Mikhail estaba de un pésimo mal humor esa noche, a pesar de que fuera de esa oscura habitación dentro del bar de uno de sus contactos locales se podían oír música, voces alegres y risas.
Había tenido que hacer un viaje repentino y fugaz a una región perdida de su país natal, que le traía malos recuerdos, para resolver en persona un "problema".Uno de esos problemas con forma humana, imprudentes y de lengua ágil, demasiado ágil como para saber estarse quieta y sin hablar cuando debía.No toleraba el lugar, pero seguía órdenes.Y al fin y al cabo, toleraba aún menos la traición.Deseaba terminar rápido con ese mal trago, salir de ese hoyo y regresar a su hogar en avión para acostarse con alguna de sus amantes y sacudirse esa pesadumbre de la nostalgia.Anya se movía con habilidad de "barwoman", adquirida con la práctica de la necesidad, en la barra del bar en el que trabajaba, en una noche tan corriente como todas las de las últimas semanas. No ganaba mucho, pero era lo suficiente para pagar parte de los gastos, y no necesitaba un título de física nuclear para servir copas a unos cuantos sujetos ebrios.Por lo general, ninguno se propasaba con ella, que se vestía lo más cubierta que podía para evitar el acoso. Ya tenía malas experiencias de su pasado, como para sumar algo más.Sin embargo, no era fácil ocultar un físico como el suyo.Por las venas de la joven corrían ríos de sangre guerrera y poderosa, algo que se evidenciaba en un cuerpo alto pero ágil, con curvas generosas a pesar de la escasez de recursos y un cabello negro con rulos singulares, que ocultaba en un rodete en su nuca.Evitaba mirar a los ojos a sus clientes, para no evidenciar el azul profundo que brillaba en sus pupilas. Por eso, pese a estar bajo techo y en un lugar cálido, Anya vestía pantalones negros, chaqueta de mangas largas y una gorra.Eso solía ser suficiente para que la atención de los clientes se concentrara en las mujeres que se movían con sensualidad en un escenario desvencijado, y por unos pocos billetes.Uno de los clientes, que había bebido en exceso, un vodka tras otro como si fuera una esponja, se puso particularmente molesto cuando Anya estaba ocupada en servir a otro hombre, así que en un rapto de violencia, se arrojó por encima de la barra, tomó el contenido de una coctelera y se la arrojó a la sorprendida joven, antes de ser duramente reprimido por un par de guardias.Ella suspiró.-Genial, ahora apesto a alcohol y la chaqueta es un desastre, no puedo seguir así, tendría que ir a cambiarme a casa.Se volteó en todas direcciones buscando a su jefe, pero no lo encontró, así que dejó un momento su puesto.-Ilya, por favor, vigila la barra unos segundos, tengo que quitarme este desastre. Buscaré al jefe, a lo mejor hay alguna chaqueta olvidada que pueda usar…El guardia asintió recio, mientras ella buscaba en las habitaciones al dueño del bar, quitándose la chaqueta en el camino, intentando sacudirla.Era raro que no estuviera en su oficina ni en el cuarto de empleados, hasta que escuchó voces provenientes del depósito y se acercó allí.Pero no estaba preparada para lo que vería a continuación.En medio del cuarto, un hombre hecho añicos estaba sentado sobre una silla, rodeado de un charco rojo que parecía crecer a cada segundo. Ella apartó la vista enseguida del desagradable cuadro, para toparse con una imagen tal vez más impactante.De pie, al lado de su víctima y con un cuchillo en la mano, un hombre alto de ojos grises y cabello rubio como el sol, la observaba con una expresión feroz en su rostro tostado y de rasgos algo caninos pero armónicos y sensuales.Anya no lograba decidirse entre sentir excitación o pánico, hasta que lo escuchó hablar y ganó lo último.-Sujeten rápido a la mujer. Hay que eliminarla.El jefe de la joven, agazapado en las sombras, con el rostro pálido por lo que había presenciado en la última media hora, decidió intervenir.