El aire estaba tenso, como si la misma atmósfera estuviera consciente de lo que se avecinaba. Agatha caminaba por el pasillo oscuro, sus pasos resonando en las paredes de piedra, mientras Samer la seguía a poca distancia. Sabía que el momento había llegado; las piezas del rompecabezas se estaban encajando una a una, y pronto descubrirían la verdad detrás de todo lo que habían vivido.—Estamos cerca —dijo Samer, su voz grave resonando a través del silencio. No era necesario que dijera más; ambos sabían que todo había llegado a este punto.Agatha asintió sin mirarlo, su mente analizando las posibles rutas que tomarían una vez que llegaran al final. Habían pasado por tantas pruebas, traiciones y amenazas, pero algo dentro de ella le decía que el verdadero reto apenas comenzaba.—No lo puedo creer… —murmuró Agatha, aunque ella misma no sabía si se lo decía a él o a sí misma.La puerta al final del pasillo se abrió lentamente, revelando una habitación pequeña y desordenada. En el centro, u
La madrugada estaba envuelta en un silencio ominoso, como si el mundo estuviera conteniendo el aliento. Samer observaba la calle desierta desde la ventana del pequeño apartamento que había utilizado como refugio. Las luces titilaban en la distancia, proyectando sombras largas que se movían al ritmo del viento. Agatha estaba recostada sobre el sofá, su rostro marcado por el cansancio, pero también por una inquietud que se había apoderado de ella desde el último encuentro con su antiguo aliado.—No sé si puedo confiar en nadie más, Samer —dijo Agatha, rompiendo el silencio con su voz rasposa, como si su garganta estuviera luchando contra el peso de sus pensamientos—. Todo esto… no tiene sentido. ¿Qué pasa si el infiltrado es más cercano a nosotros de lo que pensamos?Samer giró hacia ella, sus ojos fijos en la figura que se recortaba en la oscuridad. Su mente estaba centrada en una única cosa: encontrar al traidor. Sin embargo, sabía que cada paso que daban los ponía en mayor riesgo. La
El aire estaba pesado, cargado de una tensión que ni siquiera el constante flujo de pensamientos podía disipar. Agatha caminaba de un lado a otro dentro de la habitación, el sonido de sus pasos retumbando en las paredes vacías. Samer, sentado frente a la mesa, no dejaba de mirarla, su rostro impasible como siempre, pero sus ojos reflejaban una inquietud que no podía ocultar.—Necesito saber que tomaremos la decisión correcta —dijo Agatha finalmente, deteniéndose frente a él. Su voz era baja, pero firme, como si tratara de convencer a su propio corazón.Samer levantó la vista, sus ojos fijos en ella. Sabía que estaba hablando en serio. Cada decisión que tomaran a partir de ahora sería crucial. Pero la incertidumbre seguía nublando su juicio, como una sombra que se alargaba sobre ellos.—Lo sé —respondió él, su tono grave. —Pero lo que está en juego ahora es más grande que nosotros. No podemos seguir dudando. Si vamos a hacerlo, debe ser con todo lo que tenemos.Agatha asintió lentament
Agatha abrió los ojos con dificultad, sintiendo una presión punzante en su cabeza. El aire a su alrededor era denso, impregnado del perfume de flores exóticas, algo que nunca había olfateado antes. Al parpadear, la luz tenue que se filtraba a través de las cortinas de seda la cegó momentáneamente. Se incorporó lentamente, su corazón latiendo con fuerza mientras sus recuerdos comenzaban a fluir de manera desordenada.El último recuerdo claro era de la oscuridad, el sudor frío en su frente mientras la capturaban. La sensación de manos fuertes sujetándola, arrastrándola hacia una furgoneta. El pánico la envolvió como una niebla espesa y aterradora. Intentó recordar más, pero su mente estaba borrosa. Un destello de luz hizo que su mirada se centrara en la habitación que la rodeaba.Todo era de una elegancia abrumadora. La habitación tenía paredes de mármol, y el mobiliario era una mezcla de modernidad y antigüedad, con muebles tallados a mano que podrían haber sido sacados de un museo. Un
