Recuerdos parte uno:
[Escenas fuertes, no aptas para personas sensibles. Ver bajo responsabilidad]
Aquellos días lejanos llegaban a su mente, y de una cosa a la otra, su cerebro le mostró algo casi perdido, retomando un recuerdo que estaba muy dentro de su subconsciente; Aquel día.
Ella tan solo tenía diez años, vivía con sus padres quienes se habían hecho pareja años atrás (Desde que eran adolescentes). Aquel día era uno común y corriente, como cualquier otro, solo con la simpleza de que la familia de tres veía una película en la nueva televisión que hace días habían comprado. Arwen, en su corta primera década, era tan sería como siempre, pero son sus padres era otra historia pues parecía ser la niña más feliz del planeta, y mucho más cuando estos se demostraban amor. A ella le extrañaban un par de actitudes que tenía su padre, que ella ni su madre tenían, como olfatear el aire por unos segundos y avisar que su madre venía de trabajar, cuando ella llegaba minutos después, o cuando ponía su nariz en el cuello de su madre oliendo en cada momento que podía o a ella cuando la abrazaba y olía su cabello o cuando pensaban que ella estaba dormida y un día de luna llena salían al bosque mientras su padre corría como loco su madre reía tratando de seguirlo.
Ellos vivían en una casa adecuada para los tres en las afueras de la gran ciudad central del país, siendo que vivían junto al bosque con algunos pocos vecinos, ellos tenían la privacidad necesaria. La casa era de un color blanco pálido, con el techo de color verde oscuro y algunas plantas decorativas, contaban con dos pisos, el primero con la cocina, a un costado la mesa con seis sillas, el living donde estaban viendo la televisión, y la parte de arriba estaban los cuartos con el segundo baño (Que mayormente lo usaba ella). El recuerdo se volvió más nítido, olvidando aquellos detalles que aguaban su corazón en un estanque de puras lágrimas que había callado y cuadrado durante años, el timbre sonó y el sonido llegó a sus pequeños oídos de diez años, sacando la vista de la pantalla para guiar su mirada castaña a la puerta que se encontraba a su derecha, pudo sentir como sus padres se miraban extrañados y como su padre olía el aire para negar preocupado, y la Arwen pequeña estaba tan confundida de que no abrieran la puerta como siempre hacían. Su padre frunció el ceño y le asintió a su mamá quien se levantó acomodándose la remera (Donde había un bulto extraño a su cadera) y miró a su padre segura.
—Mark, ya sabes que tienes que hacer.—Susurró mirándola a su hija con una pequeña sonrisa en su rostro, antes de darle un beso en la frente y caminar a la puerta—¿Quién es?—Preguntó una vez frente a la puerta de roble. Arwen pudo notar como los nervios brotaban de su piel sin poder pararlo.
—Cariño.—Mark llamo la atención de su hija, antes de darle un beso en la frente justo como como madre había hecho hace segundos atrás—Vamos a jugar a un juego ¿Quieres?—Le preguntó con una sonrisa forzada, tomando un mechón rebelde de cabello para acomodárselo detrás de su oreja. Arwen asintió con una sonrisa, ingeniado en su mente que juego podría ser—Solo tienes que esconderte ¿Si? Es sencillo, vas a un lugar te escondes y tapas con tus manos los oídos para que no escuches nuestros pasos, y solo saldrás de tu escondite cuando mamá o yo te encontremos…o un hombre de uniforme de policía, son mis amigos.—Sonrió con tristeza. Vio como la cobriza asentía antes de salir corriendo hacia su cuarto, pero giró su cabeza para ver una última vez a sus padres, viendo como le abrían la puerta a un hombre de risas platinos.
Corrió con fuerza hasta su cuarto y cerró su puerta sin hacer ruido, le encantaba jugar a esos juegos con sus padres, ella se escondía y Mark junto con Calendaría (Su madre) la buscaban por horas hasta que ella se rendía. Abrió su ropero y quito una madera que simulaba ser el tope de este, la había creado con su tía cuando sus padres habían salido por trabajo, se adentró en el hueco que era el doble de su tamaño y cerró con dificultad el armario y la parte falsa de este. En su bolsillo había un celular viejo que le habían regalado, por lo que que más comenzó a jugar con este a un pequeño pero difícil juego. Minutos después, luego de un tranquilo silencio, un disparo estruendoso resonó por las maderas de la casa, causando que tirara su celular al piso, su pequeño corazón se aceleró y en su cabeza pasaron mil y unas situaciones que estaban pasando en la planta baja de la casa, pero recordó lo que dijo su padre, tapar sus oídos y no salir a menos que ellos o el policía la encuentren…pero ella no era tonta, tenía diez años y sabía lo que estaba ocurriendo. Hace días estaban raros, paranoicos…pero ella les había pedido pasar un día en familia pues hace semanas no tenían uno, se sentía culpable pues sus padres bajaron la guardia y ese hombre de cabellos platinado apareció, y el disparo se escucho como si saliera de una escopeta.