-Señor, le aseguro que Anya es de confianza, no le dirá nada a nadie, es discreta y trabajadora. Sabe cuándo quedarse callada.Con una sonrisa sarcástica, Mikhail miró al hombre casi moribundo a su lado antes de decir:-A diferencia de este imbécil…Luego fijó su vista en Anya, que ya estaba con dos de los subordinados aferrándola. Una chaqueta húmeda de tela vaquera oscura colgaba de su mano. Vestía unos pantalones negros, ceñidos a unas caderas onduladas y deseables, y una camiseta también negra, sin mangas, que dejaba adivinar uno pecho amplio y brazos fuertes. Sin embargo, el hombre se fijó en sus ojos, de un azul irreal, familiares…Ella estaba congelada, dejando que la mirada de ese hombre brutal la recorriera de arriba a abajo… había algo en él que la atraía como un imán.El olor metálico de la sangre a sus pies, en contraste con el costoso traje negro, la barba perfectamente recortada y el cabello impecable.Estaba aterrada, pero podía sentir cómo una sensación extraña se apoderaba de su cuerpo.-De acuerdo… Anya. Al parecer hoy no es el día de tu muerte. Espero que seas lo suficientemente inteligente como para no abrir esa linda boquita que tienes. Ya has visto lo que pasa con los que hablan de más. - pero al mirarla otra vez, atraído por ella, agregó relamiéndose-. Aunque tal vez contigo podría ser… diferente.Un escalofrío la recorrió a lo largo de su columna vertebral. No podía hablar.Entonces su jefe intervino por ella:-No dirá nada, señor. Se lo aseguro. No le agrada meterse en problemas…Anya carraspeó, y por fin pudo decir algo:-No… no diré nada… a nadie.El hombre sonrió:-Bien, Anya… vete a casa.Ella miró a su jefe, que asintió con la cabeza.-Está bien, vete ahora.Con las piernas aún temblando por el miedo, la mujer salió del bar por la puerta trasera y desapareció por las calles vacías de la noche.Eran dos horas más temprano que su horario de salida habitual, por lo que no la esperaban en su casa, donde vivía con su padre y su hermana menor, Sonya, una niña de diez años que dormía mientras Anya se esforzaba por conseguir dinero para sus importantes medicinas.Sin anticipar su llegada, su padre, que discutía acaloradamente con su amigo, se quedó en silencio apenas la vio, haciéndole señas a su interlocutor.Chekov, se giró para mirarla, con visible fastidio.-Llegas temprano, hija.Ella miró a los dos hombres, tratando de comprender lo que había sucedido.-Mi jefe me permitió salir antes, tuve un problema con un cliente, y se me mojó la chaqueta.Su padre le sonrió.-De acuerdo.Chekov se despidió.-Me iré… pero volveremos a hablar.-Adiós, amigo.En cuanto se fue, la joven indagó:-¿Qué pasó aquí? ¿Algún problema?El hombre suspiró.-Esperemos que no. Pero necesitaré que hagas algo por mí.-Me estás preocupando…Él buscó en un viejo cajón una pequeña caja alargada de madera y se la entregó.-Escucha, Anya. Espero que nada pase, pero aún así, esto es importante. Tienes que ir a nuestro patio trasero, cavar un hoyo donde sólo tú sepas, y esconder esto allí.-Pero…La miró con una seriedad inusitada.-Sin peros y sin preguntas, hija. Cuanto menos sepas, será mejor.-De acuerdo, lo haré.Pasaron apenas dos días, en los que Anya intentaba borrar de su mente lo sucedido esa noche, desde que entró al depósito del bar, hasta lo sucedido con su padre.Algo había cambiado en su rutina, y en el aire, y no parecía el augurio de nada bueno.Sus sospechas se cumplieron cuando, justo antes de irse a trabajar, su progenitor, herido mortalmente y cubierto de sangre, irrumpió en la pequeña sala.-¡Papá! ¿Qué es esto? ¿Qué paso?... debo traer un médico…Al hombre le costaba hablar-No… no hay… tiempo… Anya… trae papel… te… daré una… dirección…Ella se apresuró a obedecer. El hombre escribía mientras trataba de hablar:-Tienes… que ir a Finlandia, con… con tu hermana… Ve a buscar a Kasparov, a la dirección que… te doy… No confíes….en nadie…-¿Quién te ha herido? ¿No me dirás qué pasa?-Kasparov tiene… que protegerlas… búscalo… vete ahora, despierta… a Sonya… y váyanse… no mires atrás, Anya… yo… ya estoy muerto… hija…Ella comenzó a llorar. No deseaba perder a su padre. Había perdido y sufrido tanto en los últimos años.¿Por qué todo se echaba a perder tan rápido?La sangre de su padre lo rodeaba, extendiéndose a su alrededor, mientras el color y el aliento lo abandonaba.