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Al amanecer, quería matar a Andy por despertarme a puros besos. Me rogó para que volviéramos a hacer el amor, pero en realidad yo estaba demasiado adolorida de mi vagina. Anoche nos dimos duro, como decimos popularmente, y ya no doy para otra ronda por este día.

—Vete a tu habitación, el niño o las niñeras nos verán juntos y no nos conviene. —Pedí. El perezoso se quitó de encima de mí y ¡maldición! Se le ocurre mostrarse desnudo frente a este angelito.

—¡Ten un poco de dignidad y cúbrete! —Exigí.

—¿Por qué tendría que esconder mi cuerpo a la mujer que me lo ha besado por completo? —murmuró. Yo sentí mi rostro arder.

—Tienes… tienes nuevos tatuajes. —Dije inconscientemente. Reconociendo algunos en sus brazos que anteriormente no los tenía.

—Cada uno de los que me he hecho después de nuestra separación ha sido dedicado a ti. Solo observa con detenimiento. —Se acercó y señaló su pelvis. Me sentí nerviosa, ver directamente a ese parte de su cuerpo tan privada me hizo sentir excitada.

—Te
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