Era un nuevo día en la escuela, el primero desde el ataque lobuno en el bosque. Ella y Bianca se habían prometido silenciosamente no hablar y olvidar parcialmente del tema algo delicado para ambas para dejar que el tiempo se lo llevara al igual que la herida de su brazo (Exactamente en el antebrazo) lo que impedía moverlo cómodamente. El día era soleado, las nubes estaban dispersas dejando pasar mucho más fuerte los rayos del sol, por lo que la temperatura estaba elevada, lo que era igual a mucha gente sudorosa, con el calor corporal elevado y muy juntos, era como un suicidio seguro, por lo que había decidido evitar aquel fatídico destino con los desconocidos llegando…una hora antes, donde solo se encontraban dos personas vistiendo con el uniforme de verano que el colegio les daba a el primer ciclo (Primer, según y tercer año).
Arwen, quien iba en el último año (Y no necesitaba usar el uniforme del colegio), llevaba su cabello atado en una media colita, como era de costumbre, dejando solo la mitad de su pelo suelto, sus pestañas estaban delineadas y curvadas, sus labios pintados con un leve brillo labial, venía vestida con un Jean negro liso, pegado a sus piernas mientras que en la parte de arriba llevaba una blusa rojo mate suelta al cuerpo y de manga corta, y sin olvidar su chaqueta de cuero, algo clásico y cliché pues pertenecía a su padre.Entró a su aula, que era la más lejana, y busco la silla más alejada de los seres vivos con los que compartía salón, justo al fondo. Al mover la silla creando un hueco donde podía entrar, acomodo su mochila a un lado y se sentó en el asiento dejando que sus brazos descansarán sobre el cubículo y dejar su cabeza encima de los mismos para cerrar sus ojos.
—Arwen…¡Arwen! M*****a sea ¡Despiértate!—Una voz chillona le Gritó en el oído, despertándola de un sueño que no sabía que tenía, la nombrada levantó la cabeza rápidamente del cubículo y sus ojos acuosos por el bostezo y despertar terrible se dirigieron hacia la rubia que tenía frente a su mesa, esta tenía dos moños atando sus rebelde cabello ondeando, recordándole a la cobriza que parecía la novia de Mickey mouse, un vestido florido de colores preferentes celestes y un cinturón ancho de color negro que se enganchaba en su cintura con los extremos metálicos hechos de mariposa.
—¿Por qué me despiertas? No pude dormir bien estos días.—Se quejó mirándola con el ceño fruncido, no era raro que su amiga le despertará de forma brusca a pesar de saber como el mal humor la atacaba.
—Oh dios, ahí vienen.—Susurró empujando a Arwen más al costado con leves golpes en su hombro, indicándole que se moviera a un costado. Bianca al ver un pedazo del asiento libre se sentó a su lado y cuando escuchó el sonido de tacones resonar cerca de ahí, agachó su mirada oscura hacia la mesa, fingiendo estar desinteresada apoyando su pera en la palma de su mano.
—¿Quién viene?—Preguntó mirando intrigada la puerta, de donde entraron tres chicas morenas al aula, y ahí entendió todo. Aquellas mujeres eran las princesas del colegio, y la líder (La del medio) era justamente la abeja reina del instituto, Lisa era una cautivadora nata de casa hombre y mujer, con su belleza deslumbrante y su intelecto superior a muchos. Las otras dos eran hermanas mellizas, las más respetadas con aura intimidante, si nadie podía con una, menos con ambas juntas. Ellas eran Runa y Taylor…los demonios de Tasmania.
—Viene Lisa. Se cariñosa.—Ordenó tomándola de los hombros.
—Solo un abrazo.—Susurró tomando de su brazo para acercarla a ella y rodearla con sus manos para un improvisado abrazo con molestia. Lisa caminó entrando al aula junto a sus amigas, mirando en su dirección con el seño fruncido y se acercó a ellas a pasos rápidos.
