha. Su mirada buscó la de ella, pero ella evitó el contacto visual, absorta en las imágenes de las sombras danzando en el cristal.—No puedes quedarte ahí atrapada en tus pensamientos —dijo Samer finalmente, su voz grave pero suave.Agatha suspiró, inclinándose ligeramente hacia la ventana.—Es difícil no hacerlo cuando todo lo que conocemos parece tambalearse. ¿Cómo podemos seguir adelante sin saber quién está detrás de esto? —preguntó, más para sí misma que para él.Sam
Agatha abrió los ojos con dificultad, sintiendo una presión punzante en su cabeza. El aire a su alrededor era denso, impregnado del perfume de flores exóticas, algo que nunca había olfateado antes. Al parpadear, la luz tenue que se filtraba a través de las cortinas de seda la cegó momentáneamente. Se incorporó lentamente, su corazón latiendo con fuerza mientras sus recuerdos comenzaban a fluir de manera desordenada.El último recuerdo claro era de la oscuridad, el sudor frío en su frente mientras la capturaban. La sensación de manos fuertes sujetándola, arrastrándola hacia una furgoneta. El pánico la envolvió como una niebla espesa y aterradora. Intentó recordar más, pero su mente estaba borrosa. Un destello de luz hizo que su mirada se centrara en la habitación que la rodeaba.Todo era de una elegancia abrumadora. La habitación tenía paredes de mármol, y el mobiliario era una mezcla de modernidad y antigüedad, con muebles tallados a mano que podrían haber sido sacados de un museo. Un
Agatha avanzó con cautela por el pasillo, sus pasos resonando en el silencio como un eco de su creciente ansiedad. Las paredes estaban adornadas con cuadros de paisajes impresionantes y retratos de personas que no reconocía. A pesar del lujo y la belleza que la rodeaba, su corazón seguía latiendo con una mezcla de miedo y determinación. La idea de estar atrapada en una mansión tan extravagante no podía calmar la inquietud que la invadía.Al final del pasillo, una gran puerta de madera oscura la esperaba, casi como un portal a lo desconocido. Se detuvo un momento, conteniendo la respiración, antes de empujarla lentamente. La puerta chirrió, y Agatha sintió que el sonido resonaba en su pecho.El espacio que se abría ante ella era un salón vasto y opulento. Un gran candelabro de cristal colgaba del techo, iluminando el lugar con una luz cálida y suave. Los muebles eran lujosos, con tapices que parecían haber sido traídos de algún palacio europeo. Pero Agatha no podía permitirse distraers
El silencio en la mansión era ensordecedor, interrumpido solo por el suave susurro del viento que se colaba por las rendijas de las ventanas. Agatha se quedó en el salón, luchando por controlar el torrente de emociones que la abrumaban. La conversación con Samer había sido intensa, y su presencia, aunque desconcertante, había despertado algo en ella: un deseo de lucha.Mientras la ira se calmaba en su interior, Agatha decidió que no podía permitir que su situación la dominara. No iba a ser una prisionera en el lujo. Necesitaba un plan, una forma de recuperar su libertad. Caminó de un lado a otro, cada paso resonando en el mármol frío, mientras su mente se llenaba de recuerdos de su vida anterior.Imágenes de su hogar en Italia comenzaron a desdibujarse. Recordó la calidez del sol en su piel mientras paseaba por las calles de Roma, la risa de sus amigos en las terrazas de los cafés. Había sido una vida llena de sueños y aspiraciones. Pero ahora, esos recuerdos se sentían lejanos, como
La atmósfera en la mansión se tornó tensa tras la declaración de Samer. Agatha podía sentir que estaba en un juego, uno cuyas reglas aún no entendía del todo. La forma en que él había mirado sus labios mientras hablaba la hizo cuestionarse qué parte de su rechazo lo había intrigado. ¿Era un desafío para él? La confusión se instaló en su pecho, pero sabía que no podía permitir que eso la distrajera de su verdadero objetivo: encontrar una salida.“¿Qué quieres decir con ‘juguemos juntos’?” preguntó Agatha, su tono desafiante. Se acercó un poco más, desafiando la distancia entre ellos. “Porque yo no tengo intención de dejar que esto se convierta en un juego.”Samer sonrió, esa sonrisa que hacía que su corazón se acelerara y su cabeza se llenara de confusión. “Todo en esta vida es un juego, Agatha. Y en este juego, debemos aprender a jugar nuestras cartas correctamente.” Su voz era profunda, como el suave murmullo del mar.“¿Y cuál es tu carta?” preguntó ella, cruzando los brazos en un ge
Los días se convirtieron en una extraña rutina. Agatha se despertaba cada mañana en la lujosa habitación que Samer le había proporcionado, un espacio decorado con elegancia que contrastaba drásticamente con el caos que había invadido su vida. Sin embargo, a pesar de la belleza que la rodeaba, se sentía atrapada en una jaula dorada.Decidida a recuperar parte del control que había perdido, Agatha comenzó a explorar la mansión a solas durante las horas en que Samer estaba ocupado. Cada rincón del lugar parecía tener una historia, un secreto esperando ser descubierto. Mientras recorría pasillos interminables y escaleras adornadas con artefactos costosos, su curiosidad se convirtió en una herramienta para enfrentar su ansiedad.Un día, mientras examinaba una biblioteca repleta de libros antiguos, Agatha se encontró con un diario polvoriento escondido en un estante alto. Al abrirlo, su corazón dio un salto. Las páginas estaban llenas de garabatos, pensamientos dispersos y reflexiones sobre
La mañana siguiente, Agatha se despertó con un renovado sentido de determinación. Las palabras de Samer todavía resonaban en su mente, impulsándola a tomar la iniciativa en su nueva vida. Sabía que no podía permanecer como una simple espectadora en su propia historia. Tenía que encontrar una manera de tomar el control.Decidida, se vistió con un vestido ligero que había encontrado en su armario. Era de un color azul suave que resaltaba el tono dorado de su piel. Al mirarse en el espejo, se sintió un poco más segura, como si el reflejo le recordara que todavía había una parte de ella que era fuerte y valiente.Después de un desayuno ligero, que consistía en frutas frescas y café, Agatha decidió que hoy sería el día en que exploraría los jardines de la mansión. Nunca había visto un lugar tan majestuoso, y estaba decidida a aprovecharlo. Al salir al exterior, la brisa suave acarició su rostro, y el aroma de flores exóticas llenó el aire. Era un mundo que parecía completamente ajeno a su