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Capítulo seis: Cabellos platinados

Recuerdos parte uno:

[Escenas fuertes, no aptas para personas sensibles. Ver bajo responsabilidad]

Aquellos días lejanos llegaban a su mente, y de una cosa a la otra, su cerebro le mostró algo casi perdido, retomando un recuerdo que estaba muy dentro de su subconsciente; Aquel día.

Ella tan solo tenía diez años, vivía con sus padres quienes se habían hecho pareja años atrás (Desde que eran adolescentes). Aquel día era uno común y corriente, como cualquier otro, solo con la simpleza de que la familia de tres veía una película en la nueva televisión que hace días habían comprado. Arwen, en su corta primera década, era tan sería como siempre, pero son sus padres era otra historia pues parecía ser la niña más feliz del planeta, y mucho más cuando estos se demostraban amor. A ella le extrañaban un par de actitudes que tenía su padre, que ella ni su madre tenían, como olfatear el aire por unos segundos y avisar que su madre venía de trabajar, cuando ella llegaba minutos después, o cuando ponía su nariz en el cuello de su madre oliendo en cada momento que podía o a ella cuando la abrazaba y olía su cabello o cuando pensaban que ella estaba dormida y un día de luna llena salían al bosque mientras su padre corría como loco su madre reía tratando de seguirlo.

Ellos vivían en una casa adecuada para los tres en las afueras de la gran ciudad central del país, siendo que vivían junto al bosque con algunos pocos vecinos, ellos tenían la privacidad necesaria. La casa era de un color blanco pálido, con el techo de color verde oscuro y algunas plantas decorativas, contaban con dos pisos, el primero con la cocina, a un costado la mesa con seis sillas, el living donde estaban viendo la televisión, y la parte de arriba estaban los cuartos con el segundo baño (Que mayormente lo usaba ella). El recuerdo se volvió más nítido, olvidando aquellos detalles que aguaban su corazón en un estanque de puras lágrimas que había callado y cuadrado durante años, el timbre sonó y el sonido llegó a sus pequeños oídos de diez años, sacando la vista de la pantalla para guiar su mirada castaña a la puerta que se encontraba a su derecha, pudo sentir como sus padres se miraban extrañados y como su padre olía el aire para negar preocupado, y la Arwen pequeña estaba tan confundida de que no abrieran la puerta como siempre hacían. Su padre frunció el ceño y le asintió a su mamá quien se levantó acomodándose la remera (Donde había un bulto extraño a su cadera) y miró a su padre segura.

—Mark, ya sabes que tienes que hacer.—Susurró mirándola a su hija con una pequeña sonrisa en su rostro, antes de darle un beso en la frente y caminar a la puerta—¿Quién es?—Preguntó una vez frente a la puerta de roble. Arwen pudo notar como los nervios brotaban de su piel sin poder pararlo.

—Cariño.—Mark llamo la atención de su hija, antes de darle un beso en la frente justo como como madre había hecho hace segundos atrás—Vamos a jugar a un juego ¿Quieres?—Le preguntó con una sonrisa forzada, tomando un mechón rebelde de cabello para acomodárselo detrás de su oreja. Arwen asintió con una sonrisa, ingeniado en su mente que juego podría ser—Solo tienes que esconderte ¿Si? Es sencillo, vas a un lugar te escondes y tapas con tus manos los oídos para que no escuches nuestros pasos, y solo saldrás de tu escondite cuando mamá o yo te encontremos…o un hombre de uniforme de policía, son mis amigos.—Sonrió con tristeza. Vio como la cobriza asentía antes de salir corriendo hacia su cuarto, pero giró su cabeza para ver una última vez a sus padres, viendo como le abrían la puerta a un hombre de risas platinos.

Corrió con fuerza hasta su cuarto y cerró su puerta sin hacer ruido, le encantaba jugar a esos juegos con sus padres, ella se escondía y Mark junto con Calendaría (Su madre) la buscaban por horas hasta que ella se rendía. Abrió su ropero y quito una madera que simulaba ser el tope de este, la había creado con su tía cuando sus padres habían salido por trabajo, se adentró en el hueco que era el doble de su tamaño y cerró con dificultad el armario y la parte falsa de este. En su bolsillo había un celular viejo que le habían regalado, por lo que que más comenzó a jugar con este a un pequeño pero difícil juego. Minutos después, luego de un tranquilo silencio, un disparo estruendoso resonó por las maderas de la casa, causando que tirara su celular al piso, su pequeño corazón se aceleró y en su cabeza pasaron mil y unas situaciones que estaban pasando en la planta baja de la casa, pero recordó lo que dijo su padre, tapar sus oídos y no salir a menos que ellos o el policía la encuentren…pero ella no era tonta, tenía diez años y sabía lo que estaba ocurriendo. Hace días estaban raros, paranoicos…pero ella les había pedido pasar un día en familia pues hace semanas no tenían uno, se sentía culpable pues sus padres bajaron la guardia y ese hombre de cabellos platinado apareció, y el disparo se escucho como si saliera de una escopeta.

—¡Calendaría! ¡No!—El grito desgarrador de su padre resonó por el gran espacio, hasta llegar por el bosque donde las aves asustadas volaron en busca de protección, y a los oídos de los pocos vecinos que tenían, quienes al escuchar el grito y el disparo no dudaron en llamar a la policía. Las lágrimas caían de su rostro, no sólo por lo que maquinaba su mente, si no por el silencio que su padre había roto y después volvió a poner. Su cuerpo templaba ante las hipadas que daba su cuerpo, los escalofríos por el repentino frío que había en el lugar…los minutos pasaron y escucho el sonido de los patrulleros, sin embargo ella seguía con su mano en la boca, pues temía que el hombre de cabellos platinos siguiera ahí. Tres policías irrumpieron en la casa para saber si estaba aún ahí el asesino o la hija que los vecinos decían que tenía la pareja tirada en el piso siendo atendida por los paramédicos. Tardaron poco en encontraba, pues ella se dejó, pese a todo quería ver como estaban sus padres, una mujer uniformada tomó una manta caliente y la poso sobre su cuerpo y cabeza, para ocultarla de los reporteros que habían llegado mucho más rápido de lo que pensaban…salieron de la casa, el ambiente estaba frío y la luna llena estaba en su punto máximo, los colores azul y rojo parpadeaba en sus ojos y no dejaban ver lo que ella estaba buscando, las voces de personas preguntándole cosas y la placa enojada tratando de apartarlos. Pero en una rápida vista, todo silencio a su alrededor pasó, dos cuerpo tirados, cubiertos de una manta, se encontraban los cuerpo de ambos padres, escuchando sólo una oración del paramédico que confirmó lo que temía.

—No hay pulso.

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