—¿Qué m****a estas haciendo?—Gruñó brusca, mirando a Arwen con molestia y odio—¿Acaso no te enseñaron a respetar los mates de los demás?—Gruñó agachándose más cerca de ella. Sus ojos igual de negros que Bianca se cruzaron con los castaños suyos, el olor a acre, áspero y picante como si fuera ajo o fósforo. Le resultaba amenazante y algo dentro suyo le obligaba a querer igualar aquel gruñido de la mujer.
—¿De que estas hablando? ¿Mate? ¿Por que le dices gemela a ella?—Preguntó Arwen dejando a un lado a Bianca que estaba mucho más confundida que ella misma. Se levantó del asiento llegando frente a Lisa, su pecho estaba caliente y se iba dispersando en todo su cuerpo.
—Sos más boluda que la pasión.—Se quejó con desprecio. Runa miró a Arwen por unos segundos antes de interrumpir en la pelea y susurrarle algo en el oído a Lisa, poniendo los pelos de punta a la rubia quien miraba perpleja la escena—Así que aún no te pasa. Que bicho más raro que sos, amiga.—Murmuró alejándose un paso.
—¿Qué es lo que te pasa Lisa? Yo no te he hecho nada.—Se defendió la cobriza, su ira aun seguía creciendo en su pecho, el calor se expandía y escalofríos y espasmos recorría su cuerpo, los dedos de sus manos se movían inconscientemente.
—Nada, lamento la…interrumpirlas.—Susurró Taylor sonriendo incómodamente, no parecía como si quisiese matarla. Bianca acepto las disculpas para que se fueran lo más rápido posible y tomó el brazo de Arwen para que se sentará nuevamente. El grupo se alejo, sentándose al otro lado del salón, alejadas de ellas…sin embargo la rubia sentía el peso de la mirada oscura de Lisa.
—¿Qué acaba de ocurrir?—Preguntó la de ojos negros, Arwen negó con la cabeza sin saber que responder, aun sentía ese calor en su interior disipado.
En el trascurso de las clases no ocurrió ningún inconveniente. Las amigas iban de un lugar a otro juntas, divirtiéndose y riendo cómodas una a la otra, frustrando indirectamente los planes de cierta morena en pasar tiempo con la rubia, quien anterior había dicho mate (Soul mate: Alma gemela). Arwen seguía en sus pensamientos, reviviendo la escena una y otra vez, tratando de unir cabos que no coincidían del todo y el misterio crecía cada vez más y más, su curiosidad por saber a lo que se refería superaba su poca cordura. Se despidió de Bianca y camino por el pasillo en busca del líder de las reinas, estaba junto a su casillero, con los brazos cruzados y su espalda recostada en la mínima puerta, como si la estuviese esperando.
—¿Qué quieres?—Preguntó apenas llegó sin siquiera saludar, pies se suponía que la morena tenía que iniciar la conversación luego de esperarla en su casillero. Lisa suspiró y cruzó sus brazos, parecía mucho más intimidante de lo que parecía.
—Mira, solo quiero decirte que no me agrada verte tan cerca de Bianca, ella es mía.—Empezó a hablar, y Arwen estaba a punto de contestar cuando la morena levanta la mano para callarla—El cambio va a pasar y ahí ya no tendrás más alternativa que alejarte de mi mate, presiento que serás y te digo desde ya que no voy a formar parte de lo tuyo. No soy tu amiga ni consejera así que no me vengas mañana con tus boludeces.—Habló con enojo, ella había llegado hace unos años a esta ciudad alejada de sus problemas, y por suerte meses después era la más popular, tenía actitud cruda y se defendía de cualquiera ya sea hablando o usando sus puños.
—Sigo sin entender nada de lo que dices, Lisa.—Acotó frustrada.
