El eco de los pasos resonaba en los pasillos del refugio. Samer se mantenía firme, con el rostro endurecido mientras analizaba cada palabra de lo que Agatha acababa de confesarle. La idea de que alguien tan cercano pudiera estar involucrado en la red de traiciones lo llenaba de rabia contenida.—¿Estás absolutamente segura? —preguntó finalmente, rompiendo el silencio, mientras se giraba hacia ella.Agatha lo miró, sintiendo la gravedad de sus palabras. Cada decisión que tomaran de ahora en adelante dependería de cuán sólida fuera su intuición.—No tengo pruebas concluyentes, pero las coincidencias son demasiadas. Hemos sido acorralados en el momento exacto en que íbamos a descubrir algo importante. Y esa información no salió de ningún lado, Samer. Salió de aquí.Samer asintió lentamente, sus pensamientos corriendo como un río desbordado. Sabía que no podían darse el lujo de cometer errores, pero tampoco podían quedarse paralizados por la incertidumbre.—Está bien —dijo con voz firme—.
El aire en el escondite era espeso, cargado de tensión e incertidumbre. Agatha caminaba de un lado a otro, con los brazos cruzados y la mirada fija en el suelo, mientras Samer revisaba los planos que habían encontrado en la mansión de Massimo. Los papeles contenían detalles que, aunque fragmentados, empezaban a formar una imagen más clara de lo que enfrentaban.—Samer, esto no tiene sentido —dijo Agatha, rompiendo el silencio. Su voz reflejaba una mezcla de frustración y cansancio—. ¿Por qué Massimo haría todo esto? ¿Cuál es su objetivo final?Samer dejó los papeles sobre la mesa y se frotó el puente de la nariz. Sabía que Agatha tenía razón en cuestionarse todo, pero las respuestas no eran tan simples.—Poder, control... No sé, Agatha. Pero lo que está claro es que no va a detenerse hasta conseguir lo que quiere. Y nosotros estamos en medio de su camino.Agatha se detuvo frente a él, sus ojos buscando alguna señal de certeza en los de Samer. Pero lo único que encontró fue la misma in
El aire parecía más pesado mientras Agatha y Samer se adentraban en el laberinto subterráneo. Cada paso resonaba en las paredes de concreto, amplificando el eco de sus movimientos. Samer llevaba el arma al frente, alerta, mientras Agatha sujetaba una linterna, iluminando el camino angosto y sombrío. Sabían que estaban más cerca que nunca de la verdad, pero también del peligro que acechaba en cada rincón.—¿Estás segura de que las coordenadas conducen aquí? —preguntó Samer en voz baja, apenas audible sobre el ruido de las gotas que caían del techo.—Totalmente —respondió Agatha, sosteniendo el mapa con una mano temblorosa—. Es aquí donde el archivo debería estar oculto. Pero si alguien más llegó antes…La frase quedó en el aire, cargada de preocupación. Había tantas incógnitas que no sabían por dónde empezar a atar los cabos sueltos.El pasillo se abrió a una sala más amplia, llena de estanterías metálicas que parecían haber resistido el paso del tiempo. Documentos y carpetas estaban e
Agatha abrió los ojos con dificultad, sintiendo una presión punzante en su cabeza. El aire a su alrededor era denso, impregnado del perfume de flores exóticas, algo que nunca había olfateado antes. Al parpadear, la luz tenue que se filtraba a través de las cortinas de seda la cegó momentáneamente. Se incorporó lentamente, su corazón latiendo con fuerza mientras sus recuerdos comenzaban a fluir de manera desordenada.El último recuerdo claro era de la oscuridad, el sudor frío en su frente mientras la capturaban. La sensación de manos fuertes sujetándola, arrastrándola hacia una furgoneta. El pánico la envolvió como una niebla espesa y aterradora. Intentó recordar más, pero su mente estaba borrosa. Un destello de luz hizo que su mirada se centrara en la habitación que la rodeaba.Todo era de una elegancia abrumadora. La habitación tenía paredes de mármol, y el mobiliario era una mezcla de modernidad y antigüedad, con muebles tallados a mano que podrían haber sido sacados de un museo. Un