Agatha avanzó con cautela por el pasillo, sus pasos resonando en el silencio como un eco de su creciente ansiedad. Las paredes estaban adornadas con cuadros de paisajes impresionantes y retratos de personas que no reconocía. A pesar del lujo y la belleza que la rodeaba, su corazón seguía latiendo con una mezcla de miedo y determinación. La idea de estar atrapada en una mansión tan extravagante no podía calmar la inquietud que la invadía.Al final del pasillo, una gran puerta de madera oscura la esperaba, casi como un portal a lo desconocido. Se detuvo un momento, conteniendo la respiración, antes de empujarla lentamente. La puerta chirrió, y Agatha sintió que el sonido resonaba en su pecho.El espacio que se abría ante ella era un salón vasto y opulento. Un gran candelabro de cristal colgaba del techo, iluminando el lugar con una luz cálida y suave. Los muebles eran lujosos, con tapices que parecían haber sido traídos de algún palacio europeo. Pero Agatha no podía permitirse distraers
El silencio en la mansión era ensordecedor, interrumpido solo por el suave susurro del viento que se colaba por las rendijas de las ventanas. Agatha se quedó en el salón, luchando por controlar el torrente de emociones que la abrumaban. La conversación con Samer había sido intensa, y su presencia, aunque desconcertante, había despertado algo en ella: un deseo de lucha.Mientras la ira se calmaba en su interior, Agatha decidió que no podía permitir que su situación la dominara. No iba a ser una prisionera en el lujo. Necesitaba un plan, una forma de recuperar su libertad. Caminó de un lado a otro, cada paso resonando en el mármol frío, mientras su mente se llenaba de recuerdos de su vida anterior.Imágenes de su hogar en Italia comenzaron a desdibujarse. Recordó la calidez del sol en su piel mientras paseaba por las calles de Roma, la risa de sus amigos en las terrazas de los cafés. Había sido una vida llena de sueños y aspiraciones. Pero ahora, esos recuerdos se sentían lejanos, como
La atmósfera en la mansión se tornó tensa tras la declaración de Samer. Agatha podía sentir que estaba en un juego, uno cuyas reglas aún no entendía del todo. La forma en que él había mirado sus labios mientras hablaba la hizo cuestionarse qué parte de su rechazo lo había intrigado. ¿Era un desafío para él? La confusión se instaló en su pecho, pero sabía que no podía permitir que eso la distrajera de su verdadero objetivo: encontrar una salida.“¿Qué quieres decir con ‘juguemos juntos’?” preguntó Agatha, su tono desafiante. Se acercó un poco más, desafiando la distancia entre ellos. “Porque yo no tengo intención de dejar que esto se convierta en un juego.”Samer sonrió, esa sonrisa que hacía que su corazón se acelerara y su cabeza se llenara de confusión. “Todo en esta vida es un juego, Agatha. Y en este juego, debemos aprender a jugar nuestras cartas correctamente.” Su voz era profunda, como el suave murmullo del mar.“¿Y cuál es tu carta?” preguntó ella, cruzando los brazos en un ge
Los días se convirtieron en una extraña rutina. Agatha se despertaba cada mañana en la lujosa habitación que Samer le había proporcionado, un espacio decorado con elegancia que contrastaba drásticamente con el caos que había invadido su vida. Sin embargo, a pesar de la belleza que la rodeaba, se sentía atrapada en una jaula dorada.Decidida a recuperar parte del control que había perdido, Agatha comenzó a explorar la mansión a solas durante las horas en que Samer estaba ocupado. Cada rincón del lugar parecía tener una historia, un secreto esperando ser descubierto. Mientras recorría pasillos interminables y escaleras adornadas con artefactos costosos, su curiosidad se convirtió en una herramienta para enfrentar su ansiedad.Un día, mientras examinaba una biblioteca repleta de libros antiguos, Agatha se encontró con un diario polvoriento escondido en un estante alto. Al abrirlo, su corazón dio un salto. Las páginas estaban llenas de garabatos, pensamientos dispersos y reflexiones sobre