—Me importa un comino.—Respondió antes de darle una mirada fastidiada he irse junto a sus dos amigas quienes la esperaban alejadas del sector, Bianca había llegado poco antes de que hablaran y no había escuchado absolutamente nada de lo que estaban charlando pero sintió una incomodidad en su corazón cuando las vio muy juntas, estaba congelada en su sitio cuando Arwen llegó hasta ella, pensando en las pocas palabras que habían intercambiado. Faltaba poco para que terminará las clases, se sentía mucho mas rara de lo normal, y eso era decir mucho.
Recuerdos parte uno:[Escenas fuertes, no aptas para personas sensibles. Ver bajo responsabilidad]Aquellos días lejanos llegaban a su mente, y de una cosa a la otra, su cerebro le mostró algo casi perdido, retomando un recuerdo que estaba muy dentro de su subconsciente; Aquel día.Ella tan solo tenía diez años, vivía con sus padres quienes se habían hecho pareja años atrás (Desde que eran adolescentes). Aquel día era uno común y corriente, como cualquier otro, solo con la simpleza de que la familia de tres veía una película en la nueva televisión que hace días habían comprado. Arwen, en su corta primera década, era tan sería como siempre, pero son sus padres era otra histo
Recuerdos parte dos: Una mujer en sus jóvenes treinta y dos años llevaba de la mano a una niña de diez, los ojos de ambas parecían dos sacos negros he hincado por el momento que tuvieron horas atrás, cuando presenciaron como dos tumbas eran cavadas bajo la tierra honrado la fatídica y misteriosa muerte de Mark y Calendaría Romcleth, padres, hermanos y seres fantásticos que lucharon hasta el último aliento contra su atacante desconocido, quien no había dejado ni una absoluta huella para que los policías científicos lo encontraran con pistas. La mayor llevaba consigo una maleta rosada con dibujos infantiles en ella demostrando que pertenecía a la niña desecha junto a ella, la custodia quedó para la castaña, quien estaba feliz y consciente de ello mucho antes de que los padre de Arwen muriesen, y a pesar de las ho
Aquellos insólitos días de melancolía perduraban en la extensa y extraña mente de Arwen, como una melancólica canción pegadiza que te hace llorar sin que tu quieras, que mientras mas resonaba en su cabeza, mucho mas la odiaba. Inconscientemente empezó a disolver esos recuerdos dolorosos y borrosos, dejando que se dispersaron en su mente mientras volvía a la realidad en la que estaba metida. Abrió sus ojos con pesadez y suspiró con decepción dándose cuenta de que aún estaba en su cuarto, recordando que ella misma había pasado su primer día (Luego de su accidente) de forma extraña para luego regresar a su casa una vez terminadas las clases, encerrándose en su cuarto para recordar esos viejos y tormentosos recuerdos. Abrumada se desplomó sobre su cama sintiendo el viejo colchón hundirse con su propio peso, y las sabanas tocar su espal
La intrigante conversación que tuvo con su tía había sido lo mas interesante que había pasado en esos cuatro días sin verla, puesto que la semana de exámenes se acercaba y la adulta se encerraba en la sala de estudio sin dejar que ella se acercara. Para su mente imaginativa y maquinadora solo podía pensar en miles de escenarios donde mostraba una hipótesis de lo que estaba sucediendo ahí adentro, aquella charla extraña le había dejado un mal sabor de boca. Sabía con exactitud que Melissa ocultaba algo, estaba segura de que, el día de la charla, su tía estaba a punto de decirle algo que parecía ser importante, algo que realmente le atormentaba, pero estaba segura de que la mayor aún no estaba lista para soltar ese tan misterioso secreto suyo. Estaba en el pasillo que tenía el colegio, algo angosto pero útil, las paredes estaban adornadas con los casilleros rojos de lado a lado, con grandes y negros números que ayudaban a los alumnos a identificar el suyo. Era la hora de cambio, donde
