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ANDY

Raquel me compartió su ubicación, me alegré de que no hayan caminado tan lejos de la playa. Estoy muy molesto porque ella sabe que donde sea que el bebé se encuentre corre peligro y aun así se le ocurre separarse de mí.

Llegué al lugar donde el buscador me indicaba. Estoy preocupado porque antes de colgar la llamada escuché un sonido y ella no volvió a hablar. Mi hijo le hablaba y ella no le respondía, luego la llamada se fue y no volvió a atenderla.

Juro que todo el trayecto hasta aquí lo hice corriendo, afortunadamente me mantengo en forma y no se me complicó hacerlo. Veo que hay un grupo de personas rodeando a alguien, me acerco a ellos, temiendo lo peor.

—¡Papá! —gritó mi pequeño al verme. Haciendo que el alma regrese a mi cuerpo, pensé que mi padre se lo había llevado; eso era lo que más temía. Raquel está sentada sobre una banqueta, una señora le ofrece agua y otra le acaricia el cabello como tranquilizándola.

—¡Estás aquí! —exclamó con su mirada feliz y llena de esperanza.
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