Él tenía razón, tenía que irse, despertar a su pequeña hermana y huir de Rusia al país vecino.No estaba segura de cuáles eran los negocios de su padre, pero algo malo había sucedido en su mundo y no podían seguir en ese barrio en las afueras de Viborg, en la región de Leningrado.Tenía que buscar el modo de cruzar clandestinamente a Finlandia, junto con la pequeña Sonya.Anya se estaba yendo a la habitación, a buscar unas pocas cosas y despertar a la niña, cuando el localmente conocido traficante, Jasha, abrió la puerta de su hogar con una poderosa patada.Anya corrió a esconderse tan rápido como pudo, mientras Jasha se acostumbraba a la oscuridad del lugar, encandilado por la luz exterior de la tarde, y se topaba con el cuerpo del pobre herido, en el suelo.El hombre seguía con vida, y lo miraba desafiante.-¿Vienes… a terminar… Jasha?El interpelado sonreía con maldad.Mientras tanto, la joven despertó a Sonya tapándole la boca mientras le indicaba sin hablar que hiciera silencio. La niña la observaba con ojos desorbitados, mientras Anya abría un pequeño escondite en el suelo y se metía allí junto a su hermanita.Desde allí, podían oír a la perfección cualquier sonido del exterior, pero no las podrían ver.Jasha levantó al padre de Anya y lo sentó bruscamente en una silla del comedor.-Es un milagro que sigas vivo, Dmitry.Él esbozó una sonrisa torcida. -No… será… por mucho… tiempo…El traficante se rió.-Sí, se me ha pasado un poco la mano… pero puede terminar rápido. Sólo dime dónde demonios tienes el mapa del tesoro.-Yo… no lo… t
Pocas horas más tarde, Chekov las acompañaba en silencioso secreto por las calles menos concurridas de Viborg hasta salir de la pequeña ciudad.En las afueras, un vehículo los esperaba, con el tanque lleno.El hombre conducía, mientras Anya observaba todo, incapaz de descansar, mientras Sonya dormía en su regazo.La niña estaba debilitada por su salud, por el hambre, por la angustia.Su hermana se preocupaba, pero no podía hacer nada, excepto acariciar su cabello mientras dormía. Excepto velar sus sueños, esperando que todo saliera bien.Chekov llevaba el vehículo por caminos desconocidos, sin asfaltar, acercándose a través de los escasos kilómetros que los separaban de la frontera con Finlandia.Le habló en un susurro:-Cuando estén del otro lado, las buscará un buen amigo mío, hagan lo que él les diga. Nos detendremos cerca de la costa, que es la parte de la frontera que está menos vigilada, desde allí él las recogerá y les indicará si seguirán por mar o por tierra algunos kilómetro
-Qué sorpresa verla aquí, señorita… ¿Anya, verdad? No esperaba verla en Helsinki. Me dice mi guardia que llegó hace días, buscándome.Anya no salía de su estupor. Ese hombre, temible y a la misma vez tan magnético que la dejaba inquieta por las sensaciones que generaba en ella, era precisamente a quien su padre le había pedido que buscara.Parecía una locura.-¿Usted… es Kasparov?Él asintió, acercándose a ella con lentitud. -Mikhail Kasparov. Es el apellido de mi madre. Lo que aún no me explica es por qué me está buscando. Estoy seguro de que sabe de lo que soy capaz, y no tengo gran tolerancia, así que espero que vaya al grano, señorita… ¿Para qué me busca? Recuerde que accedí a perdonar su vida una vez. Espero que no haga que me arrepienta. ¿Cómo me encontró?La joven decidió hablar apresuradamente, antes de que ese demonio se le acercara más:-Soy Anya, hija de Dmitry, él ha muerto hace unos días y me envió a buscarlo, por protección… según mi padre, usted se lo debe…Mikhail se
Subestimar a Jasha fue el primero de los errores del orgulloso Mikhail Kasparov, que había confiado en que todo le saldría bien de inmediato.Se apresuró en su primera acción en contra de los enemigos que perseguían el tesoro de Villalobos, y olvidó algunas de sus rutinas adquiridas con los años.Definitivamente, sus planes no estaban empezando con el pie derecho, aunque no podía quejarse de la forma de ser de su nueva esposa, que había asumido su rol con singular dignidad. Mara Reyes sería su segundo error.Alta, con una larga cabellera rubia, curvas exuberantes y ropa y zapatos de diseñador, Mara era una joven actriz y modelo que viajaba con bastante frecuencia a Helsinki, con el único objeto de acostarse con Mikhail Kasparov, su amante más preciado, de quien estaba profundamente enamorada y con el que tenía expectativas a futuro, segura de estar haciendo un buen trabajo conquistándolo en la cama, aunque para él, en realidad, ella no fuera más que otra de sus numerosas amantes ocas