El pequeño moreno relajó su mirada al ve de quien se trataba, hasta se le iluminaron con gran admiración al ver que ella, su heroína y la mujer mas valiente que había visto en sus cortos quince años. Se levantó del asiento con emoción mal disimulada, ocultando la sonrisa que amenazaba por salir de su boca en contra de su voluntad. Arwen caminó a paso apresurado hacía el para evitar que se lastimara por aquel movimiento tan brusco de su parte, apartando la mirada de sus ojos algo avergonzada al sostener su brazo en un impedimento suyo para que el chico no se moviera.—¡Si! Es decir, si...soy Pablo— Sonrió extendiendo delicadamente su mano hacía la cobriza, quien con gusto y algo extrañada acepto el saludo del muchacho— Espero no sonar grosero pero...¿Qué e lo que haces aquí?— Preguntó volviéndose a sentar en la silla de material plástico que tenía el hospital.—A decir verdad, yo...yo vengo a disculparme contigo.— Confesó mirando hacía otro lado, suspirando antes de sentarse a un lado,
Salió del hospital una vez pasó por las puertas de cristal con una pequeña sonrisa en el rostro, estaba de buen humor al saber que la situación no había terminado en una catástrofe por lo ocurrido el día anterior, y sabía con exactitud que al meno Pablo estaba con ella y le había perdonado por su tardía en ayudarlo, comenzaba a creer que era un día muy bueno, y valía la pena tener los bolsillos vacíos para ese regalo de disculpa que le dio al muchacho, esperaba que le diera un muy buen uso a esos dulces y al vergonzoso osito de peluche. De pronto en su mente apareció la fornida imagen de Lucas, el hermano de Pablo, y su pésima actitud hacia ella y su hermano no hacía más que molestarla, pues su primera impresión de ese hombre de casi dos metros no era muy buena, sobre todo por el trato que le daba a su pobre hermano enyesado y roto. Cruzó la calle junto a un grupo de personas, el sol golpeaba a la primera superficie que estuviera a la vista y el clima era encantador, no eran más de las
El cálido día comenzaba a oscurecerse, a pesar de que el reloj aún no marcaba las siete de la tarde, las nubes de forma lenta y casi imperceptible para el ojo humano comenzaban a moverse dispersándose o uniéndose entre si, dejando que el sol se escondiera entre ellas cuando pasaban por ahí. El sudor frío recorría su cuerpo como una gran ayuda para refrescar su piel caliente, corría como si de su último maratón se tratase, sentía en su interior las ganas de gritar por los nervios y el susto que sentía ante la impotencia de no estar con su amiga en esos momentos, en su mente pasaban una y otra vez los recuerdos de sus padres diciéndole que se escondiera hasta que ellos o un uniformado policía la encontrara, y ella como una inocente niña de diez años les creyó y se escondió esperando a que ellos la encontraran. Las cuadras se iban quedando atrás gracias a la gran velocidad adquirida que Arwen poseía en ese momento, por suerte para ella y su salud mental, solo quedaban un par de
El estruendoroso gruñido que amenazaba fervor mente a salir de su garganta, aquel que se colocaba en medio de su pecho, de forma caliente, amenazando y rasguñando con querer salir, liberarse de su cárcel…aquel inhumano sonido se creaba irónicamente de un cuerpo humano, ella aguantaba, no sabía lo que pasaba, sus ojos marrones miraban con enojo la ventana rota, apoyando sus manos desnudas en la pared que sostenía la ventana herida, los pedazos caídos que quedaron en la plana pared en la que sus manos se apoyaron se clavaron con fuerza en ella, no lloró, no se quejó…ningún sonido salió de sus labios; sus ojos dilatados y sus glándulas salivales secretando más y más de aquel líquido que ayudaba a iniciar el proceso de digestión. Las pequeñas gotas de su sangre comenzaron a ser derramadas, haciendo un indeciso camino hacia donde la gravedad las llevaba, aquel liquido carmesí, tan tibio como su cuerpo lo había mantenido antes de que decidiera abandonarlo por su ira. Su cuerpo, solo por