Salió del hospital una vez pasó por las puertas de cristal con una pequeña sonrisa en el rostro, estaba de buen humor al saber que la situación no había terminado en una catástrofe por lo ocurrido el día anterior, y sabía con exactitud que al meno Pablo estaba con ella y le había perdonado por su tardía en ayudarlo, comenzaba a creer que era un día muy bueno, y valía la pena tener los bolsillos vacíos para ese regalo de disculpa que le dio al muchacho, esperaba que le diera un muy buen uso a esos dulces y al vergonzoso osito de peluche. De pronto en su mente apareció la fornida imagen de Lucas, el hermano de Pablo, y su pésima actitud hacia ella y su hermano no hacía más que molestarla, pues su primera impresión de ese hombre de casi dos metros no era muy buena, sobre todo por el trato que le daba a su pobre hermano enyesado y roto. Cruzó la calle junto a un grupo de personas, el sol golpeaba a la primera superficie que estuviera a la vista y el clima era encantador, no eran más de las
El cálido día comenzaba a oscurecerse, a pesar de que el reloj aún no marcaba las siete de la tarde, las nubes de forma lenta y casi imperceptible para el ojo humano comenzaban a moverse dispersándose o uniéndose entre si, dejando que el sol se escondiera entre ellas cuando pasaban por ahí. El sudor frío recorría su cuerpo como una gran ayuda para refrescar su piel caliente, corría como si de su último maratón se tratase, sentía en su interior las ganas de gritar por los nervios y el susto que sentía ante la impotencia de no estar con su amiga en esos momentos, en su mente pasaban una y otra vez los recuerdos de sus padres diciéndole que se escondiera hasta que ellos o un uniformado policía la encontrara, y ella como una inocente niña de diez años les creyó y se escondió esperando a que ellos la encontraran. Las cuadras se iban quedando atrás gracias a la gran velocidad adquirida que Arwen poseía en ese momento, por suerte para ella y su salud mental, solo quedaban un par de
El estruendoroso gruñido que amenazaba fervor mente a salir de su garganta, aquel que se colocaba en medio de su pecho, de forma caliente, amenazando y rasguñando con querer salir, liberarse de su cárcel…aquel inhumano sonido se creaba irónicamente de un cuerpo humano, ella aguantaba, no sabía lo que pasaba, sus ojos marrones miraban con enojo la ventana rota, apoyando sus manos desnudas en la pared que sostenía la ventana herida, los pedazos caídos que quedaron en la plana pared en la que sus manos se apoyaron se clavaron con fuerza en ella, no lloró, no se quejó…ningún sonido salió de sus labios; sus ojos dilatados y sus glándulas salivales secretando más y más de aquel líquido que ayudaba a iniciar el proceso de digestión. Las pequeñas gotas de su sangre comenzaron a ser derramadas, haciendo un indeciso camino hacia donde la gravedad las llevaba, aquel liquido carmesí, tan tibio como su cuerpo lo había mantenido antes de que decidiera abandonarlo por su ira. Su cuerpo, solo por
Ser una persona normal o tratar de serlo es algo relativamente fácil, hacer lo que los humanos toman como normal y seguir una rutina es algo ya incorporado en la sociedad, claro que algunos no lo hacen y son esos los que son tachados por los demás. Ser normal es algo que sale natural para cualquier ser humano y eso facilita el trabajo de integrarse en la sociedad llena de ideales elevados. Pero solo hay un pequeño y minúsculo problema del que ella no estaba enterada, no era normal…nunca lo fue y tampoco lo será, y ese es su problema, volver a querer ser normal cuando nunca lo fue.
—Según susurran las leyendas más antiguas, desde los tiempos remotos existieron cientos de especies maravillosas que evolucionaron junto a los humanos, entre esos seres estaban los Licántropos o más conocidos como hombres lobo, quienes fueron categorizados como sobrenaturales cuando la población humana aumentó, ocupando grandes tierras que se expandían más a lo largo de los años, aquellos humanos se fueron olvidando poco a poco de aquellas criaturas cuando estas se escondieron de sus ojos luego de su casi extinción, pero los grandes sabios aún recordaban leves cosas que constituían a las leyendas conocidas. Antes, creían que aquella raza era un producto de un virus, trasmitido por un can o lobuno quien al morder al humano (Contagiándolo) este pasaba una transición en la luna llena, afectando sólo a los masculinos. Años más tarde come
—¿Arwen? ¿Te encuentras bien?—Preguntó la rubia al ver a su amiga saltar asustada de su asiento de tal manera. Ella aún seguía manejando pero solo faltaban unos minutos antes de llegar a su destino, su indecisa mirada alternaba entre el camino que estaba tomando y Arwen, siendo incapaz de elegir alguno por obvias razones. Mientras que la de orbes castaños murmuraba incoherencias mientras trataba de acomodarse en el asiento y apoyar su espalda correctamente en el respaldo de el asiento.—Si, todo bien. No te preocupes.—No tardó en responder ante las preguntas que Bianca le propinaba preocupada, pero no podía apartar su mirada de la ventana, donde observaba los árboles de distintas formas y colores verdosos que parecían moverse con el auto.—Has tenido otra pesadilla ¿No?—Confirmó algo angustiada, pues Arw
Habían logrado alejarse de los lobos unos cuantos metros, por lo que Arwen podía ayudar a la rubia y seguir corriendo como locas. Bianca dejó salir un quejido de su boca, tocándose la frente que sangraba levemente, a lo lejos se escuchaban los aullidos y gruñidos de los lobos, que sorprendentemente habían dejado atrás. Sin dilatar la espera y probar a la suerte, Arwen se acercó a Bianca, pero el lobo azabache ya estaba a su vista y fue el primero en alcanzarlas. Solo un segundo bastó para verlo en el aire cuando este se lanzó hacia ellas, con sus fauces abiertas de par en par mostrando esos dientes grandes y filosos listos para desgarrar el cuello pálido y quebrantable de la rubia (Que estaba tirada en el suelo) quien en respuesta ante lo que iba a pasar gritó, sin poder evitar que una lágrima cayera pos sus ojos, lamentándose a sus adentros morir a esa tempran
Se despertó aturdida, estaba segura que hace tan solo unos segundos estaba luchando por su vida con un brazo desangrándose y a una amiga histérica gritando que no se durmiera. Sus ojos enfocaron el techo del lugar en el que se encontraba, uno blanco y mohoso que le hizo tener una idea básica de donde estaba, levantó su cuerpo para sentarse levemente y ver las paredes del mismo color que el techo pero más esterilizado, con algunas imitaciones de famosos cuadros colgando en una cara del cuarto, el pitido del monitor que mostraba sus actuales signos vitales le ponía incómoda, y mas aquel artefacto en su dedo que marcaba el número cien constantemente. Soltó un quejido al usar su brazo lesionado para acomodarse en la dura cama, con esfuerzo lo logró quedando en una posición mucho más cómoda que la anterior, su mirada cayó en su amiga rubia durmiendo perezosa