A pesar de la provocación, Agnes estaba consciente del lugar que ocupaba en la vida de Mikhail. Eso no significaba que estuviera dispuesta a soportar provocaciones, por más comprensiva que fuera.El hecho de que Mara estuviera allí, había tomado a Kasparov por sorpresa, precisamente porque no la consideraba importante en su vida y ni siquiera la tuvo en cuenta cuando, forzado por las circunstancias, pasó de ser un hombre soltero a estar casado con la nueva Agnes Laine. Por lo tanto, ella misma tampoco tenía por qué responder o sobre reaccionar.No le interesaba nada de lo que había dicho Mara, ni siquiera la detallada descripción de sus encuentros.O al menos eso esperaba. Agnes se encogió de hombros, se giró hacia el sillón nuevamente, se sentó con calma, tomó un libro, y dijo sin mirarlos:-Confío en que Mikhail sabrá qué hacer contigo, Mara. No mereces un segundo más de mi valioso tiempo. Sin embargo, agradecería que me ahorres el sonido irritante de tu voz. Estoy leyendo.La señ
El resto del camino fue tranquilo, aunque seguían mirando en todas direcciones, temerosos de que aparecieran nuevos enemigos de repente.Era algo inusual, Mikhail iba sumido en sus pensamientos, intentando adivinar cómo supieron de su viaje a Rusia y quiénes los habían atacado.Agnes observaba el espejo, esperando un nuevo agresor, calculando dónde había dejado él las armas.Pero eso no sucedió, nadie los atacó, y poco más de doscientos kilómetros después, antes de llegar a San Petersburgo, arribaron por fin a un viejo y destartalado edificio, que estaba muy lejos de ser realmente un orfanato.Allí ningún ser humano, mucho menos un niño, debería vivir.Algún oscuro secreto se ocultaba detrás de esa casona derruida. Era un sitio gris, horrible y lleno de humedad.A Agnes se le encogió el corazón de sólo imaginar a su hermana en ese sitio, con su asma, en medio de ese frío terrible.Y ella viviendo en una mansión.La culpa comenzaba a acosarla.Nunca, jamás, debió separarse de ella. Ha
Mikhail Kasparov era un hombre implacable. Cruel, siempre que fuera necesario.Mujeriego y en absoluto romántico, había cerrado sus puertas al amor hace muchos años.Demasiados.Con un secreto oculto en su pasado y un plan para su futuro.Un hombre sediento de poder, de ganar influencias, al precio que fuera.Pero se sentía demasiado culpable por haber fallado a su nueva esposa, con el honor herido, con una deuda aún sin pagar.No sólo Jasha se le había escapado en las narices, dejándolo mal parado.La hermana que debía recuperar, la pequeña Sonya, estaba muerta.Ella tenía razón.Agnes podía sobrevivir en la organización y en ese contexto, si él le enseñaba cómo hacerlo, porque, cuando esos tres años de contrato pasaran, era probable que se encontrara sola en el mundo. Con una parte del tesoro más codiciado de la mafia mundial.Y de repente, el gélido Kasparov, no se sentía capaz de dejarla a su suerte, desprotegida, aunque en el futuro ella dejara de tener un vínculo con él. No p
Mikhail la miró en silencio y se cruzó de brazos, evidentemente ofendido por las palabras de su esposa, y ahijada en la mafia.Le habló con un matiz de incredulidad en su voz:-¿Lo preguntas en serio, Agnes? ¿Acaso no me hiciste ayer un juramento solemne? ¿No me pediste ayuda? Nunca rompería nuestro acuerdo, tenemos un contrato y además un vínculo nuevo. Seré muchas cosas, querida esposa, no todas buenas, pero tengo honor y palabra. Y ayer acepté ser tu padrino… Tus sospechas realmente me avergüenzan.Ella lo observaba, llena de furia, aún buscando aire con grandes bocanadas.Él tenía razón en todo, aunque seguía sin entender por qué la había arrastrado por la fuerza al fondo del agua.Y sí que tenía fuerza.Había sido como estar atrapada por una cadena de acero.-Pero… casi me matas, Mikhail… ¿Qué pensabas? Me superas por muchísimo en fuerza, me tomaste por sorpresa sin darme tiempo a tomar aire, no sé nadar bien y no podía respirar, a punto de perder la consciencia… ¿Por qué hicist