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Estaba tan asustada que, cuando escuché la voz que llamaba a mi hijo, pegué un brinco. Es el imbécil de Andy que anda abaratando aquí y sacando mis buenos sustos y nervios.

Decidí seguir mi camino y hacer como si hace unos segundos no haya estado cargándome de miedo.

—Hola. —Saludé cuando me topé con él. —¿El hombre de la casa apenas viene llegando de la clínica? —Hablé tonterías para disimular mis nervios.

—Hola, cariño. —Respondió, saludándome con un beso en la mejilla. —¡Cuánto deseo devorar esos labios! — susurró.

No le dije nada, lo empujé y continué mi camino. No me gusta que él nos exponga tanto cuando le he pedido en muchas ocasiones que no actúe así cuando estamos en casa, bueno, en ningún lugar debería hacerlo porque él ya tiene su mujer con la que pasa las noches y esa es Brenda.

Más tarde me fui a descansar. Creo que ya estaba a punto de dormir cuando escuché que la puerta de la habitación se abrió.

—No puedes dormir sin mí, verdad, cariño. —Dije emocionada, sin abrir los
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