—¡Calendaría! ¡No!—El grito desgarrador de su padre resonó por el gran espacio, hasta llegar por el bosque donde las aves asustadas volaron en busca de protección, y a los oídos de los pocos vecinos que tenían, quienes al escuchar el grito y el disparo no dudaron en llamar a la policía. Las lágrimas caían de su rostro, no sólo por lo que maquinaba su mente, si no por el silencio que su padre había roto y después volvió a poner. Su cuerpo templaba ante las hipadas que daba su cuerpo, los escalofríos por el repentino frío que había en el lugar…los minutos pasaron y escucho el sonido de los patrulleros, sin embargo ella seguía con su mano en la boca, pues temía que el hombre de cabellos platinos siguiera ahí. Tres policías irrumpieron en la casa para saber si estaba aún ahí el asesino o la hija que los vecinos decían que tenía la pareja tirada en el piso siendo atendida por los paramédicos. Tardaron poco en encontraba, pues ella se dejó, pese a todo quería ver como estaban sus padres, una mujer uniformada tomó una manta caliente y la poso sobre su cuerpo y cabeza, para ocultarla de los reporteros que habían llegado mucho más rápido de lo que pensaban…salieron de la casa, el ambiente estaba frío y la luna llena estaba en su punto máximo, los colores azul y rojo parpadeaba en sus ojos y no dejaban ver lo que ella estaba buscando, las voces de personas preguntándole cosas y la placa enojada tratando de apartarlos. Pero en una rápida vista, todo silencio a su alrededor pasó, dos cuerpo tirados, cubiertos de una manta, se encontraban los cuerpo de ambos padres, escuchando sólo una oración del paramédico que confirmó lo que temía.
—No hay pulso.
Recuerdos parte dos: Una mujer en sus jóvenes treinta y dos años llevaba de la mano a una niña de diez, los ojos de ambas parecían dos sacos negros he hincado por el momento que tuvieron horas atrás, cuando presenciaron como dos tumbas eran cavadas bajo la tierra honrado la fatídica y misteriosa muerte de Mark y Calendaría Romcleth, padres, hermanos y seres fantásticos que lucharon hasta el último aliento contra su atacante desconocido, quien no había dejado ni una absoluta huella para que los policías científicos lo encontraran con pistas. La mayor llevaba consigo una maleta rosada con dibujos infantiles en ella demostrando que pertenecía a la niña desecha junto a ella, la custodia quedó para la castaña, quien estaba feliz y consciente de ello mucho antes de que los padre de Arwen muriesen, y a pesar de las ho
Aquellos insólitos días de melancolía perduraban en la extensa y extraña mente de Arwen, como una melancólica canción pegadiza que te hace llorar sin que tu quieras, que mientras mas resonaba en su cabeza, mucho mas la odiaba. Inconscientemente empezó a disolver esos recuerdos dolorosos y borrosos, dejando que se dispersaron en su mente mientras volvía a la realidad en la que estaba metida. Abrió sus ojos con pesadez y suspiró con decepción dándose cuenta de que aún estaba en su cuarto, recordando que ella misma había pasado su primer día (Luego de su accidente) de forma extraña para luego regresar a su casa una vez terminadas las clases, encerrándose en su cuarto para recordar esos viejos y tormentosos recuerdos. Abrumada se desplomó sobre su cama sintiendo el viejo colchón hundirse con su propio peso, y las sabanas tocar su espal
La intrigante conversación que tuvo con su tía había sido lo mas interesante que había pasado en esos cuatro días sin verla, puesto que la semana de exámenes se acercaba y la adulta se encerraba en la sala de estudio sin dejar que ella se acercara. Para su mente imaginativa y maquinadora solo podía pensar en miles de escenarios donde mostraba una hipótesis de lo que estaba sucediendo ahí adentro, aquella charla extraña le había dejado un mal sabor de boca. Sabía con exactitud que Melissa ocultaba algo, estaba segura de que, el día de la charla, su tía estaba a punto de decirle algo que parecía ser importante, algo que realmente le atormentaba, pero estaba segura de que la mayor aún no estaba lista para soltar ese tan misterioso secreto suyo. Estaba en el pasillo que tenía el colegio, algo angosto pero útil, las paredes estaban adornadas con los casilleros rojos de lado a lado, con grandes y negros números que ayudaban a los alumnos a identificar el suyo. Era la hora de cambio, donde