Agatha avanzó con cautela por el pasillo, sus pasos resonando en el silencio como un eco de su creciente ansiedad. Las paredes estaban adornadas con cuadros de paisajes impresionantes y retratos de personas que no reconocía. A pesar del lujo y la belleza que la rodeaba, su corazón seguía latiendo con una mezcla de miedo y determinación. La idea de estar atrapada en una mansión tan extravagante no podía calmar la inquietud que la invadía.Al final del pasillo, una gran puerta de madera oscura la esperaba, casi como un portal a lo desconocido. Se detuvo un momento, conteniendo la respiración, antes de empujarla lentamente. La puerta chirrió, y Agatha sintió que el sonido resonaba en su pecho.El espacio que se abría ante ella era un salón vasto y opulento. Un gran candelabro de cristal colgaba del techo, iluminando el lugar con una luz cálida y suave. Los muebles eran lujosos, con tapices que parecían haber sido traídos de algún palacio europeo. Pero Agatha no podía permitirse distraers
El silencio en la mansión era ensordecedor, interrumpido solo por el suave susurro del viento que se colaba por las rendijas de las ventanas. Agatha se quedó en el salón, luchando por controlar el torrente de emociones que la abrumaban. La conversación con Samer había sido intensa, y su presencia, aunque desconcertante, había despertado algo en ella: un deseo de lucha.Mientras la ira se calmaba en su interior, Agatha decidió que no podía permitir que su situación la dominara. No iba a ser una prisionera en el lujo. Necesitaba un plan, una forma de recuperar su libertad. Caminó de un lado a otro, cada paso resonando en el mármol frío, mientras su mente se llenaba de recuerdos de su vida anterior.Imágenes de su hogar en Italia comenzaron a desdibujarse. Recordó la calidez del sol en su piel mientras paseaba por las calles de Roma, la risa de sus amigos en las terrazas de los cafés. Había sido una vida llena de sueños y aspiraciones. Pero ahora, esos recuerdos se sentían lejanos, como
La atmósfera en la mansión se tornó tensa tras la declaración de Samer. Agatha podía sentir que estaba en un juego, uno cuyas reglas aún no entendía del todo. La forma en que él había mirado sus labios mientras hablaba la hizo cuestionarse qué parte de su rechazo lo había intrigado. ¿Era un desafío para él? La confusión se instaló en su pecho, pero sabía que no podía permitir que eso la distrajera de su verdadero objetivo: encontrar una salida.“¿Qué quieres decir con ‘juguemos juntos’?” preguntó Agatha, su tono desafiante. Se acercó un poco más, desafiando la distancia entre ellos. “Porque yo no tengo intención de dejar que esto se convierta en un juego.”Samer sonrió, esa sonrisa que hacía que su corazón se acelerara y su cabeza se llenara de confusión. “Todo en esta vida es un juego, Agatha. Y en este juego, debemos aprender a jugar nuestras cartas correctamente.” Su voz era profunda, como el suave murmullo del mar.“¿Y cuál es tu carta?” preguntó ella, cruzando los brazos en un ge
Los días se convirtieron en una extraña rutina. Agatha se despertaba cada mañana en la lujosa habitación que Samer le había proporcionado, un espacio decorado con elegancia que contrastaba drásticamente con el caos que había invadido su vida. Sin embargo, a pesar de la belleza que la rodeaba, se sentía atrapada en una jaula dorada.Decidida a recuperar parte del control que había perdido, Agatha comenzó a explorar la mansión a solas durante las horas en que Samer estaba ocupado. Cada rincón del lugar parecía tener una historia, un secreto esperando ser descubierto. Mientras recorría pasillos interminables y escaleras adornadas con artefactos costosos, su curiosidad se convirtió en una herramienta para enfrentar su ansiedad.Un día, mientras examinaba una biblioteca repleta de libros antiguos, Agatha se encontró con un diario polvoriento escondido en un estante alto. Al abrirlo, su corazón dio un salto. Las páginas estaban llenas de garabatos, pensamientos dispersos y reflexiones sobre