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Capítulo dos: Uno...Dos...Tres

—¿Arwen? ¿Te encuentras bien?—Preguntó la rubia al ver a su amiga saltar asustada de su asiento de tal manera. Ella aún seguía manejando pero solo faltaban unos minutos antes de llegar a su destino, su indecisa mirada alternaba entre el camino que estaba tomando y Arwen, siendo incapaz de elegir alguno por obvias razones. Mientras que la de orbes castaños murmuraba incoherencias mientras trataba de acomodarse en el asiento y apoyar su espalda correctamente en el respaldo de el asiento.

—Si, todo bien. No te preocupes.—No tardó en responder ante las preguntas que Bianca le propinaba preocupada, pero no podía apartar su mirada de la ventana, donde observaba los árboles de distintas formas y colores verdosos que parecían moverse con el auto.

—Has tenido otra pesadilla ¿No?—Confirmó algo angustiada, pues Arwen había tenido esos sueños incoherentes desde hace meses justo después de cumplir los diecisiete años. La pregunta de Bianca fue confirmada por la cobriza, quien asintió con la cabeza para apartar la mirada del paisaje unos segundos.

—Creo que fue algo así, es algo raro de explicar. Pero es como si hubiera olvidado que fue y mi corazón late como loco…como si hubiera visto la personificación de la muerte.—Levantó la mano para tocar su entrecejo algo aturdida, un pequeño dolor de cabeza se había formado al terminar de decir eso, y no podía estar tan asustada y nerviosa. 

—No te preocupes por eso, fue un sueño. Mira, ya casi llegamos a nuestro destino.—Señaló girando en el camino de tierra, metiéndose en el frondoso inicio del bosque—Haremos que te olvides de ese miedo, solo es tu subconsciente asustándote con cosas que ni tu misma sabes que tienes miedo.

—¿Haremos? ¿Quién más aparte de ti me ayudara a olvidar?—Preguntó confundida, quería creer que solo era paranoica. Pero simplemente quería estar segura de eso.

—Esta claro que tu y yo.—Respondió incrédula—Necesito de tu completa colaboración para pasarla increíblemente bien y olvidar esos malos momentos.—Tomó el volante con ambas manos y comenzó a girar a la derecha, donde las líneas sin pasto indicaban donde los autos pasaban para entrar al lugar de su destino. El camino solo duró unos minutos antes de que Bianca parara el auto frente a un enorme lago trasparente—¡Llegamos!—Mencionó emocionada, quitándose su cinturón de seguridad para abrir la puerta con la mirada fija en el paisaje que tenía delante. Arwen le siguió, dejando toda pesadez a un lado para dedicarse a observar con admiración y alegría el lugar que hace años había dejado olvidado. El área podría ocupar media hectárea, siendo un lugar espacioso con la naturaleza floreciendo y desbordando el lugar, si bien el relieve no era llano, las grandes piedras que se mantenían a un lado del lago rodeando sus costados de manera simétrica y  hermosa, además de las pequeñas piedras que a través de los años por la ida y vuelta se convirtieron en arena creando un pequeño monto de arena grisácea y gruesa en las orillas del lago. El día nublado quedaba perfecto con el ambiente, aunque este estuviera pesado por la humedad.

—Esta bien. Prometo poner mi parte en esto.—Prometió por lo bajo, siendo solo ella quien escuchó su propia voz. Cerrando la puerta del auto, se dirigió a la parte de atrás para poder abrir el baúl del vehículo, encontrándose con tres objetos importantes, la heladera portátil roja con el mango blanco distinguiendo el diseño simple y adecuado a la vista, un bolso de Bianca con cosas para pasar el día ahí y una manta grande de cuadros rojos y blancos de tela gruesa—¡Bianca! ¡Ven y ayúdame!—Gritó cerrando el baúl una vez que coloco las cosas en el piso, tomando la heladera con ambas manos ya que esta era considerablemente más pesada que cualquier otra cosa que habían traído, dejando el bolso y la manta para que su compañera de aventuras los tomara.

Una vez todo acomodado, la manta completamente lisa en el suelo, sostenida de sus cuatro lados con objetos que fueron sacando del bolso para que esta no se volara, la heladera portátil abierta de par en par con dos botellas de jugo y agua frías para estar completamente hidratadas durante su corta estadía, unos vasos en el porta vasos que consistía en cuatro agujeros separados para colocarlos ahí sin que se caigan. La comida puesta en platos de plástico esparcidas elegantemente (Por Bianca) por las partes que no estaban ocupadas de la manta, mientras que ellas estaban sentadas con un pedazo de sándwiches de miga en sus manos, al estilo indio.

—¿Desde cuándo comemos tanto?—Preguntó Arwen divertida, durante el trascurso del tiempo se fue soltando, llegando a pensar que la idea no era tan mala como la había planteado, el lugar era hermoso y ameno para  charlar de cualquier cosa con amigos.

—Ahora que lo mencionas.—Susurró la rubia pensativa—Últimamente, en estas semanas, estuviste comiendo como una chica muerta de hambre. Pero no para mal, si no que tu cambio es radical, de un momento a otro comenzaste a comer el doble que antes, y sigues igual.—Habló al ver que se estaba refiriendo a su ámbito alimenticio de forma descuidada. Arwen desde un principio había entendido lo que su mejor amiga había dicho, por lo que no se lo tomó mal, agachó su cuerpo levemente para estirarse y tomar un pan que quedaba por ahí, causando una leve sonrisa de parte de Bianca.