El pequeño moreno relajó su mirada al ve de quien se trataba, hasta se le iluminaron con gran admiración al ver que ella, su heroína y la mujer mas valiente que había visto en sus cortos quince años. Se levantó del asiento con emoción mal disimulada, ocultando la sonrisa que amenazaba por salir de su boca en contra de su voluntad. Arwen caminó a paso apresurado hacía el para evitar que se lastimara por aquel movimiento tan brusco de su parte, apartando la mirada de sus ojos algo avergonzada al sostener su brazo en un impedimento suyo para que el chico no se moviera.—¡Si! Es decir, si...soy Pablo— Sonrió extendiendo delicadamente su mano hacía la cobriza, quien con gusto y algo extrañada acepto el saludo del muchacho— Espero no sonar grosero pero...¿Qué e lo que haces aquí?— Preguntó volviéndose a sentar en la silla de material plástico que tenía el hospital.—A decir verdad, yo...yo vengo a disculparme contigo.— Confesó mirando hacía otro lado, suspirando antes de sentarse a un lado,
Salió del hospital una vez pasó por las puertas de cristal con una pequeña sonrisa en el rostro, estaba de buen humor al saber que la situación no había terminado en una catástrofe por lo ocurrido el día anterior, y sabía con exactitud que al meno Pablo estaba con ella y le había perdonado por su tardía en ayudarlo, comenzaba a creer que era un día muy bueno, y valía la pena tener los bolsillos vacíos para ese regalo de disculpa que le dio al muchacho, esperaba que le diera un muy buen uso a esos dulces y al vergonzoso osito de peluche. De pronto en su mente apareció la fornida imagen de Lucas, el hermano de Pablo, y su pésima actitud hacia ella y su hermano no hacía más que molestarla, pues su primera impresión de ese hombre de casi dos metros no era muy buena, sobre todo por el trato que le daba a su pobre hermano enyesado y roto. Cruzó la calle junto a un grupo de personas, el sol golpeaba a la primera superficie que estuviera a la vista y el clima era encantador, no eran más de las
El cálido día comenzaba a oscurecerse, a pesar de que el reloj aún no marcaba las siete de la tarde, las nubes de forma lenta y casi imperceptible para el ojo humano comenzaban a moverse dispersándose o uniéndose entre si, dejando que el sol se escondiera entre ellas cuando pasaban por ahí. El sudor frío recorría su cuerpo como una gran ayuda para refrescar su piel caliente, corría como si de su último maratón se tratase, sentía en su interior las ganas de gritar por los nervios y el susto que sentía ante la impotencia de no estar con su amiga en esos momentos, en su mente pasaban una y otra vez los recuerdos de sus padres diciéndole que se escondiera hasta que ellos o un uniformado policía la encontrara, y ella como una inocente niña de diez años les creyó y se escondió esperando a que ellos la encontraran. Las cuadras se iban quedando atrás gracias a la gran velocidad adquirida que Arwen poseía en ese momento, por suerte para ella y su salud mental, solo quedaban un par de
El estruendoroso gruñido que amenazaba fervor mente a salir de su garganta, aquel que se colocaba en medio de su pecho, de forma caliente, amenazando y rasguñando con querer salir, liberarse de su cárcel…aquel inhumano sonido se creaba irónicamente de un cuerpo humano, ella aguantaba, no sabía lo que pasaba, sus ojos marrones miraban con enojo la ventana rota, apoyando sus manos desnudas en la pared que sostenía la ventana herida, los pedazos caídos que quedaron en la plana pared en la que sus manos se apoyaron se clavaron con fuerza en ella, no lloró, no se quejó…ningún sonido salió de sus labios; sus ojos dilatados y sus glándulas salivales secretando más y más de aquel líquido que ayudaba a iniciar el proceso de digestión. Las pequeñas gotas de su sangre comenzaron a ser derramadas, haciendo un indeciso camino hacia donde la gravedad las llevaba, aquel liquido carmesí, tan tibio como su cuerpo lo había mantenido antes de que decidiera abandonarlo por su ira. Su cuerpo, solo por
Ser una persona normal o tratar de serlo es algo relativamente fácil, hacer lo que los humanos toman como normal y seguir una rutina es algo ya incorporado en la sociedad, claro que algunos no lo hacen y son esos los que son tachados por los demás. Ser normal es algo que sale natural para cualquier ser humano y eso facilita el trabajo de integrarse en la sociedad llena de ideales elevados. Pero solo hay un pequeño y minúsculo problema del que ella no estaba enterada, no era normal…nunca lo fue y tampoco lo será, y ese es su problema, volver a querer ser normal cuando nunca lo fue.