—Estoy en etapa de crecimiento, esto es necesario.—Se justificó sonriendo, causándole gracia a la rubia, quien tomó con su mano unas migajas de pan para, juguetonamente, tirarle en la cara los pedazos—¡Hey!—Rieron juntas. Para Arwen era maravilloso el tiempo que pasaba con su mejor amiga, estaban en el último año de secundaria e iban a estudiar distintas cosas en la universidad, por lo que sería totalmente difícil reunirse con la frecuencia que lo hacen ahora. Quitó las migajas de sus ojos y miró divertida a su amiga, excepto que esta no la miraba a ella, si no, a lo que estaba detrás. Los ojos negros de la rubia miraban con horror y asombro aquello que estaba detrás de su amiga, a unos metros del lago, escondido detrás de unos inútiles arbustos que apenas tapaban su gran y oscuro cuerpo peludo. No pudo evitar soltar un jadeo cuando la mano de Arwen se apoyó en su hombro tratando de tener su atención, sin entender lo que le pasaba, la de ojos castaños giró su cuerpo para ver lo que a su amiga le tenía tan asustada, y solo pudo soltar un grito por lo bajo atragantándose con el pan que tenía en la boca, no pudo evitar chocar miradas con la criatura, ojos ámbar brillante contra café oscuro, una mirada salvaje y asesina mientras que la otra completamente humana y asustada. Aquella intimidación le recorrió el cuerpo como pequeñas descargas eléctricas—Bianca….vamos a morir.—Susurró sosteniendo de una forma extraña los dos hombros de su amiga, girando su cabeza solo un segundo para ver a su amiga quien estaba paralizada, para luego poner nuevamente la mirada en la criatura—Vamos a morir.—Susurró más fuerte, un grito  susurrado, que si no fuera por el aterrador momento que estaban pasando, causaría molestia y gracia a la rubia.

—Hay….hay que irnos Arwen. Si no me equivoco eso es un lobo…y los lobos.—Tosió para aclararse la garganta, sentía como si de un momento a otro su garganta se cerraba para no dejar salir ninguna palabra, algo que la extrañó y asustó a la vez. Arwen tomó su mano y la ayudó a levantarse, tenían que salir de ahí vivas y no volver a siquiera pisar el bosque, pero cuando la cobriza mentalizó las palabras de su amiga casi queda paralizada al igual que ella.

—Si es lobo y esta cazando…significa que hay más de su especie que no estamos viendo.—Susurró asustada, Bianca asintió frenéticamente para mirar a sus lados con paranoia, no sabían cuando iban a saltar hacia ellas y matarlas para ser comida de las hembras y cachorros.

—Tengo…tengo el cuchillo en la guantera.—Se apresuró a decir, recobrando su voz inmediatamente, no sabía que era lo que le estaba pasando, pero quería que ese momento pasara rápido para irse de ahí. Arwen entendió aquello y aún con sus manos juntas comenzó a correr hacia el auto, dejando todas sus pertenencias ahí sin importarles absolutamente nada más que salvar su pellejo, pero no pudo siquiera tocar la manija de la puerta cuando dos lobos de un hermoso color arena las separaron del auto, tirándolas a un costado.

—Somos su presa, tratarán de separarnos y agarrarán a la más débil.—Anunció Bianca levantándose, Arwen a pesar de la situación bufó con molestia parándose a un lado de la rubia.

—¡Eso es genial! ¡Fantástico! Seremos las próximas víctimas descuartizadas por estas bestias.—Y como si el lobo detrás de los arbustos entendiera, gruñó hacia ella con molestia, saliendo de su escondite para mostrar su cuerpo lobuno de pelaje azabache—Saldremos en el noticiero sin identidad por que lo único que van a dejar será nuestros huesos molidos.—Comenzó a hablar presa del pánico, siendo la única manera de calmar sus nervios sin desmayarse. Bianca rodó los ojos y apretó su mano en un gesto reconfortante.

—Arwen, para. Es mejor empezar a correr.—La cobriza la miró unos momentos, quitándose las manos de la cabeza (Que en algún momento, llena de pánico, las coloco ahí) y mirándola con un poco de decisión. Giró su cabeza en la única dirección que los lobos no tapaban y comenzó a correr, siendo seguida por la rubia, tomando un camino a la izquierda justo en dirección contraria a el lago y carro. Eso había logrado despistar a los lobos quienes gruñeron ante su escape, sin embargo la adrenalina les hizo comenzar a seguirlas en una real caza. Arwen veía como la rubia, a pesar de parecer más tranquila en tornó a la situación, se le salía algún que otro grito histérico y desesperado que se le escapaba de su boca, mientras que ella jadeaba por el cansancio de correr repentinamente y jalar a Bianca para que apurara el paso, pues esta se quedaba atrás.

—¿Cómo escaparemos? Son extremadamente más rápidos que nosotras, es de pura suerte que aún no nos han atrapado. Puedo decir…que están jugando con nosotras.—Acotó entrecortadamente la cobriza, agachándose cuando una gruesa rama apareció en su vista, logrando esquivarlo pero su amiga no (Por estar prestando atención a los lobos y sus gritos) logró esquivarlo haciendo que la rama de quince centímetros de ancho le diera directamente en la cara. El sonido del golpe en seco sonó a través del bosque, llegando a los oídos de Arwen, las manos sujetadas de ambas se separaron bruscamente y un par de hojas maltratadas, desprendidas de la rama cayeron alrededor de la chica de ojos castaños.

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